14.- Tan tú
La canción hace referencia al título (que está incompleto), "Esa es nuestra canción"...solo que aún no puedo poner "su" canción.
....Solo yo me entiendo.
Como se podrá suponer, la llegada a Argentina fue todo menos placentera...
Luna al principio se había comportado de forma maravillosa. No había molestado a Ámbar en todo el viaje, la había dejado leer su libro en relativa tranquilidad, pues cuando Luna cayo dormida se recargó completamente en la rubia.
Fue un verdadero milagro que ésta no le diera un codazo para que dejara de babear sobre ella. Aunque Luna estaba muy avergonzada cuando se despertó.
Ahora, cuando ya estaban en el taxi, con rumbo a su hogar, Luna se comportaba de forma totalmente diferente.
Parecía un perrito que no han sacado a pasear en mucho tiempo...pero en el mal sentido. Se asustaba por cualquier cosita, se acercaba demasiado a Ámbar buscando alguna clase de seguridad, y no dejaba de retorcerse en su asiento con nerviosismo.
De hecho, era un manojo de nervios cuando estaban frente a la mansión. Luna sentía la necesidad de correr lejos, de volver a Cancún.
La otra joven había sido bastante "amable" con ella en aquel momento, pues no se movió hasta que Luna no estuvo lista. Y así ambas entraron a la mansión.
A Luna casi le da un paro cardiaco cuando vio a su familia sentada en el sillón. Oh, y cuando las vieron...eso fue lo peor.
Hubo abrazos largos e incomodos, besos en las mejillas, el alivio se sentía en el aire. Luna se sentía totalmente incomoda, sofocada e intimidada, por reflejo agarro la mano de Ámbar y la apretó, como si así obtuviera seguridad.
El agarre de la rubia, por supuesto, era flojo y débil.
Después de los apapachos, vinieron los reproches y las preguntas. Fue ahí cuando sintió un ligero apretón en su mano e invadida por una extraña valentía, se defendió ante sus padres.
No les dijo ni porque se fue, evadió la pregunta. Aun no estaba lista. Les dijo lo de la carta y al parecer, ellos ya la habían encontrado la noche anterior. La carta había volado debajo de su cama con el aire que entro por la ventana abierta.
Sus padres y su abuelo quisieron hacerle más preguntas, pero Ámbar, quien había tenido que aguantarse el meloso encuentro, jaló a Luna hacia las escaleras con fastidio, alegando que las dos necesitaban descansar de tantas "fuertes" emociones.
Con su característica y reciente actitud grosera, los dejó mientras Luna la seguía muy obedientemente. Ambas se soltaron cuando llegaron a la habitación de la mayor. Ésta le dio una mirada cansada y se metió al cuarto sin siquiera despedirse.
Luna inmediatamente corrió al suyo y cerró la puerta rápidamente, temiendo que sus padres la siguieran para hartarla de preguntas.
[...]
Su castigo, como había sugerido Ámbar, fue una correa en su cuello. Bueno, no era literal, pero metafóricamente lo era: Sus padres la mantenían bajo "vigilancia" todo el tiempo y cada vez que salía al patio estaba obligada a reportarse a cada momento. También la hicieron realizar algunas labores domésticas. Todo esto durante un periodo de una semana. El enojo no les duró mucho, pues le permitieron volver al roller dos días después de su regreso, pero claro, tenía que reportarse.
Durante esa semana, a excepción de una ocasión, no se topó mucho con la rubia. Ésta, como antes del viaje, salía y venia cuando se le daba la gana.
Sus amigos recibieron a Luna con muchos abrazos y pequeños reproches. Simón había estado lagrimeando durante su encuentro.
El joven había estado muerto de la preocupación desde la llamada de Mónica. Al principio pensó, esperanzado, que la madre de su mejor amiga por fin le iba a cumplir su promesa de cocinarle su anhelada cochinita pibil, pero entonces la mujer le dio la terrible noticia.
El pobre Simón casi cae redondo al suelo de no ser por Pedro quien alcanzó a sostenerlo. Y al más puro estilo dramático, el guitarrista comenzó a soplarse a sí mismo con su mano, pidiendo con voz temblorosa un vaso con agua.
