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Maratón 2/2

ARIZONA LEE.

Tres semanas habían pasado desde mi beso con Emil, desde que fui a casa de sus padres, todo había marchado bien, a excepción de que no había visto a Edward, los fines de semana siguientes fuimos a casa de sus padres nuevamente, insistían tanto en que no me podía quedar sola y Camille lograba convencerme; aunque la pequeña esperanza de encontrarme con Edward allá me hacía ir. Pero terminaba decepcionada de mi misma cada vez, porque él no estaba y terminaba doliéndome de cierta forma.

Ethan se había encargado de entretenerme todos los días, estás tres semanas no lo vi con alguna otra chica, se había vuelto de cierta forma empalagoso pero agradable. Salíamos del colegio juntos, veíamos películas, alguna que otra vez lo acompañe a su práctica de fútbol, a pesar de que se me hacía raro que pasara más tiempo conmigo que con cualquier otra chica, logró hacer tres semanas bastantes agradables con sus comentarios desubicados, hasta cierto punto.

Camille había estado increíblemente cerca de Carla, aveces iban a comer, y yo me quedaba con Ethan y Alejandra. Al principio su amistad con Carla me confundió mucho, de pronto en la cafetería ella almorzaba con nosotros, y es que ella realmente era muy agradable, y cuando Camille dijo que era la chica perfecta, no se equivocó, realmente lo es.

Ella le había confesado a Camille que no le gustaba Frank, que de hecho le gustaban las chicas, y que se disculpaba por lo que había pasado, Camille claramente acepto sus disculpas y así fue como la acercó a nosotras y empezamos a compartir mas tiempo con ella. Aunque Camille más que yo, porque Ethan no se me despegaba.

Las últimas semanas hablé muy poco con Daniel, me apenaba hablarle sabiendo que me había besado con Emil, él insistía en venir los fines de semana y aunque si quería verlo, no se lograba poder porque me iba a casa de los padres de los chicos.

Shanay ya había aprobado sus materias, por lo que ya no estaba castigada y podíamos hablar más seguido que antes, la puse al corriente de algunas cosas, exceptuando el beso con Emil, y mi extraña necesidad de ver al idiota de Edward, no quería emocionarla ni nada por el estilo.

Con mis padres todo estaba bien, había logrado hablar con mamá hace unos días, su voz se escuchaba tan diferente, pero me invadía una sensación de alivio cada que escuchaba su voz; aunque papá llamaba más seguido, decían que México estaba increíble y que algún día nos iríamos a vivir permanentemente para allá. Y realmente me emocionaba mucho esa idea.

Por otro lado Emil, había actuado normal conmigo, de vez en cuando me invitaba a jugar videojuegos, y si lo hacíamos, pero nunca solos, siempre se nos unían Camille y Ethan.

Algo extraño que había notado, era que Ethan no solía dejarme sola con Emil un solo segundo, aún así él se estuviera durmiendo mientras jugábamos videojuegos, no se iba a dormir hasta que yo lo hacía. Pero quizás lo estoy pensando de más.

Había estado apunto de enviar mensajes a Edward, al menos para saber si seguía vivo y no estaba muerto por ahí, pero nunca me atreví, una parte de mi estaba ansiosa porque él mismo me enviara algún texto, pero tampoco lo hizo. Él único que lo había visto en todo este tiempo es Ethan, quien los fines de semana iba con él a casa de sus abuelos, mientras los demás nos quedábamos en casa de sus padres.

Ya estábamos viernes de nuevo, voy hacia mi casillero por los cuadernos de la última clase, Camille se había adelantado, porque su papá la había llamado, así que mi única acompañante era Carla, porque Alejandra extrañamente hoy no había asistido, incluso le pregunté a Alex por ella, y dijo que había amanecido enferma. Ya la llamaría más tarde para preguntarle si se siente mejor.

—¿Por qué literatura es tan aburrida?— pregunta Carla mientras caminamos al aula, posando un mechón de su cabello castaño tras su oreja.

Era cierto que esa era la peor clase, además de que nos habían cambiado de profesor, y ahora era un anciano muy malhumorado y demasiado exigente.

