ARIZONA LEE.
No podía creerlo, estaba de nuevo frente a la puerta de Edward, y es que sentía que si no le insistía jamás sabría absolutamente nada de lo qué pasa por su cabeza. Agradecía que allá abajo, cuando dijo que se daba cuenta de como lo miraba, no le tomaran tanta importancia, y se centrarán en lo de Naella y Emil.
Respiro profundo, y abro la puerta sin tocar.
Lo que veo me deja sorprendida. Abro los ojos más que de costumbre, y mis mejillas se tornan rojas, muy rojas.
Edward esta desnudo, hidratando su piel con crema. Desliza sus manos cuidadosamente por sus piernas. Dios, que trasero. Aunque estaba de espaldas a mi, y tenía la clara vista de su trasero, y su espalda, se veía jodidamente perfecto. Su piel blanca contraída por sus movimientos.
Antes de que él se voltee de golpe, logro ver un pequeño tatuaje en su espalda, ¿cómo es que no lo había visto antes? parece ser de una frase o algo así.
Se gira, y me mira con cierta diversión.—¿Qué haces aquí?— No parece incómodo, y no hace el menor intento por vestirse.
Dejo de mirarlo cerrando los ojos un segundo para poder concentrarme, ni siquiera fui capaz de llevar mi vista a su entrepierna, aunque moría de ganas, lo admito.—Ponte algo.—Pongo mis manos en mis ojos, a pesar de que estaban cerrados, para mayor seguridad de no abrirlos.
Él ríe un poco. El sonido de su risa, que no escuchaba muy a menudo, logra hacerme cosquillas en mi interior. —Ya está.
Abro mis ojos, y en efecto, se ha puesto unos bóxers negros únicamente. Lo miro mal, —Ponte algo más, la vista es desagradable.— miento, la vista era jodidamente perfecta, pero no se lo diría.
El enarca una de sus cejas, y se acerca peligrosamente a mí, —¿Desagradable? no lo creo.
Ugh, su maldito ego.
—Pues créelo, ponte al menos una playera.
—¿Qué si no quiero?— si no lo haces, no podré concentrarme. Joder, esto era demasiada tentación para mí.
—Es tú problema, da igual. ¿Qué fue eso de allá abajo?— preguntó recobrando la compostura. Y adoptando una expresión molesta. Si bien había bajado la guardia, por haberlo visto desnudó, eso no cambiaba mis ganas de querer golpearlo por ser tan idiota.
—¿Qué de todo lo qué pasó allá abajo?,— me da la espalda y va a su closet, toma un pijama, y empieza a vestirse frente a mí. El calor sube de nuevo a mis mejillas. No te vistas. Casi se lo pido. Pero no, Arizona, concéntrate.
—¡Todo! en especial "Al menos yo me doy cuenta que la manera en la que Arizona me mira, es la misma en la que Naella a ti"— suelto con molestia. Él termina de subirse el pantalón de pijama, y se gira de nuevo a mi. Clavando sus hermosos ojos fríos, en los míos.
—Ah, la verdad.— se encoge de hombros.
¿Qué?
—¿La verdad?— alzó un poco la voz. ¿Por qué ahora actuaba despreocupado? Dios, este chico es tremendamente bipolar, ¿qué voy a hacer con él y sus cambios de humor?
—Sí. ¿O vas a negar que te gusto?, porque de ser así yo podría asumir que me he confundido, pero estoy tan seguro de que no es así.—Alza una ceja, y sus labios se curvean un poco. Me molestaba la manera tan despreocupada en la que asumía que me gustaba. Idiota.
Te gusta.
Ya lo sé, pero él no debería saberlo.
—No me gustas, estás brutalmente confundido. Tus pocas neuronas funcionales te hacen delirar, y ver cosas que no son.— ataco, hablando demasiado rápido. Me sentía pequeña frente a él, y no por la tremenda diferencia de estatura, sino, porque el se había dado cuenta de que me gustaba, y eso no me agradaba en absoluto.
Suelta una larga carcajada, y lo miro mal. —¿Podrías repetir lo que dijiste? pero esta vez que suene convincente.
Se estaba burlando de mi. Pongo los ojos en blanco.
—No voy a repetir una mierda.
—Descuida, ya me lo esperaba. Mírame a los ojos, y dime que no te gusto. Solo así te creeré. Y entonces podrás acusar a mis bellas neuronas de haberme hecho delirar,— toma mi mentón y me obliga a mirarlo directo a los ojos. Aunque aún permanecían fríos, había algo más en ellos, algo que no lograba descifrar.
