Capítulo 10

Angie abrió los ojos con la sensación de haber descansado por completo esa noche, una punzada de placer se instaló entre sus piernas y necesitó cruzarlas para apaciguar aquello. Sonrió, Bastian tenía ese poder en ella con solo mirarla, y en el sueño que había tenido... había estado perfecto.

Era la primera vez que soñaba con un Bastian adulto, tal como se veía en ese momento, tal como lo había vuelto a encontrar. Suspiró y decidió darse un baño, eran cerca de las diez de la mañana y ella se sentía relajada.

Decidió que un baño en el jacuzzi de su habitación le vendría bien, cargó el agua tibia, echó algunas sales y luego se metió a disfrutar. Otra vez sus pensamientos viajaron al sueño que había tenido, quizá por la conversación que tuvieron la noche anterior o quizá porque verlo había despertado en ella cosas que estaban dormidas y le pertenecían a él, solo a él.

Bastian siempre había sido varonil y sexy, las chicas del colegio le solían rondar como abejas alrededor de la miel, y qué bien se sentía ser el centro de su mundo, ser la única a la que miraba, la dueña de su corazón y de su cuerpo...

¿Y ahora? Pensó.

Qué extrañas eran las relaciones humanas, fueron tan cercanos por tanto tiempo, su primer beso, su primera vez, su primer y único gran amor. Con él podía hablar de todo, incluso cosas que jamás le diría a nadie más, ni siquiera a su mellizo, Bastian había sido para Angie sinónimo de confianza, a su lado se sentía segura, se sentía plena y, sobre todo, se sentía libre, incluso de ella misma y de sus propias barreras mentales.

Y es que ella siempre había sido una chica metódica, al borde de la obsesión. Cuando era adolescente tenía un plan para todo y un estricto horario que debía seguir. Pensaba que, si organizaba su día y su vida, todo saldría bien y se evitaría sufrimientos innecesarios.

El año que comenzó su noviazgo con Bastian fue el año en el que más cambios sufrió en su vida, en sus estructuras, en sus pensamientos... quizás era el camino para convertirse en adulta, pero lo cierto era que ese año aprendió que había cosas que no podían ser controladas por mucho que uno intentara planificarlas... de quién uno se enamoraba, por ejemplo...

Hacía mucho tiempo, ella y Dulce habían tenido una conversación, su amiga le había dicho lo contenta que se puso cuando se enteró de que ella era la chica a la que Bastian amaba:

—Son perfectos el uno para el otro —comentó.

—¿Lo crees? ¿Por qué? —preguntó Angie, en ese momento no comprendía por qué Dulce pensaba eso.

—Eres un cuadrado perfecto, no sales de las líneas ni de las reglas nunca... y no digo que eso esté mal, pero no vives... Bastian es el único que te ha sacado siempre de esa jaula... desde que eran niños y llegó a tu jardín para desordenar tu orden.

Angie rio. Era cierto. Bastian era su caos perfecto.

Él era el único capaz de hacerla saltar al vacío, de tirarse al agua sin salvavidas, de vivir un día sin planificación previa, de arrojarse a sus brazos y entregarse sin pensarlo. Era el único capaz de apagar su mente y encender su corazón, y definitivamente a lo largo de los años que fueron novios, se había tomado el tiempo para conocer cada uno de los interruptores que tenía en su cuerpo y sabía cómo prenderla y apagarla.

De pronto recordó lo que le había dicho aquella adivina cuando fueron a la feria: «Se han encontrado, y eso es bien difícil en el mundo del desencuentro, y por lo que veo ha sucedido temprano. La química que los rodea es explosiva, pero si no la saben manejar, puede tornarse en su contra».

La química sí la supieron manejar, pero los problemas fueron más grandes que ellos.

Angie suspiró.

Volvió a su sueño, echó la cabeza para atrás y cerró los ojos recordando los besos que su actualización mental de Bastian le había dado en sueños. ¿Se sentirían igual sus besos si volviera a besarla? ¿Volverían sus manos a despertar a esa Angie que solo salía con él, para él?

Volvió a apretar sus piernas en la búsqueda de contener el remolino de pasión que allí se formaba, pero no fue suficiente.