—No tengo idea, pero me dan ganas de dormirme cada vez— ella ríe un poco.

—¿Vamos al baño? Quiero acomodar mi cabello también — asiento y la acompaño hasta el baño.

Ella entra en un cubículo mientras yo la espero frente a los enormes espejos, mojando las puntas de mi cabello naranja que hoy estaba en un tremendo desorden.

Escucho como alguien carraspea, y por el espejo veo a una chica rubia un poco más alta que yo, y detrás de ella entra Olivia.

Ruedo los ojos, sin prestarles mucha atención. Estas semanas Olivia se había vuelto jodidamente insoportable con sus miraditas de odio hacia Camille y hacia mí. Me estaba cansando de ella.

—Vaya vaya, mira a quien tenemos aquí Olivia— dice la rubia con aires de superioridad.

—La mosquita muerta de Los 3 E.

Su comentario me hizo enfadar y girarme para encararlas. ¿Cómo se atreve?

—¿Cuál es tu problema?— la miro desafiante; a pesar de que ambas son más altas que yo, no lograban intimidarme.

La rubia suelta una risa falsa, y toma del brazo a Olivia. Alza una ceja y me mira con desprecio, —¿Qué le hiciste a Edward?— pregunta, y abro mis ojos demasiado, no entendía su pregunta.

—No sé de que hablas— me encojo de hombros aún sin dejar de mirarlas.

Olivia ríe un poco—Se rumora por ahí, que le molestaba tanto tu presencia que se fue con sus abuelos— escuchar eso, hizo que se me apretara el pecho, eso no podía ser cierto, debía ser una jodida mentira. —Algo debiste haber hecho.

Carla sale del cubículo, y su rostro refleja desagrado, se posiciona a mi lado, como si tampoco le agradaran.

—Yo no le hice nada, y si lo hubiera hecho, no es tu jodido problema, vámonos Carla,— la tomo del brazo, pero ellas nos impiden pasar. La rubia mira divertida a Olivia.

—¿A dónde creen que van?— me señala, —Y tú más te vale que no le hayas echo nada, porque los 3 E son sólo míos— Olivia se acerca un poco más a mi pero Carla la detiene poniendo su mano.

—¿Ah si?, dudo que sean tuyos, aún recuerdo la cara de Emil de vergüenza , cuando se metió contigo estando borracho,— Carla da un paso al frente y Olivia retrocede, —¿O es qué no te acuerdas cómo Edward te hizo saber enfrente de todos que lo que había pasado aquella noche había sido un grave error?— una ligera sensación de decepción me atraviesa al escuchar eso, yo aún tenía la esperanza de que Edward no se hubiese metido con ella.

Olivia la mira incrédula, —Este no es tú problema Carla, no te metas— la reta, la rubia únicamente observaba sin decir nada boquiabierta.

—La razón por la que Edward se fue; tampoco es tu problema, así que déjame en paz— digo firmemente, apretando mis manos a mis costados, estaba enojada, muy enojada y decepcionada también. Me negaba a creer que mi Edward, se haya metido con ella.

No es tuyo.

Todavía.

¿Qué?

—La vas a tener muy difícil Arizona, si crees que podrás estar con alguno de ellos— amenaza Olivia, y le alzo una ceja divertida.

Suelto una carcajada y Carla toma mi brazo de nuevo, —Me parece que la tienes más difícil tú, yo vivo con ellos, mientras que a ti— la señaló desafiante, —ni siquiera te voltean a ver.

Jalo a Carla fuera de allí; y empujamos a la rubia que ni siquiera sabía su nombre, al salir de ahí, recuerdo lo que ella dijo; y no puedo evitar preguntar.

—Eso estuvo increíble Ari, dame cinco— extiende su palma y la chócanos sonriendo.

—¿Edward estuvo con ella?— preguntó titubeante.

