12:

ARIZONA LEE.

Luego de volver a mi habitación y dejar la ropa de Edward sobre la cama, y susurrarle desde la puerta del baño a Daniel, que lo esperaría en la sala para cenar, baje las escaleras nuevamente y me hundí en uno de los sofás.

Esos ojos verdes preciosos, no salían de mis pensamientos, su voz tan demandante al exigir amenazantemente que durmiera en su cama y no con Daniel, me habían sorprendido tanto que no paraba de pensar en ello.

Me inquietaba demasiado.

Seguía hundida en el sillón cuando la puerta principal de la casa se abrió, dejándome ver a los gemelos con cajas de pizzas, y a Camille con frituras y algo que no logro ver en su otra mano debido a mi posición.

—¡Llegamos!— exclama Camille muy contenta.

¿Qué? Ella estaba triste, y ¿ahora feliz?

—Te dije que no era buena idea darle alcohol, el tío Jack va matarnos— regaña Emil a Ethan.

Me incorporo en el lugar, y los observo mejor, Emil luce molesto, demasiado para ser verdad; en cambio Ethan y Camille lucen bastante contentos, ¿se habían emborrachado en una hora?, más o menos ese era el tiempo que había pasado desde que salimos del cine.

Eso era increíble.

—Ari, ¿quieres?— Camille se acerca tumbándose a mi lado en el sofá, con una botella de vodka a medio terminar.

La tomo rápidamente pero no la llevo a mis labios, —¿Qué esperas?, toma.

Y sin pensarlo dos veces lo hice, bebí. Ganándome una mirada desaprobadora de Emil.

—¿Tú también, Arizona?— pregunta poniendo los ojos en blanco.

—Eres el único amargado— le comenta Ethan a Emil, mientras van a la cocina.

Camille y yo los seguimos sentándonos juntas en diferentes taburetes de la barra.

—Prefiero ser amargado que verme ridículo bebiendo esa cosa— señala despectivamente la botella en las manos de Camille.

Ethan forma una sonrisa de lado.—Vamos Emil, antes bebías.

Pasan varios minutos en los que Camille y yo, nos pasábamos la botella para beber de ella, Emil ponía los ojos en blanco, y Ethan bebía cervezas sin control.

Emil decide ignorarnos, y se gira hacia a mi, —¿Dónde está él?— pregunta secamente con desaprobación.

¿Edward?

—En su habitación— me encojo de hombros y le quitó la botella a Camille, para llevarla a mis labios nuevamente. Todos me ven sorprendida. Ya me estaba mareando un poco, y la botella se estaba terminando.

—¿Qué?— preguntó haciendo una mueca por el crudo sabor a vodka entrando en mi sistema una vez más.

—¿En su habitación?— pregunta Camille formando una sonrisa de lado.

Y entonces entendí que Emil , había preguntado por Daniel, no por Edward, quise golpearme internamente.

Y hablando del Rey de Roma, él apareció en el umbral de la puerta de la cocina, con la ropa que Edward me había prestado para él, luciendo tan lindo. Su cabello mojado en un desorden.

—Hola de nuevo— es todo lo que dice y se sienta a mi lado.

—¿Esa no es ropa de Edward?— pregunta Camille con gran sorpresa bebiendo después de la botella.

Asiento, — si se la he pedido prestada.

—¿Y te la presto?— pregunta Ethan alarmado, más bien fingiendo estar alarmado. —Definitivamente Edu debe estar de buen humor hoy— utiliza demasiado sarcasmo, y yo los veo mal a todos, menos a Daniel, quien parece estar analizando a cada uno de ellos.

—No me llames así— se hace presente Edward en la puerta de la cocina, tiene la misma ropa, solo que ahora lo acompaña una mochila negra colgada a sus hombros tras su espalda, y una  gorra azul, ocultando su hermoso cabello.

¿Ya se iba? ¿Y a dónde?

No te importa.

