Capítulo 11

Silvia escuchó paciente todo lo que Angie le contó y cómo sucedieron las cosas desde que llegó, y cuando la respiración y el llanto de su amiga menguó, fue su turno de hablar.

—Ángeles, estás hecha un lío y solo te quedan unos días para desarmar ese embrollo. Cuando regreses aquí tienes que ser fuerte y debes haber cerrado este capítulo, no puedes seguir sufriendo así por más tiempo —comentó.

—Pero dime ¿qué hago? —preguntó.

—Enfréntalo, hablen... pero háganlo bien, sin pelear, sin ese peligroso juego de seducción. No digo que no te acuestes con él si tienes ganas, hazlo, eres una mujer adulta, sácate las ganas que le tienes, pero luego de hablar, luego de que arreglen las cosas y solo si estás completamente segura de que no significará nada más.

—¿Qué le digo?

—Dile lo que sientes, cuéntale el tormento que viviste tus primeros años por aquí, lo mucho que te dolió extrañarlo, la falta que te hizo... cuéntale de Sebastián, de cómo intentaste olvidarlo con él y del miedo que tienes de volver a confiar o entregar tu corazón.

—Eso no es cierto.

—Sí que lo es —zanjó su amiga con determinación—. Dile que lo odias por haberte orillado a tomar decisiones que no querías, y que te sientes culpable por no haber estado allí para él cuando te necesitó... Y dile también lo orgullosa que estás de él, Dulce tiene razón en eso, él necesita escucharlo. ¿Qué no ves lo que hizo?

—Sí... —respondió ella.

—No, no te das cuenta... Ese parque que creó es su Disneyworld y tú eres su Mickey Mouse —dijo y luego se largó a reír—. Eso que construyó es por ti, para ti... lo hizo sobre sus recuerdos, quizá para superarte o quizá para glorificar lo que tuvieron... Te está haciendo tu propio hotel, ¿acaso ese no era tu sueño? Dios, ese hombre está loco —exclamó.

—Silvia, no está haciendo un hotel para mí, lo está haciendo para él, es su casa, su negocio y su mujer lo ayuda... tiene una familia ahora.

—No parece que la respete demasiado —musitó Silvia—, al menos no después de estar cantándote cosas al oído o mensajeando de forma caliente. ¿Y qué es eso de flirtear con la organizadora de bodas? ¡Y hasta la mujer se dio cuenta!

—No lo sé... no sé...

—No digo que esas cabañas sean para ti, pero es obvio que en ese proyecto estás tú, es su forma de conservarte con él...

Angie suspiró.

—Dime qué hago, no sé qué hacer ni qué pensar en este momento.

—Ahora nada, duerme... estás alcoholizada y agotada. Descansa, mañana te levantas, te bañas, comes algo, vas a Felicidad y terminan la conversación como dos personas adultas, no como dos adolescentes hormonales.

Angie sonrió.

—¿Estás segura? Mira que haré lo que me digas.

—Sí... muy segura, todavía queda unos días para la boda de tu hermano y si no solucionas esto puedes arruinarles el momento a ellos.

—Sí, además mamá me dijo que no olvidara preparar la despedida de soltera de Dulce... tengo que concentrarme en esto.

—Hazlo... y hazlo bien, cierra esta historia de una buena vez por todas...

—Gracias por estar para mí —dijo Angie antes de colgar.

Eran casi las tres de la mañana.

***

El miércoles Bastian tenía un día ocupado y lo peor era que no había logrado dormir un sueño desde que llegó de su reunión con Angie. ¿En qué demonios había estado pensando para acercarla así a su cuerpo? ¿Por qué la había provocado de esa manera?

Quizá Dulce tenía razón y solo quería seducirla, ¿pero para qué? Eso era en realidad lo que menos quería, hacerlo significaría abrir una herida que nunca había dejado de sangrar.

—No puedes ser tan estúpido —se regañó mirándose al espejo mientras se vestía para un nuevo día—. Solo te harás más daño... Ella no se va a quedar, compréndelo, ¡ella ya no te ama!

Se sentó en su cama y suspiró, dejó caer los hombros, rendido, agotado, agobiado. Annette entró a la habitación al escucharlo gritar.