Fue él quien comunicó la noticia a los demás, desencadenando una preocupación grupal.
Matteo fue el primero en intentar comunicarse con su ex-novia, pero fue en vano. Y así uno a uno trataron de contactarla, y todos obtuvieron la misma respuesta, o bueno, obtuvieron una nula respuesta.
Todos en el roller permanecieron preocupados por la chiquilla. Durante un día completo no tuvieron ninguna buena noticia. Matteo casi quería arrancarse su amado cabello por la frustración.
Todo empeoró cuando Ámbar regreso de sus vacaciones. Dos días después de la desaparición de la heredera. Simón recuerda perfectamente ese momento.
Los chicos estaban reunidos en la cafetería, tratando de disipar la preocupación unos de otros, y entonces la puerta principal se abrió de par en par llamando la atención de todos.
Ámbar entró con paso firme, sin mirar a nadie, y con una actitud bastante prepotente.
Simón, Yam y Jim se le acercaron para preguntarle sobre Luna, tal vez ella sabía algo. Pero la ex-integrante solo paso de largo de ellos, como si no existieran.
Matteo entonces se le interpuso con brazos cruzados.
—¿No estas ni un poco preocupada por su bienestar?—Preguntó encarándola.
—¿Por qué debería? Ella se metió solita en ese aprieto y estoy segura de que ella solita sabrá arreglárselas.—Contesto enfadada.
—Entonces sí sabes de lo que estamos hablando.
—Por supuesto, ¿quién crees que soy?—Ámbar dio por finalizada su "conversación" y comenzó a caminar hacia donde estaba Emilia. Pero Matteo no quería dejarla ir, él tenía el presentimiento de que ella sabía algo que los demás no y, al echar un vistazo rápido a sus compañeros, supo que ellos tenían el mismo presentimiento que él.
—No, espera, tú y yo no hemos terminado de hablar—La sostuvo del antebrazo y le cortó el paso. Ámbar la parecer no estaba de humor, pues literalmente lo empujo lejos de ella con su hombro. Matteo quiso seguir tras ella, pero Simón lo detuvo.
—¿Qué te pasa?—Dijo el pelinegro entre dientes. El castaño se extrañó ante esa actitud.
—Ella oculta algo, y todos lo sabemos, ¿no quieres saber que paso con Luna? ¡Ella sabe algo!—
—¿Y qué? ¿Piensas obligarla a hablar?—Le dio un empujoncito en el pecho. Matteo, aunque se molestó por la acción, supo que Simón tenía razón.
Y nuevamente se quedaron como al inicio, sin nada que pudiera darles información sobre el paradero de Luna.
Durante esa mañana trataron de sacarle información a Ámbar, pero esta solo repetía las mismas palabras entre murmullos: "Luna está bien". Así, sin nada más. Y eso no los dejaba muy satisfechos.
Ya, por el medio día, se enteraron de toda la verdad. No se las dijo Ámbar directamente, fue Jazmín quien les dio los detalles.
Extrañamente, fue Jazmín quien le hizo soltar la sopa. ¿Como? ¿Quién sabe? Y fue ella quien les comunico el estado de la desaparecida.
Ese mismo día Luna volvió, aunque no se quedó por mucho tiempo, al igual que Ámbar, tuvo que regresar rápido a la mansión. Al parecer solo fue a reportar su estado.
De esa forma todo volvió a la normalidad.
Eran las cuatro de la tarde, el equipo del J&R había acordado ir al parque cercano para practicar. Ahora mismo Matteo estaba mirando a Simón con curiosidad desde el otro lado de la mesa mientras el mexicano contaba uno de sus malos chistes.
Jim y Yam estaban con ellos, él castaño las miro con incomodidad y ellas le devolvieron el gesto. Concordaron en algo: Simón realmente era malo contando chistes.
Pero al joven no le importaba. Terminó su chiste y comenzó a reír de su propia payasada.
Los tres restantes no sabían si reír con él por lastima.
Matteo negó con la cabeza, mientras sonreía levemente.
—Bueno, chicos, tengo que volver al trabajo.—Dijo Simón sin perder su alegre expresión y alejándose del trio.
—Nos vamos también, Matteo, tenemos un proyecto que terminar.—Yam se despidió de él con un beso en la mejilla.