—Lo siento Edu...— Ethan suelta una risa, —digo, Edward— deja de reír cuando Edward da un paso al frente, sus ojos verdes clavados en mi. Ethan va hacia la nevera nuevamente  sacando unas cervezas, ofreciéndole a Daniel, quien la toma en silencio.

—¿A dónde vas Edward?— para mi suerte Camille hizo la pregunta que yo tanto deseaba hacer.

Avanza dos pasos más hacia al frente, y esta vez su mirada es desafiante, se ve irritado, y podía notarlo; la presencia de Daniel con su ropa lo irritaba.

—No te importa— dice ignorando la pregunta de Camille, —Y Daniel— posa su mirada en él.

—¿Si?— Daniel pregunta sorprendido, como si esa mirada de Edward le intimidará, y claro, hasta a mi me intimidaba. Maldito ojos verdes das miedo.

—Puedes quedarte con eso— señala la ropa que traía puesta Daniel, y sale de ahí sin despedirse, sin decir nada más.

Por un momento me quedo ahí helada al igual que todos, en silencio. Y luego salgo corriendo de la cocina para seguirlo, puedo escuchar como  Camille y los demás me preguntan si a donde voy, pero no me detengo.

Estaba por subirse a una camioneta negra, —¡Edward!— le gritó, sus labios forman una sonrisa, y me acerco hasta quedar cerca de él. No está sorprendido porque lo haya seguido, es como si él ya se lo estuviera esperando.

¿Como podía sonreír si acaba de asesinar con su mirada a todos ahí dentro?

Se miraba tan arrogante con esa sonrisa burlona en sus labios.

—¿Si?— pregunta dando un paso hacia a mi, acortando la distancia y pasando un mechón de mi cabello tras mi oreja. —Tengo prisa.

—¿A dónde vas?— no le sorprende mi pregunta, eso está claro.

—No te importa.

Es cierto, no te importa.

Su voz sonó tan seca, por un instante su sonrisa se borró de sus labios, ¿Por qué era tan seco a veces? Me había respondido de la misma forma que a Camille.

Por un segundo me sentí estúpida allí, preguntándome a dónde es que iba, porque la única clara respuesta que quería, era que me asegurara que no dormiría con ninguna chica esa noche.

Lo único. Pero ¿por qué me importa tanto eso?

—Al menos dime si vas con alguien— insistí mirando con detenimiento su ligera barba, que lo hacía lucir tan bien.

—Creo que eso tampoco te importa.

Doble punto para Edward.

Cállate.

Y era cierto, no me importaba, al menos no debería importarme.

—Tienes razón. — niego lentamente frotando mis manos, la noche estaba algo helada, y a pesar de que traía suéter lograba colarse el frío dentro de el.

—¿Eso era todo?— pregunta animándome a hablar más.

Quería por alguna razón herirlo, me sentía herida por él, por el simple hecho de imaginarlo durmiendo con alguien más, como si me perteneciera, y esa sensación solo podía estármela provocando el alcohol.

Nota mental: no volver a beber.

Aunque recordaba las palabras de Camille diciéndome que él no metía chicas a su habitación, pero eso no me aseguraba que no se acostara con ellas.

—Ah, y dormiré con él, porque tus estúpidas amenazas me dan igual— le digo muy enojada.

Eres patética, Arizona.

Y mi conciencia tiene razón, lo soy.

Me giro para caminar de regreso a la casa, pero me detiene, haciéndome girar y empujándome hasta la camioneta sin ser brusco, acorralándome entre él y la camioneta.

Sus ojos verdes, helados, sin expresión, únicamente hermosos, miran los míos por unos segundos antes de que hable.

—Claro que no dormirás con él,— niega. —Estoy seguro que ni siquiera quieres hacerlo. Con la única persona que quisieras dormir ahora mismo es conmigo, ¿por qué estás aquí entonces rogándome silenciosamente que me quede?

Su seguridad y arrogancia me hicieron enfadar aún más. Lo detesto. Está mintiendo, claro que no quiero eso.

Arizona, admite que tiene razón.

No.

