XXIV
Virginia declaró que era la lasaña más buena que había probado nunca. Me habría sentido más halagada si no hubiera sabido que comía constantemente comida pre cocinada del único supermercado que había en Villa. Sus ojos brillaban como perlas cuando me contaba anécdotas de la infancia y se reía haciendo referencia a su torpeza. Tenia el pelo ondulado y le caía con gracia sobre su, cada vez más insinuante, blusa negra. Mi mirada a veces acababa en el punto en el que el botón abría paso a mi imaginación.
La noche iba tan perfecta que parecía surrealista. Parecía una cita, una cita si no fuera por el hecho de era mi profesora y ya me había dejado claro que el beso había sido un error. ¿Entonces porque notaba que había algo especial entre nosotras?
Suspire antes de remover los restos de mi plato. Virginia tenia la copa de vino otra vez llena entre sus manos y se había acomodado en la silla.
-¿Como es posible que aun estés en pie?- pregunte con una sonrisa mientras notaba como el sueño se apoderaba de mi.
-Soy un animal nocturno- contesto con simpleza- me apuesto otra copa a que tu te mueres ya de sueño.
Abrí los ojos lo más que puede haciéndome la indignada y tratando de que no me delataran cerrándose solos.
-Para nada, podría estar así toda la noche- exclame mientras cogía la botella y me servía otra copa.
El sonido de un teléfono nos sobresalto a ambas. Virginia se acomodo tras casi tirar su copa y note su ceño fruncido. Eran casi las doce de la noche. ¿Quién llamaría a esa hora? Se levanto y camino hasta el sofá, donde había dejado medio tirado su portátil y el móvil antes de la cena. Nada más mirar la pantalla con incertidumbre antes de alzar su mirada hacia mi.
-Ahora vengo.
Aquello me dejo intranquila. Virginia había salido al jardín hacia diez minutos. Mire el reloj, el tic tac me estaba atravesando el cerebro de manera punzante. Fuera hacia demasiado frio como para estar con la ropa que llevaba. Me acabe la copa, suspire. Quince minutos. Me levante de la silla, ya no podía estar más sentada. Comencé a recoger la mesa, no sabia que hacer. Mire el reloj, diecinueve minutos. ¿Con quien estaba hablando? ¿Y si había pasado algo malo?
Un trueno resonó en toda la casa. Habia habido alguno más durante la cena, avisando de la tormenta que se cernía sobre nosotras. Mire por la puerta abierta del jardín. Unas gotas espesas y rápidas comenzaron a atravesar el cielo. Ya no pude más, apresurada camine hasta alla para obligar a Virginia a entrar en la casa. Si no acabaríamos en el hospital por una posible hipotermia.
Cuando llegue a la puerta entrecerré los ojos, la oscuridad era espesa, y lo poco que se veía acababa difuminado por la lluvia. Allí, al fondo, una figura borrosa se encontraba en el suelo.
-¡Virginia!- grite desgarrándome la garganta.
Ella no se movió. Mire con desesperación el lugar donde se encontraba y comencé a correr dispuesta a sacarla de allí. Mis pies se hundían en la tierra mojada y la hierba húmeda me hacia cosquillas en los tobillos. Oí otro trueno, pero ella no pareció inmutarse.
-Virginia- exclame retomando el aire y agachándome a su lado- Virg...
Algo se rompió en mi interior cuando vislumbre su rostro en la oscuridad con los ojos cristalizados. No lloraba, aunque no dudaba que estuviera apunto de hacerlo, su mirada recaía en un punto insignificante del suelo mientras sus manos agarraban con fuerza el móvil.
-Virginia, tenemos que entrar dentro, ¿vale?- susurre mientras tomaba sus manos congeladas- esta lloviendo y están empezando a caer truenos....
Sus manos estaban heladas y cuando, tras unos segundos de silencio, tome su rostro entre mis manos descubrí que su rostro también.
-Dios mío, estas congelada...- trague saliva y mire a la puerta.
Me levante decidida y con fuerza e impulsada por uno de sus brazos la levante colocando este entre mis hombros. La lluvia caía sobre nuestras cabezas repetidamente y nublaban mi vista. Aparte el pelo de mi frente y observe como ella parecía comenzar a darse cuenta de lo que pasaba. Su peso disminuyo, sin embargo apretó mi brazo entre su mano antes de ahogar un gemido que rompió mi alma. Comenzó a llorar y al instante sus brazos me rodeaban con fuerza. Su aliento me golpeo la nuca y una corriente eléctrica me hizo temblar ligeramente. Le agarre tan fuerte que sentí que éramos una.