Díselo, dile que no te gusta.
La voz de mi interior me animaba. Pero es que no podía. Tenerlo tan cerca, me hacía querer abrazarlo, y besarlo. Su cercanía me distraía por completo.
—Tú silencio, y tú mirada dicen lo contrario a tus palabras.— susurra frente a mí.
—Pues sí me gustas, pero ten por seguro que vas a dejar de hacerlo. Siento pena de que me guste alguien tan idiota como tú.— intento herirlo con mis palabras, pero no funciona. Su mirada sigue helada, y en sus labios aparece una sonrisa burlona.
—¿Ah, sí?— suelta mi mentón, y camina al rededor de su habitación. —Si yo fuera tú, no estaría tan segura de eso.
—¿Qué?
Él asiente, quedando frente a mí de nuevo, —Es decir, si quieres que deje de gustarte, ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás con Ethan o en tú habitación?
Mierda, el siempre sabía que decir para hacerme enojar aun más.
—¡Te detesto tanto! si tan solo nunca me hubieses hecho ese chupón, si no hubiese despertado en tu habitación, si no...— quería seguir atacándolo y diciéndole cosas hirientes. Aunque la única herida resultaba ser yo. Pone su dedo índice sobre mis labios, haciéndome callar.
—Hoy no estás borracha, cállate antes de que no pueda aguantarme más, y te bese.— suena amenazante, y mi corazón amenaza por salirse del pecho.
Y entonces recuerdo un poco de lo qué pasó la otra noche, yo le había casi rogado por un beso, hasta me había abalanzado hacia sus labios, y él se alejó.
—No, estás borracha.
Mierda, ¿en qué estaba pensando?
Me quedo callada por instinto. Mis mejillas nuevamente se tornan rojas. La sangre subiendo por todo mi cuerpo, llenándome de sensaciones extrañas, pero agradables. Deseaba enormemente que me besara, pero no se lo pediría de nuevo.
Por un momento, me siento triste ahí frente a él, me estaba tomando el pelo, prácticamente estaba jugando conmigo. Un par de lágrimas se acumulan en mis ojos, al imaginarme que Edward solo me miraba como algo con lo que podría divertirse.
—Lo siento, no llores— se acerca, y limpia las lágrimas que cayeron a mis mejillas. Su mirada fría había desaparecido, casi parecía preocupado. Me apartó bruscamente de él.
Era ahora o nunca.
—¿Qué pasa por tu cabeza? ¿te es tan desagradable la idea de quererme o que pueda importarte? ¿por eso te vas a ir a España, para alejarte de mi?— más lágrimas caen de mis ojos.
Él luce sorprendido, y ¿triste?, se queda ahí un segundo sin poder reaccionar. Mi interior estaba lleno de emociones, y la mayoría eran de decepción de mi misma.
—¿Quién te lo dijo?— pregunta, y su estúpida frialdad regresa.
—¿Eso importa? ¡Guao!, por un segundo pensé que dirías que eso no es cierto, que no te largas al otro puto lado del mundo.— se acerca, y toma mi mano.
Me jala hasta la cama, y me hace sentarme en ella, con él a mi lado,—No lo entenderías.
Claro que no iba a entender nada, si él no me lo contaba. Me sentía tonta por esto, de manera indirecta le estaba pidiendo que se quedara, que me diera la oportunidad de entrar en él, de entenderlo y ayudarlo, si es que ocupa ayuda o lo que sea.
—Pero, si me cuentas que es lo qué pasa, podría hacerlo.— él niega, todo su cuerpo se tensa. Clava su mirada en el piso de la habitación.
—No hay nada que contar.
—¿Tiene que ver con lo qué pasó hace dos años?— preguntó confundida, y curiosa a la vez. Él de nuevo se gira hacia mí.
—¿Te dijeron algo sobre eso?— estaba molesto de nuevo. De verdad sus cambios de humor, me estaban asustando.
—No, nadie me ha dicho nada, pero tú podrías hacerlo.
—No, eso es algo que no te importa, y agradecería que no hicieras más preguntas sobre eso. Esta conversación no nos va llevar a nada. Si te quieres olvidar de mí, ¡Hazlo! No me importa.— la frialdad con la que dijo eso, logró lastimar más mi pobre corazón. Más lágrimas llegaron a mi, pero las retuve cuanto pude.
