Capítulo 2
NARRA JULIAN
Me estoy odiando mucho a mí mismo últimamente. Cuando por fin lo consigo, cuando por fin encuentro a esa persona, la puta sociedad me jode la vida. Amo a Alan con todo mi corazón y toda mi alma, pero ya no aguantaba más tiempo viendo esa carita destrozada por las malas palabras. La gente era demasiado cruel con él. Yo me sé defender, nadie se atreve a meterse conmigo; pero él es un pobre e indefenso cachorrito que no haría daño ni a una maldita mosca.
No podía creer mi suerte el día que le conocí. Ya estaba muy harto de todo, pero sus ojos se encontraron con los míos casualmente, y no pude volver a apartarlos de él. No sé lo que vi, no sé lo que me llamó tanto la atención, pero supe que quería estar a su lado durante mucho tiempo.
No sabía que me iba a enamorar de él.
Por eso le di mi número. Quería ser su amigo, conocerle mejor, averiguar que tenía de especial... Tiempo después lo comprendí. Era simplemente eso: él era especial, diferente a los demás. Es una de las razones por las que me gustaba tanto. Su manera de dar importancia a las cosas más tontas, como por ejemplo cuando le di una flor que había cogido en el jardín de mi casa y se puso a llorar diciéndome lo mucho que significaba para él. Ese día me sentí tan afortunado... Tenía para mí al chico más tierno del mundo y vivíamos una historia aún mejor que las que salían en los libros.
Cuando ya no me aguantaba más le besé. Fue un momento un tanto incómodo al principio, era la primera vez que besaba a un chico. Aunque no podía ser muy diferente de besar a una chica, ¿no?
Pues sí, fue diferente de las otras veces en las que besé a chicas. Pero tengo la teoría de que no fue por el género, sino por mis sentimientos. Ellas solo me atraían, pero de él estaba enamorado. Fue eso lo que cambió, lo que hizo que mi primer beso con Alan fuera el más mágico del mundo, como todos los que me he dado con él.
Y en contra de mis temores, el reaccionó inesperadamente bien.
Desde el primer momento Alan me lo dio todo, confió en mí, a pesar de saber que podría llegar a romperle. Porque eso es el amor, cuando amas y dejas que te amen, le estás dando a esa persona la capacidad de destruirte, pero confiando en que no lo haga.
Y por desgracia, yo lo he hecho. Acabo de partirle el corazón. No soy idiota, me fijé en que sus ojos en ningún momento reflejaron odio, sino decepción y tristeza, que fue mil veces peor para mí. Él es bueno, a pesar de todo lo que le han hecho; es amable y sensible, y las palabras malas y llenas de veneno de la gente le pueden corromper el alma y eso es algo que no estoy dispuesto a consentir. Escuchar a mis propios amigos planear una manera de hacerle daño fue la gota que colmo el vaso. Esos idiotas que tengo por amigos piensan que Alan me está volviendo mariquita. ¿Acaso no se dan cuenta de que ya lo soy? Piensan que a él se le nota mucho y que "por mi bien" debería alejarme para no volverme de su especie. Putos homófobos de mierda, ¡soy de su especie y me encanta serlo!
Pero aunque es realmente apetecible gritarles y darles una paliza, no puedo hacer eso y cargarme mis estudios. Me expulsarían del instituto y mi madre siempre se ha esforzado mucho por que estudie y me mantenga lejos del cabrón de mi padre. No podría hacer eso y tirar todo su esfuerzo y trabajo por la borda. Sería muy injusto para ella.
Así que aquí estoy yo, jodiendo una de las poquísimas cosas buenas que tengo en mi vida por los malditos comentarios de la gente. Realmente a mi me la sudan, los muy cobardes no se meten conmigo. Pero Alan es más frágil, como un trocito de porcelana que se puede romper con solo soplar muy fuerte.
Me duele, de verdad que me duele. Romper a esa hermosa persona sería lo peor que podría hacer y jamás me lo perdonaría. Es mejor que me aleje y así no le haré daño, nadie le hará daño por mi culpa. Es lo malo de ser popular: si te enamoras de la clase baja, siempre estarán ahí para deshacerse del problema antes de que te vuelvas tan "inferior". Pobres idiotas... Jamás serán felices pensando tan estúpidamente.
Pero claro, yo tampoco lo seré sin Alan cerca de mí. Ese maldito muchacho tan tierno de rizos negros se me ha metido tan adentro que el mero hecho de pensar en sacarle duele. Me consuela saber al menos que él estará bien y que ya no será la víctima de mis supuestos amigos.
Vuelvo a mi casa sintiéndome fatal y con la sensación de haberme deshecho de la única cosa buena que existía en mi vida.