Recordó a la inexperta e inmadura Angie de diecisiete años que se acarició a sí misma por primera vez una noche de luna bajo la atenta mirada de aquel chico. Sonrió, aquello había sido una locura que ella no terminaba de comprender cómo había sucedido. Luego de eso se había sentido sucia y traicionera por semanas, estaba tan enfadada consigo misma que ni siquiera podía mirarse al espejo.

«¡Qué tonta era!». Pensó.

Y encendida por los recuerdos e incapaz de apagar el fuego que el sueño dejó en su piel, permitió que sus manos buscaran su liberación bajo el agua, mientras imaginaba que eran las de él.

***

El resto del día lo pasó con una sonrisa en los labios, no sabía bien por qué, pero se sentía a gusto. Caminó por las calles del centro, compró algunas cosas que le gustaron y otras para regalar a Silvia, a su madre y a su padre. Como regalo de bodas, se le ocurrió una idea, quería prepararles un álbum especial con su historia de amor.

Cerca de las tres de la tarde, se dispuso a buscar las fotos, como primer paso fue a su casa, buscó entre sus recuerdos aquellas cajas donde guardaba de manera ordenada y prolija las fotos con sus fechas. Encontró todas en el mismo lugar donde las había dejado y se sentó en la cama para elegir las indicadas.

Era imposible hablar de la historia de Maxi y Dulce sin hablar de la de ella y Bastian, por lo que pronto se vio en la necesidad de cerrar la caja debido a la marea de recuerdos que la inundó.

Cuando miró su reloj eran cerca de las cuatro de la tarde. Decidió darse un baño y vestirse con una de sus ropas de antes, se puso un jean y una blusa con diseño de gatitos y guardó las cajas en una vieja mochila que encontró en el armario. Y así salió de allí con dirección a la heladería.

Y Bastian ya la esperaba. Puntual como siempre.

—Hola —dijo levantándose para que ella se sentara.

Y caballero.

—Hola —respondió ella y se mordió el labio.

Bastian había extrañado ese gesto, solo lo hacía cuando estaba nerviosa.

—De pronto te vi llegar y parecías tú... —sonrió—. La mochila —señaló—, era como si fuéramos a ir a la escuela o a estudiar...

—Es que estuve por lo de mamá buscando fotos y me llegó la hora, me di un baño ahí y me puse lo primero que encontré... ¿Puedes creer que mamá no ha tocado nada en mi habitación en todos estos años?

—Lo sé...

—Sí que lo sabes... —dijo ella recordando lo que su madre le había dicho.

—¿Has descansado? —preguntó Bastian—, te veías agotada ayer.

—Sí... he dormido bien, gracias —respondió y sintió que las mejillas se le sonrosaron.

—¿Qué vas a pedir? ¿Un brownie con helado de crema del cielo?

—Ya no como esas cosas —respondió ella—, una bomba de azúcar.

—Qué lástima —dijo él con una sonrisa divertida y la conversación de la noche anterior volvió a sus recuerdos.

Angie bajó la vista y fingió leer el menú.

—Una copa helada estará bien...

—Aburrida... —susurró él.

En ese sitio no había camareros, por lo que uno debía acercarse al mostrador a hacer el pedido.

—¿Sabor? —quiso saber.

—Chocolate con crema del cielo —respondió ella y lo miró suspicaz.

Él levantó ambas cejas y asintió. Ella sonrió y lo vio marchar. Era imposible no jugar con él, aunque eso supusiera peligro.

El jean que traía puesto le marcaba el trasero, la camisa arremangada en los brazos abrazaba su torso de una manera casi perfecta. Angie lo contempló ordenar.

«La foto... la foto... aguardo la foto».

Silvia estaba ansiosa.

Angie levantó el teléfono para que pareciera que estaba mensajeando y sacó tres fotos, una de espaldas, una de perfil y una de su trasero. Le dio enviar.

«Oh por Dios, no está feo, Angie... es un Dios».

Puso su amiga y adjunto dos caritas, una que parecía tener mucho calor y una que denotaba que se había rendido.

«Lo sé... Mal por mí...». Respondió Angie.

«¿Estás con él ahora?».

«Sí, tenemos que hablar de lo de la revelación del sexo del bebé... Ya te llamaré en la noche, necesito tus consejos...».