-Virginia, tenemos que entrar- repetí tras unos segundos.
Tome su murmullo como una afirmación, y sin soltar su mano avanzamos por el jardín en silencio. Cuando el calor del salón nos acogió sus ojos rojizos por el llanto me observaron mientras se mantenía estática. Cerre la puerta y cogí una manta del sofá envolviendo a Virginia en ella como pude.
-¿Que tal si te das una ducha caliente y luego me cuentas que ha pasado? Lo ultimo solo si te apetece, ¿vale?
Asintió, le oí suspirar de manera entrecortada antes de caminar por el pasillo hasta el baño de invitados. Cuando el agua sonó me caí en el sofá con demasiadas preguntas carcomiendome por dentro. Algo malo había pasado, eso estaba claro.
Puse agua a hervir en una cacerola y mientras me quite toda la ropa menos la interior y la tire al cesto de la ropa. Ya que no tenia nada que ponerme revise en la habitación de invitados y encontré algunas prendas en el armario, unas mallas negras y una camiseta ancha gris. Cuando volví a la concina prepare los vasos y me senté en el sofá a la espera de que ella saliera. Me temblaban ligeramente las manos y no era por el frio que se había calado hasta mis huesos.
Cinco minutos después una Virginia con una bata de invierno negra y el pelo húmedo revuelto aparecía por la puerta. Su rostro tenia mejor aspecto, pero estaba más pálido que nunca. Carraspeo y se sentó en el sofá dejando distancia entre nosotras, desee que se pegara a mi cuerpo pero no era el momento de pensar en aquello.
-He hecho manzanilla- señale con la cabeza a las tazas que había en la mesilla. De pequeña la tomaba a todas horas porque andaba siempre con una ansiedad insoportable. Tal vez era más por el efecto placebo, pero siempre conseguía hacerme sentir mejor.
-Erin...-comenzó a decir con la voz rota, al instante se mordió el labio con nerviosismo- lo siento por todo esto, yo...
-Hey, tranquila, no me tienes que pedir perdón ni dar nigua explicación de lo que ha pasado si no te sientes cómoda, lo entenderé.- alargue mi mano hasta coger una de las suyas, que me devolvió el suave apretón con una sonrisa triste que detonaba un gracias silencioso.
-No, yo te lo voy a contar- agarro la taza y bebió un sorbo antes de acomodarse en el sofá- pero no se por donde empezar...
-Puedes empezar diciendo quien te ha llamado-señale con calma tras unos segundos, Virginia había desviado la mirada y parecía perdida en sus pensamientos.
-Me han llamado de un hospital de Los Ángeles. Una persona importante de mi pasado acaba de fallecer...
Note el esfuerzo que hacia Virginia para no llorar. Moví mi cuerpo para sentarme a su lado, pegando mi pierna a la suya y aprontando con más fuerza su mano para darle fuerza.
-Se llamaba Helena Hamilton. Nos conocimos al entrar en la secundaria. Ella era muy diferente a mi, rubia, bajita, dulce, y sobre todo era atrevida. Nos llevamos bien desde el primer momento, sin embargo con el tiempo descubrí que mis sentimientos hacia ella eran más que amistosos. Le quería, le quería como una persona quiere a otra tanto que desea pasar la vida a su lado. A los meses ella me contó que sentía lo mismo y comenzamos una relación, pero a los ojos de los demás éramos las inseparables amigas de la infancia de siempre. Helena tenia unos padres muy estrictos que habían planeados su vida al detalle, por eso preferimos ocultar nuestra relación.
-¿Es la Helena de aquel bar?-pregunte mientras ella daba otro sorbo a la infusión.
-Exacto.
Un escalofrió me recorrió, recordaba aquella mujer y la mala impresión que me había dado al verla. La imagen que tenia de la descripción y la Helena del bar no me casaba, era como si fueran personas diferentes. Me acorde de los distante que se había comportado Virginia hacia ella.
-Pero, no parecías muy contenta de verla aquel día...- comente, y aunque al instante me arrepentí por si había sido muy brusca me calme al ver como asentía con tranquilidad.
-Poco a poco Erin, tengo que empezar desde el principio.
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