23.-Labial sabor...

Lamento mucho haber tardado tanto, iba a publicar este capítulo hace semanas, pero tuve algunos problemas.

El inicio de este capítulo está directamente ligado al final del anterior, para que no se confundan o se queden con la duda.

Si hay algún error o alguna incoherencia, lo editaré más tarde, porque ahora mismo no puedo editar el capítulo y si no lo publico hoy entonces probablemente nunca lo publicaré.

Resumen: ...(no quiero spoilear nada xd)

Advertencias: ummm...¿Alcohol? (Pero no en menores, así que creo que está bien 7u7 es legal xd)
















"Esto no era lo que yo tenía planeado.

No era mi intención.

Perdí mi discreción..."














—Y...¿cómo te fue?—Preguntó Emilia acostada en la cama de la rubia.

Ámbar ni bien había entrado a la habitación y aquella mujercita ya le estaba pidiendo los detalles del problema que ella provocó.

Completó el pequeño "favor" que le había hecho a Gary en nada más y nada menos que treinta minutos.

Treinta minutos.

Media hora escuchando como una persona se tiraba y se llenaba de rosas a sí misma. Treinta minutos llenos de malentendidos, estrés, desgaste físico, mental y emocional.

Estaba cansada, como nunca antes lo había estado.

Y Emilia podía ver el estado de su mejor amiga.

No, de verdad podía ver cuán deshecha estaba la rubia.

Su cabello, el cual siempre había estado perfectamente arreglado, estaba muy alborotado; Ámbar había perdido la cuenta de cuantas veces había pasado sus manos por sus cabellos, presa de la frustración y del enojo.

En un arranque de ira se había mordido los labios tan fuertemente que no solo arruinó el profundo color rojo del labial que le había prestado Emilia, sino que ahora tenía una herida que no paraba de sangrar a ratos y mucho menos de arder.

La otra rubia, la mexicana, su mejor amiga, la culpable y la causante de tal catástrofe de emociones solo la miraba expectante como si no fuera responsable de nada.

—¿Y bien? No me has respondido, ¿cómo te fue?—Emilia le sonrió sin quitarle los ojos de encima.—...Ah, por cierto...tu labial se corrió un poquitito, pero no te preocupes, ese look desaliñado de queda perfecto.—Le mandó un beso, jugando con la estabilidad de Ámbar.

Ésta, por una última vez, pasó sus manos por sus rubios cabellos con un gesto de molestia.

—Todo salió perfecto, Emilia. Como siempre.—Respondió entre dientes.—Ahora, si pudieras ser tan amable de comunicárselo a Gary y de paso, mandarlo al demonio por mí, te lo agradecería muchísimo. Me iré a dormir y te juro que me despertare cuando los perdedores del Jam&Roller ganen aunque sea la medalla por haber participado.—

Emilia soltó la carcajada al escucharla refunfuñar.

Le encantaba cuando Ámbar perdía los estribos de esa manera, porque normalmente terminaba diciendo cualquier estupidez que se le viniera a la cabeza.

Por eso Emilia disfrutaba tanto cuando Luna y Ámbar se ponían a discutir.

Una lástima que esas peleas entre las dos hayan quedado en el pasado.

—Tal vez no esperes mucho, quizás hasta consigan una medalla de tercer lugar, después de todo, los losers han estado practicando como locos desde que perdieron contra nosotros.—Emilia se incorporó en la cama, la dueña de la habitación trataba, en vano, de arreglarse el cabello frente al espejo de su tocador.—Quien sabe...tal vez no deberías subestimarlos...—

Ámbar la volteo a ver sin disimular el mal humor que se cargaba.

—No me importa si entrenan hasta escupir sangre, solo tengo que seguirles ganando, como siempre.—

—...Ahí te equivocaste, señorita perfecta: Tenemos que seguirles ganando.—Le aclaró la mexicana mientras caminaba hasta detenerse frente a ella. Con una mano en su cintura, y un dedo bajo la barbilla de Ámbar para levantar su rostro, Emilia le medio sonrió.—Por cierto, "ganadora", tal vez te gustaría arreglarte el labial, no queremos ningún rumor "extraño" circulando por los blogs, ¿verdad?—

La burla era clara como el agua. Ámbar le quito la mano de un manotazo al entender a qué se refería.

—¿Te imaginas? ¡Qué bueno que Jazmín no está aquí para grabarte!—Emilia se rio, satisfecha por la reacción en su amiga.—¿Sabes cuantas visitas tiene su último video? Ese en donde sales tú y tu pequeña- —

—¿Te quieres callar de una buena vez?—Arremetió Ámbar. Su cara estaba roja, por vergüenza o por enojo, ¿Quién sabe? Tal vez ambas.

—Ya, ya...perdón. Ven aquí, te ayudo a arreglarte.—Le ofreció como seña de paz.

Y Ámbar pareció aceptar aquella pequeña ofrenda.

Primero la ayudo a acomodarse algunos rebeldes mechones que Ámbar había ignorado, después siguió con el labial.

A diferencia de otras ocasiones, la mexicana se mantuvo callada durante todo el rato, sin hacer ningún comentario inapropiado.

Pero eso estaba a punto de cambiar.

De pronto, cuando ya había terminado, Emilia se quedó completamente quieta y la miró con la cara más seria que podía poner.

—¿Sabes?...—Comenzó a decir casualmente, como si no estuviera a punto de molestar a su amiga con sus próximas palabras. Se acercó lo suficientemente a Ámbar para hacerla rabiar.—Este es el mismo labial que usé cuando te bese.—

—¡Emilia! ¡Serás-!—Ámbar salto hacia atrás con una rapidez increíble. Después la miro fijamente, queriendo matarla con la mirada.—Lo siento mucho pero si vuelves a invadir mi espacio personal de esa forma, tendré que asesinarte.—Le advirtió.

—¿No quieres volver a probar mi lipstick?—Las dobles intenciones eran obvias, aunque Emilia sostenía y le mostraba el lápiz labial con aparente inocencia.—Es de cereza~.—

Ámbar no esperó ni un segundo más para ir tras ella. Se levantó de la cama con otro salto y comenzó a perseguirla. Emilia, ni corta ni perezosa, salió corriendo rápidamente fuera de su alcance, se reía a carcajadas por haberla hecho perder la compostura por tercera vez en un día.

¡Y seguía viva para contarlo!

Quería seguir viva para molestarla más así que, justo al salir de la habitación, cerró la puerta detrás de ella para evitar que Ámbar la siguiera. La menor de las dos logró detenerse a tiempo antes de estrellar su cara en la puerta de madera, pero igual tuvo que poner sus manos en la superficie frente a ella para no golpearse. Solo se escuchó el portazo seguido de un ruido sordo.

Así que, a fin de cuentas, Emilia salió de la mansión sana y salva.

Ámbar respiraba de forma agitada. Pasó su mano por sus labios, limpiándose furiosamente el labial sabor cereza que Emilia le había puesto hace un minuto.

No. No había necesidad de saborear el labial, como lo había sugerido Emilia, ella recordaba perfectamente el sabor desde la competencia y, para frustración suya, no solo recordaba el sabor, sino también la sensación.

En sí, no era algo que le desagradará, tampoco era un recuerdo que la llenará de placer.

Lo que le molestaba era recordar todo lo que había ocurrido después.

Preguntas incomodas con respecto a su sexualidad que provenían de personas que ni siquiera eran sus amigos. Emparejamientos –shippeos- innecesarios que, por un lado, servían para hacer crecer la popularidad de los RedSharks, pero que por el lado contrario solo incitaban a la gente a meterse donde no los llamaban.

Les daban falsas esperanzas, además.

"Nunca nadie salió lastimado por los shippeos, como los niños de ahora lo llaman. Así que quédate tranquila." Les dijo Gary en alguna ocasión, satisfecho con la atención que había recibido su equipo gracias a la escenita de la pareja estrella.

