Capítulo 5

R.I.P ALAN RICKMAN. Los Potterheads nunca te olvidarán y hoy están de luto. Alzo mi varita al cielo por tan amado actor ♡

NARRA NICK

No puedo quitarme esa maldita imagen de la cabeza. ¿Por qué?

Yo no soy así, yo no pienso en estas cosas. Tampoco me pueden culpar, yo no fui a entrar a posta en la clase dónde justamente Julian se estaba besando con su novio.

Yo no persigo estas situaciones, no soy un pervertido. Hasta me podría definir como inocente. Pero entre lo que paso el lunes y lo de hoy, tengo la cabeza a punto de explotar.

Jamás pensé que acabaría malinterpretando una conversación de esa manera, y menos con mi amigo Julian. Con Alan no había hablado nunca, no le conocía en persona.

Sabía que existía, claro que sí. Fue imposible no notar el cambio en Julian.

Al principio no entendía cómo es que alguien como él se acercaba a hablarle a un chico un año menor y tan tímido como yo. Pero poco a poco fuimos conociéndonos mejor y me di cuenta de que en realidad Julian se sentía muy solo. Ninguno de sus amigos le entendía o escuchaba y sus padres estaban inmersos en sus propios problemas que él nunca me quiso contar.

Un día llego con una sonrisa enorme y totalmente sincera en el rostro. Me dijo que los de su curso habían hecho una excursión con los del instituto de en frente, y que había conocido a un chico muy mono y simpático. Se dieron los números de teléfono para quedar más días y conocerse mejor, y Julian estaba muy entusiasmado porque el chico le había parecido especial y diferente a los demás.

Me alegré por él, se merecía ser feliz. Yo le aprecio mucho. Se ha portado como un hermano mayor conmigo. Siempre me defendía cuando alguien se metía conmigo y se paraba a hablarme por los pasillos a pesar de que los de su clase me creían inferior.

En las semanas posteriores, la sonrisa de Julian se hacía cada vez más grande. Me contaba cosas sobre aquel chico que lo tenía tan feliz y yo le sonreía y me alegraba, pero no podía evitar tenerles un poco de envidia.

Julian podía hablar con cualquier persona y caerles bien, porque todo su ser desprendía confianza y amabilidad. A mí me costaba hasta pedir mi comida en la cafetería.

Pero había algo más. No conseguía engañarme a mí mismo. Sabía que mi envidia no se debía simplemente a lo extrovertido que era Julian. Por mucho que me costara admitirlo, sentía celos de lo que estaba viviendo con Alan.

Desde muy pequeñito yo siempre he odiado el amor. El mayor motivo es que mis padres discutían muchísimo, llegando en ocasiones a las manos. Aún así jamás se divorciaron, y murieron hace cuatro años en un accidente de coche y todavía casados, sin amarse como dicen las novelas que tienen que amarse las parejas.

Yo me fui a vivir con mi tía y sus dos hijos pequeños, que por aquel entonces tenían 2 años el mayor y casi 1 el pequeño. Sé que mi tía se alegró cuando me fui a vivir con ella, y la verdad es que no la culpo. Su vida no era fácil, con 25 años ya estaba divorciada y tenía dos niños pequeños a su cargo. Yo en aquellos tiempos tenía 12 años, y le ayudé en todo lo que pude.

Puedo decir que todo lo que soy y tengo ahora se lo debo a mi tía. Ella es la única persona que me ha demostrado verdadero cariño y amor, ya que mis padres se preocupaban más de odiarse el uno al otro que de quererme a mí. Y sé que mi tía está agradecida por estos cuatro años ayudándole a cuidar de los pequeños que ya considero mis hermanos.

La otra parte del motivo de mi odio al amor es el miedo que tengo a enamorarme y que me hagan daño. Sé que soy débil, y no sé si soportaría un rechazo o una traición. Suelo evitar fijarme mucho en la gente por ese motivo, no quiero que nadie me atraiga lo más mínimo para no sufrir.

Y es también por eso que no tengo ni idea de cuál es mi orientación sexual.

Quizás por eso estoy tan confundido tras haber visto las muestras de amor entre Alan y Julian. Sí, yo quería estar así con alguien pero, ¿chico o chica?

Durante las últimas semanas he notado mis hormonas más revolucionadas y entre lo que pasó el lunes y lo que he visto hoy, mi mente está confusa.

No puedo parar de imaginar a dos chicos en situaciones poco inocentes, y me asusta lo mucho que eso me atrae.

He visto a muchos chicos liándose con sus novias en los pasillos y nunca me había sentido así. Siempre les miraba con asco o ni siquiera me fijaba.

Pero con ellos dos ha sido diferente. Me avergüenza muchísimo admitir que me he excitado recordando semejante escena. He tratado de cambiar el hilo de mis pensamientos, de imaginar unicornios rosas y piruletas o cualquier cosa inocente que me hiciera olvidar que mi parte masculina se había levantado tímidamente tras ver a esos dos besándose. Si estoy así solo con eso no me quiero ni imaginar cómo estaría si los hubiera pillado con algo más fuerte que unos simples besitos en el cuello.

