11.-Hechizo de lluvia


Resumen: Ámbar por fin entiende porque a su madrina le daban tantas jaquecas.

Advertencia: Muchos suspiros y muchos enojos xd. (Agarrate unas palomitas porque esto es súper largo wtf ¿dónde está mi maldito autocontrol? xd)









Ámbar sujeto el puente de su nariz con su dedo pulgar e índice. Trataba de calmar, inútilmente, el dolor de cabeza que sentía desde hace un par de minutos.

Repentinamente recordó a Sharon y a sus infames jaquecas. Ahora entendía lo que su madrina siempre sentía al lidiar con la "incompetencia" ajena.

—A ver, Miguel.—Decía detenidamente con un leve tono de frustración.—Desde el principio, por favor. Y dile a Alfredo que no hable al mismo tiempo que tú, no puedo entenderte nada con todo ese palabrerío.—

Mónica, Alfredo, por favor, déjenme manejarlo. Ámbar debe enterarse, tal vez incluso pueda decirnos algo que nos sea de ayuda. —Escuchó como les hablaba a las otras dos personas con él. Después volvió con ella.—Señorita Ámbar, escuche...después de pensarlo muy bien...es probable que Luna haya...escapado.—

La joven blanqueo un poco los ojos y reprimió las ganas de contestarle sarcásticamente. Él ya le había dicho que Luna había escapado, pero bueno, era culpa de ella por haberle pedido que empezara desde el principio.

—¿No tienen ni una mínima idea de a donde se fue?—

Escucho un suspiro al otro lado de la línea.

No. No la vimos desde esta mañana, pensamos que había ido al roller con sus amigos sin que nos diéramos cuenta. Al mediodía no llego, pero no quisimos preocuparnos porque Luna suele llegar tarde. Pero entonces dieron las 5 de la tarde y no llegaba...—

El dolor de cabeza de Ámbar comenzaba a ser insoportable. Ella encontraba un argumento en contra a cada explicación que daba Miguel, pero prefería guardárselo, el pobre hombre se escuchaba bastante afligido como para que Ámbar le echara en cara su irresponsabilidad.

—...marcamos y marcamos, pero nunca contesto su teléfono, ni siquiera entraba la llamada. La buscamos en su habitación, pero no estaba ahí, la buscamos en cada rincón de la mansión, pero...nada.—La línea permaneció en silencio unos segundos, Ámbar había escuchado la desesperación en la voz ajena.—...faltaba algo de ropa, su pasaporte no estaba...no....no sabemos a dónde fue.—

—¿Sus amigos no saben nada?—

No, ellos tampoco la vieron en todo el día.—Pudo oír otro suspiro.—Honestamente estoy preocupado.—Confeso el hombre con pesar y miedo en la voz.—Mónica no para de dar vueltas por la mansión y Alfredo ha comenzado a tener dolores de cabeza.—

"Bueno, al menos los dolores de cabeza vienen de familia" pensó con cierto humor.

—Miguel, escucha, tranquilízate. De nada te va servir si pierdes la poca paciencia que te queda.—

—...señorita ámbar...es solo que...Luna.

—Luna es el tipo de adolescente rebelde que, cuando dice que se irá de casa, realmente lo único que hace es quedarse en el patio trasero no muy lejos de su hogar.—Explicó la chica con cierta soberbia y fastidio.—Estoy bastante segura que, si de verdad escapo, no se alejó mucho ni se fue a un lugar desconocido.—

Ámbar ya no supo exactamente qué fue lo que Miguel le contesto. Parecía que, pese a haber aceptado aquella teoría, su preocupación seguía creciendo más y más. La rubia notó esto por el tono de voz, entonces su mente comenzó a crear más teorías acerca de la ubicación de su "prima".

Lo primero que pensó, y lo más lógico, era que la chiquilla estaba con Simón, siendo este su cómplice en el crimen no le extrañaría nada. Pero si le extrañaría debido a la personalidad honesta del chico. Simón no era de esos que mentían así.

Después pensó en Matteo, y luego en Nina. Iba descartando opciones cada vez que estas aparecían en su mente. No llego a profundizar en aquellas ideas que sugerían una completa locura.