"Todo estará bien, chicas." Les aseguró Juliana mirándolas con una compasión poco típica de ella. Principalmente, porque no era común que Juliana se preocupara o sintiera algo por ellas. Por los chicos del Jam&Roller sí, pero no por ellas. "La gente poco a poco lo olvidará y todo volverá a la normalidad. Mientras tanto, no hay mucho por hacer..."

Emilia no dijo nada, no le importaba en lo más mínimo que la gente la emparejara con su mejor amiga.

A Ámbar, por otro lado, le importaba y mucho.

Lo que ella había entendido era que solo debía aguantar, solo debía prestar su imagen para mantener contenta a la gente. En resumidas cuentas, solo debía dejarse utilizar para hacer crecer la popularidad de su equipo.

Y, vaya...¿dejarse utilizar?

Por eso estaba molesta.

No conforme, Emilia se aprovechaba de esa situación para hacerla molestar aún más.

Como odiaba que Emilia fuera la única persona que podía meterse con ella y salir completamente ilesa. Como se odiaba a ella misma por haber permitido aquello.

Con el cansancio y la frustración arropándola, se sentó a mitad de su habitación y suspiró profundamente.

Estaba lidiando con mucho. No solo con lo ocurrido con Emilia.

Demasiado estrés, demasiados problemas y demasiados dramas que pudo haberse evitado de haber actuado de forma más madura en el pasado.

Tenía mucho entre manos.

Los RedSharks, el Jam&Roller, los Valente y los Benson, Gary quien la obligaba a hacer de intermediaria "por el bien del equipo", Emilia molestándola y burlándose de la "repentina curiosidad" que había despertado en ella, y sobre todo...

—Escuché ruidos, golpes y gritos.—Luna entró corriendo al cuarto de Ámbar sin avisar siquiera.—Así que vine a ver si Emilia estaba bien y- ¡Oh, por Dios! ¡¿Qué fue lo que te pasó?!—Luna corrió hacia ella y se arrodilló a su lado.

Ámbar, sentada de rodillas en la alfombra, cerró los ojos y bajó la mirada.

¿Por qué?

¿Por qué Luna tenía que venir justo en ese momento? Justo cuando Ámbar estaba fuera de control, con la apariencia de una total desquiciada.

Parecía que la vida le arrojaba desafío tras desafío sin parar ni por un segundo.

Ante el silencio, Luna comenzó a sentir curiosidad. La joven ladeo la cabeza hacia un lado, como a veces Ámbar lo hacía con ella, y la observo esperando a que la rubia se dignara a mirarla.

Y Ámbar, sin levantar demasiado el mentón, la miró.

Entonces la joven Valente-Benson abrió los ojos como platos mientras observaba detenidamente a Ámbar.

De verdad, si le hubieran avisado que enfrentaría una situación –una imagen– como la que estaba frente a sus ojos, se habría preparado con el mayor recelo y con el mayor cuidado que le permitiera el tiempo.

Luna solo pudo atinar a medio sonreír torpemente, nerviosamente, ante la extravagante apariencia de su prima.

¡Oh, qué gran golpe a su corazón!

Ámbar Smith, la pulcra jovencita, tenía puesto el labial de una forma desastrosa, como si ella misma hubiera tratado de quitárselo con su mano o con la manga de su camisa negra. Y la forma en la que tenía el labial le recordaba al Joker aunque, claro, en Ámbar se veía infernalmente atractivo. Como si hubiera tenido una sesión de besos bastante descontrolada y su lipstick se le hubiera regado por la comisura de sus labios.

Con esos ojos azules medio cerrados y esas cejas ligeramente arqueadas...Luna realmente no sabía cómo reaccionar ni como respirar correctamente.

—¿Estás-...te encuentras bien?—Tartamudeo la menor de las dos.

No recibió respuesta.

La rubia la miraba sin emitir ningún sonido.

¿Acaso estaba enojada? Parecía enojada, ¡Pero Luna hoy no la había hecho enojar! Seguramente Emilia había hecho algo para ponerla de mal humor.

Era lo más seguro, entonces...

"Ay, no."

¿Por qué tenía el presentimiento de que sería ella quien pagaría por los platos rotos?

Ahora, sintiendo más temor que nervios, se puso de pie.

Había sido una mala idea ir al cuarto de Ámbar.

—B-bueno, iré a pedirle a mi mamá que te prepare un jugo...o un té, para que te tranquilices así que...te dejaré y volveré en unos segundos.—Dijo lo primero que se le ocurrió.

Estaba a punto de realizar su tan ansiada huida, entonces sintió la mano de Ámbar sosteniéndola del brazo, frustrando su escape.

Luna la volteo a ver, suplicando por su vida con su mirada. La otra joven, en cambio, la miraba con una sonrisa en sus labios.

dijiste que querías ser mi amiga, ¿no?—Susurró Ámbar en un hilo de voz.

Luna parpadeo dos veces, Ámbar la sujetaba fuertemente del brazo y no tenía intenciones de dejarla ir.

—Sí...¿por qué?—

—...Odio este sabor: El sabor cereza de este lipstick.—La rubia pasó su lengua de forma lenta y descarada sobre sus labios. Luna sintió como su labio inferior temblaba sin ella poder controlarlo.—¿Puedes hacer algo al respecto?

"¡¿Y eso que tiene que ver con ser 'amigas'?!" Quiso preguntarle, pero Ámbar la miro con tanta intensidad que la menor solo se limitó a abrir y a cerrar la boca, buscando alguna solución ante el problemita de la chica argentina.

—P-puedo prestarte u-uno de mis labiales...no tienen ningún sabor.—Pero Ámbar se vio insatisfecha con la respuesta. Seguía observándola, esperando algo más.—...Umm...también tengo un bálsamo labial sabor vainilla, para que olvides el sabor...si quieres.—

Ámbar bajó la cabeza hacia su regazo, pero por un momento a Luna le pareció verla sonreír.

—¿Vainilla?—Preguntó con un tono que denotaba diversión.

—Sí...es mi sabor favorito...—

—Tráeme los dos.—Le pidió sin dudarlo dos veces. Solo en ese momento la liberó de su agarre.

Luna aun permaneció inmóvil por unos segundos, fue cuando Ámbar levanto la cara y la miro con unos extraños ojos que la heredera decidió que prefería irse a su cuarto que seguir al lado de la rubia y aguantar esa pesada mirada.

La castaña salió corriendo mientras Ámbar la veía huir con una sonrisa en su rostro.

La heredera entro a su habitación como un huracán.

Rápidamente agarro un lipstick rojo indeleble que pocas veces usaba y que mayormente dejaba abandonado en su escritorio.

Entonces se puso a buscar el costoso bálsamo sabor vainilla que su abuelo le había regalado semanas atrás y que solo había usado una vez.

Cuando la menor volvió con ambas cosas en sus manos vio a la rubia sentada al borde de la cama, limpiándose con un pañuelo los rastros del labial que al parecer la había puesto tan...descontrolada.

Ámbar la miró en cuanto entró y le sonrió. El ambiente se sentía infinitamente menos tenso a cuando Luna abandonó la habitación momentos antes.

Sintiéndose mucho más relajada, Luna caminó hacia ella y le extendió ambos cosméticos. La rubia solo la miro conteniéndose para no reír.

—¿No me los vas a poner tú?—Le preguntó Ámbar con una misteriosa sonrisa.—Las amigas también hacen esas cosas, ¿cierto?

—...supongo que sí.—Respondió con inseguridad.

Luna se puso frente a ella de forma vacilante mientras Ámbar se sentaba más al borde de la cama.