—Realmente no se que hago aquí contigo, intente convencerme de que podrías abrirte a mí, pero es imposible.— limpio mis propias lágrimas, me pongo de pie, y avanzo hasta la puerta, pero me detiene tomando mi brazo.
Luce arrepentido, —No es fácil para mi, ¿okey?— suspira, y me mira como si estuviera decepcionado de él mismo, —Tú llegaste y revolviste todo en mi interior, hace dos años que no sentía la necesidad de estar pendiente de alguien, y cuando apareciste tú...lo cambiaste todo, mis planes, mis sentimientos, todo.— se queda callado. Lo miro confundida, ¿qué pasó hace dos años Edward?, dímelo por favor.
¿Sus sentimientos?
Lo miro esperando que continúe, pero no lo hace,—Continúa.
—El día que te emborrachaste con Kyle, y el otro chico, te dije que no sabía si me importabas, pero que sí sabía que no quería que lo hicieras...— esa parte la había olvidado por completo. Nuevamente siento mi corazón desgarrarse, no había una sola pizca de mentira en todo lo que decía, estaba siendo totalmente honesto.
—No te vayas a España, si quieres vete a casa de tus abuelos, o de tus padres, pero no tan lejos, estoy segura que si te vas tan lejos, no podré olvidarte, será más una tortura, pensar que te fuiste para alejarte de mí...— suplico, con lágrimas en mis ojos. Él toma mi rostro en sus manos.
—¿Es que no te das cuenta?— pregunta exasperado.
—¿Qué?— preguntó confundida, este ser humano lograba confundirme de cientos de formas.
—Estoy aquí, debía haberme ido hace una semana, y la única razón por la que no me he ido, es porque la sola idea de imaginarte con Kyle, o cualquier otro chico, me está volviendo loco.— me quedo en silencio, procesando todo lo que esta diciendo. Y él continúa de nuevo. —¿Todavía quieres saber que fue lo qué pasó allá abajo?— pregunta mirándome fijamente.
Asiento completamente aturdida, y confundida. De pronto me dice que lo olvide, que no le importa, y luego esto. ¿Quien te entiende ojos verdes?
—Fue dejar claro, que no quiero a ninguno de ellos cerca tuyo, ¿sabes que sentí al verte pasar el puto bombón a mi hermano?— pregunta molesto.
—No. ¿celos?
—Sentí ganas de ser él, de que mi labio hubiera sido el que rozarás con el tuyo, y ganas de golpearlo también, por estar tan cerca de ti.
Lo miro sorprendida, ¿cómo es que podía disimular tan bien sus emociones? ¿Y por qué me costaba tanto leerlo?
—Edward, yo...— él me mira directamente a los ojos.
—Qué te haya dicho todo esto, no quiere decir qué no me iré a España,— lo poquito que mi corazón se había calmado, se va a la mierda. ¿Qué?, acaba de decirme que al menos le importo o preocupo un poco y luego suelta esto. —Lo mejor es qué estes lejos de mí, yo solo voy a lastimarte, y mereces mucho más, mereces cosas bonitas, así de bonitas como tú.
La tristeza en su voz me come por dentro.
—Edward, no, no tienes que irte enserio.
—Tengo que hacerlo, lo había decidido antes de que aparecieras, y no voy a cambiar de opinión ahora.— se levanta y camina hacia la puerta. La abre y se queda de pie ahí. Indirectamente me estaba pidiendo que me vaya. Guao.
Con todo el dolor de mi alma, me pongo de pie y salgo de ahí pasando por su lado sin dirigirle la mirada, para ir a mi habitación, no tenía ganas de hablar con Ethan ni con nadie, sentía cada parte de mi interior rota y decepcionada de mi misma.
¿Esto se sentía estar enamorada y no ser correspondida?, Guao duele y da asco.
...
Al día siguiente de que fui a su habitación, me sentía fatal, vomité todo el día, hasta que no quedó nada en mi estómago. Y eso sin mencionar que llore como una niña pequeña cuando se daba un golpe bastante fuerte, todo el día.
Los siguientes días Kyle noto que estaba actuando raro, y compartió los almuerzos conmigo en la cafetería. Esos días Gael andaba por ahí con una chica, ayudándole con sus tareas de comunicación, por lo que lo vi muy poco.
