29.- Taberna
The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.
Palabras: 743.
29.- Taberna
Fue complicado, pero de algún modo Link logró convencer al rey Rhoam para que le permitiera hacer un pequeño viaje a la costa con Zelda. Esperó una mala mirada y una negativa, sin embargo, el hombre asintió y le hizo prometer que se aseguraría de mantenerla a salvo. A veces, Link, se preguntaba si el rey sería consciente de que la relación entre Zelda y él ya no era la de una princesa y su caballero, tampoco la de dos elegidos, ni siquiera la de dos simples amigos. Evidentemente, no pensaba preguntarle y se contentó con la pequeña victoria.
El viaje transcurrió sin sobresaltos, aunque Link la hizo ponerse la capucha hyliana cuando el aire empezó a oler a mar. Aquel viaje tenía como objetivo que Zelda pudiera relajarse un poco y aliviar toda aquella tensión acumulada junto con la frustración. Si la reconocían nada más llegar no serviría de nada.
Las peculiares casas de Onaona se dibujaron frente a ellos. Zelda miró a su alrededor, había visitado muchas de las poblaciones de Hyrule, pero nunca había puesto un pie en Onaona. Los olores y la brisa la hicieron sonreír.
—¿Por qué aquí?
—Es un buen sitio —contestó Link.
Desde luego lo parecía. Inspiró hondo. La idea de aquel pequeño viaje era relajarse y su actitud estaba rompiendo el clima, tenía que tranquilizarse y disfrutar del lugar y la compañía.
—Si me reconocen se acabó.
Para eso llevaba la capucha, la ajustó de nuevo y siguió a Link hasta la orilla del mar. Link se deshizo de sus botas y se arrodilló para quitarle a Zelda las suyas. La tomó de mano y juntos se detuvieron sobre el arena húmeda con el agua del mar mojándole los pies. Zelda no recordaba la última vez que se había sentido tan bien.
Zelda disfrutó del paseo por la orilla, de la visita a las tiendas y del ambiente relajado de aquella pequeña aldea de Hyrule. También de la compañía, porque, aunque Link no solía hablar mucho, le había explicado que aquel era uno de sus sitios preferidos del reino.
Tras el paseo Link la llevó hasta una taberna con forma de barco. Estaba bastante llena y Zelda no pudo evitar que la ansiedad se instalase en su pecho. Link tomó su mano con fuerza.
—No pasará nada —le susurró.
Una mujer de piel oscura se acercó a ellos con paso alegre, dio un par de palmaditas en la cabeza de Link y le revolvió el pelo.
—Mira a quién ha traído la marea, al importante soldado del castillo de Hyrule.
—No soy importante —replicó peinándose con los dedos.
—Desde que te promocionaron que no te habíamos vuelto a ver.
—Cuando vivía en Hatelia solía venir aquí —aclaró entendiendo la muda pregunta de Zelda.
—¿Es tu novia?
Link reajustó la capucha para que la mujer pudiera ver y reconocer a la persona que le acompañaba. Ella sólo sonrió y Zelda agradeció que no pronunciara su nombre en un lugar tan lleno de gente.
—Os instalaré en la mesa especial.
Temió que fuera un lugar que destacase, por eso se sorprendió al seguirles escaleras arriba y encontrarse con una mesa solitaria con vistas al mar.
—Aquí estaréis tranquilos.
—Gracias.
—En seguida os traigo la comida.
Les dejó a solas. Zelda se quitó la capucha visiblemente más tranquila.
—No hemos pedido nada.
—Nadie pide, ella trae lo que considera que te gustará.
Era un modo extraño de llevar un negocio, pero quién era ella para juzgarlo, no sabía nada de negocios.
—Hatelia y Onaona no están precisamente cerca, ¿cómo venías hasta aquí?
—A caballo —contestó encogiéndose de hombros.
—¿Te escapabas de casa?
—A veces.
No le sorprendía, ahora que sabía qué tipo de relación tenía con su madre lo que le sorprendía era que no se hubiera marchado para no volver.
—Pasaba unos días, trabajaba en el puerto y volvía a Hatelia.
—Y dormías junto a una hoguera —musitó divertida. Él asintió—. Lo sabía.
La mujer volvió cargada con dos bandejas llenas de comida que depositó sobre la mesa. Había pescado y marisco frescos, salteados de setas y verduras, frutas de temporada y todo olía de maravilla.
—Sólo subiré yo, podéis estar tranquila, majestad, nadie sabrá que estáis aquí. Disfrutad de la comida.
—Gracias.
—Come —ordenó Link señalando la comida.
Era mucha comida. Zelda rió, con Link allí era poco probable que acabase sobrando algo, era un pozo sin fondo.
—Gracias por traerme hasta aquí. Lo necesitaba.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! Ya sólo quedan dos para el final, voy a echar mucho de menos escribir sobre este par de bobos hylianos.
Mañana más.
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