Celeste

Duda un momento mientras observa el nombre de Dohko en su lista de contactos, había tenido que tomar un taxi desde el asqueroso motel hasta su casa y justo ahora que se encontraba ahi no podia dejar de pensar en la laguna mental que tenía y la sensación de estarse perdiendo de algo importante.
Algo de lo que, estaba seguro, su mejor amigo ya se había dado cuenta y no le quería decir.

— ¡Shion, amigo mio!

Agradece enormemente a las aspirinas que el otro le había dado antes de irse, de no habérselas tomado, ya su pobre teléfono estuviera más que muerto y mañana se lo estuviera cobrando al de cabello castaño.

— ¡¿Dónde pasaste la noche?! ¡Me preocupaba mucho que no aparecieras el día de hoy, ni siquiera note cuando te fuiste!

—Dohko, no grites por favor —pide casi en un susurro, tallandose los ojos, debido a lo molesto que le resultaba el sonido tras tener el celular tan cerca—. ¿Quién demonios es ese tipo?

Aguarda unos minutos, sentándose al borde de su cama mientras intenta terminar de secar su cabello, antes de alzar una ceja con incredulidad cuando escucha a su mejor amigo reír al otro lado.

— ¿De qué te estás riendo?

— ¿En verdad no te acuerdas de él?

Siente un poco de incredulidad en las palabras de su amigo, un tono que queda fácilmente oculto bajo una risa que no deseaba detenerse.

—Dohko, si recordará de quien se trata, no te estuviera preguntando.

—Hace cinco años Shion, haz un poco de memoria, solo mira al tipo de ayer e imaginalo más joven.

Observa las paredes de su habitación pintadas de celeste, un color que le tranquiliza, pero que de todas formas ya debe de ir pensando en cambiar.

—Por cierto, anoche no te veías muy bien después de que dimos la noticias.

—Dohko, no estaba mal, simplemente fue la sorpresa del momento, creo que anoche ya no pude decirlo, pero felicidades.

Es entonces cuando lo siente una vez más, el vacío naciente por las buenas nuevas de su mejor amigo, que en lugar de sentirse feliz por el, término ahogándose en alcohol y...

—Dohko, por favor, dime al menos su nombre.

—Se llama Oneiros, es el tipo ese que te stalkeaba.

Solo entonces su mirada se pierde en un punto muerto de la pared celeste, repentinamente el recuerdo de sentirse vigilado constantemente le da escalofríos, aun cuando el tierno regalo del cuarzo arcoiris está colgando de sus llaves, la sensación de haber tenido un stalker no es algo que se supere fácilmente.

— ¿Sabes donde puedo dar con él?

Pero el recuerdo de anoche y el dolor por todo su cuerpo tampoco es algo que puede olvidar.

—Creo que si.

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