26.-Mamma mia!


Resumen: ....No les mentía cuando dije que no iba a haber drama en estos capítulos :v me duele que no me crean >:v

Por cierto, ya me di cuenta de que Wattpad hizo algo rarito con el anterior capitulo >:v quiero editarlo, pero al mismo tiempo no quiero...creo que es obvia la razón de porque no quiero editarlo :'v pero parece que no hay de otra :'''v (Y voy a estar editando este capitulo si Wattpad hace sus pendejadas otra vez lol)

El título del capítulo es solo una excusa para poner esta canción y ese video con ese bello muchacho <3 xd no, mentira, sí se relaciona un poquito la letra xdddd pero solo un poquito lol






















"Oh, puedo ver cómo te destacas sobre el resto

Brillas de una forma tan especial

Bajo el calor del desierto, una flor roja florece..."






































—¿Puedes prometérmelo, Ámbar?—Le preguntó el señor Alfredo con ojos expectantes.

—¿"Prometer" qué?—Se hizo la desentendida.

La rubia caminó rápidamente por la sala de la mansión y recogió un libro. Casi lo olvidaba. Después regresó al sillón, en donde estaba su maleta y guardo el pequeño libro en ella. Su abuelo estaba parado detrás del sillón, esperando su respuesta.

—Ella es muy torpe, cuando regresamos de Cancún casi se subió al avión equivocado.—Sí, Ámbar recordaba bien ese momento. Ella vio como Luna caminaba hacia otra fila que no le correspondía y aun así no le dijo nada. Aun el recuerdo le producía cierta culpa.—Así que, ¿podrías echarle un ojo? ¿Por favor?—

Ámbar lo miró rápidamente. Él de verdad estaba preocupado, tomando en cuenta las tonterías que normalmente hacía Luna, era natural preocuparse por su bienestar.

Desvió la mirada mientras revisaba su maleta por última vez.

—Vale, me aseguraré de que no haga nada estúpido.—De todas formas, lo iba a hacer, no era necesario que Alfredo se lo pidiera.

—Ejem...—Los dos voltearon al escuchar el carraspeo de la más joven de la casa. Cargaba su maleta y tenía puesta una mochila. Sus padres caminaban detrás de ella. Luna tenía sus mejillas rojas y los miraba con el ceño fruncido.—Gracias por la preocupación, pero no necesito una niñera, sé cuidarme sola...—

Ámbar, mentalmente, tenía hecha una lista con todas las veces en las que Luna se había metido en problemas por su propia torpeza, pero no quiso discutir con la pequeña tan temprano.

—Todos lo sabemos, Sol. Pero estaré mucho más tranquilo sabiendo que alguien de confianza estará ahí acompañandote.—Le dijo su abuelo con cariño.

Luna reaccionó con antipatía. De repente hizo un gesto lleno de repulsión, y tras unos segundos después su expresión cayo a una de resignación.

No era necesario.—Ámbar, tan atenta en la castaña y en su reacción, pensó que Luna no se refería a la petición de su abuelo.—Simón y Nina estarán ahí...incluso Juliana.—Respondió de forma cortante, como si su ánimo se le hubiera sido arrebatado.

El silencio se hizo presente en aquel momento tenso, entonces Luna levantó la mirada de repente.

Ella, al estar cerca de la rubia, percibió un sutil olor que capturó por completo su atención. Un aroma dulce, tal vez cremoso, y sobre todo placentero.

Sin titubear un segundo dirigió sus ojos hacia los labios de la mayor. Ella misma se sorprendió de la rapidez de su reacción.

—¡Ámbar! ¡Tienes puesto el bálsamo que te presté!—Exclamó con asombro. Ella pensaba que Ámbar solo le había pedido el labial para molestarla como siempre lo hacía, pero al parecer estaba equivocada.

Olvidando por unos momentos que llevaba puesto el labial sabor vainilla, Ámbar apretó suavemente sus labios y con su lengua degusto el dulce sabor.

—Sí, realmente es irresistible...¿Lo quieres de vuelta?—

Luna negó con la cabeza rápidamente.—No, es solo que no creí que de verdad lo usarías, creí que era muy empalagoso para ti.—

—No, está bastante bien......Si cambias de opinión y quieres usarlo, está en el primer bolsillo de mi maleta.—Decía al tiempo que comenzaba a caminar hacía las escaleras, probablemente había olvidado algo en su habitación.

Luna no lo pensó dos veces. Cuando menos se dio cuenta sus manos se adentraban en el supuesto primer bolsillo de aquella maleta.

¿Ámbar se refería a ese? El bolsillo estaba justo en frente, a simple vista parecía vacío así que Luna dudaba que el bálsamo se encontrará ahí.

Metió su mano y busco a ciegas, sus dedos no tocaron absolutamente nada, a excepción de un pequeño metal que parecía estar congelado de tan frio que estaba. Con la curiosidad ganando terreno en ella, saco su mano y con ello el pequeño objeto que había encontrado.

Sobre la palma extendida de su mano se encontraba un hermoso prendedor dorado con forma de mariposa. Luna sonrió inconscientemente; aquel objeto era tan...Ámbar. Frio, pero indudablemente hermoso.

Luna se dio el lujo de observar aquel bonito accesorio por unos momentos más antes de devolverlo, no quería que Ámbar se molestara por estar tomando cosas que no debía.

Poco después Ámbar regreso, en su mano tenía un suéter rosa con palabras en inglés y en japonés, uno que Luna conocía muy bien.

—¿No lo agarraste?—Le preguntó la mayor al revisar nuevamente su maleta y ver que el bálsamo seguía en su lugar. Comenzó a ponerse el suéter que había traído mientras esperaba la respuesta de Luna.

—No, tal vez luego lo haga.—Dijo, en pequeños murmullos que Ámbar no habría escuchado si no hubiera estado tan cerca de ella.—Mejor ya vámonos, se nos va a hacer tarde.—Con el dedo índice y el pulgar, le agarró con timidez de la manga del suéter rosa que se había puesto recientemente.

La rubia ladeo la cabeza, observándola. Luna tenía la mirada agachada, se podía notar una muy pequeña sonrisa. Parecía más avergonzada que impaciente.







[...]