—¿Vas a estar bien sin nosotras?—Le pregunto Jim sosteniendo su rostro, con fingida preocupación.
—Obvio, de hecho, me preocupa más que ustedes estén sin mi protección.—Le sonrió mientras tomaba sus manos. La pelirroja le dio una media sonrisa y después se alejó junto a su mejor amiga.
No pasaron ni cinco minutos cuando un ruido fuerte llamó su atención.
Era Simón, quien había chocado con Nico. Éste lo miro enojado, pues por culpa de su amigo casi le tiraba los jugos que llevaba a unas clientas.
Matteo se les quedo viendo mientras llevaba la pajilla de su batido de fresa a sus labios. Veía con ojos divertidos como Nico se lo llevaba arrastrando hasta la "cocina", y ahí comenzó a regañarlo entre susurros.
Nico hacia además exagerados con sus manos y el pobre Simón le seguía el juego, tratando de defenderse. Pedro estaba al lado de Nico, con brazos cruzados y con una mirada de desaprobación hacia el pelinegro. Era divertido, Nico y Pedro parecían unos padres decepcionados del comportamiento de su hijo.
Después lo corrieron.
Matteo alcanzó a escuchar un "regresa cuando no te parezcas a Luna" y él casi se atraganta con su bebida. Luna ya era sinónimo de desconcentración.
El italiano lo siguió con la mirada. Vio como caminaba lentamente, cabizbajo y arrastrando los pies.
Le dio penita y ternura, la verdad.
—¡Eh, guitarrista!—Lo llamó. El chico levantó la mirada y se dirigió a su mesa. Se sentó desganado, como si no le quedara de otra.—¿Por qué andas con esa cara larga?—
—Me despidieron.—
—No es cierto, mentiroso.—Le dijo Matteo antes de tomar de su batido. Simón se encogió de hombros y puso ambas manos en la mesa.—Te dieron el día libre, ¿no?—Preguntó mientras él mismo estiraba su mano derecha y, con el puño cerrado, golpeaba suavemente los nudillos de Simón. Éste no dijo nada ante la forma tan extraña de consuelo del italiano.
—No, no me dieron el día libre.—
—Sí.—Los interrumpió Juliana quien pasaba casualmente por ahí.—Tienes el día libre, Simón.—
—¿Qué? ¿Por qué? Tu nunca me das días libres—
—Prefiero eso a que te estés comportando como Luna.—
Simón suspiró. Incluso Juliana le decía distraído...o algo así, ya no sabía cuál era el segundo nombre de su mejor amiga: "Desconcentración" o "Distracción".
El chico miró hacia el frente, justo cuando Matteo estaba terminando su malteada. Ambos se quedaron viendo por un largo tiempo.
—¿Tienes algo que hacer?— Simón se atrevió a preguntarle. El otro joven negó con la cabeza, sin dejar de beber con la pajilla y viéndolo fijamente.—¿Quieres pasar tiempo conmigo?—
Matteo alzó las cejas, eso último lo había preguntado como un niño chiquito. Se encogió de hombros, restándole importancia y accediendo a su petición.
Los labios de Simón se curvaron en una hermosa sonrisa, de repente había vuelto a ser el brillante chico que Matteo conocía. Como si su pequeña desilusión de hace unos momentos jamás hubiera ocurrido.
El castaño se quedó viéndolo fijamente durante un largo tiempo. Bastante largo, tal vez. La sonrisa de Simón se desvaneció, pero sus ojos seguían alegres, casi divertidos...quizás se dio cuenta de la forma en la que lo estaba mirando.
Matteo se terminó su malteada y quitó la vista del chico. Después carraspeo un poco, bajando la mirada.
Ambos se levantaron y, como si lo hubieran acordado, caminaron hacia la salida del lugar.
—Y...¿A dónde vamos, señor Balsano?—Preguntó Simón inclinando su cabeza, como un cachorrito, notó Matteo.
Éste se obligó a salir de su extraña ensoñación.
—...no tengo idea...¿quieres...no sé...ir a molestar a Luna?—Preguntó el arrogante chico y Simón juraba que era timidez lo que veía en Matteo.
El pelinegro no se aguantó y se rio a carcajadas, pero no estuvo en contra de la idea.