«Aguardaré ansiosa tu llamada...».

Bastian regresó a la mesa con los pedidos y se sentó.

—¿Puedo ver? —quiso saber.

—¿Qué cosa? —inquirió ella llevándose una cuchara de su helado a la boca.

—La foto que me tomaste —pidió y ella lo miró con asombro.

—¿Quién dijo que te tomé una foto? —fingió demencia.

Bastian puso los ojos en blanco, se recostó por el asiento de la silla y cruzó los brazos.

—Muéstramela, no seas mala.

Angie buscó el celular y se lo pasó abierto en la última foto, la que estaba de perfil, pero él fue más rápido y pudo ver también las otras dos.

—¿Y? ¿Cuál fue el veredicto? Eran para tu amiga, ¿verdad? La que trabaja contigo.

—No es justo que sepas más cosas de mí que yo de ti... —se quejó ella.

—Tú no querías saber, sin embargo, yo... he preguntado todo...

Angie bufó.

—Sí, eran para Silvia... esperábamos... esperábamos que te vieras feo, viejo, gordo, arrugado, calvo y con panza de cervecero —zanjó con diversión.

—¿Y eso? ¿Por qué esperabas que me viera así? —rio divertido.

—Pues... sería más sencillo... —admitió—. Podría... mirarte y decir... «Oh... menos mal que nos dejamos a tiempo» —bromeó.

—Si tu estuvieras vieja, con panza de cervecero, con veinte kilos más, celulitis, arrugas y pelos en las axilas, yo seguiría pensando que eres la mujer más bella de la tierra —respondió él.

Angie se quedó helada, ese había sido un golpe bajo.

—A lo que vinimos, ¿sí? —cambió de tema y bajó la mirada.

—Está bien, pero una cosa más —inquirió—. No vuelvas a sacarle foto a mi trasero sin mi permiso.

—¡Bastian! —se quejó ella.

—Se ofende, no le gusta ser tomado como un objeto —bromeó.

Ella bufó y puso los ojos en blanco.

—Con respecto a lo del sexo del bebé —dijo Angie.

—Ah sí, explícame eso del sexo... —añadió y se llevó una cuchara de su helado a la boca, lo degustó tan lentamente que Angie sintió un calor instalándose en su estómago—, del bebé —añadió como si nada.

—Eh... bueno... es una moda de hace poco, los padres no saben el sexo del bebé y le dejan la tarea de descubrirlo a los padrinos... Ya me dijo Dulce que mamá es la que ya lo sabe, ella nos lo dirá y tenemos que preparar una sorpresa. Dulce quiere que se haga luego de la ceremonia civil, yo estaba pensando que podría ser en la glorieta...

—Sí, es un buen lugar. ¿Y cómo se hace? —inquirió él.

—Bueno, hay varias formas, a veces ponen un polvito de color adentro de una pelota de beisbol, luego la golpean y al hacerlo la pelota explota y se ve el polvito...

Bastian negó.

—No, Maxi no le daría nunca a la pelota —añadió con certeza.

—Es cierto —rio Angie—. Otra opción es hacerlo como una piñata, al golpearla se ve el color del polvo o los papelitos...

—Es peligroso cualquier cosa que signifique golpear algo al lado de una embarazada...

—Tienes un buen punto —admitió ella—. Entonces vayamos por lo más común, los globos... Tenemos que preparar una caja de cartón, adentro ponemos los globos de colores, ellos lo abren entre los dos y los globos salen de la caja.

—Globos inflados con helio entonces —afirmó él—, para que floten cuando abran la caja.

—Exacto... Yo me encargaré de la caja, haré una especial y decorada para la ocasión, te la llevaré el día antes de la boda y tú colocas los globos en ella y la cierras.

—Perfecto, lo haremos así.

—Bien... —zanjó ella.

—Bien... —respondió él.

Los dos quedaron en silencio y terminaron de comer sus helados.

—Háblame de ti —pidió entonces él.

—¿No que lo sabías todo? —preguntó ella con ironía.

—No de primera mano...

—¿Qué quieres saber?

—Todo lo que me quieras contar.

—No hay mucho que contar —suspiró ella y perdió la vista en la ventana—, trabajo desde temprano, estoy todo el día alerta a lo que pueda salir mal en el hotel, tengo que solucionar problemas de aquí allá... me quedo hasta tarde y luego voy a dormir... el día siguiente es igual.