Bufo molesta ante el alboroto que había causado Luna.

—Regresare a Buenos Aires inmediatamente.—Dijo sin pensarlo dos veces. Por un momento

La línea permaneció en silencio. Ámbar creyó que Miguel le había colgado pues no escuchaba nada del otro lado. Tal era el silencio que la rubia pudo escuchar, a la distancia no muy lejos de la mansión, los truenos que anunciaban la llegada de una tormenta.

No, Ámbar...no llamábamos para pedirte que vinieras. Solo queríamos que te enteraras para que no te llevaras una gran sorpresa.—Dijo el hombre apresurado.—No necesita venir, nosotros nos encargaremos.—

—hmm-mm.—Tarareo no convencida.—No me quedare, buscare un horario y estaré ahí con ustedes.—

No.—Insistió Miguel y la rubia se molestó por su tono autoritario. ¿Intentaba darle ordenes?—Señorita...ahora mismo la mansión es un desastre. Todos estamos muy estresados y seguramente solo vamos a estresarla a usted.—

—Arreglare el vuelo y estaré ahí lo más pronto posible.—Dijo tercamente.

Ámbar, no es necesario que tú-

—No está a discusión, Miguel. He tomado mi decisión. Además, ya no tengo nada que hacer aquí.—Por un momento sus palabras y tono de voz le recordaron muchísimo a Sharon. El mero pensamiento de aquello le hizo sentir un desagradable escalofrió.

Se despidió de Miguel y colgó, sin esperar a que el hombre le contestara.

Ámbar suspiro de forma cansada y comenzó a caminar hacia el exterior de la mansión. Lo primero que notó, al salir, era que la tormenta no tardaría en llegar, y por los sonidos en el cielo, parecía que la lluvia sería bastante fuerte.

Una vez afuera emprendió un pequeño paseo siguiendo el estrecho camino de cemento. Observo las playas y el cielo que comenzaba a oscurecerse. Era una lástima que no haya podido disfrutar del mar. La última vez que se metió fue cuando había arrojado los patines de Luna.

Aunque aseguró que volvería a Argentina lo más rápido posible, ella sabía que, a esa hora, ya no había ningún viaje próximo. Al menos no para el siguiente día. Ni siquiera se molestó en consultar la página para comprar el boleto, simplemente sostenía su celular y seguía caminando.

—Luna, Luna, Luna.—Repitió en un suspiro cansado.—Desde la primera vez que te conocí estuve deseando que este día llegara; el día en que te largaras de la mansión y de mi vida.—Se detuvo para frotarse un poco los ojos, el dolor de cabeza no cesaba.—y...se te ocurre hacerlo ahora...¿En serio decidiste largarte ahora?—Pregunto enojada, como si la menor estuviera ahí con ella.—¿En serio? ¿De qué me sirve que desaparezcas ahora?—

Bueno, ahora no solo le dolía la cabeza, sino que también estaba que echaba humos.

Ella quería seguir pensando un poco más, quería seguir expresando su enojo en voz alta pero el sonido de unas pequeñas ruedas de patines la sacaron de sus pensamientos.

Resulta que había ido a parar al pequeño parque cercano a la mansión en donde los chiquillos se reunían a hacer el ridículo con patines, skates y demás juguetitos. ¿Había llegado ahí sin darse cuenta?

Estar ahí solo hacía que recordara más a Luna. En especial porque había muchas jovencitas que parecían imitar su lamentable forma de vestir.

Una, en especial, quien estaba patinando y mostrando sus movimientos como si fueran lo más increíble, le recordó a Luna. Pero sus simples movimientos al patinar provocaban asco a la rubia. Y ahora que lo veía bien... ¡Incluso llevaba una mochila colorida que le recordaba mucho a la castaña!

Ámbar gruño molesta. Ya había tenido suficiente.

Tuvo que admitirlo, Emilia tenía toda la razón cuando la reprendía por su pobre autocontrol.

Caminando hacia la chiquilla, recordaba las tantas veces que su compañera de equipo la había tranquilizado antes de que cometería una barbaridad.