—¿Qué sucede? —inquirió—. Ya llevé a Benja con Julia, yo tengo que ir a trabajar, hoy salgo cerca de las cinco —comentó—, apenas regrese me encargaré de lo que tenemos pendiente para la boda...

Él no respondió.

—¿Estás bien? —quiso saber, él negó—. ¿Qué pasó?

—Nada... debes ir a trabajar.

Annette miró su celular, aún era temprano.

—Tengo unos minutos, cuéntame —susurró y se sentó al lado de su hermano pasándole un brazo por la espalda.

—Ayer la vi, estábamos hablando y de pronto una cosa llevó a la otra... estaba vestida como ella, como la Angie de mis recuerdos —comentó con ilusión—, y no sé si fue eso o qué, pero hubo un momento, un minúsculo instante, en que sentí que el tiempo no había pasado entre nosotros, Anne... La miré, me encontré con sus ojos, su piel reaccionó a mi tacto, y...

—¿La besaste? —quiso saber la muchacha. Él negó.

—No es necesario que lo haga con la boca, ella sabe que la beso cada vez que la miro, ella lo sabe... yo lo vi en su mirada, y ella lo deseaba también —comentó—. Le pedí disculpas, pero entonces lo comprendí, cuando estaba sobre ella, a punto de besarla, de confesarle que la amo como siempre e incluso más, lo comprendí...

—¿Qué cosa?

—Que no puedo hacerle esto por segunda vez... no puedo arruinarle la vida por mi egoísmo.

—¿De qué egoísmo hablas? —inquirió Annette un poco confundida.

—Le arruiné todos los planes que teníamos, la obligué a partir sin mí, a comenzar de nuevo sola... a estar sola... Ella está sola, está sola... —repitió varias veces—, y no me refiero a estar en pareja, Anne, está sola, sin las personas que más ama en la vida, sin su media mitad, Maxi, sin su mejor amiga y hermana del alma, Dulce... sin sus padres... Ella se pierde todo lo que yo vivo aquí, se pierde los domingos en lo de Maxi y Dulce, se pierde los almuerzos en lo de sus padres... le robé todo eso. ¿Cómo le digo ahora que la amo? ¿Cómo le digo eso cuando está a punto de tomar las riendas de ese maldito hotel?

—¿Crees que si se lo dices se quedará contigo? —preguntó ella y acarició con ternura la espalda de su hermano.

—No... no lo hará, ella ya no me ama... y no es eso lo que busco.

—¿Entonces? Recién dijiste que lo viste en sus ojos...

—Ella me quiere, Anne, es parte de mi vida y yo de la suya... tenemos una historia importante y sé que, aunque fingía no querer saber nada de mí, ella deseaba que las cosas hubieran mejorado. Es buena, tiene el corazón enorme, jamás podría desearme el mal... Lo veo en sus ojos, veo que se debate con ella misma porque ha dejado de ser quien era para protegerse, para no sufrir, para no quebrarse, para subsistir... y acá, todo le recuerda a lo que alguna vez fue, no solo a mí, a lo feliz que era en su vida antes... a lo que ya no tiene... por mi culpa... —susurró.

—Entonces, ¿qué harás? Ya le has dicho que te perdone...

—Sí, pero no es suficiente para mí, al mirarla sé el daño que le causé y no puedo aceptarlo, no puedo perdonarme yo... Y la amo, la amo tanto, siempre lo supe, pero volver a verla ha sido tan... —calló un rato y luego continuó—. Y no hay nada más horrible que saber que has dañado a la persona que más amas en la tierra.

—Si es tan buena va a perdonarte, Bastian, díselo, dile lo que me estás diciendo a mí y dile también que la amas... —insistió Annette.

—Tengo miedo... no quiero ser más carga para ella, deseo tanto que sea feliz —susurró. Tomó la mano de Annette y la llevó a su pecho como para que sintiera su corazón—. ¿Ves? Late, por ella, y lo único que deseo es que sea feliz, inmensamente feliz, que amanezca riendo y se duerma con la misma sonrisa, que se sienta amada, venerada, valorada por todos los que la conocen, que cumpla todos sus sueños... ¿Por qué? ¿Por qué no es feliz?