Mi madre me abraza nada más entrar por la puerta, y me alivia pensar que me apoya. Es la mejor mujer del mundo y siento que se lo puedo contar todo. Ella sabe la verdadera razón de mis problemas con Alan y aunque no está de acuerdo, me respeta. Hablamos un rato y le cuento lo que he hecho. Me abraza aún más fuerte porque ella sabe todo lo que Alan significa para mí.
Y entonces llega mi padre, y cómo no, me jode aún más la existencia.
-¿Así que ya te estás volviendo normal? ¿Has dejado a ese mariquita? Cuanto me alegro hijo, eso era justo lo que esperab...- Ni siquiera le dejé terminar.
He estado las últimas semanas nervioso por no saber cómo cortaría con el amor de mi vida, viendo el dolor en sus ojos al notarme tan extraño y distante; tengo una terrible presión encima por terminar los estudios y alejarme de aquí; tengo el pensamiento constante de que no podré volver a tocarle, besarle, a oír que soy lo más importante de su vida y que me quiere; y siento por todas partes la rabia que este hombre provoca en mí y todo lo que he sufrido por sus estúpidos principios. No sé si fue alguna de estas cosas, o quizá todas juntas, lo que hizo que mi puño impactara contra su cara con todas mis fuerzas.
Mi madre gritó horrorizada, pero yo sabía que era por el miedo a la reacción de ese monstruo que se hacía llamar mi padre. ¿Palizas? ¿Insultos? ¿Desprecio? Ya estaba más que acostumbrado a recibir eso de su parte.
A mí ya me daba todo igual, si me quería dar una paliza de muerte la aceptaría con gusto. Hoy mismo había dicho adiós a la razón de mi existencia así que, ¿qué me importaba el resto?
Se tambaleó un poco, pero no cayó y nada más estabilizarse noté el golpe devuelto en mi mejilla y sus ojos furiosos.
Los golpes continuaron, apenas esperaba dos segundos y me daba el siguiente. No grité, no pedí ayuda. ¿Para qué gastar energía en eso si nadie vendría para sacarme de aquí? Cuando era pequeño sí que gritaba, y no servía de nada más que para recibir más golpes y más insultos. Así que simplemente aprendí a no hacerlo.
No me salieron lágrimas cuando me dio una patada en la tripa, ni cuando me dejó el ojo morado, ni cuando me rompió el labio, ni siquiera cuando mi nariz y mi oreja empezaron a sangrar. Solo lloré cuando habló:
-Por suerte y por lo que te acabo de escuchar, ese maricón ya ni se acercará a ti.
Y desapareció por la puerta de su despacho con una última mirada de decepción puesta en mí.
Giré con dificultad mi cara hacia mi madre y me di cuenta de que estaba llorando mucho. Sollozaba palabras y balbuceos incomprensibles pero supuse que estaría pidiendo perdón, como siempre que mi padre me pegaba.
Sé que no es culpa de mi madre, pero ella cree que sí, por eso siempre me pide perdón. Él antes no era así. Supongo que la gente cambia y a veces nos cuesta darnos cuenta de dónde viene el cambio.
Me levanté del suelo, fui al baño y me miré al espejo. El ojo morado,el labio partido, sangre manchando mi camiseta y mis pantalones, e incluso una poca en mi pelo. La nariz por suerte no estaba rota. Probablemente sí tenía rota una costilla, pero eso ya se curaría con el tiempo. No iba a ir al hospital, nunca lo había hecho tras una paliza de mi padre. Si me quedaba y aguantaba sin decir nada era únicamente por mi madre. No quería que ella sufriera.
Pero ninguno de los golpes me dolían. Era mil veces peor lo que sentía en el corazón, el vacío que me invadía porque ese hombre tenía razón. Alan ya no me quería ni ver. Le he dicho una mentira tan grande y se la ha creído. Ya no me revolverá el pelo con una sonrisa boba por las mañanas diciendo: hoy tampoco te has peinado. Me olvidará, y yo seguiré pensando en esa vida que tantas veces he planeado tener junto a él. Simplemente soñando porque perdí la oportunidad de ser el hombre de su vida.
Trato de convencerme de que he hecho lo correcto, pero ya ni yo mismo se que significa eso.
Porque, seamos sinceros, ¿dónde está la línea que delimita lo correcto de lo incorrecto? ¿Quién decide que está bien y que está mal? No se puede, porque lo bueno para unos es malo para otros.
Por ejemplo: quizá para Alan sea bueno que hayamos roto, a lo mejor tiene la oportunidad de ser feliz, más feliz de lo que sería conmigo. Pero para mí es malo, porque estoy destrozado, porque siento que el mundo me odia y porque yo creo que hacer lo correcto no debería ser tan doloroso.
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