Ella misma no sabía que haría cuando estuviera frente a la chiquilla. ¿Chocaría hombros con ella para desquitarse un poco? ¿La retaría a una batalla freestyle para descargar su ira -y de paso mostrarle lo que era patinar de verdad-?

No le importaba lo que iba a hacer, solo quería desahogarse un poco.

Ahora que caía en cuenta...

¿Desahogarse por qué razón?

¿Por Luna?

Aquel pensamiento fue la gota que derramó el vaso. Se acercó a la joven a paso firme.

Y mientras más se acercaba a ella más le gritaba su mente que se detuviera, que aquello era una locura. Pero de igual forma, mientras más se acercaba, más su corazón se aceleraba.

Estando a casi un metro se detuvo. Había ganado la razón, pero entonces, en el lapso de ese segundo, vio detenidamente a la persona frente a ella. Si antes estaba enojada, ahora lo estaba aún más. Con renovadas fuerzas se agacho agarrando un puñado de arena artificial de aquella pequeña piscina, se levantó y arrojo los fragmentos a aquella persona que se volteo completamente extrañada.

—Muy bien hecho, Luna Valente, esta vez sí que lo has hecho en grande.—Dijo la rubia mientras aplaudía fuertemente.

Por eso esa asquerosa mochila se le había hecho tan familiar. ¿Quién más podía tener tan horrible sentido de la moda?

—Ámbar.—Dijo la desaparecida con un hilo de voz.

—La misma.—Dijo con una sonrisa forzada, después su sonrisa desapareció y la miró.—¡¿Qué demonios estás haciendo en Cancún?!—Pregunto casi con violencia.

Luna se retorció incomoda ante aquel inesperado -pero de alguna forma esperado- encuentro. Había sido muy ingenuo de su parte ir a aquel lugar cuando sabía que Ámbar también podía estar ahí patinando.

—B-bueno...ya sabes...tu idea de pasar unas vacaciones en Cancún fue una gran idea, así que decidí venir a r-relajarme un rato como tú.—Respondió nerviosa ante la fuerte mirada de la rubia.

—...Espera...espera un momento, vamos a aclarar mejor las cosas.—Dijo aun enojada. Luna podía ver las venas resaltando en el cuello de Ámbar.—¿Me seguiste?—Preguntó sin poder creerlo.

—"Seguirte" es una palabra que se acerca mucho a lo que yo hice, pero no....yo, mmh, no me dirigía hacia el mismo lugar que tú, no quería toparme contigo a decir verdad...—Ámbar seguía con aquella mirada y la agitación de Luna crecía a cada segundo que pasaba.—O sea...n-no quería interrumpirte ni molestar-te.—

—Oh, pero que considerado de tu parte, Lunita.—Dijo con emoción fingida. La menor temblaba como gelatina. —¿Cuándo llegaste? —

—no llevo aquí mucho tiempo...acabo de llegar.—

—¿Y a donde tienes planeado ir?—Ámbar se cruzó de brazos.

—No lo sé.—Respondió. Se sentía tan pequeña junto a Ámbar. Ahora mismo era como un niño siendo regañado por su madre, incapaz de mentirle e incapaz de hacerle frente.

—¿No lo sabes?—Repitió con escepticismo.

—No conozco muy bien el lugar, tenía planeado ir a un hotel o...¡no lo sé, Ámbar! ¡Y deja de mirarme así!—

—¡¿Viniste a Cancún sin planear el viaje?!—Exclamo, notó Luna, con cierta decepción.

Vaya. Luna no había planeado el viaje, eso era cierto, pero no pensó que sería un gran problema. Era hermoso que sonara tan estúpido cuando Ámbar lo decía.

—Solo quería pasar tiempo a solas, ¿bien?—Dijo algo exaltada y con muchos nervios en la voz.

En algún momento se atrevió a mirar a la mayor en los ojos, y cuando lo hizo, ésta le sonrió de forma extraña. Eso no era una buena señal.