¿Acaso aquella cruel mujer estaba usando su "argumento" de ser amigas contra ella? ¿Se iba a aprovechar de ella por ser amigas?

Porque sí, aunque a Luna le pareciera tonto y cursi, las amigas de vez en cuando se ayudaban con el maquillaje...¿no?

No era nada fuera de lo común, aunque Luna jamás lo había hecho ni con Nina, ni con Jim ni con nadie.

Luna dio un pasito hacía adelante mientras le quitaba la tapa al lipstick rojo. Ella pensaba que Ámbar iba a separar –un poco- sus piernas, para que el trabajo de ponerle el labial no fuera dificultoso, pero no, Ámbar solo levantó la cara y se quedó viéndola fijamente, esperando.

Entonces ya no tuvo más remedio que acercarse lo más posible a Ámbar, hasta que sus rodillas apenas si tocaban las de la rubia. También tuvo que inclinar medio cuerpo hacia la chica para no arruinarle el maquillaje porque, si iba a hacer esto, lo iba a hacer bien.

Pero, oh, vaya que su cuerpo se negaba a cooperar con ella.

De un momento a otro se había quedado congelada como una idiota, viendo como Ámbar pasaba de un estado de expectación a uno de diversión.

—¿Qué?...¿Te incomoda?—Sonrió la rubia con inocencia.—No tiene nada de malo, las amigas hacen este tipo de cosas todo el tiempo.—Explicó, como si hubiera leído los pensamientos de la otra joven.—...No tiene nada de malo...pero, ¿qué digo? Tú ya hiciste algo malo, anoche te dejaste convencer y te dejaste pervertir por todos tus amiguitos al concederles el deseo de una pijamada.—Le recordó.

...cierto.

La noche anterior Matteo y Simón fueron a dejar a Luna a la mansión -porque ya se había hecho muy tarde y ellos, como los chicos sobreprotectores que eran, insistieron en acompañarla. - y en aquel momento, cuando los padres de Luna agradecían la amabilidad de los jóvenes, Matteo aprovechó y sugirió una pequeña reunión entre amigos para celebrar el "gran triunfo" del Jam&Roller.

Simón también abogó, más que nada por Matteo, porque el pelinegro no se veía tan convencido con la idea.

Y Luna al principio no había aceptado. Después, de alguna forma, los chicos lograron convencerla. Ya más tarde logró convencer a sus padres.

Sí.

Luna había aceptado...se había dejado convencer como bien había dicho Ámbar, pero, ¿"Pervertir"? ¿A qué se refería Ámbar con esa palabra?

—Lo dices como si fuera algo muy malo...Solo es una reunión entre amigos.—

—Sí sabes que nada bueno saldrá de esa "reunión", ¿verdad?—

Luna le sonrió con ternura.—Aww, no te preocupes por eso, yo no dejare que nada se salga de control, ¡O me dejo de llamar Valente!—

Ámbar se quedó callada unos segundos, dudando en si seguir aquella conversación u obligar a Luna a que la "maquillara".

—...Lo que quiero decir es que Matteo y Ramiro son malas influencias.—Declaró Ámbar con rapidez.—Quería que supieras, que si algo raro ocurre hoy, probablemente sea culpa de ellos dos...ahora, ¿podrías ponerme tu labial de una buena vez?—

La menor suspiró, resignada.

—Bien, si eso es lo que quieres, te maquillaré como si fueras una muñeca.—Ámbar, sonriente ante la comparación, arqueo una ceja como si la estuviera retando para que continuara.

Luna se preparó mentalmente, entonces, con una seriedad mortal, le lanzó la extraña proposición que intentaba -sin éxito- ser una broma:

—Ya que estamos en esto, ¿no querrás también que te vista y que te pruebe conjuntos de ropa, como una verdadera muñequita de porcelana?—

......Atrevido.

Incluso Luna lo sabía y se arrepentía por la forma en la que lo dijo, pero ya no había vuelta atrás, solo podía esperar que Ámbar, de milagro, captará su pobre intento de broma. La misma broma, la misma oración que Ámbar le había dicho en su "aventura" en Cancún.

Una sonrisa estática adornaba la cara de la rubia, sus ojos estaban fijos en ella, pero, afortunadamente, no parecía molesta, de hecho, Luna no sabía cómo interpretar esa expresión.

La única reacción de Ámbar fue la de tomar las manos de Luna en un agarre algo flojo y acercarlas a su rostro, tal vez para que se apurará y dejará de hacer malas bromas.

—Otro día ya tendremos tiempo para jugar con muñecas. Será mejor que te apresures, si no las dos vamos a llegar tarde a nuestros entrenamientos.—Sugirió al momento que su sonrisa desaparecía, para hacerle las cosas más fáciles a Luna.

Ésta última, relativamente más tranquila -porque Ámbar aun la sujetaba de una mano.-, se inclinó de nuevo.

Tal y como Ámbar lo había hecho con ella anteriormente, Luna la sujetó suavemente de la barbilla para tener más estabilidad. Casi inmediatamente sintió como los fríos dedos de Ámbar se cerraban sobre su muñeca, en la misma mano con la que agarraba su mentón.

Luna la miró con curiosidad por un segundo.

Tal parecía que Ámbar, con esa acción, se aseguraba de que la menor no iba a salir corriendo y al mismo tiempo se aseguraba de tenerla lo más cerca de ella.

Al final, era Ámbar Smith estableciendo su control sobre Luna Valente.

"Ella y su obsesión por querer controlar todo lo que toca".

Luna le restó importancia y sin más, comenzó a ponerle el labial.

Cuidadosamente pasó la punta del lápiz sobre el labio inferior de Ámbar. Fue en ese instante, cuando recorría los labios -naturalmente rosados- de la joven con el labial y con sus ojos, que Luna sintió sus manos temblar.

No solo eso, también parpadeo rápidamente un par de veces, como si de repente estuviera confundida. Apretó sus fuertemente sus labios mientras sentía como el calor se concentraba en su cara. Su mano se quedó completamente quieta, con el labial presionando el labio de Ámbar.

Estaba inmóvil, observando estúpidamente la boca de la rubia. Y no podía ni quería desviar su mirada, principalmente porque en ese mismo instante estaba muriéndose de la vergüenza. No podía mirar a Ámbar a los ojos. No podía enfrentar aquellos ojos que habían presenciado, con lujo de detalle, su deplorable actuación.

Ámbar, por su parte, tuvo que morderse la lengua fuertemente para no decir algo indebido ante la reacción de Luna. Oh, aunque tenía muchas ganas de hacerlo. En su lugar, se limitó a levantar su otra mano y a ponerla sobre el antebrazo de Luna, incitándola a continuar.

Luna agradeció de todo corazón que Ámbar no se hubiera burlado y, juntando todo el valor que le quedaba y concentrándose al máximo para no ser distraída por los encantos de la señorita Smith, siguió con su tarea.

Transcurrió un minuto y Luna podía jurar ante cualquier autoridad divina, que nunca se había tan tensa en su vida como en esos momentos. Nunca una situación la había hecho sentir tan ardiente y dolorosa tensión como la que estaba viviendo con Ámbar.

La razón de aquella nefasta inquietud en su cuerpo no se debía al hecho de que Ámbar la estuviera agarrando con firmeza de ambos brazos, tampoco se debía a que Luna no dejaba de morderse sus labios disimuladamente sin que ella misma lo notara, o al hecho de que Luna, sin querer, se había acercado tanto hacía la rubia que incluso podía oler a la perfección el aroma de vainilla que desprendía el labial que le estaba aplicando.

La razón del aquel sentimiento de intranquilidad en ambas jóvenes se debía, principalmente, a la forma en la que Ámbar la estaba mirando.

A la forma en la que Luna le lanzaba tímidas miradas de vez en cuando, topándose con esos ojos que estaban llenos de un curioso sentimiento que nunca había visto en Ámbar.