Ella me mira curiosa por mi pregunta, quizás sone un poco más interesada de lo que debía, —Hace un año, Edward bebía y se drogaba todo el tiempo, un día la invito a su casa, pero no la toco, creo que apenas y se besaron— pongo una mueca, dolía aunque no entendía porque, eso me dolía, Carla continuó —Ella se inventó que se habían acostado, muchos días todos cuchicheaban y rumuraban sobre eso, hasta que Edward la tomo del brazo en una práctica de fútbol, frente a muchos de los estudiantes del colegio, incluso Alexa la rubia que estaba en el baño también estaba ahí, él le dijo frente a todos que era una puta mentirosa, y que haberla invitado a su casa había sido un tremendo error, y que no la quería ver cerca de él, ni de sus hermanos nunca.

Guao, abro mis ojos como platos, y suelto un pequeño suspiro de alivio.

—¿Te interesa Edward?— me pregunta antes de que pueda reaccionar.

Niego rápidamente, —No, para nada.

Ella niega ante mi respuesta, —No te culparía, seguro si me gustaran los chicos, estaría perdidamente enamorada de él, aunque ahora es muy diferente a como cuando lo conocí, no deja de ser perfecto.— suspira sonriendo.

Me hubiese encantado conocerlo antes y poder entender a lo que se refieren cuando dicen que ahora es tan diferente.

Y la miro mal, —De verdad no me interesa.

Ella ríe un poco aún sin creerme, y entramos en el aula, definitivamente debía disimular un poco cada que me hablaran de él, ahora si estaba más que claro que odiaba a Olivia, ¿cómo se atrevía a hacer algo así?.

El profesor inicia su aburrida clase, Carla y yo nos sentamos a un lado de Camille cada una, y para nuestra suerte Olivia y Alexa, no entraron a la clase, lo que menos quería era verlas.

***
Después de salir de la clase de Literatura Carla se despide para ir a su casa, mientras que Camille y yo caminábamos a la nuestra, Ethan no estaba por ningún lado lo cual era extraño.

—¿En qué tanto piensas Ari?— pregunta curiosa mirando al frente.

—En nada— le restó importancia, ya estábamos más cerca de la casa, casi al llegar observó de lejos la camioneta de los padres de los chicos.

—¿Qué hace mi tío aquí?— Camille nota la presencia de Camilo y camina un poco más apresurada, yo le sigo el paso.

Veo cómo Camilo se baja de su camioneta y baja una silla de ruedas de la parte trasera, rodea para abrir la puerta del copiloto, y lo que veo me deja en shock, mi pecho sube y baja debido a que mi corazón se aceleró incontrolablemente.

Ahí estaba Edward, sus ojos verdes encuentran los míos, y no hay nada, solo una mirada fría, eso me decepciona un poco, tenía la esperanza de ver al menos que me había extrañado un poco. Vestía un pans azul y un suéter del mismo color, y tenía unos deportivos, se miraba un poco más delgado que la última vez, y su hermoso cabello desordenado igual que siempre. Dios ¿por qué tiene que ser tan atractivo?

Ethan sale de la casa, y ayuda a Edward a sentarse en la silla de ruedas, y este hace una mueca de dolor al sentarse.

—Yo puedo solo— se queja haciendo muecas.

—Edward— regaña su papá.

¿Qué? ¿qué le había pasado?.

Cuando ya estamos enfrente de ellos, Camille habla preocupada.

—¿Qué te paso, Edu?— él la mira mal, y su tío es quien responde.

—Se cayó de las escaleras de la casa de tu abuela, solo necesita descansar— Ethan se lleva empujando a Edward, ni siquiera nos dijo hola, o algo, su mirada fría e inexpresiva como siempre.

La presión en mi pecho era asfixiante, se miraba tan lindo, tenía un poco más de barba que la última vez que lo vi, y al parecer él no me había extrañado, un vacío se forma en mi pecho, y por alguna razón mis ojos se llenan de lágrimas. Pero no derramo ninguna.

—Hola chicas, ténganle paciencia, viene un poco más enojón que de costumbre. ¿Camille?— se dirige a Camille besando su frente, —encárgate de que se alimente bien.

Camille asiente y entra rápido a la casa, dejándome sola con su tío. Yo aún no entendía nada y estaba helada ahí parada.

—¿Te pasa algo cariño?— pasa la palma de su mano frente a mi; y me hace salir de mis pensamientos.

