Pasan seis años antes de poder volver a verlo, su matrimonio finalmente se ha desmoronando y está en la mitad del juicio para decidir la custodia de su hijo, algo que le duele, porque el otro no hace nada por pelear aunque sea los fines de semana, le cede todo, menos la mitad de las pertenencias.
Da un trago más, intentando agarrar fuerzas en el alcohol para seguir enfrentándose a todo, consciente de que mañana sería un día igual de difícil, pero tenía que hacerlo, al menos su padre le ayuda a cuidar de Mu de vez en cuando.

—Buenas noches, ¿esta ocupado este lugar?

El tono elegante del otro le hace rodar la mirada hacia el lado contrario, antes de dejar el vaso vacío en la barra y girar a quien podría tener intención de ligarselo, que parece ser la única razón por la cual la gente se le acerca esa noche.

—Me gustaría poder invitarte una copa, si me lo permites.

No lleva muchos vasos, pero sabe que ya está muy borracho, cuando confunde a la persona de a lado con alguien a quien ha querido ver desde hace mucho, algo duele en su pecho, sobre todo cuando el de cabellos plata acaricia el dorso de su mano con cariño.

—Oh acaso, ¿Quieres ir a otro lado?

La insinuación es obvia, es lo que supuso cuando le pidió permiso de sentarse a su lado y aun no lo hace, se lo quiere llevar a la cama con una sonrisa.

Y lo logra.

Por qué acepta su mano para levantarse y permite que pague su cuenta, lo arrastra fuera del bar y antes de poder caer en un motel cualquiera se besan. No sabe si es por el alcohol o todo lo malo que le ha pasado, pero el beso le sabe amargo, aun cuando el otro junta sus labios con necesidad y ternura.

A lo largo de la velada gimen, se rasguñan y muerden como animales, al final pronuncia un nombre, uno al que culpa que su matrimonio vaya mal y todo lo que ha hecho le sepa amargo.
No sabe si tiene razón con sus últimas suposiciones, pero al sentir su aliento en el oído y su siguiente oración, le alegra saber que no estaba tan errado.

—Me alegra que aún me recuerdes, Shion.