—Oh... ¿Vives en el hotel? —preguntó.

—No, alquilo un departamento cerca, pero también hay una habitación en el hotel en la que puedo quedarme cuando el movimiento es intenso, sobre todo en temporada alta... A veces me quedo allí...

—¿Y es como creías? Eso de vivir en el hotel, digo... que no tienes que hacer nada y que siempre está todo en orden... —preguntó.

—Sí... es así...

—Entonces te agrada... —susurró él.

Angie se encogió de hombros.

—Sí, hasta cierto punto...

—¿Qué quieres decir? —preguntó él.

—No lo sé, cuando conocí el hogar de Maxi y Dulce hace unos días, contrasté todo con mi casa... al final es ordenado, limpio, perfecto... pero tan impersonal, tan frío... ¿Has visto el departamento de ellos? Hay tanta vida allí...

—Lo sé —sonrió él—. ¿Y Silvia? Háblame de ella.

—Es mi mejor amiga —admitió Angie.

—A Dulce no le gusta esto —bromeó él.

—Dulce es mi hermana del alma —agregó Angie—, pero Silvia se ha sabido ganar su lugar... nos conocimos apenas ingresamos, las dos hacíamos pasantía y estábamos llenas de sueños y ganas... yo estaba muy sola, ella también... comenzamos a acercarnos y funcionó...

—¿Es como Dulce? Su relación contigo, digo...

—Sí y no... sabe todo de mí, de la que soy hoy... y algunas cosas de la que era antes...

—¿Qué sabe de mí? —quiso saber él.

—Lo suficiente y lo necesario —respondió ella cortante—. Sabe que iba a volver a verte y que eso podía ser... extraño...

Bastian no dijo más, espero unos minutos y volvió a preguntar.

—¿Y Arturo? Háblame de él.

—Dios mío, ¿acaso Maxi y Dulce no saben callar nada?

—No —admitió con diversión.

—No hay mucho que decir... salimos y ya...

—¿Es buena persona? ¿Te respeta? ¿Te protege?

—No necesito que me proteja, yo me cuido sola —zanjó—, pero es bueno, sí... o no sé, me da igual...

—¿Eh? —inquirió él confundido.

—No es mi novio, Bastian... es solo... diversión.

—Vaya —respondió con sorpresa—. Eso sí que no me lo esperaba...

—¿Creías que seguía siendo la misma niña mojigata de antes? —inquirió ella con tono retador.

—No te recuerdo como una niña mojigata y no espero que lo seas hoy, eres una mujer hecha y derecha —dijo él—, solo...

—¿Te desilusiono? —preguntó con ironía.

—No... para que me desilusionaras primero tendría que haberme hecho ilusiones —respondió él manteniendo la calma—. Entonces este Arturo es solo un revolcón... ¿al menos es bueno en eso?

—No voy a responder a esa pregunta —dijo ella molesta.

Bastian sonrió complacido e hizo silencio.

—De todas maneras, tenía planeado acabar lo que sea que tenemos cuando llegue allá —añadió Angie.

—¿Por?

Ella no respondió, bajo la mirada y suspiró. Él aguardó.

—Necesito estar sola un tiempo...

—Y sin embargo yo pienso que has estado sola demasiado tiempo —afirmó con una voz dulce—, y no me refiero a pareja —añadió él—, no lo sé... es que aquí estamos tan acostumbrados a ser el equipo... y tú allá... solo tienes a Silvia y tu trabajo...

—Estoy bien así... Ahora tendré muchas más responsabilidades con lo de la nueva gerencia, menos tiempo para vida social y esas cosas... y la poca vida social que tengo es en los eventos del hotel.

Bastian asintió.

—Necesitaré que me des una mano con las ideas para las cabañas, ¿crees que podrías venir una de estas tardes para que te muestre el proyecto? —inquirió con ilusión—, me encantaría saber tu opinión, y tienes mucha experiencia en el rubro...

—Por supuesto que sí —aceptó ella con gusto, él sonrió.

El silencio volvió a llenarlos.

—¿Cómo pasaste tu cumpleaños? —quiso saber Bastian, ella sonrió con amargura.