—¿Recapitulamos?—Pregunto juntando sus manos, después las separo y comenzó a enumerar, derramando incredulidad en cada punto.—Uno: Escapaste de tu casa; Dos: Viajaste a un lugar que no conocías; Tres: No tenías planeado el viaje; Y cuatro: No tienes ni la más mínima idea de que hacer. ¿Me faltó algo? ¿Sigues creyendo que tu pequeño viaje está bien?—Pregunto de nuevo con una sonrisa, pero ésta desapareció al ver los ojos brillantes de Luna.

—No sé porque estas aquí conmigo.—Susurro hundida. No estaba tratando de ir en su contra o de buscarle un "pero". No podía refutarle ni contestarle nada.—Lo que sea que me pase, no tiene nada que ver contigo.—

La rubia sintió eso último como reproche.

También pudo notar estremecimiento en su voz. La chica estaba esforzándose en hablar con tono firme, aunque se notaba que estaba a punto de llorar. ¿Tal vez había sido muy ruda? ¿Tal vez se había pasado de la raya? No, para nada. Se merecía eso y mucho más.

Por unos momentos había olvidado el porqué de todas aquellas preguntas que le hizo a la pequeña. Primero había deseado conocer su plan, pero en vista de que no tenía ninguno, ahora solo quedaba comunicarle a los Valente el estado de su niña.

—Eso es todo, llamare a tus padres y tú tendrás que decirles todo lo que hiciste.—Decía al tiempo que sacaba su celular y comenzaba a buscar el número de Miguel. Pero ahora que lo pensaba...probablemente era mejor llamarle a Miguel; Mónica seguramente se exaltaría y gritaría para conocer los detalles.

Ámbar apenas había pestañeado cuando sintió como Luna se abalanzaba hacia ella.

—¡No!—Grito la pequeña en su oído y Ámbar se tuvo que controlar para no quitar sus manos de su cuello y aventarla como un trapo viejo.

—¡Luna! ¡Quítate de encima!—Decía al tiempo que levantaba su brazo, alejando su celular del alcance de la menor.

—¡No puedes hacer eso, Ámbar! ¡No puedes!—Exclamaba violentamente con desesperación. En este punto ya estaban forcejeando entre las dos, la gente se hacía a un lado a cada paso errático que ellas daban.

—¡Sí puedo y lo haré! ¡Suéltame de una vez, maldita sea!—

Por supuesto, Ámbar era más fuerte que Luna, y estuvo a punto de quitársela de encima, pero, como dicen: Más vale maña que fuerza. Luna termino apoyando todo su cuerpo en la rubia, haciendo que ésta perdiera el equilibrio.

Terminaron al pie de la pequeña piscina para niños que había ahí.

La caída no fue mala, fue horrible. Ámbar sentía los bordes afilados de la pequeña escalera en su espalda. Su cabeza tampoco se había librado del todo, aunque no podía quejarse; no estaba inconsciente.

Había cerrado los ojos al impacto,

La rubia abrió los ojos que había cerrado previamente a la caída y lo primero que vio fueron la cara de Luna, a la altura de su pecho, que la miraba en completo shock.

Ámbar retiro su mano de la nuca de Luna y trato de levantarse. Su otro brazo seguía rodeándola fuertemente por los hombros.

—¿No prefieres levantarte?—Pregunto conteniendo su enojo. Luna rápidamente se quitó y se levantó, intento ayudarla con movimientos torpes, pero Ámbar simplemente le dio unos pequeños manotazos para que la dejara.

Finalmente se paró, haciendo muecas. Su cuerpo comenzaba a resentir la caída. Después, inconscientemente, miro hacia la mini piscina.

......Ah, entonces eso fue el sordo chapoteo que escucho al caer. Ámbar creyó que había sido la mano de Luna, pero en realidad había sido su celular.

La castaña vio como Ámbar camino y metió sus pies al pequeño estanque, sin importarle que sus zapatos se arruinaran. Se agacho y recogió el, ahora inservible, aparato.

Parecía que no le importaba mucho, puesto que lo recogió como si nada. Pero pudo notar su molestia cuando lo metió en el bolsillo de su short, mojándose en el proceso.

Después salió de la piscina con paso cuidadoso.

