04
| Paint it, Black - Ciara |
Me quedé en mi cama pensando en todo lo que había soñado con anterioridad, un sueño lucido que se me hacía complicado no juntarlo con la realidad, solamente con la leve diferencia que en esta realidad si me encontraba con vida sin un gancho de carnicero en mi vientre.
¿De verdad eso me podía llegar a pasar? Quizás, eso me ganaría por defender a un asesino de mujeres.
Me levanté de la cama para dirigirme hacia el primer piso, mirando mi reflejo en cada espejo que me cruzaba caía en cuenta que me veía fatal, mi piel blanca combinada con las ojeras moradas y mis ojos con esa peculiar mirada, "sin brillo" como decía mamá en su momento. Sonreí pensando que me alegra no tenerlo, no le voy a dar en el gusto.
Mientras más me acercaba al primer piso desde los escalones podía percibir susurros, me acomodé el cabello rápidamente y me apresuré para llegar rápido a la planta baja y poder calmar mi ansiedad de lo que me esperaba.
Ahí estaba él, con un abrigo marrón crema, lentes enormes, guantes negros y un cabello perfectamente peinado, Anthony abrió los ojos de par en par, haciendo que su boca formada una pequeña curvatura de sorpresa ¿Con quién estaba hablando? Mientras más caminaba hacia la cocina él daba pasos hacia mí, deteniéndome el enorme choque que me llevaría. Apresuré mi caminar y la vi de reojo antes de sentir los brazos deslizarse por mi cintura para empujarme de golpe al suelo.
Él estaba en la cocina con una chica idéntica a mí, mismos ojos, mismo cabello y pecas en lugares similares, pero ella tenía más edad que yo por lo que pude notar.
Al caer al suelo de espaldas solté todo el aire que estaba en mi pecho, cayendo en la oscura realidad, él me quería cambiar, ¿Qué sería de mí? Lo miré con confusión.
―¿Quién es ella?―pregunté casi en un suspiro por la falta de aire en mi cuerpo―, ¿Me piensas cambiar?―pregunté sin rodeos, necesitaba saberlo antes.
Anthony me miraba sin expresión alguna, su cuerpo recargado en el umbral que separaba la cocina con el comedor con un lento, al igual que su respiración, muy en el fondo de mí sabía que esto le generaba placer, dos chicas iguales en una misma casa...
Era algo retorcido que le generaba satisfacción, ambas a su merced.
―Levántate―ordenó―, No responderé las mierdas que estás soltando, aseguraría que ni tú las puedes escuchar.
―Claro que las escucho, por eso las digo, quiero una respuesta.―Intenté levantarme, apoyándome de una silla.
Sus enormes manos enrollaron mi cuello, haciendo que lo mirara directo a sus enormes ojos verdes.― No Christine, no te estás escuchando porque bien sabes que eso no puede pasar.―Acercó su nariz a mi cuello, oliéndome.
Con su otra mano estiró la mía para que me sujetara de su hombro, me levantó de un tirón.
Me llevó a la cocina sujetándome de los brazos, el agarre de su cuello solamente había cambiado a mi brazo con aún más presión, advirtiéndome.
Vi a la chica con detalle, no me había equivocado, tenía sus veintes, no sabía cuántos. Me dedicó una amable sonrisa, sus cuadernos estaban esparcidos por la mesa americana de la cocina, lo entendí, no me iba a cambiar, pero si se iba a complacer. Me senté en la silla en donde me había indicado, la podía ver de frente, sus enormes ojos café en comparación con los míos eran más atractivos, me podía devorar con ellos si quisiera.
Era extraordinaria.
―Un gusto, soy Evangeline.―Sonrió con la misma fuerza cuando me vio, estirando sus enormes manos hacia mí.
―Christine.―Respondí con confianza, sonriéndole de la misma manera que ella lo había hecho conmigo, sintiendo su calor en mi palma.
Mirandola a los ojos podía sentir la energía pasando por mi cuerpo, dejado las manos en la mesa, mirándola una y otra vez.
―Lo siento.―Dije sin pensar, imaginándome en lo peor de ella al final de la noche, dando sus últimos respiros. Un triste final.
Anthony subió las cejas, sabía a lo que me refería, pero si lo delataba en este punto del juego sería el final de ambos ¿Por qué siempre tenía oportunidades para alejarme de él y nunca podía?
Carraspeé mi garganta y me reí, rompiendo el silencio que se había creado por mi culpa.― Lo siento que no esté vestida como se debe, además de tener este cabello de espanta pájaros―reí otra vez, levantándome de la silla para ir a sacar un vaso―, debes creer que parezco una pordiosera con estas pintas, por eso me disculpo.