Simón fue el último en salir del departamento. Llegó corriendo a la camioneta mientras pronunciaba algunas disculpas. Nico y Pedro, desde los asientos traseros, lo reprocharon brevemente por su tardanza. Matteo, en el asiento del copiloto, no dijo nada. Por medio del retrovisor siguió la figura del mexicano con sus ojos hasta que tomó asiento junto a sus compañeros.

Los chicos estaban agradecidos con Matteo por haberlos recogido en coche. Hacía un frio terrible y ni siquiera dos suéteres evitaban que sus cuerpos sufrieran ligeros temblores.

Llegaron al Jam&Roller 15 minutos antes de la hora. Al salir del vehículo y agradecer al chofer, los chicos se dieron cuenta de que todos estaban reunidos.

Mientras bajaban las maletas, Simón busco con la mirada a su mejor amiga, temiendo que la pequeña se hubiera quedado dormida.

La encontró platicando junto a Nina y Juliana. Al parecer ella, al igual que la rollerband, también sufría por el frio. Simón pudo notar que tenía puesto un suéter blanco y, encima de este, un suéter rosa con algunas palabras en negro.

Con su mirada siguió buscando a todos sus amigos. Ramiro estaba con Gastón, ambos con unos vasos de café caliente en la mano; el rapero tenía puesta una chamarra negra que parecía abrigarlo muy bien. Gastón parecía no ser afectado por el frio. Sus ojos fueron hacía Jim y Yam. La primera abrazaba a la segunda y, pese a que las dos usaban suéteres, estaban envueltas completamente por una manta.

El chico supuso que había sido Jazmín quien las había envuelto, pues estaba intentando hacer lo mismo con Delfina y con ella misma. Las cuatro estaban platicando mientras esperaban a que Juliana diera la orden para subir al autobús.

Ya, alejados de todos, estaban los RedSharks. Gary estaba con ellos usando una chamarra similar a la de Ramiro. Emilia y Ámbar, al igual que Gastón, parecían no ser afectadas por el frio, porque no estaban tan cargadas de abrigos como los demás.

—¡Eh, guitarrista!—Simón volteo en dirección a Matteo. Éste le hizo unas señas con la mano para que se acercara con él y con los chicos.

—¿Qué ocurre, Matteo?—

—Estábamos decidiendo con quien sentarnos.—Le explico con una sonrisa.—Pensaba que sería cool si tú y-...—

—¡Chicos!—Los saludo Ramiro llamando la atención de todos. El chileno corrió hacía ellos con una gran sonrisa en la cara y se abrazó a Nico y Simón en cuanto llego. Gastón venía detrás de él con su calma.—¡Qué bueno que por fin llegan! ¿Qué estaban haciendo?—

¿Era imaginación de Simón o Matteo de repente se veía un poco fastidiado?

—...Estábamos decidiendo las parejas para los asientos.—Respondió Matteo como por obligación.

—Oh, ¿es así?...¿por qué no llamamos a los demás entonces?—Sugirió Ramiro.

—A nosotros no nos cuentes.—Le interrumpió Ámbar caminando a su lado, Emilia la seguía de cerca.—Nosotros ya decidimos.—Decía mientras dirigía sus pasos hacia la puerta del autobús. Se detuvieron y esperaron a que Gary llamara al chofer para que les abriera.

—Bien, ¡Chicas! ¡Vamos a decidir los asientos!—Llamo Ramiro a las integrantes faltantes del Jam&Roller.

Yam le dio una sonrisa apenada.—No te preocupes, Ramiro, nosotras ya arreglamos como vamos a ir sentadas.—

—¿Quéééé? ¡Qué aburridas son, chicas!—Se quejó. Entonces pasó un brazo por el hombro de Simón.—

—Bueno, entonces supongo que no importa con quien nos sentemos.—Decía Nico, como si estuviera reflexionando. Después se volvió a Pedro y preguntó:—¿Quieres el asiento del pasillo o prefieres la ventana?—

—Uh, el pasillo, por favor, me siento muy atrapado en el asiento de la ventanilla.—Pedro hizo una cara de asco con solo pensar en lo mareado que se pondría si iba viendo el paisaje mientras viajaban.—Dime que trajiste pastillas para el mareo.—

—Siempre traigo para estas ocasiones. Y, además, estoy segura que Juliana y Nina también traen, por si acaso...—Nico le palmeo la espalda con diversión. Después ambos se fueron caminando para formarse y subir al autobús.

Ramiro bufo ruidosamente sin quitar la mano del hombro de Simón.

—Bien, parece que nos toca estar atados aquí también, ¿eh?—Le dijo Ramiro con una sonrisa socarrona. Con su antebrazo rodeo el cuello de Simón, impidiéndole la escapatoria.—...Porque seguramente ustedes dos van a ir juntos, ¿no es así?—Preguntó mirando a Gastón y a Matteo.

Gastón volteo a ver a su mejor amigo con burla.

—Claro...—Respondió el italiano con pocos ánimos.

—Bien, no tarden mucho.—Se despidió el chileno comenzando a caminar hacia la fila que poco a poco iba disminuyendo conforme iban subiendo al autobús. Se llevó arrastrando a Simón quien luchaba por un poco de aire.

Los dos mejores amigos se quedaron momentáneamente callados, entonces Gastón rompió el silencio.

—y....¿cómo va ese plan tuyo para compensar a Simoncito?—

—No hables de eso.—Suspiró el otro joven rascándose la nuca.—Quería usar esta oportunidad para hablar con él durante el camino y conocernos mejor. Pensé que así me iba a dar una idea de lo que le gusta y lo que no.—

—Son las cuatro de la mañana, casi cinco, hermanito.—Se reía Gastón.—Más bien lo harías pasar toda una tortura si se quedan hablando todo el camino.—

—Pero me he quedado hablando contigo durante viajes aún más largos.—Replico. Ambos comenzaron a caminar hacia el autobús.

