06.- Héroe

The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.
Palabras:1832.

06.-Héroe

Incursionaron en el Bosque Perdido. Zelda tenía la esperanza de que el Gran Árbol Deku pudiera darle una pista sobre quién podía ser el héroe destinado a blandir la Espada Destructora del Mal. Link se preguntaba qué tipo de persona sería ese elegido, suponía que sería un hyliano, a fin de cuentas, eso decía la leyenda. Fuera quien fuese estaría destinado a tener una relación estrecha de por vida con la princesa, tal vez Zelda se casaría con esa persona. La miró de reojo ignorando la punzada de tristeza que le produjo imaginarla casada con un héroe de leyenda. Esperaba que ese elegido fuera una buena persona, Zelda merecía tener a su lado a alguien que la respetase de verdad. Alguien que estuviera dispuesto a jugárselo todo por ella.

—¿Va todo bien? —inquirió en un susurro Zelda. Él asintió—. Tranquilo, sé que el Gran Árbol Deku no va a darme un nombre. No tengo muchas esperanzas de conseguir algo útil, pero no pierdo nada por intentarlo, ¿verdad?

No, por supuesto que no. Pero a Link le dolía que existiera la posibilidad de que las esperanzas de Zelda se truncasen, ya tenía suficientes frustraciones a sus espaldas como para añadir más.

—Quédate a mi lado, por favor —le suplicó y enredó sus dedos con los de él—. Cuando estás conmigo todo parece ir mejor. ¿Te quedarás, Link?

—Siempre —contestó apretando con suavidad su temblorosa mano.

Estaría allí siempre para ella, aunque su papel quedase reducido a ser un simple escudo humano. No pensaba abandonarla jamás.

La niebla en el bosque era espesa y se alzaba creando densas volutas que les entorpecían el camino. Link, forzaba la vista para dar con el resplandor de las antorchas para no salirse del camino correcto. Caminaron a través de un tronco caído y hueco, se veía una luz un poco más adelante, Link contuvo el aliento deseando que ese fuese el final del camino y no encontrarse de nuevo en la entrada del bosque perdido. Un amplio claro se abrió ante ellos, había agua, un caminito de adoquines, un enorme árbol con rostro y, frente a este, un pequeño altar con una espada clavada.

—Esa es la Espada Destructora del Mal —susurró Zelda.

—Vuestras palabras son correctas, princesa Zelda. —Link miró sorprendido al árbol que emitió algo parecido a una risa—. Soy el Gran Árbol Deku, sed bienvenidos al lugar en el que descansa la Espada maestra.

Así que esa era la famosa espada legendaria. Link la analizó desde la distancia, no parecía nada del otro mundo, la única peculiaridad que observaba en ella era el hecho de estar clavada en el altar.

—Decidme, Majestad, ¿qué os trae a este remoto paraje?

—Gran Árbol Deku —dijo Zelda dando un paso adelante—, como ya sabréis el despertar de Ganon, el Cataclismo, está próximo. Cuento con el apoyo de los cuatro elegidos de las cuatro razas que habitan en Hyrule, mas... el elegido por la legendaria Espada Destructora del Mal aún no ha sido revelado. Yo... me preguntaba, Gran Árbol Deku, si vos, con vuestra gran sabiduría podría guiarme en la dirección correcta para poder...

—Princesa Zelda, descendiente de la Diosa Hylia, la respuesta que buscáis no la encontraréis en mí —respondió el árbol. Link frunció el ceño, había temido una respuesta de ese tipo, pero le dolió oírla—. La respuesta está en vos.

—¿En mí?

Link observó cómo su frustración crecía de nuevo y empezaba a desbordarse.

—A menudo buscamos las respuestas lejos de nosotros cuando debemos buscarlas a nuestro lado —continuó el Gran Árbol Deku—. Princesa Zelda, la identidad del elegido de la espada que custodiamos será revelada en el momento adecuado, no será antes ni después. La Espada Maestra le convocará y...