Sabía que la había convencido de mi disculpa repentina, pero yo sabía que Anthony me había descubierto. Acercándose lentamente hacia mí, con su semblante igual de serio que la primera vez, estiró su brazo para ayudarme a bajar un vaso de la encimera.
―Gracias, papá.―dije sarcásticamente, recibiendo el vaso entre mis manos para luego llenarlo con el jugo que estaba en la mesa. Le sonreí de medio lado y comencé a beber.
El timbre sonó y Anthony salió disparado a la puerta para ver quién era.
―¿Qué estudias?―pregunté rápidamente, Anthony jamás me había comentado en que trabajaba.
―Derecho―sacó un destacador de su mochila―, tu padre es el mejor profesor de derecho penal de la carrera, se ofreció a ayudarme con esta materia, es la peor.
Claro, él sabe que cosas hacer y que no, tiene contactos con la policía porque trabaja abiertamente con ellos.
Sonreí asintiendo, haciéndole ver que la había escuchado y entendía lo que había dicho, pero la verdad es que no sabía que Anthony era profesor universitario, jamás me había comentado o dicho lo que hacía cada vez que salía en las tardes.
Los pasos de dos personas no se hicieron esperar en la sala, dirigiéndose a la cocina. Dimitri sostenía a Anthony del hombro mientras ambos sonreían amigablemente. Era muy temprano para un detonante, dejé mi vaso en la mesa y me dispuse a salir por la puerta del patio trasero.
―¿Tan mal te eduqué?―soltó en el silencio, cuando solo se estaba escuchando mi mano apoyarse en el ventanal para deslizar el enorme cristal y largarme de ahí.
Lo miré por encima del hombro y sonreí, negué con la cabeza y me di vuelta, mirándolo.―Buenos días, Dimitri.―Sonreí falsamente.
―Buenos días para ti, amor.―dijo con una voz grave, juraría que lo hizo apropósito, los ojos de Anthony mostraban irritabilidad, ese era su castigo.
No esperé para más palabras y salí de allí como si el diablo se quisiera llevar mi alma al mismo pandemónium, no lo voy a permitir. Una mano sujetó el ventanal antes de cerrarse, Dimitri estaba detrás de mi con esa sonrisa que lo caracterizaba.
―Tu padre le va a explicar cosas a la jovencita, no quiero interrumpir.―se excusó mientras seguía mis pasos detrás de mí, cerrando el ventanal por completo.
―Quería salir para entrar por la puerta principal, para evitarte, ahora pareceré ridícula si lo hago.―solté con cierto enojo, no quería verlo a la cara desde que me encontró vagando al borde del pueblo; Quizás por mi propio bien, no sabía que cosas podía decirle si explotaba.
Sonrió de medio lado mientras se sentaba en una silla de piscina, colocándose los lentes de sol.―Deberías sentarte conmigo, trae la silla que está al otro lado y te leeré un poco del libro que te regalé, no sé si ya lo leíste o lo dejaste en el olvido, Chrissy.
―Ya me lo leí, me gustó, pero no comprendo por qué Jean-Baptiste se dejó guiar por sus deseos, pudo detenerlos antes de cometer todo lo que hizo.
―No pudo Chrissy, todo era obsesión por el olor, él podía sentir el olor de todos menos su propio aroma, así que se obsesionó con el aroma de Laura.―Se bajó los lentes y me hizo una seña para que trajera la silla hacia él.
Caminé con indecisión hasta la silla y la acerqué hacia él, quedando solo unos centímetros separados.
―Todo eso para buscar su olor, el último frasco que le faltaba, cada aroma mejor que el otro, pero ninguno mejor que el último, el más valioso.―Guiñó su ojo, subiéndose los lentes de sol.
Cerré mis ojos, dejándome guiar por el silencio, no pensaba responder a lo que había dicho, sería darle la mano al mismo diablo para que cayera en su trampa. Podía pensar que Dimitri escuchaba mis latidos del corazón, mi respiración y como mis venas palpitaban; Tenía miedo de que descubriera todo y con un simple acto todo se iría a la mierda.
―¿Por qué tienes el pijama puesto a las...―estiró su mano para poder ver la hora, con la otra lo cubrió para que el reflejo del sol no lo tapara―, Doce y cinco de la tarde?―dejó caer sus brazos.
―No tenía ganas de vestirme decentemente, además, Dimitri, hoy no haré nada.
―Entiendo que sean vacaciones, pero debes hacer algo con tu vida, tienes diecisiete años, yo a tu edad ya estaba trabajando.
―Sí, por eso ya se te nota lo viejo.
Carcajeó mientras colocaba sus brazos en su abdomen, fingiendo dormir.
―Lo viejo se nota en la experiencia.―Dijo en susurro mientras se acomodaba las gafas.
―Lo que usted diga, señor.―Me levanté de la silla, caminando de vuelta a la cocina.