—Ámbar...—

—No, no lo hagas.—Cortó su disculpa de inmediato mientras caminaba lejos de las miradas de las personas. Luna la siguió.

—Lo siento tanto por favor dejam- —

—No me hables, maldición.—Dijo entre dientes. Luna de repente se interpuso en su camino.

—Por favor déjame comprarte otro celular.—

—¿Es que acaso no te puedes callar?—Arremetió bruscamente. Luna hasta ese momento guardo silencio y se alejó de ella, por primera vez temía que la otra chica la golpeara.

Ámbar, aunque enojada, notó su acción defensiva.

—Ok, vamos a calmarnos ¿bien?, vamos a calmarnos antes de que haga algo de lo que me arrepienta.—

La menor estaba callada, viendo como Ámbar tronaba los huesos de su cuello en un intento de deshacerse de toda la tensión y estrés acumulado.

—¿Por qué diablos me seguiste?—Comenzó a decir la mayor, como si estuviera haciendo su mejor esfuerzo en buscar la respuesta.—¿Por qué escapaste de tu casa?—

Luna no contesto, sabía que no tenía que contestar. Aquellas oraciones realmente no eran unas preguntas. Ámbar en realidad estaba reprochándole lo que había hecho.

Pero lucia tan enfadada.

Y por supuesto Luna, como antes, se veía incapaz de responder nada.

—Estaba esperando tener un viaje tranquilo para relajarme un poco. Quería estar lo más alejada posible de todos, especialmente de ti. ¿Cómo es que siempre te las arreglas para echar abajo todos mis planes? Ahora tengo que ser tu niñera, por el amor de Dios. ¡Ni siquiera he puesto mis pies en el mar y tú ya has arruinado todo de nuevo!—

—......Bueno, lamento mucho haberte molestado tanto. Y no tienes que ser mi niñera porque estoy muy bien por mi cuenta. Anda, vete y disfruta tus vacaciones, yo voy a estar bien.—Dijo de forma apresurada y enredándose una o dos veces con sus palabras. Su rostro estaba ligeramente rojo y pestañeaba muy rápido.

Ahí estaba esa actitud testaruda y odiosa que a Ámbar tanto le desagradaba. Hizo una mueca antes de responder.

—Si eso es lo que quieres, perfecto. Ve cuanto me importa.—Dijo pasando a su lado y chocando su hombro con el de ella.

Luna, por su parte, se quedó quieta en su sitio.

En un arranque de emoción se froto sus ojos casi con violencia, retirando así los pequeños restos de lágrimas que amenazaban con salir. Después comenzó a caminar hacia adelante, por el lado contrario a donde se había ido Ámbar.

Hasta ese momento se dio cuenta de lo temblorosas que estaban sus manos y de lo agitado que se encontraba su corazón.

De la angustia palpitante que sentía en su corazón.

No había esperado discutir con ella. No lo esperaba para nada.

Ella ya lo sabía. Lo había arruinado todo.

Ella ya lo sabía desde el momento en que la otra joven sostenía su mano con tal fuerza que parecía que iba a romperla. Lo había hecho todo mal.

Ella trago saliva con dificultad. Camino un poco más, pasando por la pista en donde antes había estado jugando con los niños, antes de que Ámbar llegara y ella misma lo arruinara todo de nuevo.

Froto sus dedos en las sudorosas palmas de sus manos, sintiendo un nada agradable sentimiento en ella.

Ámbar probablemente ya estaba comunicándose con sus padres. Seguramente ya les estaba informando sobre su ubicación. Y sus padres, seguramente, vendrían por ella inmediatamente.

Iba a estar en muchos problemas, no tenía idea de con qué cara los vería. Y lo peor de todo, tendría que dar explicaciones que por el momento no tenía.

La rubia otra vez llegó a su mente. Su cara de decepción cuando supo que Luna no tenía nada planeado.

Bueno, Al menos les había avisado.

Sus pies siguieron en marcha, cruzando aquel parque y caminando más, perdida en sus pensamientos. Sintiéndose como la gran idiota que Ámbar creía que era.

