[ VII ]

Fluyen de su mano palabras certeras
como lo hace la viciada sangre por sus venas;
pasa de página con premura
y «Crepuscular» bautiza a un nuevo poema:

Ansío que envuelva a nuestros cuerpos un estado crepuscular,
una eternidad en que la consciencia se esfuma,
se va, se va, se va...
como las olas difuminadas que regresan al mar
dejando a su paso laberintos de espuma.

Ansío ocasos y mil amaneceres
enredado en tus brazos,
colisiones de estrellas que prometen
un delirio compartido;
ansío tu luz salvándome de la oscuridad,
tus caricias, tus labios,
tu éxtasis suspirado en mi oído...

El hombre respira con dificultad,
prisionero del fiero deseo
que le quema por dentro
y necesita saciar.
Sus ojos abandonan el papel y regresan a ella:
ahí está, pura, etérea,
su piel solo envuelta por música y niebla.

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