O tal vez la tensión entre las dos se debía al prominente olor a vainilla que parecía llenar sus sentidos y entorpecerlos.

—Listo...—Anunció Luna con una sofocada voz al terminar.

Aunque ya había terminado, pasaron un par de segundos más para que las dos chicas se separaran la una de la otra.

Luna, como pudo, se aclaró la garganta. Ahora debía marcharse rápidamente de aquel lugar, se sentía bastante abochornada, necesitaba desesperadamente de aire fresco y de un vaso de agua para calmar su repentina sed.

—Te dejaré el bálsamo y el labial, por si los necesitas.—Pronuncio Luna rápidamente mientras colocaba ambas cosas en las manos de la rubia.

Sin siquiera dirigirle una mirada y sin esperar respuesta, salió corriendo nuevamente de la habitación.









[...]









La joven argentina azotó su almohada fuertemente contra el ventanal de su habitación en un arrebato de frustración.

Una suerte que Luna hubiera huido lo más rápido posible antes de presenciar el poco autocontrol que Ámbar estaba demostrando.

Bueno, siendo optimistas, al menos no había destruido su habitación.

Aunque después de la escenita que había protagonizado con la jovencita Luna, hace unos momentos, sentía que estaba más que justificada su frustración.

Era un poco injusto lo que había hecho con Luna, ella misma lo admitía.

Emilia la había hecho enojar, Ámbar estaba enojada con Emilia, así que técnicamente debía haberse desquitado con ella, pero algo hizo "click" en su cerebro cuando Luna entró en su habitación preocupada por el bienestar de las chicas.

Fue fácil atormentar a Luna con la petición del labial, además de que era una pequeña venganza por lo fastidiosa que había sido la menor al insistir tanto por su amistad.

Pero entonces a Luna se le ocurrió, se atrevió a hacerle frente a las pequeñas burlas que la rubia le había estado lanzando. Para Ámbar aquella atrevida propuesta acerca de "la muñequita de porcelana" era un reto y una burla, y aunque no quería quedarse atrás, tampoco supo que responder.

Al final Ámbar decidió dejar pasar por alto el comentario porque, por primera vez, no tenía la más mínima idea de a donde llegarían con aquel "desafío".

Y luego...algo cambió.

¿Había sido incomodo?

Por supuesto

¿Desagradable?

Ámbar tenía clara la respuesta, aunque ella misma temía decirla o "pensarla" en voz alta.

Ahí estaba la contradicción y el origen de su confusión.

¿De qué se había tratado todo? ¿Qué estaba pensando al actuar de esa forma? Ahora Luna estaba asustada de ella.

Buena forma de comenzar las cosas.

Fue una mala idea ser tan impulsiva. Ámbar claramente había visto cuan afectada estaba Luna ante su impulsividad. La mexicana estaba, ligeramente, temblando frente a ella con esa indefensa expresión en la cara. Una expresión que la había hecho actuar de forma tan irracional.

Pero ella lo sabía muy bien. Sabía muy bien que, si no quería arruinar las cosas, necesitaba controlarse.

Luna, desde hace dos meses, había dejado de parecerle una amenaza. No podía seguir intimidándola de esa forma, incluso si esa no era su intención. Estaba mal y debía controlar aquellos impropios comportamientos.

Después de todo, no quería asustarla tan rápido cuando apenas habían comenzado a ser amiguitas.










[...]









Ese mismo día, como a las 6 de la tarde, Luna estaba en la sala, esperando a sus amigos para su reunión de amigos.

Aun cuando el equipo del roller perdió la competencia contra los RedSharks, no perdió el apoyo de sus fans. Incluso se podría decir que ganaron más seguidores.

Lo cual significaba que la batalla no estaba perdida. Significaba que al menos no habían mordido el polvo de forma vergonzosa.

¡Significaba que podían recuperarse! ¡El Jam&Roller no estaba muerto!

...Aun.

Y todos estaban tan eufóricos. Estaban llenos de emoción.

Querían celebrar ese pequeño pero significativo triunfo.

Eran jóvenes alocados, descontrolados, desordenados y estaban llenos de energía. Así que lo primero que se les ocurrió fue hacer una gran fiesta en la mansión de su querida amiga Luna.

Pero Luna se negó rotundamente echando abajo todo el buen ánimo.

Sí, Luna también tenía un mal rato tratando de controlar sus impulsos hiperactivos, también quería celebrar, pero no por eso tenía que echar la casa por la ventana en una fiesta para complacer a sus amigos.

Ya, como última esperanza, los chicos insistieron en una pijamada. En realidad, le aseguraron que solo sería una reunión de amigos. Habría galletitas, jugo de manzana y demás refrigerios.

Fueron Matteo y Simón los encargados de convencer a la heredera.

Y la convencieron cuando dijeron que harían pastelillos de chocolate.

Después ella se encargó de convencer a sus padres.

A las cinco de la tarde, antes de que llegaran los invitados, sus padres, junto con Alfredo, tenían reglas para que todo estuviera controlado:

Aunque era viernes, una semana después del Open, no tenían permitido dormirse tarde. Justo cuando el reloj marcara la media noche, todos debían estar en sus respectivas camas.

Las chicas se quedarían a dormir en la sala, mientras que los chicos dormirían en el depósito, el cual se había mandado a arreglar y a escombrar...decentemente...para que los jóvenes no se toparan con algún insecto o animalejo raro.

Había más advertencias que por el momento Luna no recordaba, pero sí recordaba que sus padres habían dejado exageradamente en claro que, si ella o alguien más quebrantaba alguna de sus reglas, o si algo se salía de control, Luna nunca volvería a tener una de esas pijamadas y nunca se volvería a montar en unos patines.

Claro que eso último fue una vil mentira por parte de Mónica y Miguel, pero Luna se lo creyó y la pobrecita había quedado más pálida que la misma Ámbar.

Sus padres se sintieron un poco culpables al ver a su hija murmurando nerviosamente planes incompletos con la finalidad/el objetivo de que ni Matteo ni Ramiro hicieran alguna estupidez que comprometiera su integridad física. La suya y la de todos.

No era la mejor forma de controlar a su hija, pero después de lo que la chiquilla hizo en Cancún, era un mal absolutamente necesario.

Simón y Nina llegaron primero, a las seis de la tarde, una hora y media antes de la hora acordada.

Pedro, Nico y Gastón llegaron a las siete con palomitas de maíz y botellas de refresco.

20 minutos después llegaron Delfina, Jim y Yam con grandes bolsas de totopos y queso para nachos.

Al final llegaron Matteo, Ramiro y Jazmín con otras bolsas más.

Luna sintió un extraño escalofrió al ver al italiano, al chileno y a la argentina juntos.

No era una buena señal que esos tres estuvieran juntos.

Y aquel mal presentimiento se hizo aún más grande al ver la mirada cómplice que compartían los tres.

—¡C-Chicos!—Los llamo la anfitriona mientras recordaba las advertencias de sus padres.—¡Vengan aquí para que pueda decirles las reglas de esta noche!—

—Buuu, ¿Reglas? ¡Las reglas se hicieron para romperse!—Grito Ramiro pasando ambos brazos sobre los hombros de Matteo y Jazmín.

—Las reglas no serán lo único que se rompan si no obedeces, Ramiro.—Luna trato de sonar intimidante, pero era algo que aún no le salía del todo bien. El chileno solo se burló de su intento.

"Ámbar probablemente lo habría dejado en su lugar." Pensó, molesta con el chico.

Después de explicarles brevemente lo que sus padres le habían dicho, la pequeña "reunión" comenzó.










[...]











Luna puso sus manos en su cintura y sonrió complacida mientras observaba la sala.