—Igual que todos los años, llamó Maxi primero, luego mamá y papá y Silvi me mandó un mensaje. Al día siguiente almorcé con ella y algunos compañeros del hotel y me prepararon un pastel... y a trabajar...

—Oh... ¿Y Arturo? ¿No te preparó una sorpresa?

Angie miró por la ventana y sus ojos se llenaron de agua.

—No debería hablar de esto contigo —susurró—, pero sé que eres el único al que podría importarle... aunque lo comprendería si no...

—Te escucho —añadió él con una voz amigable, como si de verdad quisiera oírla y estar allí para ella. O eso es lo que sintió Angie.

—Lo invité a mi departamento la noche anterior, tomamos unas copas y...

—Hicieron el amor —dijo él—, dilo... no hay problemas.

—Tuvimos sexo —respondió ella—. El día anterior le había dicho que se quedara a esperar las doce conmigo, que no quería estar sola... Vamos, son treinta años, Bastian... no es fácil para una mujer llegar a los treinta.

Él sonrió.

—¿Y qué pasó?

—Le hice escuchar que deseaba un gesto romántico, algo que me hiciera sentir un poco menos... vieja... —rio con vergüenza.

—Eres todo menos vieja —dijo él moviendo su dedo índice como si diera una advertencia. Ella sonrió complacida.

—Bueno, pero no me sentía así en ese momento —comentó—, llevaba unos días difíciles, mucho estrés, no fue fácil decidir si quería o no ese puesto que me ofrecían, no fue fácil saber que debía regresar a casa... estaba complicada, mi cabeza a mil por horas...

—Comprendo...

—Faltando quince minutos para la media noche él se despertó, se levantó, se vistió y se fue... y yo me quedé sola... lo olvidó... Y entonces llamó Maxi...

—Idiota —murmuró de una manera que a Angie le dio la impresión de si pudiera, iría a buscarlo para darle un golpe.

—Maxi y Dulce gritaban en la línea, me felicitaban, reían... Ellos lo estaban festejando juntos, felices con todo lo nuevo que estaban por vivir este año, y yo estaba sola... en mi frío apartamento... y luego él me dijo que iba a cortar, porque tenía otra llamada... y yo sabía que eras tú...

—Oh... lo siento...

—No tienes por qué sentirlo... Mamá y papá llamaron después y yo supe que nadie más llamaría.

—Estuve a punto de llamarte —admitió él—, había incluso marcado tu número, solo faltaba que le diera Send

—¿Y?

—No me animé... cada año hago lo mismo —dijo y se encogió de hombros.

Angie cerró los ojos.

—No debí haberme alejado por tanto tiempo —susurró con tristeza—, no debí pedirles que no me hablaran de ti, no debí haber vivido todo este tiempo como si no existieras —añadió—, ahora todo es mucho más difícil...

Bastian no dijo nada, se levantó, pagó la cuenta y le indicó que salieran.

—Caminemos —murmuró.

Ella asintió y dejó que él se encargara de sus bolsas mientras iban por las calles en las que tantas veces habían paseado juntos.

—No te culpes —dijo él después de un buen rato—, yo comprendo que necesitabas seguir, ordenar tu vida... tú no sabes avanzar en el desorden...

—Yo también pensaba en llamarte en tu cumpleaños —admitió ella—, todos los años pensaba que ese sería el día... iba a pedirle a Maxi o a Dulce tu número, y luego pensaba. ¿Qué voy a decir?

Bastian la observó, le regaló una sonrisa, y luego como si nadie estuviera escuchando y en el mundo fueran solo ellos dos, comenzó a cantarle casi cerca del oído.

Hello, it's me
I was wondering if after all these years you'd like to meet
To go over everything
They say that time's supposed to heal ya
But I ain't done much healing...

Angie sonrió, hacía mucho que él no le cantaba al oído y de pronto aquello la llenó de unas fuerzas que no supo de dónde salieron. Cantarle al oído había sido una de las costumbres que Bastian había adquirido luego de que fueran juntos a un concierto cuando tenían como veinte años. Ese día él le cantó todas las canciones de aquel concierto muy cerca del oído, mientras la abrazaba por la espalda y le llenaba de besos el cuello.