—Ah no, nada, estaba distraída— él sonríe y se despide de mi, entregándome la mochila y guitarra de Edward, pidiéndome de favor que se las entregara.

Bueno, al menos tenía una excusa para enfrentarlo.

Entro a la sala de estar, y no veo a nadie ahí, todos deben estar arriba en su habitación, lleno de aire mis pulmones, y me dirijo a mi habitación, esperaría a que lo dejaran solo para entregarle sus cosas, y reclamarle tantas cosas, si no fuera porque viene lastimado, lo golpearía.

Respiro hondo, y me tumbo en la cama, mil sensaciones me recorrían de saber que el ya estaba aquí, que los ojos verdes que tanto me intrigaban y gustaban ya estaban aquí de nuevo.

Te extrañe tanto idiota.

***

Después de estar tumbada en la cama por una hora, había alimentado a Freya, y había tomado una ducha bastante larga y relajante, ahora me había vestido con mi pijama de patitos rosados, y unas sandalias blancas.

Estuve revisando mi móvil por un par de minutos, quería ir a donde Edward, preguntarle que le había pasado exactamente, también el porqué del chupón, porque desapareció y muchísimas más dudas que tenía, pero debía esperar a que todos estuvieran haciendo algo, menos estar pendientes de él.

También estaba el tema de que decía llevarle su mochila y su guitarra, quizás solo le devolvería la mochila, y me quedaría prestada la guitarra, ya sabes eso me serviría como próxima excusa si quisiera ir a verlo de nuevo.

Que inteligente.

Me armo de valor, y antes de salir de mi habitación con mi móvil y su mochila en mis manos, respiro hondo, muy hondo.

Los nervios me estaban consumiendo, pero había esperado casi un mes para verlo, lo menos que me merecía era una explicación.

Y si, pueden decir que él no me debe nada de explicaciones y que estoy loca, pero si lo hace, ¿Cómo es que desperté en su habitación?, yo estaba segura que dormí aquí con Daniel, él sin duda también debía explicarme eso.

Camine silenciosamente por el pasillo, no había nadie, y tampoco se escuchan ruidos, no era muy de noche aún, pero supuse que ellos estarían ocupados haciendo otras cosas.

Toco la puerta, y escucho un -¿Ahora que?- y con eso me dispongo a abrir.

Al entrar lo veo sentado en la mitad de la cama, tenía sus pies descalzos, la misma ropa con lo que lo había visto cuando llego, su cabello igual de desordenado, y a su lado en la cama estaba su computador.

Sus ojos verdes encuentran los míos, y me enarca una ceja.

—Yo...— no sabía que decir, era la primera vez después de casi un mes que estaba cerca de él, así de cerca.

—¿Tú?— él pregunta, cierro la puerta tras de mi, y entro.

—Traje tu mochila— la pongo a un lado de la cama. —¿Qué te paso?.

Él me ignora completamente y su mirada viaja a su escritorio por unos segundos, su mirada estaba más fría que cualquier otra vez, indescifrable, sin emoción alguna.

Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo, ¿cómo es que podía mantener su expresión así?

—¿Y mi guitarra?— su pregunta me saca de mis pensamientos.

Debería decirle que la tenía, o bien podría decirle que su papá olvidó dejarla.

—Digamos que la conservaré— digo acercándome un poco a él, sentándome en el sofá de lado de su cama.

—¿Ah, si?, ¿por qué?— no le diría que para usarla de excusa para venir a verlo, claro que no.

Me encojo de hombros, —porque me da la gana.

Bien Arizona, bien.

Él sonríe por unos segundos, pero es una sonrisa vacía, no llega a sus ojos.

—¿Qué hacías aquella noche en la habitación de Emil?— pregunta arqueando una ceja, posa las palmas de sus manos a sus costados, y no deja de mirarme un solo segundo.

—Eso no te importa—, él asiente y menea la cabeza después.

—Dime ¿que te paso?— podía ver aún más visible la cicatriz en su cuello, también tenía curiosidad de saber que le había dejado esa horrenda cicatriz tan enorme.

—Eso no te importa.— responde del mismo modo que yo lo hice.