Estaba orgullosa. Los chicos de verdad se estaban comportando de maravilla. Todo había transcurrido de forma normal, bastante bien pese al mal presentimiento inicial que tuvo.

Sus padres y su abuelo, después de pasar un rato ameno junto a los chicos, se habían subido a sus habitaciones, confiando plenamente en que Luna se haría cargo de la situación de forma responsable.

Habían pasado tres horas y media de sano entretenimiento.

Hasta que se dio cuenta de que Matteo y Simón se habían desaparecido desde hace veinte minutos...

Todo estaba bien.

El italiano y su mejor amigo se la habían pasado juntos estas últimas semanas, seguramente estaban haciendo alguna tontería de la cual Simón luego le contaría...

Eso pensó, hasta que vio como Jazmín y Ramiro sonreían de una forma tan sospechosa...

Recordó inmediatamente la pequeña advertencia que Ámbar le había dado acerca de Matteo y Ramiro.

Se puso muy nerviosa de repente.

De forma disimulada se alejó del grupo de amigos, quienes ahora estaban en una partida muy acalorada de "uno", y caminó hacia la cocina, en donde presentía que se encontraban los "inseparables" amigos.

Se encontró con un muy nervioso Simón jugando con su teléfono celular mientras Matteo terminaba de servir lo que parecía ser zumo de manzana en un vaso de vidrio.

En la mesa, junto a un par de botellas de jugo de manzana, había más vasos con el mismo contenido, uno para cada invitado en la fiesta.

Matteo le sonrió ampliamente cuando notó su presencia.

—Ah, Luna, llegas en un muy buen momento.—Le dijo mientras terminaba de llenar el ultimo vaso.—Álvarez y yo necesitamos una mano extra para repartir estas bebidas a los chicos.—

Matteo ya estaba colocando los vasos en una pequeña bandeja que había encontrado en la cocina, mientras tanto Simón no se veía muy entusiasmado con la idea de ayudar al joven. Ni siquiera había levantado la vista de su celular.

Los ojos de Luna fueron a parar a una botella que resaltaba por su falta de color al fondo de la habitación, justo en el suelo y al lado de la mochila de Matteo.

—¿Qué traes en la botella, Matteo?—Le preguntó, impulsada por su curiosidad y por un ligero sentimiento de sospecha.

Simón apartó la mirada de su celular y miró enojado al italiano, esperando la respuesta que le daría a Luna.

Matteo se puso un poco nervioso. Cualquiera que conociera al italiano refutaría aquello diciendo que "Matteo Balsano no sabe lo que es el nerviosismo", pero Luna lo conocía tan bien que con una sola mirada podía saber que el joven castaño no se encontraba del todo tranquilo.

—Mi medicina.—Respondió Matteo, empeñado en mantener su fachada de chico cool y tranquilo.

Simón inmediatamente se golpeó la frente. Al menos pudo haber dado una mejor excusa...

—No sabía que había botellas tan grandes de medicina.—Le dijo Luna con una pizca de inocencia, aunque dentro de ella sabía que Matteo mentía.

El mexicano solo lo miraba con desaprobación.

—¿Y esto?—Volvió a preguntar Luna alcanzando un vaso que contenía un líquido color dorado.—¿Es jugo de manzana?—

Simón enseguida corrió hacia ella, le quito el vaso hábilmente y lo puso fuera de su alcance.

—Ah, no, compadre—Simón se volteo a ver al otro chico.—Puedes arrastrarme a mí a tu bajo mundo junto a todos los demás, pero si crees que te dejare tomar a Luna estás muy equivocado.—

—¿Qué? Simón, ¿De qué bajo mundo hablas?—

Tanto Simón como Matteo se quedaron callados. El castaño reprochaba a Simón con la mirada mientras éste, indiferente, se cruzaba de brazos y soportaba aquel gesto.

Luna, a pasos lentos, camino hacia donde estaba la botella con la "medicina" de Matteo. Le quito la tapa y acerco su nariz al contenido.

Luna tuvo que cerrar los ojos y apretar fuertemente la mandíbula ante el olor que desprendía aquel líquido. No era nauseabundo, pero era desagradable. Frunció el ceño mientras alejaba rápidamente la botella de ella.

—Matteo...—Comenzó Luna, volviendo a cerrar la botella.—...¿por qué demonios trajiste una botella de vodka a mi casa?—Preguntó con la poca paciencia y tranquilidad que le quedaba.

—...¿Y cómo sabes que es vodka?—Matteo intento zafarse de la situación con otra pregunta.

—No soy idiota, Matteo.—Luna inmediatamente agarro uno de los vasos que el italiano había servido con anterioridad. Miro el vaso por unos segundos, hasta que nuevamente volteo a ver a su ex-novio.—¡¿Estás loco, Matteo?! ¡Mis papás me van a matar si se enteran!—

—Ah, vamos, teníamos que celebrar, además, no es como si fuéramos a beber hasta desfallecer.—Le paso una mano por los hombros. Luna lo veía sonreír con dificultad.

El chico estaba nervioso y comenzaba a notársele en la forma de hablar, ¿cuantas veces había hecho eso? No debían ser muchas, parecía un poco...inexperto.

—Soy una menor de edad, no puedo beber. ¿Cómo se te ocurre?—

—No te iba a dar nada...pero...¡Vamos, Luna! No me digas que no has pensado en tomar un poco del alcohol de la mansión.—A este punto, la voz de Matteo ya comenzaba a sonar un poco temblorosa. Tal vez esta no había sido una buena idea después de todo.

Simón, a un lado de ellos, parecía disfrutar de lo mal que lo estaba pasando su amigo. Se lo merecía por dejarse convencer por Ramiro.

—Claro que no.—Le respondió Luna al chico con obviedad.—En primera, no quiero beber. En segunda, el alcohol ni siquiera es mío así que no tengo porque agarrarlo. En tercera: Mis padres me matarían de la misma forma que te matarán a ti si se enteran que metiste alcohol a la mansión.—

—¡Fue idea de Ramiro! ¡Él lo sugirió primero!—Grito el italiano. Al diablo la imagen cool, no quería morir siendo tan joven.

—Y tú muy obediente.—Se burló Luna.

—Todos estuvieron de acuerdo.—

—¡Eso no!—Se metió Simón en medio de los dos.—¡Ni yo, ni Gastón ni Nina estuvimos de acuerdo!—

—Bueno, eso es porque tú y Gastón son unos aguafiestas y Nina también es menor de edad.—Le respondió Matteo atropelladamente.

Luna comenzó a dar un par de vueltas por la habitación mientras contenía las ganas de gritar y estrangular al italiano.

—No puedo creerlo...¡En mi propia casa y en frente de mis narices! ¿Cómo es qué puedes ser tan descarado? ¿Qué pasa si mis papás se enteran?—

—¿Si se enteran de qué? Solo tenemos que deshacernos de la evidencia...Nadie tiene por qué enterarse si nadie hace un escándalo.—Respondió Matteo, verdaderamente preocupado.

—¿Enterarse de qué, Matteito?—Luna sintió su mundo caerse a sus pies cuando escuchó la voz de Ámbar detrás de ella.

Los tres saltaron del susto mientras observaban como Ámbar caminaba hacia ellos. La rubia tenía un brillo casi malicioso en sus ojos y parecía que estaba a punto de echarse a reír en cualquier momento.

—Estaban siendo demasiado ruidosos cuando llegue, ¿ni siquiera puedo estar tranquila en la cocina?—Se quejó mientras abría el refrigerador y se ponía a buscar algo. Cerró la puerta con una mano mientras con la otra sostenía dos manzanas. La joven estaba a punto de dirigirse a la salida por donde entran -y salen- los empleados, pero se detuvo y volteo a ver a los tres chicos que habían permanecido petrificados todo el tiempo.—¿Eso es zumo de manzana?—Preguntó agarrando uno de los vasos que Matteo había servido.

