05
| Daywalker! - Machine gun kelly & CORPSE |
Mi respiración era acelerada, sus manos me sujetaban violentamente contra mi brazo, estrujándolo con fuerza mientras mantenía sus pasos firmes me lanzó contra el capó del auto, metiendo la bicicleta dentro de él, sin importarle el vidrio o la puerta.
No me moví de donde me había lanzado, no tuve agallas de salir corriendo y dejarlo definitivamente, darle el fin, pero esto es más grande que yo, lo necesitaba. Siempre que estaba a punto de hacerme algo así me pongo a pensar en dejarlo ¿Será que en realidad no me hace falta? O simplemente soy tan débil que su presencia me hace falta cada día en el que no estoy con él.
―¿Por qué me haces esto?―se arrodilló ante mí, abrazándome de la cintura, sollozando―, ¿Por qué no logras ver que no puedo vivir sin ti?
―Yo...
Me miró desde mi vientre, sus ojos verdes estaban brillantes, las lagrimas le caían alrededor de su cara.―Explícame...―volvió a hundir su cara en mi vientre, parecía un bebé buscando consuelo de su madre.
―Yo, solamente quería salir a leer y explorar, no planeaba llegar tan tarde, pero...
Se levantó agresivamente del suelo y se secó las lágrimas que caían abismalmente por su cara, mirándome con rencor sujetó mi hombro, metiéndome al auto con fuerza.―Debes aprender una lección, lo lamento mucho.
Capaz había perdido el rumbo de mi vida, una vida de la cual aún no comenzaba a experimentar, y de la cual tampoco sabía nada... ¿Cómo puedo tener una balanza de algo cuando no sé que es lo que los demás catalogan como bien y mal? Quizás, y solamente quizás, puedo encontrar mi propia balanza dentro de la moralidad rota que he construido en un mundo de cristal tan frágil como las alas de una mariposa cautiva.
¿Puedo ser libre? No.
Su mano se movió a su bolsillo para sacar una navaja de afeitar, las luces de los autos nos alumbraban. Su cara lucía demacrada, no había dormido bien... tenía una chaqueta de cuero negra y abajo una camisa blanca inmaculada. Se mantuvo quieto mirando la navaja que se posaba entre sus dedos, mirándola fijamente.
Lo miré fijamente, su boca no se movía, cada vez que tragaba su manzana de adán subía y bajaba, tenía la respiración más calmada de lo habitual, como si hubiera perdido las esperanzas. ¿Él será capaz de hacerlo o solo eran simples sustos?
Cerró los ojos y se recostó en asiento y con su mano libre se rascó la barba que estaba creciendo, sin apartar la vista de la lampara que nos iluminaba, pocos autos pasaban por nuestro lado los cuales nos llenaban de luz por unos segundos.
Claridad, eso es lo que necesitábamos en ese momento, unos pequeños destellos de luz alrededor de nosotros para saber que no estábamos siendo consumidos por la oscuridad del entorno.
―¿Por qué siempre me obligas a hacer cosas que no quiero?―cerró los ojos fuertemente por primera vez, dejó salir un intenso suspiro por su nariz―, pero debo hacerlo.―Elevó la navaja hacia su carótida, manteniendo un pulso firme me observó―¿Esto es lo que quieres? ¿Qué te deje sola en esta vida y me muera?―Mantenía los ojos cerrados fuertemente, su voz estaba ronca y las lagrimas estaban amenazando con salir de sus ojos.
Me helé, un movimiento en falso y toda esa sangre nos bañaría a los dos y lo perdería para siempre, sin vuelta atrás.
―No me dejes...―solté en un suspiro casi inaudible, decidiendo si debía tocarle la mano o no.
―Tú me estabas dejando hace unos minutos.―Soltó encarándome. Un hilo de sangre caía por su cuello, el detonante.
Él lo haría.
Puse mi mano en su mejilla, haciendo que nos viéramos a los ojos.―Déjalo, no puedes dejarme―las lagrimas de mis ojos comenzaron a salir a la par que él abría los ojos, viéndome―, No me puedes dejar ahora, te necesito...
Las luces de una patrulla nos iluminó la cara, como si fuera otra persona lanzó la navaja hasta el fondo del auto y se limpió las lágrimas, carraspeó su garganta y me guiñó el ojo.
Un golpe en la ventanilla me alertó de lo que se avecinaba. Bienvenida a la realidad.
―Señor, baje su ventanilla un momento.―Habló el oficial que tocaba el vidrio pausadamente.
Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento ¿Puede ser posible poder sacarse el corazón y guardarlo en una caja? Digo, así no será tan ruidoso y no alarmará a quienes buscan una pizca de miedo en mi alma. Sin corazón, sin sentimientos.
Su mirada buscó la mía y con un simple agarre en mis dedos con su enorme mano supe que si hablo estaría muerta de un movimiento, prefiere verme muerta antes que en los brazos de alguien más, si no soy suya ¿Por qué sería de alguien más?
―No quiero que digas nada, que no hagas nada y si puedes...―miró al vidrio por segundos y me observó de reojo―, no respires.
Mordí mi labio y asentí, el policía tocó por cuarta vez el vidrio, pero con poca paciencia.
Bajó rápidamente el vidrio y el policía se recargó del auto mirando hacia Anthony.―Muéstreme sus papeles, hemos tenido algunas desapariciones en las últimas semanas así que estamos haciendo una inspección de rutina para aquellos autos que sobrepasan de las diez de la noche en la calle.―Sonrió obligadamente el oficial, esperando los papeles que pidió. Sus ojos se fijaron en la oscuridad del auto, tratando de observarme.― Señor, ¿Esa es su hija?―preguntó curiosamente, arreglándose los pantalones.
Anthony asintió de inmediato, sacando sus papeles y los míos.
―Le voy a pedir que salga del auto, voy a revisarlo.
―Claro oficial...―ladeó la cabeza hacia un lado tratando de recordar un nombre que claramente jamás había sido nombrado.
―Detective James Cristoff. ―Mostró su placa.
―Claro, detective James...―saboreó las letras de su nombre como si en cualquier momento se le tiraría encima para apuñalarlo directamente en el cuello.
Salió del auto y la diferencia de estatura no era tan notoria una vez que estaban cara a cara, sonrió irónicamente dando unos pasos hacia atrás, permitiendo que el detective James pudiera revisar el auto con total libertad.
―Espero que solo se una inspección a la ligera porque si no usted debería tener una orden para poder revisar mi auto.―Colocó su mano en el techo del auto, apoyándose en él―, Yo lo estoy dejando revisarlo porque no me voy a oponer a la ley, pero usted no debería hacerlo.―Esbozó una sonrisa legitima, Anthony había ganado.
―Lo sé señor Bloom, sé que usted es el profesor de Derecho penal de la universidad de Woodstock.―Salió del interior del auto, restregándole las palabras en la cara―, pero eso no lo hace libre de todo cargo ¿Por qué está tan tarde con su hija?
―¿Ahora es un delito salir con mi niña?―frunció la cara con risa, sus puños se cerraron levemente.
―No―negó el detective, analizándolo―, pero no entiendo qué tipo de diversión esperan tener a esta hora por las calles, así que tengo derecho a sospechar.―Sacó su libreta y caminó hacia el frente del auto, anotando las placas―. Para un futuro ¿No?
―Sí, para un futuro...―repitió Anthony con sarcasmo en cada letra.―, Venía a buscar a mi hija de la biblioteca, le gusta leer ¿Hay algo de malo que las mujeres lean? Ya estamos en los ochenta, digo.
El detective no notó como le cambió la jugada en dos minutos, dándole tiempo a Anthony de meterse en el auto y dejarlo parado, confundido y sin respuesta alguna.
―No hay nada de malo, solamente espero que no se repita, se puede malinterpretar señor Bloom. ―Carraspeó su garganta para alejarse lentamente del auto que estaba siendo encendido.― Espero que tenga buenas noches, señor y señorita.―Me guiñó el ojo.
Anthony arrancó el motor, y partimos directamente hacía la casa. La patrulla nos venía siguiendo desde el callejón en donde nos habíamos topado.
―¿¡Por qué ese bastardo nos sigue!?―golpeó el manubrio repetidas veces. Me miró.― ¿¡Qué le dijiste cuando estaba buscando algo aquí!?―sujetó mi cabeza con fuerza azotándola con el vidrio, agrietándolo.
Mi cabeza dio vueltas por varios segundos, no entendía que sucedía, todo sucedió demasiado deprisa. La sangre comenzó a brotar desde mi cabeza, me llevé la mano herida e hice presión.― No le dije nada, lo juro...―me recosté en el asiento, reclinándolo levemente hacia atrás, mirando hacia el techo del auto―. No diría nada que nos pueda separa, y tú me golpeas...
―Lo hago por tu bien, sabes que no me puedo arriesgar a perderte caramelo...―No despegó su vista del camino.―Tú sabes que no haría nada para dañarte, si te hice eso es porque tú te lo buscaste ¿por qué siempre tiene que ser mi culpa?―su voz se rompió, la lagrimas comenzaron a caer de sus ojos.