Entonces ella lo miró, se acercó más a él y también le cantó, Bastian sonrió.

Hello, can you hear me?
I'm in California dreaming about who we used to be
When we were younger and free
I've forgotten how it felt before the world fell at our feet

There's such a difference between us
And a million miles

Él aprovechó entonces y la sacó de la calle céntrica por la que caminaban, la fue guiando hacia una calle menos transitada, un callejón sin salida. La colocó por la pared, se acercó a ella como si fuera a pegar sus labios a los suyos, pero entonces buscó su oído y volvió a cantar, casi en un susurro.

Hello from the other side
I must've called a thousand times
To tell you I'm sorry for everything that I've done
But when I call, you never seem to be home

Hello from the outside
At least I can say that I've tried
To tell you I'm sorry for breaking your heart
But it don't matter, it clearly doesn't tear you apart anymore

Angie se sintió desfallecer, su aliento chocaba contra su piel, sus piernas temblaban y su corazón quería salírsele de su pecho. El momento era intenso, único, perfecto.

—No vale que te pida perdón después de tantos años —susurró él sin apartar su cuerpo del de ella—, no vale que diga que nunca me he arrepentido más en toda mi vida que de haberte dejado ir... de haberte perdido... y no me refiero a el momento en que te subiste a ese avión, sino mucho antes... te había perdido mucho antes... Lo único que quería era pedirte perdón, Angie, pero ahora me parece que no es suficiente, no es suficiente el perdón...

—No fue tu culpa —alcanzó a susurrar ella al borde del abismo en el cual estaba por caer. Con el alma adolorida, como si la herida que había creído cicatrizada se abriera punto por punto y comenzara a sangrar, igual que tantos años atrás.

—Sí lo fue... todo fue mi culpa —susurró él y se apartó de golpe.

Angie tuvo que buscar sus fuerzas, tuvo que acostumbrarse al frío del espacio vacío que dejó el cuerpo del él sobre el de ella. Quería más, necesitaba más, pero sabía que por más que ese momento había sido intenso solo era una ráfaga de lo que habían sido, una especie de flashback y eso no era real.

—No puedo pedirte que me perdones —dijo él de espaldas—, eso es muy egoísta de mi parte... La verdad es que eso era todo lo que necesitaba decirte, pero ahora que lo hice, no se siente bien... No es justo para ti...

—¿Qué cosa? —preguntó ella confundida, aun tratando de reponerse.

—Te obligué a cambiar tus planes, a alejarte de quienes amabas... te fuiste tan lejos, y no me refiero a la distancia física... me refiero a que ya ni siquiera querías volver para estar con los tuyos, todo por no verme a mí, por no saber de mí... Te hice tanto daño, y no quería hacerlo, ¿cómo podría querer hacer daño a la mujer que más amé en mi vida?

Angie suspiró. Aquello era demasiado intenso y no encontraba palabras para seguir.

—No eres feliz, y no porque no estés conmigo, no eres feliz porque te alejaste de Maxi, de Dulce, de tus padres... porque tuviste que empezar de cero sin tenerlos a tu lado cada día.

—Siempre han estado a mi lado —dijo ella con la intención de aminorar el dolor en las palabras de Bastian.

—Debí ser yo el que me iba... y ahora recién es que lo comprendo.

Dicho eso, se marchó. Dejándola sola, recostada por una pared fría y sin su cuerpo protegiéndola de cualquier daño, de cualquier viento.

—Bastian, quédate —pidió.

Pero ya era tarde, él había desaparecido en la esquina y ella no lo siguió.

Esperó unos minutos y regresó al hotel, abrió una botella de vino del frigobar y se recostó en la cama a beberla. Esperó un rato y llamó a Silvia, llorando.

—¿Qué demonios? —inquirió la muchacha—. ¿Qué te pasa?

Angie no dijo nada.

—Me asustas, por favor dime qué te pasa —pidió la muchacha.

—Nada... solo no quiero estar sola, quédate conmigo al teléfono, por favor —susurró.

Y ella así lo hizo.

Esa noche, Angie tuvo la certeza que Bastian aún era capaz de despertar cada resquicio de su alma, de su corazón y de su cuerpo. Esa noche, Angie tuvo miedo.

Bueno, ¿qué piensan?

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