Annette abrazó a su hermano.

—Puede ser que porque no te tiene a ti —susurró.

Le besó en la mejilla y se despidió.

—Voy a volver a la tarde y si necesitas seguimos hablando, ahora debo salir ya... ¿Quieres que traiga algo a la venida?

—No... voy a ir a lo de Maxi un rato, quiere hablarme sobre lo de la despedida de soltero...

—Bien... nos vemos...

—Bye, hermanita... gracias —susurró cansado.

Cuando Annette llegó al hotel, intentó por todos los medios hablar con Angie, de pronto pensaba que ella podría ayudar, quizá si le decía cómo estaba sufriendo Bastian, quizá si intervenía. No podía verlo así, era desgarrador.

Pero no estaba, había salido temprano y por más que ella estuvo al pendiente todo el día, no regresó.

Angie había ido a caminar, necesitaba espacio, tiempo para pensar, para ordenar sus ideas y hacer lo que le prometió a Silvia que haría: ir a hablar con Bastian de una buena vez por todas. No sabía bien qué iba a decirle, pero necesitaba sacar todo lo que tenía adentro, contarle lo mucho que había sufrido con él y cuánto lo había necesitado. Necesitaba que supiera que estaba enfadada con él y también con ella misma, y necesitaba aclararle, que, a pesar de todo, no le guardaba rencor... no quería que él se atormentara con la idea de que no se merecía su perdón.

Era ella quien debía pedirle perdón también, ella también le había fallado, había faltado a la promesa de amarlo por siempre y de nunca abandonarlo. Quería que la comprendiera, ¿qué más podía hacer? Quería preguntarle si acaso él la culpaba por ello. Y cuando le dijera todo eso, quería mirarlo a los ojos. Allí todavía estaba el Bastian que ella conocía, el de antes, el de siempre...

Eran casi las cuatro de la tarde cuando se subió al vehículo de Dulce y manejó hasta Felicidad, llegó justo una hora después y caminó hasta el cerro para ascender por él y esperarlo en la cabaña. Si no estaba, subiría al mirador y allí lo esperaría mientras ensayaba una vez más en las palabras que le diría.

***

Cuando Bastian llegó de regreso de la casa de Maxi eran casi las cuatro y media de la tarde, la verdad era que se sentía bastante mejor, hablar con ellos siempre era revitalizador y se había entretenido con la organización de la despedida de soltero.

Pensando en que Annette no habría llegado aún decidió subir a la cabaña y prepararse algo de comer, apenas había almorzado más temprano y el hambre comenzaba a hacerle chillar las entrañas. Se metió a la cabaña y buscó en la cocina qué podría preparar, pero entonces oyó un sonido en la terraza, era música y él se preguntó de dónde podría venir.

Salió y subió por la vieja escalera de caracol, buscó con la mirada de donde provenía el sonido y entonces la vio, recostada por una de las paredes del viejo mirador estaba Andrea, vestida solo con una tanga y en una posición bastante sugerente.

Bastian abrió los ojos grandes y no comprendió.

—¿Andrea? ¿Qué demonios haces aquí? —inquirió.

—Acabo de terminar de organizar lo del karaoke para la boda, estaba por aquí y sentí calor, mucho calor... y pensé que aquí estaría fresco... o que tú podrías ayudarme a deshacerme del calor —susurró con un tono de voz que parecía de línea erótica.

Bastian no daba crédito a lo que veía.

—Vamos, Bastian, no me vas a decir que no te gusta lo que ves —susurró ella acercándose a él y moviendo sus pechos casi en su rostro.

—Oye... de verdad, no quiero que me malinterpretes, pero no puedes estar aquí —dijo él.

—¿Me vas a rechazar? ¿Qué clase de hombre eres? —inquirió y se acercó para tomar en sus manos sus partes más íntimas.

Bastian se alejó de un salto y negó. Buscó el sitio donde la mujer había dejado su ropa y se la pasó.

—Vístete, hablaremos, pero vístete —pidió.

—¿Y si no quiero? ¿Me regañarás? —torció la boca en un gesto.

—Dios mío, esto es todo lo que me faltaba —se quejó él—. Escucha, Andrea, eres una mujer muy hermosa, pero yo no estoy disponible ahora...