—Si me importa.

—¿Por qué?— suspiro cansada, enserio este chico es tonto. Tontisimo.

—No lo se, digamos que curiosidad.

—Me caí de las escaleras en casa de los abuelos, ya te lo ha dicho mi padre.— se endereza un poco en la cama haciendo una mueca de dolor.

Lo miro preocupada, —¿Y estás bien?— él me mira incrédulo.

—Estoy perfecto, ¿no lo ves?— oh, si que lo veo.

A pesar de que eso había sido exceso de sarcasmo, no me había molestado tanto.

Quita su computador moviéndolo hacia su mesita de noche, y palmea las sábanas a su lado, —Acércate.

Mi corazón se acelera por unos segundos, y como una tonta le hago caso. Me pongo de pie y me siento a su lado, solo que quedando frente a él, para poder verlo mejor.

—No debiste acostarte con Emil— susurra cerca de mí, sin moverse tanto.

Un escalofrío me recorre, quería decirle que no me había acostado con él, pero él se había liado con alguien más, lo mínimo que podía hacer era que siguiera pensando eso.

—No me arrepiento, él es muy bueno en...— deje la palabra en el aire, cuando llevo una de sus manos a mi rodilla, y la deslizo hasta mi muslo, casi podía sentir como dejaba de respirar y contenía el aire.

—¿Qué...haces?— preguntó titubeante.

—Tienes suerte de que no pueda follarte ahora mismo—susurra y hace una mueca de dolor al intentar moverse, pero no quita la palma de su mano de mi muslo. Empieza a deslizarla un poco más hacia arriba y ahí se detiene, justo al final de mi pijama.

—Aunque pudieras no lo harías— estaba claro que él solo quería jugar conmigo, no se de donde toma fuerza suficiente para tomarme del brazo y jalarme un poco más cerca de él.

—¿Por qué piensas que no lo haría?— su mirada había bajado a mis labios, y eso me hizo mojarlos un poco inconscientemente.

—Te fuiste al día siguiente de hacerme un chupón, y de haber despertado en tu habitación, si tantas ganas tenías de follarme, no te hubieras ido— él sonríe de lado, una pequeña ola de ¿tristeza?, llega a él.

—Arizona— su voz se torna un poco ronca, sonaba sensual. —Me fui justamente para no follarte, tenias un mes aquí, lo que menos quería era provocarte.

—Pero lo hiciste, fui a casa de tus padres todos estos fines de semana con la esperanza de verte, y no estabas, ¿sabes que sentía?, sentía que querías evitarme—él niega, y toma mi mano. Casi podía sentir que intentaba ser lindo.

—No parecía importarte mucho cuando estuviste con Emil— puedo notar decepción en su voz y su mirada.

Dejándome llevar por el momento, me subo a sus piernas tratando de no hacerlo muy fuerte para no lastimarlo, a él parece tomarlo por sorpresa pero no me aparta, se queda esperando lo que sea que yo vaya a hacer.

Acerco mi rostro a su oreja, para susurrarle, —Tienes la jodida suerte de haber llamado antes de que algo pasara.

Él suspira con un poco de alivio, y entonces lleva sus manos a mi trasero y lo aprieta delicadamente, pero ese roce envía miles de sensaciones por todo mi cuerpo, me estremezco encima de él.

—¿Si sabes que si juegas con fuego, puedes quemarte?— pregunta apretando un poco más su agarre en mi trasero.

—¿Crees qué quemarme contigo valdría la pena?— esa pregunta era más para mi, pero no pude evitar hacerla.

—Joder, me estás poniendo duro, bájate ahora antes de que...— tomando valor, rozo mi intimidad sobre la suya aún con la ropa, él desvía su mirada a otro lado.

No se de donde estaba sacando el valor para hacer todo esto, sus ojos verdes me incitaban a seguir con estas provocaciones, pero él estaba lastimado, no podríamos hacer nada, y justo era eso lo que me animaba, lo dejaría caliente, y esa era mi pequeña venganza por haber desaparecido tanto tiempo.

—Arizona.

Su voz tan desafiante me hace dudar un momento, pero continuo con mi juego.