Éste asintió torpemente mientras dudaba en si acercarse a ella o no.

—U-ummm, no te recomendaría que- —Ámbar miro a Matteo fijamente. El italiano se acobardó en el último segundo.—N-no...nada...—

La rubia dejo de mirar al chico como si quisiera matarlo y salió por la puerta de los empleados.

—Estamos fritos.—Se lamentó Simón una vez la puerta se había cerrado nuevamente.—Lo beberá, se dará cuenta y nos echará de cabeza.—Decía jalándose levemente sus negros cabellos.

—Tranquilo, amigo, si tenemos suerte sentirá más el sabor de la manzana que del vodka.—Matteo intentó tranquilizarlo.—Mi papá me enseñó a prepararlos así...—

—Se llevó el vaso más lleno, obvio que se va a dar cuenta.—Se lamentó el mexicano nuevamente.

—¿Y qué esperaban? A ella le gustan las manzanas, me sorprende que no se haya llevado la botella de jugo completa...—Luna miro al lugar por donde había desaparecido la chica.

—Eso hubiera sido mejor.—Opinó Matteo yendo con Simón. Éste dejo de lamentarse para mirar al castaño con desconfianza.

—A ver, Matteo, tú, italiano depravado, ¿por qué demonios sabes hacer bebidas a las que no se les siente el alcohol?—Simón lo miró con una mezcla entre decepción y enojo.—¿Acaso tengo que enseñarte a ser un ciudadano decente?—

Luna ya no se quedó para observar a Simón golpeando a Matteo en la cabeza, salió corriendo rápidamente por donde se había ido la rubia. La alcanzó de inmediato pues Ámbar no se molestaba en caminar rápido.

Llegó a su lado y comenzó a maquinar un plan en su cabeza para que la joven no se tragará el brebaje que había preparado Matteo.

—Espérate, Ámbar, tienes que devolver esa bebida porque es zumo mezclado con la medicina de Matt- ¡¿Te lo tomaste todo?!—Exclamó cuando la rubia se volteo y Luna vio el vaso vacío.

—Sí, bastante delicioso y ardiente para ser medicina, por cierto.—Le sonrió con burla.

Luna suspiró, Ámbar lo sabía. Por supuesto que se daría cuenta.

—Por favor, no le digas a mis papás. Si les dices jamás me van a dejar hacer otra pijamada.—

—Mmmh, no lo iba a hacer de todas formas...pero si los descubren me haré la desentendida y fingiré indignación.—Ámbar le dio el vaso y sonrió.—¿Puedes devolverlo por mí?—

—Claro...oye...¿a dónde vas?—Le preguntó la castaña dándose cuenta de que la rubia tenía intenciones de adentrarse al patio.—Estás no son horas para que una señorita como usted ande rondando por los jardines.—

Luna comenzó a caminar a la par con Ámbar, caminaban con rumbo a la puerta principal. Estaban rodeando la mansión.

Ámbar medio sonrió.—Solo iré a columpiarme un rato, Luna.—

—¡¿Qu-?! ¡¿Tenemos un columpio?!—Exclamó la menor con ojos bien abiertos, pero luego sacudió su cabeza, como si así se concentrará en sus pensamientos.—De todas formas, no creo que sea buena idea andar por el patio a altas horas de la noche con un camisón blanco...¿qué tal si asustas a alguien?—

—Ugh, Luna, lo he hecho varias veces, ¿sí? Los encargados de seguridad ya están acostumbrados a verme por las noches.

—...Mmmh.—Así que por eso desde hace un tiempo los jardines estaban más iluminados de lo usual...—¿No te quedaba más cerca salir por la puerta principal? Digo, estamos dando toda la vuelta...—

Ámbar asintió.—Sí, pero ahí estaban los chicos y yo no quería ver a Jazmín de nuevo, seguramente terminaría matándola por el video que subió a su blog...—

...

"Oh, el video..."

Luna bajo la mirada avergonzada.

—......Perdón, no me di cuenta cuando ella salió y tampoco me di cuenta que nos grabó cuando nos abrazábamos.—Dijo la menor con la cara roja al recordar el video.

Esa noche, al finalizar el Open Music, todo iba de maravilla: Ámbar había aceptado ser más que la piedra en su zapato; Luna al fin había cumplido su pequeño capricho de abrazarla sin que la rubia intentara ahorcarla. Sí, el abrazo fue lo mejor, pero no se dio cuenta cuando Jazmín había salido del lugar tan sigilosa como un ratoncito, y claro, al toparse con tan bonita y extraña escena, la pelirroja no pudo evitar grabar el momento para la posteridad.

—No es tu culpa.—Le murmuro Ámbar cuando llegaron a la entrada principal. Desde ahí afuera se escuchaban las carcajadas de los chicos.—Solo dile que tiene sus días contados.—Dijo antes de seguir su camino hasta donde se encontraba el supuesto columpio.

Luna se quedó viéndola irse hasta que desapareció de su campo de visión, volteo levemente el rostro hacia la puerta de la mansión. Desde afuera se veían las luces de la televisión parpadeando -como si los chicos estuvieran viendo alguna película de acción- y escuchaba sus gritos y sus risas.

Abrió la puerta sin importarle si hacia ruido o no, tenía la confianza de que, con todo el escándalo que estaban armando sus amigos, lo último que escucharían seria el sonido de la puerta rechinando.

Sentía un poco de pena por sus padres y por su abuelo, seguramente el sonido de las ruidosas risas de los chicos llegaría incluso hasta sus habitaciones.

Ahora entendía porque Ámbar había decidido que era mejor perderse entre los jardines a altas horas de la noche que permanecer en el mismo lugar donde estaban los chicos del roller.

La -casi- dueña de la mansión camino hacia donde se encontraban sus invitados, tenía que supervisar que no estuvieran haciendo alguna barbaridad, como asustar a Nina o ver porno en la televisión.

Afortunadamente, ninguna de las dos cosas estaba ocurriendo. Como imagino en un principio, solo estaban viendo y disfrutando de un filme de acción que se había estrenado recientemente.

—¿Quién les dio permiso de usar mi cuenta de netflix?—Les pregunto con diversión en la voz.

Ramiro bajo el volumen de la película cuando Luna les hizo la pregunta.

—Fue Simón, dijo que era para "deshacerse de la evidencia" o algo así.—Respondió el chileno sin darle mucha importancia a lo dicho por el otro chico.

—¡Ah, Jazmín!—Recordó lo que la joven Smith le había dicho antes de separarse de ella.—Ámbar te manda un recado...—Menciono distraídamente mientras se sentaba en el reposabrazos de uno de los sillones.

Jazmín la miro con sorpresa, con los ojos bien abiertos.

Sus grandes ojos brillaban con cierto toque de esperanza mientras anticipaba las palabras de Luna. A la heredera le pareció muy tierno que Jazmín estuviera tan emocionada por un mensaje de Ámbar, y casi tuvo de ganas de cambiar su plan y en cambio decir una pequeña mentira para no romper las ilusiones de la peli naranja...casi, pero el video que Jazmín subió a su blog le hizo pasar unos momentos vergonzosos con sus padres y con algunos fans que se acercaban a ella para preguntarle acerca de su "relación" con Ámbar.

—Dice que tienes tus días contados...ya sabes, por lo del video.—Luna le sonrió falsamente. Se le estaban pegando algunas malas costumbres de Ámbar.—Yo que tú dormiría con los dos ojos abiertos esta noche.—También estaba adoptando la mala costumbre de fastidiar y jugar con los demás, tal y como lo hacía la rubia en muchas ocasiones.

La ilusión de Jazmín se rompió en pedazos. La chica entró en pánico.

