XXIII

Mire la casa a lo lejos. Era demasiado bonita. Estaba perdida en medio de la nada y conservaba ese aspecto entre rustico y moderno que le daba encanto. Había algo en lo que no me había fijado la última vez, un gran balcón que colgaba del segundo piso con una gran cristalera. Seguramente seria la habitación de Virginia. Imponente y glamurosa. Como ella misma.

-Mierda- murmuró por lo bajo tras sacar la mano de su bolso negro de piel - me he olvidado las llaves en el despacho.

Estuve a punto de decirle que me dejara una horquilla o algo por el estilo para abrir la puerta, pero Virginia camino hasta una de las muchas macetas de flores que había marcando el camino hasta la puerta, hundió la mano en ella y sacó una copia. Acto seguido se sacudió la mano con restos de tierra mientras caminaba de nuevo hacia la puerta.

Agradecí eso por dos razones: que ella descubriera que también sabía entrar a casi cualquier lugar no era tan buena idea ahora que lo pensaba detenidamente, y el echo de saber donde estaba la llave de repuesto a su casa era buena información.

-No se lo cuentes a nadie- me guiñaba el ojo y dio dos giros a la llave antes de atravesarla.

-Tranquila, nadie querrá acercarse a mi en una temporada- respondí intentando que no se notara lo que ese simple gesto había causado en mi.

-Yo si- dijo mientras me dejaba pasar, y al momento en el que noto el doble sentido de su frase sus mejilla se colorearon. 

Me reí internamente intentando inmortalizar ese momento y comencé a atravesar el marco de la puerta. Antes de terminar gire el rostro quedando cerca de ella, como hacia un tiempo que no estábamos, y aunque no quise sobrepasar ningún limite me la jugué.

-Es bueno saberlo.

Recordaba bien su casa, pero aun así ella me hizo un pequeño recorrido mientras comentaba cosas de la casa que me perdí por mirarla únicamente a ella. La cocina con isla pegada al salón comedor, el baño de invitados, una salita adorable de lavandería, un despacho que era más grande que mi habitación y el bonito recibidor con armario incluido. Y eso solo era la planta inferior. Ella movía las manos de un lado a otro mientras me explicaba con una sonrísa cálida y tranquila cada habitación y cada objeto que había. Se me había olvidado que Virginia en su ambiente era fascinante. 

Me llevo por último a su habitación que se encontraba nada más subir las escaleras. Pude comprobar que de ella se salía al increíble balcón con molduras blancas, que Virginia tenia un estilo muy minimalista y acogedor, y que su habitación también olía a limones. 

-Para que estés mas cómoda- explico mientras caminaba hacia una puerta y la abría. Me quede quieta en la puerta exterior mientras la veía desaparecer. Poco tardo en salir con la misma ropa que me había dejado aquella vez.

-La segunda vez que criticas mi ropa- señale fingiendo enfadarme- ¿tan fea es?

Virginia me sonrió mientras se cruzaba de brazos y me recorría con la mirada. Un escalofrío acompaño ese movimiento por todos los lugares en los que su mirada se posó. Aquel día llevaba un simple vaquero ajustado con varias roturas y un polo cortado que dejaba mi vientre al aire, por último mis pies vestían unas vans altas blancas.

-¿Quien corta un polo de lacoste?- pregunto mientras me agarraba de la cintura para que saliéramos de la habitación.

Reprimí las ganas de suspirar.

-La que se lo puede permitir- conteste mientras me quitaba la camiseta ahí mismo- y no me refiero al dinero...

Note durante unos segundos la mirada de Virginia en mis pechos, que aunque no tenían un tamaño especialmente grande eran proporcionados a mi cuerpo. Al instante desvió sus ojos azules, que ahora parecían eléctricos, a mis ojos. Gritaban tantas cosas que no supe cuales eran.

-El baño está ahí- dijo señalando la puerta blanca que había al final del pasillo, justo al lado de la habitación de invitados.

-Como quieras- respondí mientras caminaba hacia esa habitación pulcramente blanca contoneando las caderas.

Nada más cerrar la puerta pude notar lo acelerado que iba mi corazón y por primera vez en el día agradecí mentalmente al gilipollas que había colgado por todo el colegio la noticia del horrible incendio. Aquel en el que una tal Erin Wood había sido acusada y en la que su cara salía en primer plano. ¿Se me ha olvidado decir que en la foto sale borracha con un cigarro y una mano en su culo? Porque si, al parecer alguien de la única fiesta a la que había asistido y me había puesto borracha, había decidido vender la foto. Cualquier polémica relacionada con la familia Wood se tenia que vender bien. 

Me mordí el labio con tanta fuera que sentí el sabor a hierro de mi propia sangre. Me llevaría por delante a quien me hubiera jodido, eso lo tenia muy claro. Pero ahora... Ahora tenia unos días para conquistar a Virginia Green. Y no pararía hasta conseguirlo.

*

Tenía miedo, si. Me había pasado la noche en vela por dos razones que habían estado rondando mi cabeza apenas Virginia me había dejado para irse a dormir. La habitación de invitados me acogió como siempre, más aquella noche no pude hacer otra cosa que mirar al techo y pensar en como había llegado a ese momento. Llore en silencio, ahogando cualquier sonido que pudiera alertar a aquella preciosa mujer que dormía al otro lado de la pared. Odia parecer débil, y lo era, desde luego, incluso más de lo que me gustaría decir. Mi mente era un mejunje de miedos y pensamientos obsesivos que me habían comenzado a pagar la  factura con el tiempo. Me gustaba desahogarme escribiendo, pero a veces sentía que faltaba algo.