Camille estuvo esta semana en casa de sus padres, al igual que Emil. No tengo la menor idea de porque, pero gracias a que Camille no había estado en casa estos días, fue que pude evitar perfectamente a Edward. Así pasaba toda la tarde y me quedaba a dormir con Alejandra. Algunos días Ethan me pasaba a buscar al piso de Alejandra, después de sus prácticas de fútbol y me compraba helado. Cuando él preguntaba porque estaba deprimida y llorando, le mentía diciéndole que extrañaba a mis padres y puede que en parte también sea una de las razones. Realmente dudo que él se haya creído eso, pero le agradecía que no insistiera en saber lo que realmente me pasaba, aunque algo me decía que él ya lo sabía o al menos tenía la sospecha.
Hoy era viernes, el supuesto día en el que Edward se iría a España. En la mañana antes de ir al colegio, había visto a sus padres llegar a la casa junto con Camille y Emil. Salí lo más rápido corriendo de ahí. Estos últimos días me esforcé por evitar a Edward a toda costa. Me sentía patética.
Esta mañana había recibido una llamada de mis padres, y logré escuchar la voz de mamá por un par de minutos. Debía reconocer que no haberla escuchado en tanto tiempo me había hecho olvidar un poco su voz, ahora tenía un tono de voz cansado y apagado. Preguntaron sobre mis notas, y un par de cosas más de la facultad. También sobre qué había hecho el fin de semana, y otras cosas. Luego de colgar, entré a la primera clase.
Luego de clases iría con Alejandra, y abriría el sobre que en todas estas semanas he evitado abrir, ya me sentía bastante deprimida porque Edward se va, y no quería lastimarme más leyendo las miles de excusas que mis padres han puesto en ese sobre justificando su abandono.
...
—¡Basta!, no más helado Fany,— Alex se acerca hasta a mí, y me quita el frasco de helado. Los últimos días me había estado llamando Fany, gracias a qué Alejandra no paraba de llamarme Estefanía y según Alex, Estefanía era un nombre muy largo y aburrido.
—¡Oye!— me quejo.
—Tengo una semana entera viendo como te deprimes tumbada en mi sofá, ¡una semana sin ver mi televisión! por ser comprensivo.— suelta una risita, y yo lo miro mal. —Pero es que de verdad, si te dejo un día más ahí, vas a hundirme junto a tí, en tú depresión.
Pobre Alex, se la había pasado aquí conmigo cada día.
Frunzo mi ceño,—Qué coma helado, no quiere decir que estoy deprimida.
—Cinco días comiendo helado ¡de chocolate!, tumbada en el sofá, llorando como una niña chiquita por uno de los 3 E, ¿eso si te parece estar deprimida?— se tumba a mi lado y con el control enciende la televisión frente a nosotros.
Nos habíamos quedado solos en la sala de su piso, debido a que Alejandra había corrido a bañarse, teníamos un par de horas ahí desde que llegamos del colegio, y lo único que habíamos hecho Alex y yo, había sido escuchar cuán nerviosa estaba Alejandra porque mañana vendrían sus papás y debía mostrarles sus pésimas calificaciones. Mientras andaba en círculos por toda la sala, diciendo impaciente que no sabría que hacer frente a sus padres y que si la mataban ella moriría triste por seguir siendo virgen.
—No lo menciones. Además, ya te dije que no es por él, que es por mis padres y su terrible e insensible abandono.— intento sonar convincente, pero él suelta una carcajada burlona.
—Ajá, ¿Esperas qué me crea eso?, sí todas las noches que te quedas a dormir escucho el nombre de Edward, mientras lloras.
Ahí si estaba exagerando. Lo miro mal, —Exagerado.
Juguetea cambiando de canal, sonriendo burlón —Llorona.
—¡Oye!— me quejo de nuevo ante su burla.
—Vale, Vale. Solo promete que no más helado por hoy.— repite lo del helado.
Asiento resignada, ya qué. —Bueno, como sea.
—¡Ale, trae el sobre!
Ella aparece con una toalla en la cabeza y me mira de una forma extraña. Luce muy nerviosa.
—No creo que sea una buena idea que leas eso hoy.
Alex deja de prestar atención a la televisión, y se gira para ver a Alejandra.
La miro confundida, —¿A qué te refieres?
—Perdón, yo lo he leído solo por curiosidad, no quiero que...— sus ojos se llenan de lágrimas y mi corazón se aprieta.
¿Qué está pasando? No entiendo nada.
Me pongo de pie con mi corazón agitado, la cara de Alejandra empezaba a preocuparme.
—Alejandra, ¿Qué pasa?— Alex la abraza y ella rompe a llorar.
