Capítulo 13
Bastian suspiró varias veces, como si estuviera buscando llenar de aire sus pulmones para empezar su charla.
—Hay algo que tú no sabes —indicó.
Angie abrió los ojos con sorpresa, no sabía a qué se refería, pero era obvio que era importante.
—Algo que pasó hace años y que no se lo dije a nadie más. La única que lo sabe es tu madre y su amiga Sandra, con quien hice terapia...
—Te escucho...
—Estábamos bien, ¿no? Cuando teníamos cuatro años de novios y comenzamos a hablar de boda... todo iba bien cuando ganaste la beca y planificamos mudarnos y esperar a que eso acabara para casarnos...
—Ajá...
—Y entonces papá enfermó... leucemia mielógena aguda... Cuando eso tenía el dinero de mamá guardado aún, pensaba usarlo cuando viajáramos, pensaba llevarte de paseo en paseo cuando estuviéramos en Cabo Azul para que conocieras todos esos bellos lugares que ahora son tu casa... pero con su enfermedad, pensé en gastarlo en él.
—Lo que me pareció muy bien en ese momento —dijo ella asintiendo, aún no le había dicho nada nuevo.
—Pero entonces él empeoró, de golpe... y yo me enteré de que hacía mucho tiempo que estaba enfermo y no me había dicho. Primera mentira, primer choque contra la realidad.
—Lo sé... Lo recuerdo...
—Intenté que lo salvaran por todos los medios y accedí a hacerme unos análisis para saber si yo podía ser donador de médula.
—Eso no me lo dijiste —susurró ella.
—Fue esa semana que creíste que fui a hacer pasantías a aquella empresa de hierros —comentó.
—¿Por qué no me lo dijiste? —quiso saber ella.
—Porque no quería preocuparte...
—Y cuando volviste de aquel supuesto viaje fue cuando empezaste a enloquecer...
—Porque no soy hijo de mi padre, Angie... y ninguno de los dos lo sabíamos —comentó y Angie quedó con la boca abierta por la sorpresa.
—Bastian...
—Mi madre tenía varios amantes... al parecer —agregó con dolor—, y yo fui resultado de uno de ellos. Iba a hacer lo mismo con Anne, decirle a papá que era suya, si no fuera porque esa vez sí se enamoró del padre de ella...
—Lo siento... Me tenías que haber contado, éramos un equipo.
—Estabas llena de ilusión con el futuro, la beca, el trabajo, lo feliz que seríamos en el mañana. ¿Qué iba a decirte? Yo estaba enfadado, todo el rencor que había intentado sanar con lo de mi madre salió de nuevo, como si fuera una bomba... Lo único que quería era gastar todo su dinero, no quería nada de ella.
—Y comenzaste a salir, hacer compras impulsivas, tomar mucho... demasiado alcohol, y tirar por la borda nuestra relación —musitó ella con dolor.
—Y tú intentaste ayudarme, intentaste hacerme entrar en razón, pero yo estaba poseído por la ira y el rencor. Papá falleció y todo dolió incluso más... Me sentía solo. Si antes había sido abandonado por mi madre ahora me sentía huérfano, me sentía perdido... no sabía quién era en realidad, de donde venía... ¿cómo iba a saber a dónde iba?
—Ahora lo comprendo, antes no pude —susurró ella con calma.
—¿Cómo ibas a hacerlo? Teníamos solo veintidós años, Angie...
Angie suspiró.
—Hice todo lo que pude, Bastian, estuve incluso a punto de renunciar a la beca, quería estar contigo y ayudarte a salir de ese pozo oscuro de vicios y depresión... —dijo Angie con dolor—, y no pude hacerlo...
—Tu mamá fue a hablarme un día —contó él con tristeza—, me dijo que o buscaba ayuda o me alejaba de ti, que con todo el amor que me tenía no iba a permitir que te arrastrara a mi oscuridad...
—Sí, lo supe mucho después... Ella me dijo a mí que tenía que ir, viajar y dejarte... que en ese momento no estabas listo para seguirme el paso... —suspiró—. Me peleé con ella, le dije que no sabía cuánto te amaba y que no podía pedirme eso —comentó—, le pedí que te ayudara porque no sabía a quién más pedírselo... y ella me dijo que lo haría, si yo no renunciaba a la beca y me tomaba ese tiempo para pensar...
—Y yo lo comprendí, de verdad que sí... Comprendí cuando me viniste a decir que teníamos que terminar, que tenías que seguir y que ya no podías hacer nada por mí...
—Pero me gritaste que te estaba abandonando igual que todos y que me odiabas y me odiarías toda la vida por ello. Me dijiste que era egoísta y mezquina... —susurró entre lágrimas.
Bastian también comenzó a llorar.
—No era yo, Angie... el dolor y la rabia se habían apoderado de mí...
—Yo no comprendía qué pasaba, no sabía cómo se te había acabado el amor y no entendía por qué no luchabas por mí, por lo que teníamos... era todo lo que yo quería, que lucharas... —susurró ella con dolor.