—Eso no es cierto. ¡Quítate!— no se mueve ni un solo centímetro pero su sonrisa crece. Y eso me provoca una sensación extraña en el estómago.

—¿Segura que quieres que me quite?— susurra cerca de mis labios y siento como dejo de respirar.

No, no quiero.

—¿Lo ves?

Pasan un par de segundos silenciosos hasta que el alcohol me vuelve a dar el valor necesario para hablar.

—Oh claro que si voy a dormir con él, quiero poder sentirlo, poder...— y antes de que pueda continuar diciendo esas cosas que claramente eran mentira, y únicamente estaba diciendo por el efecto del alcohol. Hunde su cara en mi cuello. Por un momento se queda ahí sin hacer nada, siento como mi respiración se acelera, y mi corazón late rápidamente.

Siento sus labios besando mi cuello, y luego como chupan haciendo presión, era una succión fuerte pero soportable, únicamente soportable que envío miles de sensaciones por todo mi cuerpo. Me quedo helada sintiéndolo en mi cuello haciendo eso. Cuando reacciono lo empujo y él se separa satisfecho.

—Dudo que él quiera dormir contigo, después de tener esa marca en tu cuello, mi marca.— rápidamente paso mi mano por mi cuello, sintiendo un poco húmedo.

Maldito.

—Ahora ve allá adentro, Freya te estará esperando en mi cama para dormir— dice esto, y se sube a la camioneta, para marcharse, dejándome ahí helada, él terriblemente me estaba confundiendo.

Avanzó hasta la puerta de la casa, intentando cubrir lo más posible el chupón con el cuello del suéter, debía ver que tanto se había marcado.

Entro ahí, y escucho risas desde la cocina, subo rápidamente las escaleras; para ir a mi habitación a buscar alguna blusa con cuello de tortuga que pudiera cubrir eso, antes voy al espejo y me veo sorprendida mi cuello, estaba una marca bastante notable en tono morado-rojo.

Mierda.

Luego de encontrar la blusa adecuada, bajo las escaleras nerviosa y entro a la cocina, todo estaba igual a cómo estaba cuando me fui, la única diferencia es que Emil estaba sentado y Ethan, todos tenían cervezas en sus manos, incluso Emil , al parecer lo habían convencido de beber.

—Al fin llegas, siéntate—me habla Daniel mirándome dudoso, ofreciéndome un taburete vacío entre él y Camille.

Me acerco, y todos continúan su conversación la verdad era que yo no podía concentrarme en eso, había cosas más importantes en mis pensamientos, por ejemplo: Edward.

¿Él es importante?

No quise decir eso.

Luego de dos horas, todos estábamos subiendo a nuestras habitaciones, Camille y Ethan eran los más borrachos, Emil estaba perfecto, y al parecer Daniel también. Camille se perdió en el pasillo y Ethan entro en su habitación al lado de la mía. Emil se había quedado parado en el pasillo.

—No creo que sea buena idea que duerman juntos— comenta recostándose en la pared, se ve tierno frunciendo el ceño.

—No pasará nada,— le aseguro, y Daniel asiente sonriendo.

—Como sea— es lo ultimo que dice para entrar en su habitación.

Daniel y yo nos acostamos uno al lado del otro luego de cepillar nuestros dientes, él se veía realmente agotado, me dedico una mirada cansada, y me dio un corto beso en los labios.

—Descansa preciosa— susurra cerrando los ojos.

—También tú, Dani— susurro de vuelta, no iba a dejar solo a Daniel, ni siquiera íbamos a hacer algo inadecuado, únicamente íbamos a dormir.

Y la voz perfecta de Edward se hace presente, —Freya te estará esperando en mi cama para dormir.

¿Debería ir?

Una parte de mi quería hacerlo, pero Edward era demasiado idiota, y sea cual sea el jueguito en el que me estaba envolviendo no le iba a resultar.

Suspiro pesadamente viendo el techo, antes de cerrar mis ojos dispuesta a dormir.