[...]
—¿Seguro que fue una buena idea venir?—
—¡Fue tú idea! ¿Y ahora te me echas para atrás?—
—Pero...¿qué tal si está haciendo algo importante? ¿Qué tal si sus padres no permiten que la veamos?—
—Ellos no son así, los conozco, casi son mis padres también.—Rio Simón.—Y si no nos dejan verla...mmh...treparemos hasta su ventana.—
—No, Simón, aparte de ser una idea peligrosa es una idea estúpida ¿qué tal si nos caemos y terminamos en el piso como dos idiotas?
—Ahhh, pero yo no soy ningún idiota...y mucho menos tú, además, ¿qué es lo peor que puede pasar si nos caemos? ¿Golpearnos la cabeza y perder la memoria? ¡Pfff! Eso solo pasa en telenovelas, Matteo.—
—Ya, ya, sigue caminando mejor.—
Y así siguieron los dos jóvenes mientras cruzaban el patio hacia la puerta principal, por fortuna no tuvieron que recurrir a métodos tan drásticos como trepar paredes. Fueron recibidos con mucha cordialidad, los padres de Luna no se mostraron en contra de la idea de que los chicos visitaran a su hija.
—Iré a avisarle que están aquí, pasen a la sala, si quieren.—Decía Mónica con intenciones de ir al cuarto de su hija.
—Oh, no te molestes, Mónica.—La detuvo Simón.—Nosotros iremos por ella.—Dijo sonriendo maliciosamente.
La madre solo pudo sentir compasión por su hija, pues ya conocía las travesuras del chico. Ambos se alejaron y dejaron que Mónica y Miguel siguieran disfrutando aquel aperitivo.
Matteo y Simón salieron de la cocina y, apenas dieron un par de pasos cuando de pronto vieron la pequeña figura de Luna caminar apresuradamente hacia la sala.
Ambos muchachos se vieron entre sí, extrañados. Y caminaron silenciosamente hasta ella.
El aura que la rodeaba era...inusual. Parecía totalmente inmersa en su mundo. Simón pateo un sillón, con intenciones de que el fuerte ruido provocara un buen susto en su amiga. Pero ésta ni reaccionó.
Eso era extraño. Luna normalmente saltaba de miedo con el más mínimo e insignificante ruido.
Matteo se puso frente a ella, pero de igual forma, no le hizo caso. El joven ladeo la cabeza, como si de esa forma la observara mejor.
...Normal que no lo hubiera visto: tenía la mirada fija en el suelo, con un dejo de preocupación y lo que parecía ser confusión.
—¿Qué te pasa, eh, chica delivery? ¿Por qué no nos saludas?—Exclamó el chico con marcado acento italiano. Luna saltó por el no-esperado llamado.
Ahora que había levantado la cara, Matteo podía notar más cosas con claridad: Su rostro, que había estado ligeramente enrojecido, se tornó excepcionalmente pálido. Luna miró a ambos con ojos bien abiertos, completamente sorprendida de verlos ahí.
Intento formar palabras en vano, y fue ahí cuando Simón, desconcertado por el comportamiento de su amiga, se acercó.
—¿Qué te pasa, Luna? Parece que viste un fantasma.
La chiquilla abrió aún más los ojos y, de nuevo, su cara se puso roja. Cerraba y abría la boca tratando de decir algo coherente. Lo que logró articular, sin embargo, fue:
—Chicos...ustedes...no...que—Y después suspiró, calmándose poco a poco...o intentándolo. Ella los volvió a ver, con una sonrisa bastante nerviosa y forzada.—¿Qué hacen aquí?
—¿Qué? ¿No podemos venir a visitar a la señorita?
—No, no, Simón, es solo que...me sorprende, aún no es hora de irnos a las practicas.
—Pero si ya casi es hora. Simón y yo decidimos venir a darte una sorpresa.—Decía el castaño mientras miraba al nombrado, éste le sonrió ampliamente y Matteo tuvo que quitar rápidamente la mirada.
Luna lo miró con horror.—¡¿Ya casi es hora?!
—...Tan despistada como siempre, Luna.—Se rio el castaño.—Literalmente tienes un reloj en tu muñeca, ¿Qué tanto hacías que no te diste cuenta?