—Sí, pero eso no significa que no sea una tortura. De verdad, no sé cómo demonios puedo soportarte cuando vas sentado conmigo.—

—...¿Y se supone que eres mi mejor amigo?—

—Solo digo la verdad. Parece que nunca te callas.—Seguía riéndose, siempre con su buen humor.—No cabe duda de que le habrías sacado su biografía entera si se hubieran sentado juntos.—

—¡Ese era el plan! Pero Ramiro se me adelantó, muy astuto de él...—

—¡Pfff! No es como si él intentara interponerse, lo sabes, ¿no? Te estas tomando muy en serio esto de hacerte amigo de Simón.—Gastón de pronto lo volteo a ver con una gran sonrisa en el rostro. De esas que gritaban "problemas" a kilometros de distancia.—¡Oye, ya sé! ¿Por qué no intercambias con Ramiro y así compartes habitación con Simón? Así se pueden quedar hablando todo el tiempo que quieras.—

—Ahora eres tú el que habla demasiado, ¿no que estabas harto de mí?—Le reprocho, molesto de que Gastón se burlara de su intento fallido con Simón. Los dos estaban subiendo las pequeñas escaleras del autobús. Luna, quien iba en los primeros asientos, asomo un poco su rostro al escucharlo molesto. Al lado derecho del autobús, justo detrás del chofer, estaban Emilia y Ámbar. La mexicana estaba del lado de la ventanilla y la argentina del lado del pasillo. Ellas también le dirigieron una mirada curiosa.

Matteo las pasó de largo, buscando algunos asientos libres del lado derecho del autobús. Gastón lo siguió sin perder la sonrisa.

Tras unos minutos, Juliana fue la última en subir después de Gary. La mujer se paró al inicio de los asientos, observando y esperando a que todos los jóvenes tomarán asiento. Sus ojos fueron hacia su lado izquierdo, en donde Luna y Nina estaban sentadas. La primera del lado de la ventanilla y la segunda al lado del pasillo.

—Luna...—Comenzó a decir la entrenadora. La nombrada la miro y abrió sus ojitos como un pequeño venado asustado.—Te dije que Gary y yo iríamos sentados en estos asientos.—Le reprocho con la mirada.

—E-es que...yo...lo olvide...—Balbuceo. Juliana, por el rabillo del ojo noto a Ámbar, a su lado derecho, conteniendo una sonrisa. Al parecer Luna también noto a la rubia y se puso aún más nerviosa.—¡Podemos cambiarnos de sitio si quieres!—Exclamó, muy alterada. Luna y Nina comenzaron a levantarse apresuradas.

—No, no, quédense ahí. De todas formas, Gary y yo vamos a estar sentados detrás de ustedes.—Le restó importancia. Por última vez paso sus ojos sobre todos los asientos, asegurándose de que todo estaba bien y de que no faltaba nadie.

Al confirmar que todo estaba bien, informo al chofer que ya podían iniciar el viaje.







[...]







Luna durmió plácidamente durante una hora. Cuando volvió a despertarse se dio cuenta de que ella era la única despierta. No se escuchaba ningún ruido, Matteo, quien normalmente se la pasaba hablando durante sus viajes, también estaba muy callado.

Se escuchaba un pequeño ruido, un ruido muy leve. Era música que estaba siendo reproducida desde los asientos traseros. Probablemente alguien la había estado escuchando a todo volumen con los audífonos puestos, pero parecía que los audífonos se le habían caído y que había olvidado detener la música.

Aun sintiéndose ligeramente adormilada, busco su teléfono en el bolsillo de sus pantalones deportivos y observo la hora. Eran las 6:15 de la mañana. Después se puso a observar el paisaje y se dio cuenta de que, sí, los primeros rayos de sol hacían su aparición.

Con eso, notó que pronto el sol les pegaría de frente.

Luna y Nina estaban sentadas en los primeros asientos, justo detrás de donde estaban las escaleras del autobús. En frente de ellas no había nada que las protegiera de los rayos de sol que comenzaban a salir. Vio a su lado que Nina tenía puesto un antifaz negro para dormir y Luna hizo una nota mental para comprar uno de esos en cuanto tuviera la oportunidad.

Tal y como lo pensó, unos cuantos rayos de sol iluminaron algunas partes del autobús. De nuevo, no escucho ninguna queja o algún sonido, por lo que pensó que todos estaban profundamente dormidos. Gracias a la cortina a su lado, los rayos de Sol no le pegaron directamente como pensaba al inicio, pero sí a Nina, y por eso volteo a verla. Sin embargo, su amiga seguía durmiendo tranquilamente.

Como si fuera atraída por una gran fuerza, sus ojos se desviaron al lado de Nina. Fue en aquel momento en donde nuevamente se sintió avergonzada.

Recordó lo que le había dicho Juliana.

Luna sabía muy bien que su entrenadora les había dicho que ella y Gary se iban a sentar en los asientos que ahora Nina y ella ocupaban. Ella lo recordaba bien...es solo que Luna decidió ignorarla y hacer lo que deseaba.

Algo muy impropio de ella, pero entonces recordó la razón de aquella pequeña muestra de desobediencia.

Su razón estaba sentada a la derecha, el asiento que daba hacia el pasillo, técnicamente al lado de Nina, durmiendo con una extraordinaria paz.

Llevo sus ojos hacía Ámbar y así se quedó observándola por un largo rato.

¿Qué estaba pensando Luna en cuanto vio que Ámbar se había sentado en ese lugar? Claramente, no había sido algo muy bien pensando. Algo imprudente, más bien, pues de un momento a otro se vio a si misma diciéndole a Nina que quería sentarse ahí, en los asientos 3 y 4 del autobús. Tal vez quería sentarse al lado de Ámbar con la esperanza de hablar con ella un rato, tal vez solo quería estar cerca de ella. Quién sabe, tal vez eran las dos. Pero no pudo expresar sus deseos correctamente, y terminó sentándose en el asiento que daba hacía la ventanilla.

Ahora se encontraba ahí, observando a Ámbar mientras dormía. Y dándole la libertad a sus ojos para recorrer su rostro casi por completo.

Ya que no pudo hablar con ella, al menos tendría ese momento.

Observando su expresión serena y tranquila.

Guardando en su memoria la piel blanca que era ligeramente bañada por los rayos del sol. Observando como esos mismos rayos de Sol danzaban y parpadeaban conforme el autobús se movía de dirección, regalándole a Luna un espectáculo encantador.

Observando y detallando cada fina característica en su rostro. En como sus hermosas y largas pestañas le resultaban más atractivas de lo que deberían ser.

Recorriendo lentamente con sus ojos su perfil; su nariz, sus pómulos, sus rosados labios entreabiertos y por último su barbilla.