***

Los lambisqueos de algo o más bien alguien en mi brazo me hicieron despertar, traté de acostumbrar mis ojos a la luz, pero tarde un poco en eso. Cuando al fin abrí perfectamente los ojos, encontré a Freya lambisqueando mi brazo felizmente.

¿Freya?

No sentí la presencia de nadie más a mi lado, y fue ahí donde me di cuenta que no estaba en mi habitación, y tampoco Daniel estaba a mi lado, entonces las sábanas blancas, el computador sobre la mesa, y una guitarra al costado de un pequeño sofá me devolvieron a la realidad, definitivamente era la habitación de Edward, pero ¿Cómo había llegado hasta aquí?

Tardó unos segundos en reaccionar y ponerme de pie, yo estaba segura que anoche me había quedado dormida en mi cama junto a Daniel, no aquí.

El sol se asomaba por la ventana haciéndome saber que ya estaba bastante amanecido. Tomo a Freya entre mis brazos dispuesta a salir de ahí, pero alguien abre la puerta antes de que yo pueda hacerlo.

Edward. Lucia molesto, su cabello estaba en un completo desastre, la mochila colgando de su antebrazo, y su ropa arrugada. Note en su brazo una pequeña curita de esas que te entregan después de vacunarte, o de inyectarte en caso de que sangres, tenía poco de sangre justo en su brazo derecho, ¿había ido al hospital?

Sus labios forman una sonrisa amarga, muy diferente a las que había formado días atrás, —Veo que eres obediente. Realmente no me lo esperaba.

Cierra la puerta detrás de él, y me mira fijamente, mientras cuelga la mochila en su closet despreocupado.

—Yo no sé como llegue aquí.— él suelta un suspiro cansado, y vuelve a encararme, me sonrojo avergonzada.

—No me mientas Arizona,— niego rápidamente intentando recordar cómo es que había llegado ahí, lo último que recodaba eran las buenas noches de Daniel, y su corto beso, —Sinceramente me esperaba que no me obedecieras y estuvieras cómodamente con él.

—No te estoy mintiendo— se encoge de hombros, y se sienta sobre su cama quitando sus zapatos y aventandolos a un lado.

¿Cómo es que llegue aquí? Necesito recordar, no estaba tan borracha anoche, ¿o si?

—Cómo digas, muéstrame tu cuello— ordena fríamente. Sus ojos verdes lucían molestos pero la situación lograba divertirlos un poco.

—No.— niego y trato de girarme para salir de ahí, pero entonces toma el final de mi suéter atrayéndome a él, haciéndome quedar a horcajadas en sus piernas, encima de la cama.

Usa una de sus manos para presionar las mías, sin ser brusco por tener a Freya en ellas y con la otra indaga en mi cuello.

—Se ve bien, durará algunos días, tendrás que maquillarlo— es todo lo que dice, y me suelta, pero no me levanto. Me quedo ahí, observándolo encima de él con Freya en mis brazos.

—¿Por qué lo hiciste?— le preguntó confundida, y Freya salta de mis brazos al piso de la habitación.

Él me mira y alza una ceja, su rostro a centímetros del mío —Ni siquiera yo lo sé.

¿Cómo qué no lo sabía?

El silencio reino la situación por unos largos segundos, hasta que él decidió romperlo, yo únicamente me había dedicado a apreciar cada perfecto rasgo de su rostro descaradamente, y me había percatado que tenía una cicatriz algo grande cerca de la nuca, parecía una cicatriz reciente pero no demasiado, quizás algunos meses o un año.

—Deberías de volver a la cama con tu noviecito, seguro que despierta en algunos minutos.

Y ahí recordé que Daniel seguía en mi habitación, estaba por levantarme de sus piernas, y entonces él aprieta mis caderas con sus manos tocando mi trasero, suave pero excitantemente para detenerme, y acerca sus labios a mi oreja.

Estaba nerviosa, mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, por alguna razón no quería moverme, me perdía en sus ojos verdes tan perfectos.

—Cuida que nadie te vea eso del cuello.— susurra en un tono de voz sexy, mierda.