Y como una idiota, ahora no tenía más opción que esperar. Esperar y disfrutar del poco tiempo libre que tenía antes de que sus problemas llegaran de Argentina.

Cuando ya estaba lejos de aquel parque, cuando Luna ya no reconocía del todo el lugar, justo entonces sintió una pequeña gota de agua caer en su nariz. Después sintió otra en su frente, después en su mejilla, en su cabello.

Sintiendo como las gotas de lluvia comenzaban a caer con mayor rapidez a su alrededor, Luna miró hacia el cielo.

¿Era en serio que comenzaba a llover justo ahora?

Se burló de su propia suerte mientras echaba a correr hacia un pequeño puesto en donde podría refugiarse de la lluvia.

Apenas si llego cuando el clima comenzó a empeorar. Aún no había truenos, pero Luna suponía que no iban a tardar. Desde hace rato los venia escuchando, como advirtiendo su llegada. Y la chiquilla fue muy tonta por no hacer caso a las advertencias.

Algunas personas, probablemente tan despistadas como ella, llegaron a refugiarse de la lluvia. El día había sido arruinado por el mal clima.

Luna, con un poco de frio, se cruzó de brazos inconscientemente.

Genial. No tenía a donde ir y ahora con esta lluvia sus opciones eran totalmente nulas.

Bueno, no totalmente.

Podía seguir con ese pensamiento...seguir siendo la impulsiva idiota, tal y como dijo Ámbar, y quedarse ahí a merced de quien sabe cuáles peligros...o dejar de ser testaruda de una vez e ir al único lugar seguro que conocía.

Tal vez Luna prefería morir de frio bajo la lluvia que "admitir" su derrota e ir a la mansión.

Al final, muy dentro de sí misma lo sabía. Que no iba a tener las agallas ni la idiotez para arriesgarse de esa forma.

Un par de minutos pasaron, minutos en los cuales Luna se dio cuenta de tres cosas.

Primero: La lluvia no iba a parar pronto. El cielo estaba completamente gris y no había señal de que la tormenta cesara.

Segundo: La lluvia no disminuía, solo se volvía más y más fuerte con cada minuto que transcurría.

Llegados a este punto se dio cuenta de que iba a pasar mucho tiempo antes de que la lluvia parara. ¿Quién sabe? Tal vez iba a detenerse cuando anocheciera.

Y tercero: Aunque Luna decidió ir a la mansión, demostrando que no era tan incorregible como sugirió Ámbar...seguía siendo una idiota impulsiva.

Este tercer punto vino a su mente cuando, pensando que no había otra opción, se lanzó corriendo bajo la tormenta, dispuesta a llegar a la mansión.

Solo bastaron unos segundos para que la lluvia la cubriera completamente, de pies a cabeza, mojando toda su ropa, mochila y patines.

Ya no había vuelta atrás, tenía que encontrar rápido la mansión antes de que las cosas dentro de su mochila se empaparan completamente.

Un pequeño resbalón que la hizo caer de rodillas le recordó algo interesante: Si seguía corriendo de esa forma tan desesperada, terminaría más de una vez en el pavimento.

Sin muchas opciones comenzó a caminar a paso apresurado.

Debía verse como una completa lunática. ¿A quién se le ocurría dar un paseo por la playa con esa lluvia? Por un momento deseo tener a alguien a su lado, de esa forma no solo sería ella la torpe que caminaba bajo una tormenta.

Pero torpe ya era, pues ni siquiera sabía dónde estaba la mansión.

No lo sabía, no sabía a donde iba, seguía el camino que creía recordar, aquel que camino de cemento que se le hacía familiar.

Eso le decepcionaba. Ni siquiera podía recordar con exactitud el camino.

Ya no le importaba si su mochila se mojaba con todo lo que tuviera adentro.

Estaba perdida.

¿Por qué había huido? Se preguntaba a si misma varias veces bajo la lluvia torrencial.

Desde un principio sabía que la idea era estúpida. Y Aun así lo hizo.

Se lamentó mucho. ¿Por qué no hablo con sus padres? Ellos la habrían ayudado, seguramente la habrían ayudado ¿Por qué no hablo con sus amigos? ¿Por qué había dejado a todos?