—¡Es que se veían tan lindas, chicas!—Intento excusarse mientras buscaba protección en los brazos de Delfina.—Además, ¡Necesitaba pruebas! Nadie nunca me iba a creer si yo decía que Ámbar Smith y Luna Valente estaban bien abrazaditas en medio de la noche y bajo un manto de hermosas estrellas.—

El silencio cayó en la habitación, solo se escuchaban los murmullos y ocasionales regaños que Simón le hacía a Matteo desde la cocina. Todos los presentes miraban a Luna como si la estuvieran acusando de algo, como si estuvieran esperando a que confesara su crimen.

—...¿Y de verdad era necesario que lo subieras a tu blog?—Preguntó la castaña con la cara roja.

—Eso era una estrategia para ganar publicidad, Luna.—Le dijo, con mucho orgullo.—¡No te imaginas cuantas personas están hablando de nosotros!...bueno, de ustedes...—Jazmín sonrió y a Luna le pareció que esa era una sonrisa pícara.—

—"Las estrellas de dos equipos rivales", "Prohibido", "Como agua y aceite", "Ámbar Smith y Luna Valente".—Nico repitió algunos comentarios del video con el mismo tono de diversión que utilizo Jazmín.—Admite que fue una buena jugada para llamar la atención.—

—Eso no hubiera pasado si Jazmín no hubiera puesto los hashtags que puso.—Le reprimió sin perder el rojo en su rostro.

—¿Qué? Yo solo decía la verdad a través de mis hashtags: Una nueva amistad...o pareja, ha nacido. ¡Y pertenecen a bandos contrarios! ¡Tan trágico y prohibido!—Jazmín se cubrió la frente con su mano, naturalmente, agregando dramatismo a sus palabras.—A la gente le gusta lo trágico y lo prohibido.—Susurró como si aquello fuera un gran secreto.

—¡Oh, tan trágico y prohibido! ¡Tan poético!—Agrego Ramiro uniéndose a Jazmín y Nico.

—¡Como Romeo y Julieta!—Grito Matteo desde la cocina.

—¡MATTEO!—Luna, presa de la vergüenza, corrió hacia donde estaba el italiano mientras los chicos se reían sin pudor de la pequeña desgracia de su amiga.

Balsano la recibió con una gran sonrisa cuando entró en la cocina. No había rastro del tembloroso chico que temía por su vida no hace más de 15 minutos.

—Te voy a matar, Matteo.—

—Oh, no, esta noche no.—Le respondió él con una sonrisa arrogante.—Logramos deshacernos de todas las bebidas, las tiramos por el fregadero, así que ya no tienes ninguna excusa para matarme.—

—¿Te has deshecho de todas las pruebas?—

—Sip.—

—¿La botella que trajiste?—

—Nadie sabrá qué fue de esa botella, a excepción de Simón y yo.—

—¿Y Ámbar?—

—......¿Ámbar?—Matteo inmediatamente se puso nervioso ante la mención de la chica.—¿Crees que ella diga algo?

—No, ella no...pero, ¿qué pasaría si mis papás la ven? Pero, ¿y si la ve mi abuelo?—

—Solo se tomó un vaso...nadie puede emborracharse con un solo vaso...¿verdad?—Preguntó Simón inquieto.

Después los tres se quedaron callados, todos en su mundo. Hasta que, pasados unos segundos, Matteo volteo a ver a Luna.

—Este...¿Luna?—Menciono con pesar.—En serio, me apena pedirte esto, pero...¿podrías ir a verla?—Le pidió rascándose la nuca. Luna no dijo nada ni se opuso, ella sabía porque Matteo le había pedido eso a ella.—De verdad, no creo que sea conveniente que vayamos Simón o yo, o alguno de los chicos...Si vas tú, así nos aseguramos que no haga nada raro...—

Luna dudo por unos instantes. Ella sabía que Ámbar estaba bien. Lo sabía, pero tenía unas inmensas ganas de verla y de comprobarlo ella misma. Era un pequeño sentimiento de duda que no desaparecería hasta ver la cara de la rubia.

La castaña vio la hora en su celular. Solo faltaba media hora para media noche. No estaba segura, pero tal vez las reglas que le habían puesto sus padres también aplicaban para Ámbar.

—Simón, ve por los chicos. Ya casi es hora de irnos a dormir.—Le dijo a su mejor amigo, sabiendo que él se encargaría de controlar a los demás mientras ella se encargaba de las chicas.

—Claro, Luna. Déjamelos a mí. —Dijo Álvarez sin titubear. Luna sonrió, sabiendo que podía confiar ciegamente en él. Después miro a Matteo.

—Tú vas a escuchar a Simón y a hacer caso de lo que él diga.—Le ordeno.

—¡Sí, señora!—Afirmo el italiano con un saludo de soldado.

Ella los dejó solos y volvió por la sala, cruzo la estancia y salió por la salida principal.

Ahora, ¿por dónde se había ido la mayor?

Luna caminó por donde Ámbar se había ido.

Debía encontrarla lo más rápido posible porque, aunque el patio estaba muy bien iluminado -y aunque sabía que nada le ocurriría puesto que la mansión estaba bien resguardada-, no podía evitar sentirse intimidada.

Estaba prácticamente sola en medio del inmenso jardín de la mansión.

Tras un par de minutos caminando vio a la chica rubia a lo lejos, sentada en el columpio que estaba colgando de las ramas del árbol más grande de la mansión, aquel que Luna había visto tantas veces en sueños.

En medio de la noche, aquel escenario bastaría para darle un fuerte susto a cualquier incauto que pasara por esos rumbos a esas horas. No era para menos porque, aunque hermosa, su imagen también podía llegar a ser bastante aterradora.

Sin embargo, Luna, al verla, sintió todo lo contrario y tal vez algo más.

A medida que se acercaba a Ámbar, Luna no podía evitar ser cautivada por aquella imagen de ensueño. Con su camisón blanco, su piel pálida, sus cabellos rubios siendo ligeramente alborotados por la fría brisa. Se veía tan tranquila, con la punta de sus pies acariciando el verde césped bajo su cuerpo.

Parecía una hermosa hada sacada directamente de una historia de fantasía.

—Hey...—La saludo la rubia con una pequeña sonrisa en cuanto la vio. Luna no dudo en sonreírle de vuelta.

—¿Cómo va tu paseo nocturno?—Le pregunto la chiquilla caminando hacia ella.

—Un poquito aburrido...Aunque es agradable pasar tiempo conmigo misma...en fin, ¿cómo están las cosas de tu lado?—Pregunto Ámbar mientras movía sus pies hacia atrás y hacia adelante. Un gesto completamente curioso y, sobre todo, infantil, proviniendo de Ámbar.

—Ah, ni me lo recuerdes, Matteo pensó que era una gran idea colar un poco de alcohol en la mansión, por suerte él logro deshacerse del alcohol antes de que mis padres o mi abuelo se dieran cuenta...—

—Mmmh, te dije que Ramiro y Matteito eran unas malas influencias...así que al final si te dejaste pervertir, ¿eh?—Le dijo con una sonrisita.—¿Recuerdas lo que me dijiste esta mañana? ¿Qué te ibas a dejar de llamar "Valente" si algo malo ocurría?—

—...Sí...lo recuerdo.—

La sonrisa de Ámbar pareció agrandarse, no parecía que esa sonrisa tuviera fines maliciosos, de igual forma tampoco parecía ser del todo inocente.

—Pero, nadie salió lastimado, Simón y Matteo se encargaron...así que está bien, ¿no?—Decía la menor, intentando adelantarse a cualquier cosa que Ámbar estuviera planeando.

La rubia, por un momento, parecía decepcionada, la miro con una casi falta de expresión.