—¿Tan desesperada estáis, princesa Zelda?

—¡El clan Yiga! —exclamó Zelda sobresaltada al verlos salir de entre los arbustos.

Link ya tenía la espada en la mano y se había movido hasta situarse delante suyo protegiéndola con su propio cuerpo. Zelda contó unos treinta esbirros y al menos diez capitanes. Eran demasiados para Link. Si fuesen monstruos no le preocuparía, porque los monstruos atacaban en masa y de manera frontal. Los miembros del clan Yiga eran impredecibles.

—Link...

—Quedaos detrás de mí, majestad.

Majestad. Distancia. Eso significaba que Link se tomaba muy en serio la amenaza que tenía delante. Se estremeció. Se esforzó por dar un paso atrás para que Link pudiera desplegar toda su habilidad con la espada sin que tuviera que preocuparse por herirla accidentalmente. Si no podía ayudar no sería un estorbo.

Eran demasiados. Link fijó la mirada en uno de los capitanes, ellos eran la amenaza real, los esbirros, al fin y al cabo, se centraban en lanzar flechas y entorpecer sus movimientos. Esperó. Ser el primero en atacar sería un error, les abriría espacio para atacar a Zelda.

Los esbirros tensaron sus arcos, las flechas silbaron en el aire. Alzó el escudo para bloquearlas, dos se clavaron junto a su pie, otra le rozó el brazo rasgando la manga y la última se clavó en un árbol cercano. Bajó el escudo y abatió con eficiencia a los que habían osado a acercarse para herirles.

—Link...

Asintió. No podía alargarlo, no estaba en la mejor condición. La estrategia que habían adoptado sólo serviría para agotarle y hacerle cometer un error fatal. Uno de los capitanes rió.

—Estaré bien —aseguró con voz temblorosa—. Me quedaré quieta, lo prometo.

Eso no le preocupaba. Zelda era inteligente y había presenciado suficientes batallas como para captar las estrategias de los rivales. El problema era que tendría que dejarla expuesta para abrirse camino y abatir a los capitanes.

Los esbirros cargaron de nuevo sus arcos, Link se preparó, si aprovechaba el momento en el que disparasen podría bloquear la ráfaga de flechas y recortarles terreno. Abatiría a ¿cuántos? ¿ocho? ¿diez? Y si tenía suerte llegaría a tumbar a uno de los capitanes. Flexionó las rodillas, alzó el escudo e inspiró hondo. Las flechas cortaron el aire, Link, corrió hacia adelante. Las flechas impactaron contra el escudo, lo bajó, movió la espada y cortó lo que había en su camino.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinco...

Atravesó el pecho del capitán que se le puso por delante y este sujetó la hoja de su espada mientras se estremecía.

La cuerda de un arco se tensó a su lado.

«Mierda» pensó, había caído en una trampa. Habían predicho lo que haría. La flecha le rozó la oreja.

—Tú caerás primero —escupió el capitán que tenía más próximo—. Después nos encargaremos de la princesita.

Tumbó de una patada al capitán moribundo que continuaba aferrando la espada. Sólo había una cosa que pudiera hacer ahora, seguir luchando e impedir que recortasen distancia con Zelda. Así pues, pateó, cortó cuerpos y se defendió. Empezaba a cansarse y apenas había tumbado a la mitad de los miembros del clan Yiga.

—Parece que quienes hablan de ti han exagerado bastante —escupió el capitán que parecía estar al mando de la operación—. No eres buen estratega, no tienes resistencia. Menudo inútil.

Zelda podría gritar que no era cierto. Que si no estaba luchando tan bien como siempre era porque aún se estaba recuperando de las heridas del asalto que habían sufrido hacía un par de días, que sin las dotes curativas de Mipha, Link, sanaba al mismo ritmo que cualquier otra persona. No lo hizo, si lo hiciera lo convertirían en una ventaja para ellos y matarían a Link.