La joven no contesto, estaba muy apurada buscando sus patines en la sala. Matteo supo que lo estaba ignorando deliberadamente, pues había comenzado a hablar sin parar de temas sin sentido, tratando de evadir la respuesta. Pero claro, Matteo no le presto mucha atención.
—¿Quieres que nos vayamos juntos?—Le preguntó Simón a su mejor amiga. Ésta lo miro inmediatamente.
—No...adelántense...yo llegare un poco tarde.
Simón achico los ojos mientras la observaba, pero tampoco dijo nada.
—Bien, entonces...nos adelantamos.—Decía Simón mientras caminaba a la salida. Luna les sonrió a ambos y los despidió con un ademan de mano.
Los dos hombres se sumergieron en un inesperado silencio y caminaron así hasta que pusieron un pie en el parque citado. Fue ahí cuando Simón ya no se pudo contener y volteo a ver al más alto.
—¿No vas a decir nada?
Matteo frunció el ceño.
—¿De qué o qué?—Se detuvo y se sentó en una banca, desamarro sus patines de su mochila y comenzó a ponérselos.
—¿No viste a Luna un poquito rara?—Preguntó Simón imitando la acción de Matteo.
—umm...¿no? Ella siempre se comporta así, no me sorprendería que algún día pierda la cabeza.—
—Hay algo raro ¿no?—Simón se levantó y comenzó a patinar un poco.
—Te estas comiendo la cabeza por poca cosa. Seguramente no es nada por lo que debamos preocuparnos.—Al contrario que Simón, Matteo comenzó a patinar con tranquilidad y lentitud.
—Es que...Matteo, ella se desapareció dos días completos, y cuando por fin llega no nos da ninguna explicación. Y ahora comienza a comportarse así de raro...¿En serio no te parece extraño?—Preguntó patinando alrededor del castaño.
—Escucha, Simón...su comportamiento "raro" bien puede ser producto de todo lo que le ha estado ocurriendo. Hace apenas dos semanas se enteró de una verdad que probablemente la dejó confundida y asombrada. Más extraño seria que no se comportara extraño.
Eso basto para hacer callar al mexicano. Se quedó pensativo, patinando al mismo ritmo que Matteo y, en general, patinando y girando de un lado a otro en la acera. De pronto se puso justo a su lado y lo hizo detenerse.
—¿Qué ocurre?—
—¿Me darías tu mano?—Le preguntó Simón mientras extendía el brazo.
Matteo lo miro lleno de confusión.—¿Por qué?—
—Mis patines están fallando y estoy a punto de caerme.—
—No, no te voy a agarrar de la mano ¿Qué eres, un niño chiquito?—
—¡Matteo, voy a romperme la cara! ¡Por favor!—Suplicó Simón impaciente. ¿Por qué se había vuelto impaciente, de repente?
El mayor de los dos gruño y lo sujeto de la mano a regañadientes. Justo en ese instante pasó Ramiro, patinando junto a ellos. El rapero los miro, miro sus manos juntas y después soltó una risita burlona, para terminar, alejándose rápidamente.
Matteo se puso rojo de la vergüenza mientras Simón se reía de él.
—¡¿Fue todo plan tuyo?!—
—¡Debiste ver tu cara!—
—Ya verás cómo te la dejo yo.—Matteo, aun avergonzado, solo se limitó a empujarlo. Y como Simón se estaba partiendo de la risa, se dejó empujar y se dejó caer al pasto.
—¡Matteo, perdón!—Le gritó, aun tirado y retorciéndose.—Vi a Ramiro acercándose y se me ocurrió ¡Tenía que aprovechar!—Le explicaba entre risas.
Simón vio como el castaño le daba una mirada indignada y se iba con los demás a ensayar. El mexicano se recostó completamente en el césped mientras trataba de no reír más.
Por eso Matteo no lo soportaba.
Adiós lumbar, hola sitteo. Bueno, algo así.
Luego, con más calma, voy a editar este capítulo y mencionar a unas cuantas personitas, como lo prometí.
Perdón, mi depresión está peor a como esta normalmente y creo que se notó en el capítulo (o se va a notar). Espero no me impida seguir con este hobbie, de verdad es lo único que me hace feliz.
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