Cada pequeño momento ahora deletreaba la palabra arrepentimiento.

Bajo las frías gotas...deseaba que alguien la aconsejara.

Deseaba que Nina estuviera con ella, su mejor amiga sabría qué hacer. Su mejor amiga le daría los mejores consejos.

Deseaba que Matteo estuviera a su lado. Así no se sentiría tan sola como en ese momento.

Y sobre todo deseaba con todas sus fuerzas tener a Simón con ella. Siempre era su mejor amigo quien le indicaba el camino a casa. Siempre guiándola con paciencia.

Luna sintió un ligero sabor salado. Leve pero perceptible.

No sabía si estaba llorando. Si eso era cierto, entonces no lo sentía. Si estaba llorando, entonces sus lágrimas se perdían entre las gotas de lluvia.

Así era mejor. El frio también la hacía temblar, aquella sensación física de alguna forma la distraía de su dolor emocional.

Tan inmersa iba lamentándose que no noto inmediatamente como la lluvia dejaba de caer sobre ella. Le tomo un par de segundos darse cuenta.

—Solo a ti se te ocurre salir bajo esta lluvia.—Escucho una voz a su lado.

Luna saltó con el corazón latiendo desenfrenadamente y se alejó unos pasos, la lluvia la cubría nuevamente. Le echó un vistazo a la persona que la miraba con una ceja arqueada y entonces no pudo disimular su emoción.

—¡Oh, Ámbar, eres tú!—Exclamo al momento que abrazaba efusivamente a la otra chica, estando otra vez bajo la protección del paraguas que tenía la rubia. Ésta se movió un poco, un poco incomoda y sorprendida ante la acción. La idea de alejarse de ella cruzó su mente, pero habría sido en vano. Luna la abrazaba con mucha fuerza, rodeándola con sus brazos y con su rostro oculto entre su cuello y hombro derecho.

—Sí, soy yo. ¿Por qué siempre tienes ideas tan tontas?—Preguntó, haciendo referencia a su mala toma de decisiones.

Luna hizo un sonido entre risa y lamento sin separarse de ella. El sonido hasta parecía un sollozo ahogado.

Ámbar, tal y como ocurrió con Alfredo, ni la abrazo ni se recargo en ella, pero no la alejo. Y parecía que eso le bastaba a Luna.

La rubia miraba hacia el frente, en dirección hacia el mar. Al menos esta vez había hecho algo bueno al volver por la menor.

—Creí que te dirigías a la mansión.—Susurró la castaña en su cuello. Ámbar tembló un poco. Por el frio, seguramente.

—Lo hacía, pero entonces vi a un pequeño gatito callejero que necesitaba ayuda.—

Ámbar movió sus manos hasta los antebrazos de Luna, con intenciones de que la chiquilla aflojara su agarre y pudieran moverse. Pero Luna seguía ahí, aferrándose con terquedad.

—hmm-mm, el gatito estaba bien, para tu información.—Decía al momento que se separaba. Ámbar no pudo ver su rostro, pues Luna había volteado la cara inmediatamente después de separarse.

—Solo ven conmigo de una vez.—Ámbar la sujeto del brazo, casi como si temiera que la otra se echara a correr en cualquier momento.—sería una molestia si terminas siendo asesinada.—










Este es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora D: (De SoyLuna, en otros fandoms he escrito de hasta 10k xd ERA UNA TORTURA lol)

(He revisado esto como 5 veces >:v espero que no haya errores porque ya no lo revisaré xd)

Pensé en dividir el capítulo y actualizar dos días seguidos ( es que son 4.3k omg) porque pienso que un capitulo tan largo es tedioso de leer...pero bueno xd

Siento que hice muy estúpida a Luna con este capítulo xd me disculpo por eso, tratare de que no vuelva a ocurrir :v

(Ejem, la canción está ligada a Ámbar: "Yo deambulo, buscándote". ...Se entiende mejor en el próximo capítulo xd)

Pd: Todavía no me enseñan a etiquetar >:,v

JaimeNunez2 ah numa :0


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