—Vamos a acabar con esto de una vez, por el maestro Kogg y por Ganon.

Link alzó el escudo y preparó la espada. Acabaría con ellos y mantendría a Zelda a salvo, aunque fuera lo último que hiciera en la vida.

Patearon su escudo haciéndole perder el equilibrio, se esforzó por ignorar la fuerte punzada de dolor en el costado al reabrírsele la herida aún fresca y se agachó para esquivar la espada que se dirigía hacia su cuello. Se le nubló la vista.

«Mierda, tengo que proteger a Zelda» pensó. Se puso en pie y se tambaleó. La herida de su costado volvía a sangrar, sentía la sangre resbalando por su piel. Aquello no iba a acabar bien, pero no iba a rendirse, lucharía hasta el final.

Inspiró hondo, se le nublaba la vista. Se lanzó al ataque. Si iba a caer se llevaría por delante a tantos miembros del clan Yiga como pudiera. Le fallaron las fuerzas, cayó de rodillas, intentó ponerse en pie empleando la espada a modo de bastón. El acero crujió al recibir un puntapié.

—¡No! ¡No, Link!

Su cuerpo se estrelló contra el suelo de piedra y rodó. Se sintió aturdido y mareado, el mundo parecía dar vueltas y más vueltas. Logró enfocar la vista sobre la espada rota a unos metros de él, se incorporó con esfuerzo, aunque sólo quedase media espada continuaría luchando.

Desde el suelo observó como las fuerzas enemigas se reordenaban e intercambiaban posiciones. Se estaba preparando para atacar a Zelda.

—¡Zelda! —gritó intentando alcanzarla.

Un intenso resplandor llenó el claro. El dolor se aplacó y el malestar desapareció. Logró ponerse en pie.

«Caballero que ante mí os presentáis, decidme ¿cuál es el deseo que habita en vuestro ser?»

Link observó el mundo ante él. El tiempo parecía haberse detenido. Zelda tenía los brazos en alto en una pose defensiva, un grito permanecía congelado en sus labios. Los esbirros del clan Yiga, que aún estaban en pie, se preparaban para rodearle y matarle, mientras que dos de los capitanes se lanzaban hacia Zelda. Si el tiempo se había detenido, ¿quién estaba hablándole?

«¿Qué ansiáis conseguir? ¿Es poder lo que anheláis? ¿Son riquezas lo que buscáis? ¿Queréis infundir terror o dar esperanza?»

Lo comprendió. La voz que oía surgía de la espada que estaba clavada frente a él.

—Zelda. Protegeré a Zelda.

Le daba igual si a la espada le parecía bien o no, si era esa la repuesta que quería o era cualquier otra. Lo único que quería era protegerla, aunque le costase la vida. Sujetó la empuñadura y tiro de ella. La espada pareció latir en la palma de su mano. Iba a sacarla de allí y blandirla.

—La protegeré —declaró.

«Oh, gran héroe, blandidme con sabiduría y destruid el mal que amenaza con asolar el mundo.»

Tiró de nuevo y la espada se deslizó con suavidad hasta salir de su prisión de piedra. Analizó la afilada hoja y se preparó para atacar. Ya no le dolía nada, era como si todas sus heridas hubiesen sanado de repente.

Logró situarse entre Zelda y el clan Yiga, paró el golpe y contraatacó. Se sentía ligero, la espada se adaptaba a su mano como si hubiese sido forjada para encajar en ella, incluso su peso era perfecto.

—¿Estáis bien? —le preguntó a Zelda por encima del hombro.

Zelda le miró, sus labios temblaron y, de repente, su mirada se ensombreció. Link bajó la espada, Zelda parecía decepcionada y dolida. Algo acababa de romperse, se dio cuenta de ello.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Aquí dejo mi propia versión de como creo que consiguió Link la Espada Maestra, cuando jugué a Hyrule Warrios: Age of Calamity me sorprendió que el canon de este "what if" coincidiera con mi headcanon.
Mañana más.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top