Acerco mi rostro a su cuello, inhalo desesperadamente percibiendo su aroma increíblemente varonil, pongo mis labios ahí y empiezo a dejar un par de besos húmedos. Él aún tenía sus manos en mi trasero, y sentía como poco a poco algo bajo mi entrepierna se posaba más duro y apretado, eso me hacía sentir victoriosa, ver el efecto que estaba provocando en él me motivaba.

Dejo de dar besos, y entonces muerdo lentamente haciendo que se le escapara un jadeo, mentiría si dijera que yo no me estaba exitando, claro que lo estaba haciendo, empiezo a chupar su cuello, hasta dejarle una marca parecida a la que él me dejo.

Él estaba ahí sin hacer nada, parecía sorprendido por cada cosa que yo había hecho, pero por primera vez estaba viendo algo genuino en su mirada: Deseo.

Luego de haber dejado el chupón, intento bajarme de él, pero no me lo permite, apretando su agarre en mi trasero, me hizo sentir aún más su erección.

—Después de esto nadie más podrá tocarte, nadie.

Estaba sonando muy posesivo y demandante pero sus palabras me hicieron estremecer, aún excitándome más, y quería hacer lo mismo con él.

—¿Te pusiste así de rápido tan duro con la chica que te follaste cuando yo estaba con Emil?— una sonrisa divertida atraviesa su rostro y muerde su labio inferior provocándome.

—¿Sentiste esto que estas sintiendo en este momento con él?— su pregunta sonaba acusadora.

—Quiero besarte, pero no voy a hacerlo— le confieso.

—No esperaba que lo hicieras— se encoge de hombros, y por un momento eso me hizo sentir insegura, pero luego recordé lo duro que estaba debajo de mi.

—Yo debería irme— él asiente y suelta mi trasero dejándome libre. Pero antes de que me quite del todo encima de él, toma mi brazo.

—Donde vea a alguien más tocándote o haciendo algo contigo...— le interrumpo.

—Suenas como si te interesara enserio,— él duda un momento sobre si decir algo o no, y al final lo hace.

—No necesitas interesarme de esa forma, para querer hacerte mía— vuelve a encogerse de hombros, sus ojos verdes tan divertidos, me dan una mirada expectante.

Quería subirme de nuevo a él y besarlo, luché mucho contra mi misma para no hacerlo. Lo ignoro soltándome de su brazo, para salir de ahí, pero su voz me detiene esta vez.

—Desde ahora eres mía, Arizona, tú fuiste quien vino a mi, ahora te atienes a las consecuencias— esas palabras me estremecieron completa, quería decirle que no era asi, que eso no era cierto y que no sería suya ni de nadie, pero las palabras no salieron de mi boca, tomé el pomo de la puerta y sali de ahí ruborizada.

¿Que había pasado con la Arizona inocente?

Definitivamente había perdido la cabeza, tantos días sin verlo me habían hecho mal. Sonrió para mi misma al recordar la erección que le había provocado. Estaba dispuesta a jugar con él, si esto para él es un juego, para mi también lo sería.

Daniel.

Mierda me había olvidado completamente de Daniel, todo lo que había hecho estaba mal, y no lograba sentirme del todo mal, yo estaba sintiendo cosas mucho más diferentes por Edward que por Daniel, así que definitivamente tendría que hacérselo saber, lo que menos quería era lastimarlo.

Dejo de pensar por unos momentos, y entro en mi habitación, tomo mi móvil que traía en la mano, y vibra justo cuando estaba por ponerlo en la mesita de noche, sonrió como una loca al ver el nombre de Edward en la pantalla.

Edward.
Solo mía.

Yo:
Seguro que estás soñando.

Le envío eso último y guardo mi móvil en la mesita, seguro que me esperaba una semana difícil, lo que acaba de hacer seguro me traería problemas, pero seguro que valdrían la pena. Mañana llamaría a Daniel para que viniera, teníamos que hablar.

Me recuesto en la cama dispuesta a dormir, aunque me costo tanto hacerlo ya que no podía sacar a Edward de mi cabeza, finalmente lo hice.

______
Xoxo.

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