Mis ojos se llenan de lágrimas, ver a Alejandra de esa forma, me hizo sentirme con miedo, ¿ha leído el sobre?
Se separa unos segundos de Alex, y me mira fijamente sin parar de llorar, —Estos días pensé que se te había olvidado lo del sobre... he tratado de evitar a toda costa que lo leas.— Vuelve a abrazar a Alex que al igual que yo no entiende nada.
—¿De qué hablas?— le preguntó acercándome, mis lágrimas caían a mis mejillas. No saben lo que siento al ver a Alejandra de esa forma.
—Perdón por no decírtelo antes, yo no.... Yo no sabía cómo hacerlo.
Corre a su habitación, y vuelve con el sobre amarillo abierto entre sus manos.
Vuelve a susurra—Perdón...
Me entrega el sobre, y lo tomo con miedo, ¿Qué puede ser tan malo?
Al abrirlo, me encuentro con dos sobres más pequeños, uno abierto que debe ser el que leyó Alejandra, y uno cerrado.
Mi corazón estaba demasiado acelerado, tenía miedo y me sentía terriblemente asustada.
Por instinto, abro primero el que ya está abierto, y me encuentro una carta.
Hija, perdónanos por tomar esta decisión, queremos que sepas que no teníamos otra opción, te amamos y por nada del mundo pienses que no es así.
Hace cuatro meses me diagnosticaron cancer en la sangre...
Deje de leer y todo se detuvo a mi alrededor, ¿qué? ¿No estaban en Mexico? empecé a ver borroso, la voz de Alex y Alejandra se escuchaba lejana, mi corazón se había parado, y de pronto todo estuvo negro.
***
Edward Dawer.
En unos minutos por fin iríamos al aeropuerto, sentía una opresión en el pecho, ya era hoy. El día que tanto había esperado era hoy, y no sentía ninguna clase de emoción o ilusión, al contrario me sentía triste, no había visto a Arizona en estos días y eso me tenía preocupado.
Siento pasos fuera de mi habitación, y estoy casi seguro que son mis padres. Tal como imaginé a los dos segundos mi madre abrió la puerta y por ella entraron mi padre y ella con sus rostros destrozados, su mirada decía todo, y traté de no concentrarme en eso. Ni ellos ni nadie me haría cambiar de opinión.
—Hijo, sabes que si cambias de opinión, puedes quedarte un tiempo en casa y después te vas.— Mamá es quien dice esto.
—Mamá, suenas igual de insistente que Ethan, ya les he dicho que no cambiaré de opinión.
Ethan estos últimos días ha sido irritante, no ha parado de insistir en que me quede, y que mamá se le uniera ya era demasiado.
—Hijo, sabes que te amamos, pero la idea de que te vayas, logra asustarnos— por el tono de voz de papá se que está apunto de llorar y eso hace que mi pecho se apriete y duela.
Las últimas veces que he visto llorar a papá han sido cuando me he convulsionado, y cuando paso eso hace dos años, que solo de pensar en ello, me entraba un coraje con ganas de golpear algo o a alguien.
Se abre la puerta, y por ella entra Ethan. Lo miro mal, y mis padres con agradecimiento por entrar.
—Vámonos o perderás el vuelo.— intenta actuar como si estuviera resignado a que me vaya.
Lo miro con confusión, tratando de seguirle su juego, sé que intenta que me crea que me apoya en mi decisión de irme, cuando solo está esperando que mis padres salgan para volver a pedirme que me quede.
—Edward vendrá conmigo, ustedes vayan con Camille y Emil, papá. El tío Jack nos alcanza con los abuelos en el aeropuerto.
Lo miro mal por un segundo, papá asiente y mamá niega.
—¿Qué?— pregunta confundida.
—Los veremos en el aeropuerto cariño, no te preocupes.— ella resopla, pero Ethan sale de ahí antes de que pueda decir algo más.
Tomo mi maleta y empiezo a seguirlo.
Llegamos a la sala de estar, y Camille se pone de pie.
Se acerca y me abraza.—Edu, por favor, quédate.
Por un momento pensé en apartarla, pero no lo hice. Una punzada llego a mi pecho al ver tan destrozada a Camille.
—Te voy a extrañar, Cam.— es todo lo que digo y se aparta.