Un sutil movimiento, un pequeño suspiro involuntario entre sueños por parte de la rubia y Luna sintió la necesidad de suspirar por falta de aire.

Ámbar de repente abrió los ojos, bajo un poco la mirada hacia el celular que tenía entre sus manos y desbloqueo la pantalla. Parece que al final no estaba realmente dormida. Y también, al parecer, el leve pero persistente sonido de música que la castaña había escuchado antes provenía de los audífonos que Ámbar estaba usando. Por eso el ruido se escuchaba tan cercano a Luna.

La joven mexicana sintió como su rostro se calentaba poco a poco al darse cuenta de cuan ensimismada había estado observando a Ámbar. ¿Y si se hubiera dado cuenta? Al menos Ámbar no la estaba viendo ahora, al menos así no quedaría en evidencia su vergüenza.

—¡Chicos!—Luna salto en su lugar al escuchar la fuerte voz de Juliana.—¡Chicos, despierten! ¡Ya casi llegamos!—

La entrenadora se asomó a los cuatro primeros asientos, vio que Ámbar ya estaba despierta y que Emilia ya estaba estirándose. Después se volteo a verla a ella.

—Luna.—La llamo con voz alegre al verla, probablemente porque no estaba dormida como los demás.—¿Puedes despertar a Nina? Mientras yo iré con los chicos.—

—Sí, yo-...—Sus palabras se cortaron cuando se dio cuenta de que Ámbar volteaba hacía ella.—...-yo lo hago...—Susurró, Juliana ya se había ido hacía los asientos del fondo con la intención de despertar a todos los adormilados.

Sus ojos se conectaron con los de ella por unos segundos, largos segundos.

Sintió su corazón detenerse cuando detectó un sutil cambio en la expresión de Ámbar. Su mirada osciló por un momento entre sus ojos y sus mejillas. Entonces Luna se sintió muy consciente de sí misma, sus cachetes probablemente seguían enrojecidos, así que dejo de verla y miró hacia otro lado para tranquilizarse, pero pareciera que eso la hizo sentir aún más abochornada. Luna simplemente espero a que Ámbar dejara de mirarla y se dedicó a escuchar a medias las indicaciones de Juliana.

Al final no hubo la necesidad de despertar a Nina; ésta misma se despertó por los gritos de Juliana. Al quitarse su antifaz y tallarse los ojos, lo primero que hizo fue voltear a su lado. Se encontró con su mejor amiga, casi completamente recargada en la ventanilla, con la mirada agachada y con un leve rubor en sus mejillas.

En cuanto bajaron del autobús se dieron cuenta, con pesar, que el clima estaba aún más frio que en Buenos Aires.

El cielo estaba cubierto de nubes grises, los rayos de sol apenas si traspasaban éstas.

Los chicos caminaron apresurados hacía el hotel, cuando menos ahí estaba un poco más cálido.

Juliana les asignó su habitación a cada uno. Después de un breve anuncio sobre los entrenamientos, todos se fueron a sus respectivas habitaciones a descansar.

Al contrario que sus amigos, quienes cayeron dormidos ni bien pisaron la habitación, Luna decidió quedarse despierta. Siendo la curiosa chica que era, fue e inició su pequeña travesía por los pasillos del hotel. Hacía un poco de frio, pero el suéter que tenía puesto era suficiente para abrigarla y calentarla.

La pequeña mexicana se puso a investigar el gran edificio. "Descubrió" una piscina lo bastante grande para que incluso el Jam&Roller y los RedSharks la compartieran sin cruzarse por accidente.

También encontró una cafetería y, para su buena fortuna, la cocina estaba abierta. Dispersos por el lugar, había unas pocas personas sentadas en las mesas disfrutando de sus deliciosos desayunos. Ya que estaba ahí decidió aprovechar y comprar algo para no tener el estómago vacío. Si quería seguir con su recorrido mañanero, necesitaba fuerzas.

Después de su desayuno retomó su aventura. Recorrió pasillo tras pasillo y terminó en una bonita terraza que también hacía de jardín exterior. Un jardín de muy buen aspecto. Ya que eran casi las 8:00 de la mañana, no había nadie en el lugar. Era obvio, ¿quién querría estar afuera con aquella ola de frio?

Solo Luna era lo suficientemente imprudente como para estar en un lugar así con ese clima.

Era una sensación extraña estar observando el largo y vacío jardín mientras las nubes grises le privaban de cualquier calidez. Aquella imagen, de alguna forma, le recordaba a la ocasión cuando fue a Cancún...eh...la segunda ocasión cuando fue a Cancún y se quedó con Ámbar en la mansión.

Sí, técnicamente la última vez que había viajado...y sí...aquella ocasión en donde "huyo" de la mansión Bensón.

Honestamente, ¿cómo podría olvidarlo? En esa ocasión también se despertó temprano. Recordó que se puso a ver el océano a lo lejos.

...Era un recuerdo agridulce. Uno que, la verdad, se le hacía más amargo que dulce.

Estar recordando aquel evento...no le hacía feliz.

Había sido una imagen hermosa, pero no la había disfrutado del todo.

Como en estos momentos, no disfrutaba su tiempo a solas.

No podía evitar sentirse nerviosa. Era un pensamiento que había surgido a la ligera, como una broma de la que solo ella se reía, pero entonces su mente paranoica saco lo mejor de ella:

Las últimas dos veces que había viajado todo fue...bastante terrible y desafortunado...

Tenía el irracional pensamiento de que cada vez que viajaba, algo malo sucedía.

Luna de verdad tenía las esperanzas de que este viaje no terminará en alguna clase de tragedia, o en alguna clase de giro radical en su vida que cambiará drásticamente su visión del mundo...

......Sí, tal vez aún estaba pensando demasiado en lo que ocurrió en el viaje de la RodaFest.

Eso había sido asombroso, terrible pero asombroso. Luna pensaba que esa clase de cosas solo ocurrían en historias de ficción, en novelas dramáticas...no en la vida real.

Luna cerró sus ojos por un momento y suspiró, cansada. En algún momento de su reflexión se había acostado en la helada superficie de la banca en donde se había sentado. Al principio pensó que sería cool, pero tras unos minutos acostada solo consiguió que su cabeza le doliera y que su espalda se enfriara completamente.