Deja de apretarme y me levanto rápidamente de ahí, para correr a mi habitación, sin decirle nada más. Odiaba lo nerviosa y estúpida que me ponía estando cerca de él.

Después de mi encuentro con Edward en su habitación, la mañana había pasado rápidamente cuando llegue a mi habitación Daniel estaba en el baño, salió y me preguntó que si donde estaba, y le dije que había ido por algo de tomar a la cocina, muy probablemente no me creyó, pero hizo como si lo hiciera.

Me dejo sola para que pudiera ducharme, y él bajo a la sala de estar. No tenía demasiada ropa con cuello alto, por lo que tuve que maquillarme el chupón. Me vestí con un short café y un suéter blanco que mostraba mi ombligo. Decidí no maquillarme el rostro, porque estaba cansada, y tenía hambre. Luego de cepillar mi cabello, estaba por bajar, cuando alguien abrió la puerta de mi habitación, y por esta entro únicamente Freya, con una notita pegada a su hermoso pelaje blanco.

Me acerco a ella rápidamente y le quito la notita.

Ya la alimente, mala madre.
Edward.

Y era cierto, había salido tan rápido de la habitación de Edward que me olvide de Freya, increíblemente estaba siendo una mala madre.

—Lo siento tanto bebé, te prometo que me esforzaré más— la acaricio y beso su cabecita para dejarla ahí y bajar a la sala.

Ahí estaban los gemelos y Daniel jugando videojuegos, Ethan estaba sentado en el medio de Emil y Daniel, parecían estar muy entretenidos, el primero en darse cuenta de mi presencia es Emil, quien me sonríe de boca cerrada. Luego Daniel se queja por perder y Ethan suelta una enorme carcajada, y es ahí cuando se giran para verme.

—Buenos días Ari— sonríe coquetamente Ethan. Recibiendo una mala mirada de Emil y Daniel.

—Hola chicos— me acerco y me quedo de pie a un lado de Emil.

—¿Tú no me vas a saludar?— le preguntó alzando una ceja.

El se encoge de hombros, —Hola.

—Amargado— me quejo, el pone los ojos en blanco y me ignora, —¿Y Camille?

Los gemelos hablan al mismo tiempo—Fue a correr— los veo sorprendida, ¿A correr?, no había visto correr a Camille ni una sola vez.

—Pensé que tendría resaca— digo caminando a la cocina, —¿Vienes a desayunar Dani?— preguntó y él asiente rápidamente.

—Terminó de jugar esta, y te alcanzo en la cocina— él aún tenía la ropa de Edward; podía admitir que la polera le quedaba un poco grande de los brazos, debido a que Daniel no estaba tan musculoso y marcado como Edward, pero aún así le quedaba bien, bastante bien.

—Bien, iré preparando algo— los dejo en la sala sin decir nada más y voy a la cocina.

Me decido por hacer pasta, la verdad no era muy creativa a la hora de cocinar, y tendía a hacer cosas prácticas, haría suficiente para todos y esperaría a que llegara Camille para que comiera también.

Luego de que la pasta estuviera terminada llame a los chicos quienes dijeron que en cinco minutos venían, prepare la mesa y acomode los platos.

—Huele delicioso— Ethan entra directo a lavarse las manos.

—Supongo que gracias— me rio.

—No sabía que eras buena para cocinar— dice acercándose a la estufa para meter un dedo en la pasta, le abofeteó la mano y se queja. —¡Que agresiva, Arizona!

—Esperaremos a los demás, ¿Y Daniel?— preguntó acercándome a la mesa; con un par de vasos para dejarlos ahí.

—Salió a hacer una llamada.

—Oh bien, ¿quieres llamar a Edward para que desayuné?— él mira el reloj de la pared y luego niega.

—Son las once de la mañana; él jamas llega temprano los domingos.— Lo miro extrañada, lo había visto hace algunas horas en su habitación.

—Creo que lo vi subir hace rato a su habitación, deberías...— y entonces por la puerta entran los demás: Camille, Daniel, y Emil.