—No te pregunté eso, no me importa si estás en pareja —dijo la mujer—, yo no quiero nada... solo pasar un buen rato... vamos, déjame hacerte gozar —pidió.

Bastian negó con la cabeza y levantó un poco más la voz para que ella se convenciera de que no deseaba nada con ella.

—Por favor, te suplico que te retires y te prometo olvidar este incidente. No le diré nada a mis amigos para que tu trabajo no se vea perjudicado, pero vete, ¿sí?

Andrea, descolocada y avergonzada, tomó sus cosas y bajó a toda velocidad por la escalera caracol, y cuando estaba por acabar de hacerlo, chocó con Angie, y toda la ropa que traía en su mano se le cayó al suelo, quedándose en paños menores frente a ella.

—Perdón —se disculpó sintiendo todo el rubor subir por sus mejillas.

Levantó con velocidad sus cosas y siguió de largo.

Angie tardó un par de minutos en comprender lo que acababa de suceder, por lo que pensó si subirse o regresarse, pero la rabia que la tomaba presa era tan intensa, que antes de que su mente procesara la información, su cuerpo ya la había llevado a la terraza.

Bastian estaba mirando al horizonte con las manos en la cabeza.

—¡No lo puedo creer! ¡Eres un asqueroso! —exclamó Angie y Bastian se dio la vuelta para ver qué sucedía.

—¿De qué demonios hablas? —inquirió.

—¿Y encima te haces el que no se enteró? ¿Qué tal? ¿Te quedaste satisfecho? ¿Es buena en la cama? —gritó.

—Angie... ¿Por qué no te calmas? —pidió él.

—¡Este es nuestro lugar! ¡Este es nuestro maldito lugar! ¡En este piso me hiciste el amor por primera vez y me prometiste pertenecerme por siempre! —Angie parecía poseída por un espíritu del pasado, pero no era capaz de detenerse, no podía—. ¡Pero no sé ni por qué me quejo si jamás cumpliste tus malditas promesas!

Bastian supo lo que vio e inmediatamente lo que pensó, pero por más que intentaba hablar ella no se lo permitía. Sin embargo, cuando dijo eso, la furia también lo arrastró.

—¡Tú y yo no tenemos un lugar hace muchísimo, Angie! —exclamó.

—¡Porque tú lo quisiste así! ¡No me culpes por eso! —zanjó ella y se dio media vuelta—. Tenías tus cabañas, tenías el monte —dijo señalando la zona arbolada—, podías acostarte con ella en cualquiera de esos sitios... en la granja incluso, ¡con los cerdos! —gritó—. Pero tuviste que traerla aquí, a ¡N U E S T R O S I T I O!

—¿Con qué cara me cuestionas con quién me acuesto? ¡Te has acostado con cualquiera por simple placer y los has llevado a MÍ sitio! —respondió él.

—¿Qué dices? ¡No me he acostado con nadie aquí! ¡Este es nuestro sitio! —gritó—. Ni siquiera puedes defenderte.

Bastian se acercó a ella, muy cerca, la miró a los ojos y bufó.

—Mi sitio eres tú, y has llevado a otros hombres a mí sitio —gruñó.

—¿Te das cuenta lo tóxico que sonó eso? ¡Estás enfermo! —gritó Angie de nuevo.

—¿Tan o más tóxico que tú viniendo a reclamar luego de siete años de no saber NADA de mí con quién me acuesto y dónde? ¿Tan o más tóxico que tú parada frente a mí reclamándome un sitio que ni siquiera te importa?

Angie pateó el suelo como si por ese gesto pudiera sacar la rabia que traía dentro.

—Está bien —musitó—. ¿Y Annette? ¿Ni siquiera a ella la respetas? ¿En qué clase de troglodita te convertiste?

—¿Qué tiene que ver ella aquí? —preguntó confundido.

—¡Estamos sobre tu casa! ¡La casa donde vives con tu mujer y tu hijo! Si no eres capaz de respetar tu propio techo ¿cómo me extraño que no respetes nuestro sitio?

Bastian tardó en comprender lo que Angie le decía, pero lo hizo y aquello le pareció de lo más divertido.