Se puso de pie y decidió seguir con el recorrido. Tras bajar y subir en los elevadores unas cuantas veces, y decidió ir a buscar a sus amigos. Ya eran las 8:30 de la mañana y ella suponía que ya estaban despiertos.

Tal y como lo pensó, sus amigos ya estaban despiertos. Esto lo supo no porque estuvieran en sus habitaciones, ya en sus cinco sentidos, sino porque de hecho no estaban en sus habitaciones. Estuvo tocando en sus puertas sin que nadie le respondiera. Ni siquiera encontró a Nina en la habitación que compartían.

Sintiéndose un poco desconcertada, bajó a la cafetería nuevamente. Ahí encontró a su mejor amiga. Estaba sola, leyendo algún libro que seguramente estaba relacionado con el colegio.

Echando un vistazo a su alrededor, también encontró a Jim y Yam en otra mesa. No muy lejos de Nina, pero tampoco muy cerca. El ambiente entre ellas era...extraño, en el mejor de los casos.

Luna caminó directamente hacía Nina, aunque su mirada vacilaba entre las dos mejores amigas.

—Hey, Nina, ¿qué estás leyendo?—Le pregunto cuando estaba lo suficientemente cerca.

—Hola, Luna.—Y con una sonrisa le mostró el libro. Nina se rio al ver la expresión de su mejor amiga.—Es un pequeño libro de cálculo.—

—¿"Pequeño"?—Murmuró con asco viendo el grosor.—Ugh...¿Por qué estás leyendo eso?—Preguntó con odio, observando el libro con odio, y sintiendo odio hacia ese libro.

—Bueno, Luna, no estamos de vacaciones, necesitamos ponernos al corriente con nuestros demás compañeros. Tendremos un examen a mitad de la siguiente semana, ¿recuerdas?—

Luna se sentó junto a Nina y se acostó en la mesa, completamente abatida.

—¿Por qué me lo recordaste?...tan bien que me lo estaba pasando en mi ignorancia...—

Nina le dio un pequeño abrazo. Su pequeña Luna era tan tierna.

—Alguien tenía que traerte del país de los sueños.—Le dijo separándose de ella y volviendo de lleno al capítulo en donde se había quedado.—No es tan malo, puedo explicarte lo que no entiendas...—

Luna estaba a punto de responderle cuando de pronto, sintió un brazo rodeando su hombro. Nina también tenía un brazo rodeando su hombro.

—¿Cómo están mis dos chicas favoritas?—Era Emilia quien les preguntaba con una sonrisa ladina.

—¡Emilia!—Gritó Luna mientras se sobresaltaba, causando que la rubia dejara de tocarla. Nina, por su parte, permaneció inmóvil. Ella ya estaba muy acostumbrada a aquellos movimientos inesperados por parte de la integrante de los RedSharks.—¿Qué haces aquí?—

—Pero, ¿qué dices?—Emilia se rio cortamente.—Vine a la cafetería a desayunar, a recuperar fuerzas...entrenar toda la mañana con mi equipo es agotador.—Se sentó entre las dos amigas, con su mano siempre en el hombro de Nina. A ésta parecía no importarle nada.

—Sí, claro, me refiero...¿por qué con nosotras? Hay muchos sitios libres.—

—¿Y perder la oportunidad de pasar un rato divertido con mis queridas amigas del Jam&Roller? No, gracias.—Decía mientras comenzaba a ver el menú.—A menos que las esté molestando. Si es así, me iré con gusto.—Lo dijo más para Luna.

—A mí no me molesta.—Respondió Nina, también observando a Luna, esperando su veredicto. Ella suspiró y se encogió de hombros, dando una muy vaga aprobación. Incluso si Emilia no era su persona favorita, tal parecía que a Nina sí le caía bien Emilia, y si eso era cierto entonces Luna no podía ser una mala amiga y no aceptar aquella amistad.

Emilia sonrió y, por más extraño que parezca, parecía genuinamente feliz de haber sido aceptada en su mesa.

Mientras la rubia pedía su desayuno, Luna y Nina retomaron su plática.

—A lo que íbamos, Luna. Tenemos que poner un esfuerzo extra para no quedarnos atrás.—Luna suspiró y bajo la mirada, como una niña regañada.—Sé que no tendrás problemas en las asignaturas restantes, entonces cálculo es nuestra prioridad.—

—¿Cálculo?—Preguntó Emilia, mirando con cierta diversión la mala cara de Luna.—Yo soy muy buena en calculo, ¿quieren que les de tutorías?—

—No....—Murmuró Luna aunque nadie le hizo caso.

—¿En serio podrías enseñarnos?—Le pregunto Nina emocionada. Emilia asintió y fue así como comenzaron a platicar entre ellas. Luna las miraba de reojo con un ligero fastidio e incredulidad. ¿Quién diría que Emilia sabría hacer más cosas además de montarse en unos patines?

Tras unos minutos parecía que la plática se había desviado casi exclusivamente a ellas dos. Luna se sentía un poco desplazada y un poco fuera de lugar, pero eso se debía a que era justamente Emilia quien se había robado la atención de su mejor amiga.

Tal vez así se sentía Simón cuando decidía pasar el rato con Luna y Matteo, cuando éstos aun eran pareja.

Aunque de inmediato se reprochó por aquel pensamiento. No era lo mismo.

—Por cierto...—Escuchó la desinteresada voz de Emilia. Cuando volteo a verla, la encontró observando vagamente a las mesas de enfrente. Luna siguió su mirada la cual terminaba en las dos chicas que había visto cuando llego: Jim y Yam.—...¿Qué les pasa a esas dos?—

Seguían tal y como Luna las había encontrado cuando llegó hace unos 15 minutos.

Estaban sentadas una junto a la otra. Luna podía jurar que incluso estaban más juntas que Emilia y Nina...y aun así se veían lejanas. Cada una parecía en su propio mundo y al mismo tiempo se veían demasiado conscientes de la otra.

Nina suspiró, un poco desanimada.

—No sé qué paso, han estado así desde hace un rato...no las quise molestar.—

Luna entrecerró los ojos, mirándolas.

Todo en ellas se veía tenso, incomodo. Se veían incomodas entre ellas.

O, mejor dicho, era Jim quien se veía más incómoda al lado de su mejor amiga. Yam más bien parecía cansada y sobre todo confundida.

Pero había algo que le molestaba mucho a Luna....