—Supongo que tienes razón, pero, aun así, con todo y eso, una persona llego a ser afectada gracias a los tratos de Matteo con el bajo mundo.—

—....¿Estás borracha?—Pregunto Luna en shock. Eso no podía ser, nadie podía emborracharse tan rápido con un shot de vodka. Eso era tan cliché y esto no era ninguna historia moderna escrita por algún estudiante universitario obsesionado con los clichés, esto era la vida real.

Ámbar se rio ligeramente.

—¿Tú crees que estoy borracha, Luna?—Le pregunto mirándola directamente a los ojos. La castaña pensaba que, efectivamente, la rubia no se encontraba en sus cinco sentidos, pero al menos no se había caído del columpio, así que decidió creerle.

—Parece que estás bien, lo cual es un gran alivio.—Después de eso, las invadió nuevamente el silencio, Ámbar seguía moviendo sus pies como una niña pequeña y Luna la observaba. Por un momento casi olvidaba que faltaban quince minutos para medianoche, serie mejor que ambas regresaran.—Umm...¿no quieres volver conmigo a la mansión? Se está haciendo un poco tarde...mis papás y nuestro abuelo nos mataran si nos encuentran en el jardín a estas horas...—

—Pero no estamos haciendo nada malo, ¿Por qué se molestarían? Además, ¿no eran ellos los que siempre decían que debíamos pasar más tiempo juntas? Ahora que se aguanten.—

Luna se rio por la actitud de la jovencita frente a ella—Tal vez nunca se les paso por la mente que terminaríamos a media noche en el jardín, completamente alejadas de la "civilización".

—Ya sabes...no puedo creer que de verdad este pasando el rato contigo...sin sentir deseos de poner mis manos en tu cuello y de-

—No sigas hablando.—Luna la interrumpió antes de que dijera algo que ella probablemente no quería escuchar.—Hoy no quiero tener pesadillas contigo en el rol principal.—

—...¿"Hoy"?—Los labios de la rubia se curvaron en una pequeña sonrisa burlona.—¿Sueñas mucho conmigo, Lunita?—

Luna se cruzó de brazos y bajo la mirada mientras apretaba sus labios. ¿Por qué se sentía tan avergonzada? Era obvio que Ámbar nunca le iba a poner fáciles las cosas.

—Fuiste tú la que lo dijo, no yo.—Continuaba la rubia.—Pero, de todas formas, no es como si fuera a hacerlo...no es como si quisiera matarte...más bien...si acaso...lastimarte...sí, tal vez.—Tarareaba mientras sonreía.

—Estás hablando demasiado hoy.—Notó Luna después de unos segundos, restándole importancia a lo anteriormente dicho por Ámbar, ya que seguramente era una de las tantas bromas que hacía para acorralarla.—Me pregunto si será por lo que te tomaste hace rato.

—Y tú has estado sonriendo mucho estos días...y me pregunto ¿por qué sonríes tanto?...—

—¿Cómo qué "por qué"?...¿Cómo no hacerlo? Si las cosas parecen ir tan bien no solo para mi.—

Ámbar borro su sonrisa de inmediato, una expresión de desconcierto reemplazo la anterior sonrisa.

—Nada ha cambiado. El roller team sigue detrás de los redsharks y el público habla más de nosotros que de ustedes...así que...¿por qué estás tan feliz?—Tal vez era solo Luna, pero parecía que Ámbar estaba hablando de forma más honesta, cruelmente honesta.

—...cierto, pero ya no siento ese ambiente hostil cada vez que entro al roller.—Luna sonrió y volteo a mirarla tímidamente.—...tal vez es porque tú has estado actuando de forma más amable...—

—...¿Yo? ¿Dices que es por mí que estás tan feliz?—Luna asintió. Ámbar se quedó pensativa durante unos segundos. Sus cejas estaban fruncidas, tratando, con dificultad, de buscar una respuesta lógica a lo dicho por Luna.—....yo realmente no he hecho absolutamente nada como para que tú sonrías de esa forma...¿Por qué estás tan feliz?—Pregunto de nuevo, esta vez más para sí misma y con un tono de frustración.—...No he hecho nada especial y aun así estás feliz...realmente eres una chica fácil de complacer...—

—¡¿Una chica fácil de-...?!...agh, como sea, tú estás tratando de iniciar una pelea y yo no voy a caer en tu truco.—Luna se quedó viendo como Ámbar se columpiaba vagamente, sin ningún esfuerzo.—Aun tenemos un poco de tiempo así que...¿Quieres que te empuje?—Se ofreció.

—¿Nnnh? No, no quiero.—

—¡Déjame empujarte!—Insistió con una sonrisa y acercándose a ella.

—Ni hablar, ni en sueños dejaré que me empujes.—Decía la rubia mientras comenzaba a balancearse con un poco más de fuerza. Ámbar observo de forma amenazante a la pequeña castaña que aun parecía querer acercarse.—Si das un solo paso más saltaré directo hacia ti y te lastimare lo suficiente como para que te arrepientas de haberte movido solo una pulgada.—

Luna, extrañamente, solo se rio de forma dulce antes sus palabras.

—Te conozco lo suficiente para saber que no harás ni la mitad de lo que dices.—Luna, sin importarle las amenazas, dio unos tres pasos hacia la rubia y se quedó esperándola con una sonrisa.—No te preocupes por lastimarme, Ámbar. Si llegas a saltar, ten por seguro que te atraparé justo a tiempo. Así que siéntete libre de lanzarte en cualquier momento.

La rubia, como bien había dicho Luna, no saltó. Solo siguió columpiándose ligeramente. La menor, mientras tanto, la miraba de vez en cuando. Su mirada alternaba entre el cielo, Ámbar, y el resto del jardín. Era una hermosa noche, en el cielo no había ninguna nube por lo que las estrellas podían ser observadas de forma perfecta.

Luna de pronto sintió algo pequeño y frio caer en su mejilla, después experimento la misma sensación, pero ahora cerca en su nariz. Luna volteo hacia el cielo en busca de nubes, pero dentro de ella sabía muy bien que esas no eran gotas de lluvia. Luna tenía el presentimiento de que aquellas dos pequeñas gotas eran saladas, casi como las lágrimas.

—Aunque he intentado molestarte, y aunque he amenazado con lastimarte...—Luna escucho el leve murmullo de Ámbar.—Tú, en cambio, vuelves a sonreírme...e incluso te ofreces a atraparme cuando yo caiga...—

La heredera no supo que responder, ¿debía responder algo? Aunque Luna estaba ahí, Ámbar parecía no hablarle directamente a ella. No con la intención de que Luna escuchara.

—...Ámbar...creo que...sería mejor si volvemos a la mansión, creo que va a comenzar a llover pronto...—

Poco a poco, la mayor comenzó a dejar de columpiarse. Ámbar no se levantó de su asiento, aun cuando el columpio ya estaba completamente quieto.

—...Ve tú primero.—Le pidió sin voltear a verla. Sus ojos estaban fijos en el suelo, pero no intentaba ocultarse de Luna.—Te alcanzaré antes de que te des cuenta.—

La joven Valente se quedó viéndola por unos largos segundos, dudando en si hacer caso a su petición, o ignorarla y esperar a que tuviera ánimos de levantarse.

Al final, se decidió en dejarla sola.

Aun así, mientras se alejaba, no pudo evitar voltear a verla con preocupación.

Ámbar, al asegurarse que estaba sola y de que Luna ya estaba lo suficientemente alejada, suspiró profundamente. Levanto la vista hacia el cielo y cerró los ojos fuertemente.

—...Qué chica tan horrible, egoísta y desagradable eres...—Le dijo a la única persona que permanecía en aquel lugar.


























A veces pongo tildes a lo pendejo :v perdón :c ya no lo volve'ré a hacer :'c

Como dije, volveré a leer el capítulo en busca de errores en cuanto vuelva a tranquilizarme y espero que sea pronto.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top