Mi corazón se hizo pequeño, como si lo hubiera sacado y lo estuviera mordiendo cuando aún puedo sentir porque están conectados mis nervios.
―No quiero que pienses eso.―Mi cerebro no pudo generar una especie de disculpa, no siento que deba disculparme...
Anthony daba vuelva por las calles y aún tenía al detective en los talones, miraba por la ventana del auto y no lograba entender el motivo del por qué nos seguía si no había encontrado nada incriminador.
―Espero que no haya tenido una corazonada con este maldito auto.―Suspiró mientras acomodaba el espejo retrovisor―. Voy a tener que deshacerme de él en unas semanas...
―Espero que estés hablando del auto y no del detective, esa sería una mala idea... y más cuando no hay muchos en esta ciudad.
―Lo sé, Christine, no soy estúpido.―Se acomodó en su asiento, respirando hondo.
Se metió por una calle, deteniendo el auto y bajándose de él sin pensarlo, quedándose en medio de la calle. De su chaqueta larga de cuero sacó unos guantes negros, colocándoselos con delicadeza mientras esperaba la llegada del detective en el desvío de la calle.
No se hizo esperar, la patrulla dobló y reflejó el cuerpo de Anthony en la inmensa oscuridad de Woodstock, el Detective no apagó las luces y solo se bajó del auto, para caminar directamente al segundo encuentro de la noche.
―Dígame señor Anthony, ¿Un hombre nace malo o la sociedad lo corrompe?―preguntó el detective con cierta picardía en las palabras, su imagen estaba a contraluz y Anthony no podía verle bien la cara en cambio James lo veía perfectamente.
Una sonrisa se creó en la cara de Anthony, colocando sus brazos y manos delicadamente en la parte de atrás de su saco adoptando una postura rígida.―No quiero decepcionarlo con la respuesta, pero tampoco quiero corromperlo.
―Solo quiero saber por qué hizo todas esas vueltas, ¿Trata de escapar de la ley?―incriminó el detective, en la misma postura inicial. Mirándolo.
―Usted me venía siguiendo, solo quería comprobarlo, que yo sepa soy un ciudadano notable―elevó la voz―, ayudo en la iglesia del condado, doy clases gratuitas como también guio a quienes se han perdido en las drogas.
Enterré las uñas en mis muslos, tratando de pensar en otra cosa que no sea mi madre cocinada un día después que dijo que iba a buscar ayuda de drogas ¿Esa era la ayuda que empleaba a la sociedad? Vaya...
―Si, me lo esperaba de alguien como usted, pero sigo sin poder entender su miedo irracional a que lo sigan a su casa.―Respondió el detective, mirando su reloj―, es tarde señor Bloom.
―Mi casa no me preocupa, me preocupan los detectives corruptos que se creen con el poder de hacer lo que quieran solamente porque tienen una placa ¿Saben tus superiores que revisas autos sin ordenes? ¿Qué sigues a la gente sin cargos en contra?
―No necesito algún cargo para seguirte ¿Temes que encuentre uno?
―Para nada, puede ser que en otra ocasión te invite a cenar a mi casa para que puedas verla, así te quitas las ganas.
El detective carcajeó y fue directamente a la puerta de su auto―, ¿Un hombre nace malo o la sociedad lo corrompe?―Volvió a repetir.
―El ser humano nace sin uso de consciencia, pero la sociedad y su entorno lo corrompen a tal punto que dejarlo extremadamente malvado, perverso y cruel.―Acomodó su chaqueta en el cuello, lentamente y con paciencia.― Me gustaría escuchar su opinión detective James, pero la verdad...―miró su reloj fugazmente―, no tengo tiempo para hacerlo.―Sus zapatos de tacón se escucharon en toda la calle hasta llegar a la puerta del auto―. Tampoco ánimos, tendremos que posponerlo, espero que tenga buenas noches y no sufra de pesadillas por mi culpa, no me extrañe tanto.
Anthony hizo un ademan con su mano mientras abría la puerta y se sentaba, no se detuvo a ver si el detective había entrado y apagado sus luces cuando ya nos encontrábamos lejos del lugar.
―Tengo un mal presentimiento con él... no deberías invitarlo a la casa.
―Christine, más vale malo conocido que bueno por conocer...
***
Recuerden que la novela tiene playlist, ahí pueden encontrar muchas canciones de las cuales me he inspirado para todo esto.
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