¿Por qué aquella imagen se le hizo tan familiar de repente? Tenía la sensación de que ya había visto esa escena antes. ¿Un déjá vu, tal vez?

—¿Qué les habrá pasado?...se ven tan raras...no es normal que estén así...—Opino Luna llena de confusión. Nina la miró con extrañeza, ¿acaso no lo veía?—Ummm...¿creen que sea prudente ir y tal vez-?

—Déjalo.—La interrumpió Nina de inmediato.—Creo que por ahora, estaría bien que las dejáramos arreglarlo por su cuenta.—

—¿"Arreglar" qué?—

—Solo olvídalo, pequeñita.—Le dijo Emilia esta vez.—No debemos meternos en estas cosas.—Volvió a entretenerse con el desayuno que hace poco le habían traído.

—¿Acaso pelearon?—Preguntó sin hacerle caso a Emilia. Hizo un puchero y continuo mirándolas.—...Ellas tienen que arreglarse...Si ellas pelean y no logran reconciliarse, ¿entonces que esperanzas nos quedan a los demás?—

Emilia la miro con fastidio y estaba a punto de decirle algo, pero Nina la detuvo, afortunadamente.

—Si te sirve de consuelo, esta pelea no va a durar mucho.—Afirmó muy segura, dirigiéndose ahora a su amiga.—Esto ha estado ocurriendo recientemente, y siempre terminas arreglándose, así que no te preocupes mucho.—

Fue lo que le dijo. Luna pudo comprobarlo horas más tarde, y al día siguiente, cuando el Jam&Roller realizaba su último entrenamiento.

Como si de pronto le hubieran quitado una venda de sus ojos, las singulares interacciones de Jim y Yam ya no pasaban desapercibidas ante sus ojos.

Era cierto lo que había dicho Nina.

De vez en cuando, Jim se veía terriblemente incomoda, asustada e insegura. Era en esos momentos en los que evitaba cualquier tipo de contacto con su rubia mejor amiga y se dedicaba mejor a estar con Delfina o Jazmín. En esos momentos Yam la observaba disimuladamente, siempre manteniendo su distancia, cuidándola de rato en rato.

Después, de alguna forma u otra, de forma accidental o planeada, Yam se las arreglaba para solucionar lo que fuera que estuviera pasando entre las dos. Y era ella la única que podía solucionarlo.

Decidió hacerle caso a Emilia. Aunque fastidiosa, tenía razón. Era mejor no interponerse entre ellas. Y todos los chicos del roller parecían entenderlo también. Ni siquiera Juliana decía algo sobre aquel extraño comportamiento.

Era curioso que Luna fuera la última en entenderlo.

Se sorprendió cuando se dio cuenta de lo desconectada que había estado en esas semanas. Nuevamente, era como si todo ese tiempo hubiera tenido una venda cubriéndole sus ojos.

Una venda que, por pura coincidencia, había estado cegándola hasta el momento en el que cierta persona había dejado de tomar tanta presencia en su vida. Mucha coincidencia.

Durante esos dos días -dos días antes de la competencia- Luna nunca pudo hablar con Ámbar ni por accidente. La veía varias veces en el hotel y de lejos, porque la rubia siempre parecía estar ocupada, pero eso no detenía a Luna de observarla por largos segundos hasta que se daba cuenta de lo que estaba haciendo y se obligaba a desviar la mirada.

Ni siquiera en la pista de patinaje podía hablarle, porque Ámbar nunca se encontraba presente cuando el J&R entrenaba.

Su corazón se llenó de nostalgia por la rubia.

Era decepcionante, pero también era razonable que Ámbar jamás estuviera en la pista cuando el Jam&Roller practicaba. Al fin y al cabo, ella no pertenecía a ese equipo; En teoría, no tenía nada que hacer ahí. Sin embargo, la persona que sí se aparecía de vez en cuando era Emilia.

Tal parecía que ella no iba a los entrenamientos del J&R con la intención de ver su coreografía, o tal vez sí, pero esa no era su prioridad. Todo el tiempo se la pasaba acompañando a aquellos que no participarían en la presentación especial. Hablaba con Yam, con Nico, Pedro...y especialmente con Nina.

Eso último ya no le sorprendió aunque sí sintió curiosidad. ¿De que hablaban que parecía mantenerlas tan ocupadas? Luna no llego a preguntarles.









[...]











Fue en la tarde, un día antes de la competencia cuando por fin pudo intercambiar algunas pequeñas palabras con su querida rubia.

Todas las chicas estaban reunidas en la habitación de Luna y de Nina. No estaban haciendo nada especial, solo platicaban de cosas sin importancia. Hablaban de la competencia y de lo emocionadas que estaban por mostrar su nueva canción y su coreografía. Jim y Luna se mostraban especialmente eufóricas y compartían un mismo sentimiento de orgullo, ya que habían sido principalmente ellas las que habían contribuido con la música y con los pasos.

Las chicas estaban completamente cubiertas por mantas y sabanas. El clima nublado y helado no los había abandonado para nada. Por supuesto que eso para el Jam&Roller, lejos de reconfortarlos, solo los hacía sentir inseguros. Lo consideraban como algo malo, como el presagio de que algo negativo ocurriría. Aunque Luna se desvivía diciéndoles y asegurándoles a todos que nada malo iba a pasar. La pequeña castaña decía, basándose en el pronóstico del tiempo, que el sol pronto iba a salir. Ella estaba completamente segura de que aquel mal clima no duraría para la competencia, aunque nadie le creía realmente.

Entre carcajadas y algunos ruidos más, lograron escuchar como alguien tocaba de forma insistente la puerta de la habitación. Las chicas se vieron las caras con terror. Tal vez habían estado haciendo demasiado ruido y aquella persona tras la puerta era algún vecino de cuarto que había ido a quejarse por el alboroto.

Las chicas decidieron mandar a Delfina, para que las cosas se mantuvieran en calma.

La joven se tardó no más de 15 segundos en abrir la puerta, atender al "invitado" y volver con las demás. Cuando llegó al pie de la cama, miró a Luna con cara extrañada.

—Te buscan.—Le dijo sin ofrecer más explicaciones, después se sentó nuevamente en el colchón.

Luna inmediatamente sintió un cosquilleo en el estómago. También sintió vergüenza, ya que ella sabía porque había sentido esa cálida sensación en su cuerpo.