Emil llega hasta a mi y me mira a los ojos. —Supongo que aunque me arrodille y te suplique que te quedes no lo harás, prométeme que mínimo me llamarás Edward. Aveces logras ser una pesadilla, pero no me imagino yéndome a dormir sin saber que estás bien y no has hecho algo muy idiota.— lo ultimo lo susurra.
De los ojos de Emil salen un par de lágrimas. Eso que había dicho logro hacer que a mis ojos también se llenaran lágrimas, Emil siempre había sido un lindo, pero esto que había dicho hoy, había sido jodidamente increíble.
Suelto la maleta y me inclino hacia él,—Abrázame, pesado.
Nos abrazamos unos segundos y luego Emil se separa. —Voy a llamarte, te lo prometo.
Vuelvo a tomar la maleta, y le hago una seña a Ethan para que salgamos de ahí. Puedo ver lo triste que se sienten todos en sus ojos, y debo admitir que tenía muchas ganas de romperme a llorar, pero no lo haría de nuevo, me prometí no volver a llorar jamás frente a ellos y no rompería mi promesa hoy.
Una parte deseaba que llegara Arizona para al menos decirle que lo siento, y para verla al menos por última vez antes de irme. Pero otra parte sabía que verla me haría volver a cancelar mi vuelo por segunda vez, así que lo mejor era que no apareciera.
Antes de que Ethan abra la puerta de la casa, se escucha como alguien la toca desesperadamente por el otro lado, y mi corazón se acelera.
Debe ser ella.
Ethan abre, y lo que nos encontramos es a una chica acelerada, y llorando. Es la misma chica con la que según Ethan se ha quedado a dormir Arizona estos días.
—¡Alejandra, ¿qué te pasa?— Ethan la toma del brazo, y ella intenta calmarse, está muy agitada.
¿Dónde está Arizona? Mierda...
—¿Ella esta bien?— es lo único que puedo preguntar, y ella niega con la cabeza, y entonces todo se me viene abajo. No otra vez, no por favor.
—¡Está como loca!— toma una pausa para respirar profundo, y vuelve a hablar, —Sabe que su mamá tiene cancer.
Y entonces todo tiene sentido, joder, ¿cómo es que se ha enterado?
Detrás de Ethan y mío, están mis padres, Camille y Emil susurrando cosas horrorizados.
Quienes ahogan un grito, mis padres si estaban al tanto de la enfermedad de Amaya, y claro, si ellos son quienes la han cuidado en el hospital cuando Michael tiene que ir a la oficina. Los únicos que no estaban al tanto, son Camille y Emil.
—¿Qué?— Camille se agarra de Emil, y sus ojos se tornan llorosos, le afecta demasiado, ella no sabe manejar este tipo de situaciones.
—¿Tiene qué?— Emil se abre paso para acercarse a Alejandra, —¿La mamá de Arizona tiene qué?— repite alzando la voz.
Me he quedado en un trance, ¿cómo es que lo sabe?
Mis padres no saben que hacer, se dedican miradas entre ellos llenas de preocupación. Y Ethan por su parte, intenta calmar a Alejandra.
—¿Dónde está?— preguntó y suelto la maleta.
Debía verla, abrazarla, y asegurarle que todo va estar bien. Debía estar con ella, y él viaje a España, puede esperar.
—Está en mi piso con Alex, no para de llorar, ha llamado a sus padres cientos de veces y no le atienden, está molesta con ustedes porque cree que ya lo sabían y se lo estuvieron ocultando.
Escucho como Camille y Emil empiezan a quejarse haciéndole preguntas a mis padres, y Ethan me mira molesto, yo había hecho mal al confesárselo y convencerlo de que no dijera nada. Él había insistido en que Arizona debía saberlo, pero sus padres no querían que ella lo supiera, no después de que el transplante haya marchado bien. No querían alarmarla y tenían fe de que Amaya se recuperaría, y habían dicho que después se lo explicarían todo.
—¿Dónde es tu piso?— preguntó acelerado, no podía perder más tiempo.
—Vamos.
Empiezo a seguirla dejando a mis padres y a Ethan en la entrada hablando, o más bien discutiendo, me sentía destrozado por dentro y muy culpable, yo había sido el primero en saber la verdadera razón por la que Arizona estaba aquí, y aún así había sido tan hijo de puta que encima de lo de su madre yo la había hecho sufrir demasiado, ella no se merecía para eso, y justamente por eso, merece a alguien mejor que yo. Alguien capaz de darlo todo.
Pero ahora mismo, eso no me importa, necesito estar con ella.
______
Xoxo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top