—¡Huele delicioso!— dice Camille acercándose a la estufa metiendo un poco el dedo a la pasta.

—¿A ella no la vas a regañar?— pregunta Ethan fingiendo enfado, ruedo los ojos.

—Ari, yo me tengo que ir, mi padre me necesita para hacer algunas cosas— dice Daniel sonando algo triste y apenado.

—Oh esta bien Dani, no te preocupes, gracias por venir— rodea la barra para acercarse a mi.

—Hablamos más tarde, me despides de Freya— se acerca y me da un beso corto en los labios.

—¡Auuu!— dice Camille emocionada, mientras que los gemelos se dan miraditas entre ellos, me sonrojo al instante.

—Me avisas cuando llegues a tu casa, te quiero— él sonríe y besa una última vez mi mejilla.

—Nos vemos chicos— les hace adiós con su mano y sale de la cocina para irse.

—Nos vemos— dice únicamente Camille con una sonrisita.

Una vez que Daniel ya no está cerca, fijo mi vista en los gemelos.

—Maleducados— murmuró.

—¿Qué?— dice Emil sin importancia.

—Nada,— suspiro, —¿Edward va a desayunar?— preguntó de nuevo, solo que esta vez para todos, estaba demasiado insistente lo se.

—Dudo que ya haya llegado, iré a revisar— dice Camille y sale de ahí con su traje deportivo algo mojado, debió de correr mucho.

¿Por qué dudaban tanto si él ya estaba aquí?.

—¿Podrían ser más amables con Daniel?— preguntó recordando lo maleducados que fueron al no despedirse.

—No— dicen al mismo tiempo.

Los miro mal, —¿Por qué no?

—No después de que dormiste con él, y te hizo eso en el cuello— ¿Qué?, Ethan lo dijo tan tranquilo; Emil me observa sorprendido, al parecer él no se había dado cuenta. Mierda se debió caer el maquillaje, llevo mi mano hasta mi cuello para cubrir el área.

—¿De qué hablas?— preguntó mientras pienso en alguna excusa que justifique ese chupón.

—Pensé que eras más inocente— dice sonriendo de lado, Emil estaba callado, me preocupaba su fría mirada y su silencio.

—Ethan cállate— ordene, —Debió picarme algún animalito.

Emil suelta una sarcástica carcajada, — Eso es claramente un chupón, debiste pasarla bien anoche— parece que está molesto, muy molesto.

Se pone de pie, y sale de la cocina sin decir nada más.

—¿Por qué se fue?— le preguntó a Ethan, intentando evadir el tema del chupón.

—Ese chupón no te lo hizo Daniel, ¿Verdad?— pregunta arqueando una ceja de forma acusadora. Abro la boca para decir que si fue él, pero me interrumpen.

Y para mi querida suerte, entran por la puerta Camille y Edward.

—¿De qué hablaban?— pregunta Camille sentándose en el comedor.

—De que Arizona tuvo una gran noche; mira su cuello— el rubor sube a mis mejillas, y siento la mirada de todos en mi cuello donde tengo todavía mi mano.

Una sonrisa torcida aparece en los labios de Edward.

—¡Dios Arizona, no me lo hubiera imaginado!— dice Camille acercándose para verme mejor.

—Me debió picar una araña o algo— Edward suelta una risita, y lo miro mal.

—Aquí no hay arañas, o a menos que la boca de Daniel sea una araña puede que sí— dice Edward tranquilamente sentándose al lado de Ethan quien se ríe sonoramente.

Mierda, quiero matarlo.

—¡Basta! desayunemos y dejen de verme como si tener un chupón en el cuello fuera un delito— me quejo yendo a servirme pasta.

—Es lo más parecido cuando no te lo hace tu novio.

Pongo los ojos en blanco. Y Ethan me da una mirada de: lo sabía.

Escucho como todos se ríen, pero dejan de molestarme al menos; y se sientan a desayunar. Ya hablaría después con Edward.

Maldito ojos verdes, no me ayudas a sacarte de mi cabeza.

_____
Xoxo.

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