Era como si ya supiera quien la estaba buscando, y por eso no se sorprendió mucho al ver a Ámbar parada bajo el marco de la puerta con una mirada que denotaba impaciencia.

Luna la saludo con un corto ademan de mano y se acercó a ella sintiendo un extraño alivio. Después de haberse ilusionado, habría sido humillante si no hubiera sido Ámbar quien la estaba buscando.

—¿Qué haces aquí?—Le preguntó Luna mientras recorría su cuerpo con sus ojos: Tenía puesto un suéter negro con algunos pequeños corazones rojos en las mangas. Llegó a la conclusión de que Ámbar también tenía frio, pero Luna dudaba de ello, pues aquel suéter negro que parecía cálido y acogedor hacía un claro contraste con el short corto y blanco que estaba usando. Era algo contraproducente. Luna detuvo su recorrido al llegar a las piernas de Ámbar que, por el clima, parecían más pálidas de lo normal. Subió rápidamente la mirada, no queriendo parecer como una descarada.—¿Qué te trae por aquí?...Digo, no he podido hablarte estos días y se me hace raro que de repente estés en mi habitación...buscándome...—

—Mi abuelo me pidió cuidarte, ¿recuerdas?—

—Mnh...ajá.—

—...Sí, vine a asegurarme de que-...—Sus ojos azules poco a poco bajaron hasta observar el suéter que Luna tenía puesto. La cara de la menor se puso colorada rápidamente y no supo qué hacer con sus manos. Las movía torpemente, agarrando los bordes de su prenda.—Veo que te gusta mucho ese sueter...—

Luna se rio nerviosamente. No era que no tuviera otras prendas para abrigarse del frio, pues su madre la hizo meter tres suéteres extra, era solo que le encantaba aquel suéter. Desde el color, hasta el material con el que estaba hecho. Era cálido, medio holgado y muy bonito.

—...¿Lo quieres de vuelta?—Le preguntó Luna con timidez.—Puedo devolvértelo, de todas formas este suéter tuyo me hace sentir muy acalorada.—Sin esperar respuesta, intento irse corriendo para quitarse el suéter. Lo intentó, pero Ámbar la sostuvo de la muñeca.

—No, no, quédatelo...hace frio y sería una buena idea que te lo quedes...Además, se te ve bien.—

—...gracias.—Luna no sabía porque agradeció. Si por el amable acto de la rubia o por el cumplido que le había hecho. ¿Ámbar se daba cuenta de lo que decía? Parecía que no. Luna, aun con las mejillas acaloradas, la cuestionó.—No me has dicho por qué estás aquí...así que, ¿por qué estás aquí?—

—...¿La verdad?—Le preguntó la rubia de vuelta mientras caminaba, entrando a la habitación como si nada.—...Últimamente, cuando te veo, siempre tienes la cara roja o pareces estar a punto de desmayarte. Vine a ver qué es lo que ocurre contigo...quería asegurarme de que no fueras a colapsar.—

Se detuvo antes de seguir caminando. Solo en ese momento recordó que no estaban solas, solo en ese momento notó las insistentes miradas que les dirigían desde el centro de la habitación. Cuando Ámbar las miro, ellas por fin dejaron de observarlas.

El corazón de Luna se encogió de dolor al ver como la expresión de Ámbar cambiaba ante la reacción de sus antiguas compañeras y amigas. Sus ojos de pronto se habían vuelto crueles y despectivos...decepcionados.

Cuando Ámbar terminó de interrogarla y abandonó la habitación, Delfina y Jazmín la llenaron de preguntas.

—¿Qué ocurrió? ¿No se odiaban a muerte o algo así?—Pregunto Delfina, acostada en la cama, con justificada curiosidad.—Espera...¿Jim y Yam no mentían cuando decían que ustedes dos ahora eran amigas?—

—Ya sé que se abrazaron y todo, pero...¿son amigas de verdad?—Jazmín tenía su tablet en sus manos, parecía estar decidiendo en si usarla o no.—...¿Desde cuándo?...—Tal vez fue imaginación de Luna, pero aquella pregunta, viniendo de Jazmín, se escuchaba triste.

Al verla directamente a los ojos, pudo notar un sentimiento de melancolía. Ver a Jazmín de esa forma era alarmante. Como si fuera algo que no debía ocurrir.

Luna se vio incapaz de ignorar su pregunta, así que respondió directamente y sin rodeos, utilizando un tono mucho más suave y delicado en su respuesta.

—Fue después del primer Open Music, cuando le dedique una canción.—

Extrañamente, no se sintió avergonzada al decir aquello.

Luna nunca antes había dicho abiertamente que la canción que cantó en el Open Music era para Ámbar. Creyó que era demasiado obvio y que no hacía falta decirlo en voz alta, pero al parecer Jazmín era la única persona que no se había enterado de ello.

La chica abrió los ojos como platos, dejando atrás aquella imagen abatida.

—Espera...¿Qué? ¿Le dedicaste qué a quién? ¿Y cuándo fue, que no me enteré?—Preguntó Jazmín en pánico, buscando respuestas con Delfina.

Mientras la pelinegra le explicaba, las demás siguieron con su pequeña platica que, ahora, parecía enfocarse en la ex-integrante del Jam&Roller.

Nina, acomodándose en la cama, opinó vagamente: —Ya no me sorprende que no estén peleando como gatos y perros cuando están en la misma habitación, pero sí me sorprende que haya venido hasta aquí...ya sabes, normalmente eres tú la que siempre está detrás de ella.—

—Cierto. Es muy, muy extraño que sea ella la que te busca ahora.—Dijo Yam. Jim, a su lado, asintió con sus palabras. Ellas tampoco se sorprendían tanto de la peculiar relación de Luna y Ámbar, pero sí les seguía pareciendo algo descabellado.

—Ah, ella solo estaba siendo considerada...mi abuelo le pidió cuidarme así que...—Se excusó y ya no pudo completar sus palabras, de repente se sentía avergonzada y no entendía por qué.

No había razón para ponerse tímida de pronto, al fin y al cabo, era muy lindo que Ámbar se preocupara por ella. Era un lindo gesto y hacia que Luna se sintiera feliz.

Muy, muy feliz.

Tal vez ese era su problema.