—Y entonces te fuiste... llegó el día... te marchaste...
—No había nada más que yo pudiera hacer, Bastian... y aun así me carcome el dolor y la culpa. Cada noche me pregunto qué hubiera pasado de nosotros si yo no me hubiera ido...
—Hubiéramos acabado peor —dijo él—, no debes culparte por haber hecho lo correcto... Si te hubieras quedado, Dina habría tenido razón, mi turbulencia te habría arrastrado y yo no me perdonaría saberme culpable de haberte cortado las alas. Al menos hoy te miro y sé que lograste todo lo que querías, y si no lo hiciste aún, lo harás pronto. Al menos hoy veo y sé que eres una gran mujer, que has seguido tu camino, has prosperado en el trabajo y estás a nada de ser la gerente de una sucursal importante.
—Siempre quise disculparme contigo, Bastian, sé el miedo que tenías a que te abandonara... y yo no puedo evitar sentir que lo hice...
—No, no me abandonaste, Angie... Me dejaste en buenas manos, tu mamá cumplió su promesa, me cobijó como a un hijo y me sacó adelante, gracias a ella soy lo que soy...
—Pero no estuve yo...
—Tú no podías hacer nada... éramos más chicos que nuestros problemas en ese momento...
—Aun así... por años me debatí entre la culpa y el enfado, contigo y conmigo misma...
—Yo lo entiendo, y necesito pedirte perdón por eso. Es lo que quise hacer el otro día, pero entonces vi algo que antes no me había percatado... sentí que te robé la vida, que a pesar de que lograste lo que querías, te aparté de todos... Ellos van a ti, tú nunca has venido aquí... y si no fuera por la boda de Maxi, no habrías venido tampoco...
—No es tu culpa eso, Bastian... soy yo la que temía enfrentarme conmigo misma y contigo... Pude haber venido mil veces y no me animé.
—¿Por qué? —quiso saber él.
—Porque no hubiese soportado ver que no superaste aquello, me hubiera roto si te encontraba deprimido o drogado, alcoholizado o lo que fuere... Esa era mi peor pesadilla, por eso no pregunté por ti, por eso no quería saber de ti... corazón que no ve, corazón que no siente... Y es egoísta, lo admito, muy egoísta de mi parte...
Bastian la miró.
—Eres todo menos egoísta —susurró—, estuviste a punto de dejar tu vida por mí... y yo no me lo hubiese perdonado jamás... Y por eso te pido perdón, por todo eso, por no haberte dicho desde el inicio lo que pasaba, por haberte alejado de los tuyos, por haber tirado por la borda lo que con tanto amor y trabajo habíamos conseguido...
—Te perdono... te lo digo porque sé que necesitas escucharlo, pero ya lo hice hace rato... Lo único que quiero es que seas feliz...
—Y lo soy, soy muy feliz —admitió él—, pero tú no lo eres y eso arruina mi alegría. ¿Por qué no eres feliz?
—No lo sé... —respondió ella—. ¿Qué es la felicidad para ti?
—Es paz —dijo él—, es estar en paz conmigo mismo... saber que hice y hago lo mejor que puedo por quienes amo, que ayudo a Annette y de alguna manera compenso los errores de nuestros padres. Es usar el dinero que me quedó para algo bueno, es ver la sonrisa de la gente humilde cuando salvo a un ternero, es tener este pedazo de tierra que parece un paraíso, es ver las flores, el sol, la naturaleza, es acostarme cada noche y saber que di lo mejor de mí y que soy un poco mejor persona que el día de ayer, pero sobre todo, es saber que en algún lugar del mundo estás tú, que estás viva, que estás alcanzando sueños y consiguiendo logros, y tener la tranquilidad que no arruiné tu vida... no del todo al menos...
Ella lo pensó.
—Necesito que me digas que me perdonas —susurró Angie—, por haberte abandonado...
—No, tú no me abandonaste, yo me abandoné primero —dijo él con un hilo de voz—, pero te perdono todo lo que quieras... no te guardo ningún rencor, hiciste lo que tenías que hacer.
Quedaron en silencio por un buen rato, ambos pensando en lo que acababan de hablar, ambos sintiendo como en una simple conversación se habían quitado un peso gigante, uno que arrastraban desde hacía años. Al fin podían respirar de nuevo, al fin podían seguir.
—¿Quieres un masaje? —preguntó él—. Solían gustarte...
—Tengo miedo...
—¿De qué?
—De que cuando pases tus manos por mi espalda, se me erice la piel.
Bastian sonrió. Buscó una crema entre su bolso y la trajo.
—Ponte boca abajo —pidió.
Ella lo hizo y él le sacó la bata.
Untó con suavidad un poco de crema por sus manos y antes de rozarla susurró.
—Si se te eriza la piel es solo porque la crema está fría.
—Seguro que sí —respondió ella con una sonrisa.
Y cuando las manos de Bastian tocaron la piel de sus hombros, su corazón hizo combustión. Y Angie sintió que quería morir en ese mismo instante.
Bueno, ahora ya conocen el motivo de Bastian...
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