—¿Qué sucede aquí? —inquirió Annette que, tras escuchar el ruido y los gritos, subió de inmediato.

—¡Bastian es un puerco! —gritó—. ¡Lo encontré teniendo sexo con Andrea, aquí!

Annette lo miró con una expresión entre de asco y sorpresa.

—¿Con Andrea? —cuestionó—. ¿Y eso como sucedió?

—No me estaba acostando con ella —se quejó Bastian.

Annette puso los ojos en blanco.

—¿Es todo lo que piensas hacer? —cuestionó Angie mirando a la chica, deseaba que ella fuera y le diera una cachetada por las dos.

Annette la miró sin comprenderlo.

—¿Qué puedo hacer? ¿Qué quieres que haga? —inquirió.

—No lo comprendo, no comprendo por qué estás con él —musitó Angie.

—Tenemos una relación abierta —dijo Bastian—, ella puede acotarse con quien quiera y yo puedo hacer lo mismo —añadió ahora con diversión.

—¿De qué demonios hablas? —preguntó Annette—. Casi nunca entiendo nada de lo que pasa entre ustedes, pero esto es lo más extraño que me ha pasado en la vida...

—¿Más extraño que saber que tu novio estaba teniendo sexo en el techo de tu casa con otra mujer? —cuestionó Angie.

Annette abrió grandes los ojos.

—¡Él no es mi novio! ¡Puaj! —gritó escandalizada la muchacha al tiempo que saltaba y se sacudía como si mil hormigas caminaran sobre ella.

Para ese entonces, Bastian se estaba atajando el estómago del ataque de risa que no podía contener.

—¡Es mi hermano! —exclamó—. Bastian es mi hermano, Angie. ¿Qué demonios?

—¿Tu hermano? Pero Bastian no tiene herma...

Y en ese momento Angie lo comprendió.

—¿Tú eres Anne? ¿La beba de la que habló Laura? ¿La hija por la que...

—La misma —dijo Bastian acercándose—, la hija por la que me abandonó mi madre —añadió e hizo una reverencia hacia Annette, ella puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos—, y Benja es mi sobrino, no nuestro hijo —comentó y volvió a reír.

—¿Cómo pudiste pensar eso? —inquirió Annette.

—¿Qué más podría pensar? —dijo Angie al tiempo que deseaba que la tierra se abriera y la tragara ahí mismo.

—No sé si estoy riéndome por lo que acaba de suceder o por la felicidad que me da saber que Ángeles Moyano de treinta años aún me hace las mismas escenas de celos, e incluso peores, que cuando éramos adolescentes —dijo Bastian con diversión.

—¡Idiota! —zanjó Angie y dio media vuelta para bajar corriendo y salir de allí.

—¡Síguela, imbécil! —exclamó Annette cuando pasaron unos minutos y Bastian no se movió.

Entonces, él corrió para alcanzarla, pero Angie corrió más fuerte y subió al vehículo de Dulce. Bastian tomó un atajo y le apareció en frente, ella tuvo que frenar de golpe, pero él no se movió.

—¡Te voy a atropellar si no te mueves! —gritó y comenzó a tocar la bocina.

—¡Vamos! ¡Hazlo! Mátame a unos días de la boda de tu hermano y tu mejor amiga en el mismo sitio donde se dirán sus votos, con suerte, mi hermana, Annette, podrá limpiar la sangre a tiempo —zanjó con diversión.

Angie se bajó del vehículo y se acercó a él, tenía ganas de golpearlo con fuerza, pero cuando estaba a casi dos pasos de distancia, pisó una roca y el pie se le dobló, cayendo de inmediato a un charco de lodo que había casi al lado.

Eso fue suficiente para que se diera por vencida, se dejó caer en el barro y se puso a llorar, como niña pequeña, muerta de vergüenza, de angustia, de desesperación y de rabia.

Y en ese momento Angie supo que todas las barreras que había erigido por años para protegerse acababan de caer justo como ella y yacían a su lado, en el barro, junto a sus lágrimas.

Espero que se hayan divertido con estos caps jajaja yo me divertí mucho escribiéndolos. Ahora vienen unos muy bonitos. Espero hayan disfrutado de esta maratón :)

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