Posee mi mano en la ventana y el reflejo de Dimitri estaba detrás de mí con los lentes sobre su cabeza, mirándome directamente en el reflejo, sonriendo. Él abrió el enorme ventanal con un ligero movimiento.
En la casa no había indicios de que Evangeline estaba ahí, tampoco mi padre, caminé rápidamente hacia la puerta y la abrí, confirmando lo que pensaba... su auto no estaba estacionado.
Se habían ido, o eso es lo que pensaba.
La mano de Dimitri se posó sobre mi hombro, dándome a entender que ahora él estaba a cuidado de mí. Cerré la puerta y caminé directo a mi habitación, ignorando los pasos que me seguían, cerrando la puerta detrás de mí con seguro.
Sus pasos se detuvieron, llamando a la puerta para quedar como alguien educado antes de entrar a cuestionarme, la puerta cerrada lo alteró.
―Abriré cuando yo quiera, hasta el momento no tengo ganas de hacerlo. déjame en paz.―Grité desde mi cuarto, no hubo respuesta de su parte y se marchó, la madera rechinaba confirmándolo.
Me dejé caer en el medio del cuarto, mirando al techo, respirando agitadamente; ¿A dónde se fueron? ¿Él ya no me quiere?
Los recuerdos del sueño lucido inundaron mi mente, quizás le está haciendo eso a esa chica.
Fui corriendo al baño y me lavé la cara, tenía miedo de que esto fuera a detonar algo enorme en él. Me coloqué el vestido rojo con sandias y unos zapatos blancos, dejé mi cabello caer por mi espalda descubierta, puse color en mis mejillas y ojos. Miré mi cara renovada, lucia diferente cuando me ponía linda, un escote en v hacía que el sol le diera iluminación a mis pechos.
Decidí en ese momento que lo mejor que podía hacer era ir a visitar el pueblo y las diferentes tiendas que habían ahí, tomé una cartera y metí todos mis ahorros, no podía salir por la puerta así que abrí la ventana e hice el mismo recorrido que todas las noches cuando quería ver las estrellas, deslizarme por las enromes enredaderas que estaban por mi ventana. En plena luz el día decidía irme, pero no estaba Anthony, es mi momento. Una vez llegué al suelo caminé lentamente para sacar la bicicleta que dejé a un lado de la casa, tomé rumbo al pueblo.
...
Había comprado ya varias cosas, me había comido un helado y disfrutado de la tarde. Caminaba sin rumbo fijo, mirando las tiendas y decidí entrar a una tienda de libros en donde podías comprar café.
Dejé mi bicicleta con candado y decidí entrar. El golpe de olor a libro nuevo, pero con antigüedad me invadió las fosas nasales, un olor que siempre amaré. Dejé que las yemas de mis dedos tocaran las finas hojas de los libros que estaban en exposición, hasta que el un titulo me causó curiosidad "Orgullo y prejuicio" deletree en mi mente, cada letra era exquisita.
Pagué por una taza de café y me senté a leer, en paz. Me comí el libro en unas horas, las paginas pasaban y las tazas de café llegaban ¿Por qué esto no puede ser eterno? Suspiré con pesadez.
―Ya es hora de cerrar señorita, por favor deje el libro en el estante.―Habló un señor de mediana edad, indicándome en donde debía dejarlo.
¿Qué hora era? Miré mi reloj de la muñeca y las ganas de vomitar llegaron a mí, los nervios se me subieron;―¡Son las 10!―grité con miedo, corrí para dejar el libro en su sitio mientras me despedía del señor con prisa. Al salir las calles estaban desoladas, los negocios estaban cerrando y la gente iba de camino a sus casas como unos fantasmas. Metí la mano a mi bolso intentando sacar las llaves con apuro, sentía que el tiempo corría a mil por segundo, quizás este sea mi último respiro.
Saqué la cadena, guardando las llaves de un movimiento en el bolso. Tiré con fuerza la bicicleta, sacándola de su sitio para tomar impulso y subirme en movimiento.
―¿A dónde vas con tanta prisa?―el cuerpo enorme de Anthony se interponía entre la calle y yo, había aparecido de ese callejón oscuro, con la misma ropa de la tarde.―, ¿Acaso no te enseñaron a no escaparte de tu casa?
―Yo...―una cachetada cerró mi boca instantáneamente, haciendo que mirara directo al vidrio, la vista se me había nublado por unos instantes. Lo miré por el rabillo de los ojos, su semblante serio, sin expresión alguna.
Agarró la bicicleta de una mano y con la otra me sostuvo de la nuca, controlándome a su antojo, introduciéndonos por el enorme callejón donde había salido.
...
...
Recuerden que la novela tiene playlist, ahí pueden encontrar muchas canciones de las cuales me he inspirado para todo esto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top