En la cafetería del hotel, un joven italiano también se encontraba en problemas. Mejor dicho, a la espera de su propio problema.

Matteo estaba sentado en una mesa, observando y jugando con la espuma del café que había ordenado hace unos minutos.

Frente a él, en donde se suponía que debía acompañarlo otra persona, se encontraba otro café como el suyo. Un café abandonado desde que Nico y Ramiro se habían aparecido y se habían robado a su acompañante, a Simón.

Ellos dijeron que no les llevaría mucho tiempo, que necesitaban al mexicano para algo urgente que no podía esperar ni un segundo más. No había rastro alguno del trio y ya habían pasado quince minutos desde que se habían llevado a Simón, diez minutos desde que el mesero le había traído ambos pedidos.

Tan solitario y desgraciado.

Matteo apenas había cruzado palabras con Simón cuando esos dos llegaron. Lo peor de lejos era que, en unas mesas más adelante, estaba Gastón platicando animadamente con unas personas que había conocido recientemente. De vez en cuando su mejor amigo le echaba unas miradas y le sonreía, divertido con las desgracias del italiano.

Con toda honestidad, Matteo estaba a punto de beberse los dos cafés uno tras otro por pura frustración, pero entonces escuchó las ruidosas voces de sus compañeros de patinaje.

Venían desde el costado de la cafetería, desde un pasillo que conducía a quien sabe dónde.

El primero en aparecer en su campo de visión fue Ramiro, quien venía alegando sobre lo hábil que era Simón arreglando patines. Después venían Pedro y Nico. Matteo sabía a qué se refería el chileno: Siempre era Simón el que revisaba con esmero los pastines de sus compañeros antes de cada competencia, y también era él quien arreglaba dichos patines si tenían algún defecto, por mínimo que fuera. Después de todos los líos en los que se había metido Luna gracias a la mala suerte y a unos patines defectuosos, era comprensible aquel actuar y aquella obsesión por parte de Simón.

Matteo se levantó de su asiento, estaba más que listo para arremeter contra los chicos y para descargar su frustración con todo aquel que no fuera Simón. Entonces el susodicho -y también el causante indirecto de su malestar.- apareció caminando tranquilamente detrás de los demás.

Matteo se irguió y sus hombros se tensaron completamente. Lo siguió con su mirada hasta que los cuatro jóvenes se detuvieron frente a una mesa que estaba más delante de él. Ramiro y Nico rápidamente se sentaron mientras los otros dos permanecían parados. Simón le extendió a Nico unos patines que llevaba en las manos, probablemente los dichosos patines que los habían "separado". Se despidió de ellos y entonces por fin volteo a ver al italiano.

Matteo frunció el ceño, esperando que Simón entendiera que estaba muy molesto sin él tener que decírselo.

Simón, en cambio, le correspondió con una sonrisa, feliz por verlo al fin.

Era una de esas estúpidas, encantadoras y características sonrisas suyas que el italiano se había acostumbrado a ver cuando estaban juntos. De esas amplias sonrisas en donde mostraba sus blancos dientes y en donde sus ojos adoptaban la forma de unas hermosas medias lunas.

Matteo de inmediato sintió como toda su rabia se desvanecía, al mismo tiempo que veía como toda la cafetería comenzaba a iluminarse.

El italiano de pronto abrió grande los ojos mientras sentía como se le iba la respiración.

No podía creerlo aunque lo estaba viendo, ¿Se había quedado dormido esperándolo o de verdad todo se había iluminado cuando Simón le había sonreído?

Incrédulo y de forma instintiva, volteo a los lados para asegurar su cordura.

Al parecer, no había sido producto de su mente. Las grises nubes estaban dando paso a los primeros rayos de sol. La agradable y cálida luz entraba por los ventanales de la cafetería y comenzaba a iluminar el lugar.

Al final resultaba que Luna y el pronóstico del tiempo tenían la razón.

Los chicos del roller no tardaron en liderar los vitoreos, agradecidos de que el mal y frio clima por fin estaba siendo reemplazado por la calidez. Incluso Gastón, a la distancia, sonreía contento. No se diga de Simón, cuya sonrisa no decaía ni abandonaba su rostro mientras caminaba hacia el italiano.

Matteo, por su parte, se sentó pesadamente en la silla. Sus manos le temblaban ligeramente y sentía pesados los latidos de su corazón. El joven agachó la mirada, pues Simón ya se había sentado en frente suyo y no quería que viera su sonrisa completamente nerviosa.

Por supuesto, que tonto había sido.

No era que el lugar se hubiera iluminado debido a que la sonrisa de Simón era tan radiante como el sol.

No era que, a ojos de Matteo, Simón fuera aún más deslumbrante que el mismo Sol.

No. No. Para nada.

Solo había sido una casualidad. Una extraordinaria casualidad.

¿Qué más podría ser sino?























Ya me di cuenta de porque no disfruté tanto escribir estos dos últimos capítulos :c :v ya me acordé que ODIO EL FLUFF  xdddddxd bueno, no, pero yo soy más de la angustia xd

@Yo: odio que sean tan felices, odio que no peleen y que todo vaya perfecto >:vvv aburrido! ¿Dónde está mi angustia? ¿Dónde está mi drama? >:V

En otras noticias :v mi corazón multishipper me ruega por Ramiro x Simón, pero eso no puede ser TT—TT de hecho, ya le hice caso a mi corazón multishipper :v lo sabrán más adelante 7u7

De hecho, hasta ahora tengo (algunas implícitas):

Sitteo, Lumbar, Lumilia, Ambilia, DelJaz (Me enteré que algunos utilizan el nombre Dezmin y honestamente por qué no se me ocurrio antes xdddd), Delnina, JazNina, DelfJazNina, EmiliaxTodasLasYLosQueSeMeDenLaRegaladaGanaAlv, Luchel, JimYam, Pedro x Nico.

Jaja en fin, RIP a casi toda la heterosexualidad en Soy Luna xd

(Estoy exagerando mucho esto, lo sé xdddd)

Ahora que lo pienso lololol el título del capítulo sí se relaciona bastante xd dos personajes se fueron a lo "Mamma mia!" mientras veían a su (futur@) pareja 7u7.

La escena del autobús, donde Luna actúa muy gay...ocurrió en la realidad xd que vergüenza admitirlo xd

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top