Madre mía, debería dejar de pensar en eso si no quiero llegar a mi casa con una erección en pleno apogeo y que mis primitos me pregunten qué es ese bulto que tengo en los pantalones. Sin duda sería una escena muy cómica y totalmente vergonzosa.

No sé cómo pero consigo ponerme a pensar en el examen de Literatura de mañana. No necesito estudiar mucho esta tarde, llevo tres semanas preparándolo. No tener casi amigos te deja bastante tiempo libre. Y aún que suelo usarlo para jugar con mis primitos, estas últimas semanas han estado yendo a entrenamientos de fútbol y cuando llegaban a casa estaban tan cansados que solo querían dormir o ver la tele.

Llegué por fin a mi casa y entré oliendo el aroma de los deliciosos espaguetis que ha hecho mi tía. Los días impares del mes salía pronto de su trabajo y preparaba la comida. Los pares lo hacía yo.

Mi tía es una mujer joven, guapa y muy cariñosa. Me quiere como si fuera su propio hijo a pesar de que no se llevaba muy bien con mis padres.

Cuando llegué a su lado me abrazó y me dio un beso en la mejilla.

- ¿Que tal tu día?- La respuesta a esa pregunta sería un tanto incómoda. Aun que tengo confianza con mi tía, no es tanta como para contárselo todo.

- Bien.- Le sonreí y ella no insistió más. Parece que mi corta y nada elaborada respuesta le sirve por el momento.- ¿Y el tuyo?

- Bueno... Me he salvado por los pelos de que un niño me arranque el dedo.

Mi tía trabaja como auxiliar de odontología, es decir, enfermera en un dentista. Tiene el turno de mañana.

- ¿Me acompañas a buscar a los chicos o tienes que estudiar mucho?- Me preguntó mientras comíamos. Mis primos salían del colegio a las 16:30 y la mayoría de las veces iba con ella a recogerlos. Hoy necesitaba despejarme y sabía que en casa terminaría pensando en cosas en las que no debería pensar.

-Iré contigo. Ya me sé el examen de sobra.- Sonrió orgullosa y se levantó de la mesa para recoger los platos. Yo la ayudé hasta que me dijo que podía irme a ver la tele o a jugar con el ordenador. En lugar de eso, me puse a leer. Los libros siempre me habían ayudado a olvidarme de mi mundo para meterme en otro mejor con problemas que no son los míos.

*******

Cuando llegamos al colegio quedan quince minutos para que empiecen a salir los alumnos. Salimos del coche y vamos hacia la puerta. A pesar del tiempo que falta ya hay bastantes padres esperando a sus hijos. Mi tía se va a comprar el pan para la cena y yo me quedo observando el colegio con nostalgia. Había pasado muy buenos momentos ahí. Los niños pequeños no tienen prejuicios ni excluyen a los diferentes. ¿Acaso por ser un poco tímido no tengo derecho a tener amigos? ¿Es un motivo para que se burlen de mí? No me lo parece.

- ¡Nick!- Escucho a alguien gritar mi nombre y me giro hacia todas partes buscando al dueño de la voz.

Y entonces me quedo alucinado, patidifuso y ojiplático porque jamás pensé volver a ver a este chico.

- ¡Jason!- Jason fue mi mejor amigo en el colegio hasta sexto. Tuvo que mudarse a Francia por el trabajo de sus padres. Estuvimos mucho tiempo hablando mediante mensajes, pero no era lo mismo y al final poco a poco dejamos de hacerlo. Me sentí muy triste, el había sido mi mejor amigo y aunque nunca lo olvidé ni lo iba a olvidar, verle de nuevo era algo que jamás había pensado hacer.

En cuanto llega a mí me envuelve en un fuerte abrazo que me reconforta hasta el alma. Tras recuperarme del shock le devuelvo el abrazo y sonrío con ganas. Con él a mi lado, todo será más fácil.

- ¡Vaya! Cuánto has crecido, estás aún más bueno que tu tía la última vez que la vi. Por cierto, ¿qué tal ella? ¿Y los críos?

No puedo evitar sonrojarme por sus palabras y le doy un golpe en el hombro. Aún así mi sonrisa no desaparece y la suya tampoco.

- Tú también has crecido, y estas muy moreno. Mi tía está igual, ella parece no envejecer por mucho que pasen los años. Y mis primos enormes, ya los verás.

De pequeños Jason fue siempre la parte divertida y yo la parte miedosa. Nos complementábamos a la perfección, como dos piezas del mismo puzle. Él me cuidaba y yo le escuchaba. Él me daba emoción y yo le daba seguridad.

Supongo que habrá tomado mucho el sol, su piel esta mucho más oscura de lo que recordaba. Su cuerpo también ha cambiado. Ya no es el niño enclenque de 10 años al que le gustaba asustar a las palomas del parque. Su cuerpo ahora es el de un bien formado adolescente de 16 años. Se ve que ha hecho deporte. Mis pensamientos se inclinan hacia sitios peligrosos al imaginarle sudoroso. Últimamente estoy que no paro de pensar en cosas guarras. ¿Será normal?



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