Por otra parte Virginia siempre ocupaba un espacio muy grande en mis pensamientos, también más grande del que me gustaría admitir. Aunque la tuviera al lado no era suficiente. La buscaba con la mirada incluso cuando sabía que no estaba allí, era un movimiento inconsciente y repetitivo. Una vez, otra, otra y otra. La deseaba tanto que dolía. Me dolía porque una parte de mi sabía que ella no me correspondía, sabía que cuando nuestros ojos se encontraban eran por distintas razones. Pero igual solo había frenado las cosas por miedo. Igual había una oportunidad. Había creado con el tiempo una dependencia que me asustaba y me hacía sentir segura a partes iguales. Era un dolor tan bonito que había dejado que creciera con el tiempo sentimientos a los que no sabía poner nombre. 

Por eso aquel día, a las seis de la mañana, con una ojeras terroríficas cubriendo la mayor parte de mi rostro, la mente embotellada por haberme pegado la noche pensando y el corazón acelerado en anticipación a mis próximos actos, decidí hacer el desayuno. Y aunque sabía que Virginia no desayunaba pensé que no se resistiría a mis tortitas caseras. No se me daba especialmente bien cocinar, pero las tortitas era una receta de mi abuela que hacia cada vez que pasábamos por su bonita casa en Florida.

Cuando salí de la habitación lo primero que pensé fue que todo parecía surrealista, luego me reí sola, y por ultimo me di cuenta que la puerta de Virginia estaba abierta. Me asome a ella con tranquilidad y observe la cama desordenada, muy desordenada, lo que me hizo sonreír, las ventana completamente abiertas y ningún rastro de su presencia. Al parecer la idea de tortitas la tendría que dejar para otro día. Recorrí el pasillo y pase por el baño para lavarme la cara y así espabilar un poco. Observe mi rostro con una mueca y pellizque mis mejillas para que mi blanquecina piel tomara algo de color. Tenia el pelo corto platino enredado y con mucho volumen.  Me lo peine con un poco de agua y con los dedos, parecia un león recién levantado.

Cuando baje las escaleras me encontré a una Virginia acurrucada en el sofá rodeada de cojines mientras sostenía un portátil entre ellos y murmuraba cosas por lo bajo. Sonreí mientras terminaba de bajar las escaleras de puntillas para no alertarla de mi presencia.

-¿Acaso nunca duermes?- pregunte una vez estuve abajo.

Virginia ni levantó la vista ni se sobresaltó. Se había quitado las gafas segundos antes y ahora mordisqueaba una patilla de manera pensativa. Sonrió de lado y en un amago por ocultarlo carraspeo mientras cerraba el portátil y me miraba por completo.

-Podría decirte lo mismo, son las seis y diez de la mañana y te he odio dar vueltas en la habitación toda la noche- dijo antes de dar unos golpes sobre el mullido sofá beige para que me sentara con ella.

-¿No te he dejado dormir?- fruncí el ceño preocupada por haber sido un incordio.

-Tranquila, no suelo dormir mucho nunca- sonrió y un poco más tranquila me senté a su lado- podrías haberme dicho.

-Si claro, ¿y como pensabas tu ayudarme a dormir?- respondí picara mientras la veía sonreír ligeramente turbada.

El resto del día, muy a mi pesar, no estuve mucho con Virginia, al parecer ser profesora era un trabajo más complicado de lo que parecía. Entre corregir exámenes, hablar por teléfono con el director para organizar la próxima cena benéfica del Internado y mantenerse al tanto de mi situación, Virginia se pasaba el día dando vueltas por la casa con el teléfono o el portátil entre las manos, y un café, claro. Descubrí aún más cosas de ella, como que cuando se enfadaba le daba por morderse el pulgar, que cuando algo le hacía mucha gracia y no podía reírse se mordía el labio inferior, y que cuando dudaba se tocaba la frente. También me plantee cómo era posible que siguiera en pie si no había dormido en toda la noche y si solo había desayunado tres cafés. Igual ese era su secreto para tener el cuerpo que tenía, aunque no parecia nada sano.

A la noche le convencí para que me dejara ayudarle con la cena, ella estuvo dubitativa durante unos cuantos minutos, pero aún no había terminado de corregir unos trabajos así que cedió. Eran las diez de la noche y yo me encontraba haciendo una de las pocas cosas que sabía: una lasaña. Rebuscando entre los armarios había encontrado suficientes ingredientes para que no nos muriéramos de hambre. Me puse un delantal de flores y  tras lavarme las manos me dispuse a hacer una gran fuente para que le durara unos días. Virginia aparecio veinte minutos después con una copa de vino en la mano, la blusa blanca medio desabotonada y los pantalones arrugados. Tenía el pelo revuelto hacia un lado, como siempre, y sus pies estaban descalzos.

-Veo que no has quemado la cocina- comento antes de dejar la copa en la encimera y apoyarse en ella.

-Te sorprendería saber que hago muchas más cosas bien de lo que te imaginas- ataque antes de señalar la botella.

Virginia se rio de aquella forma relajada que tanto me gustaba.

-Eres menor, no puedes beber- respondió antes de cruzarse de brazos fingiendo ser autoritaria.

-Siempre dices eso- susurre con los ojos entrecerrados mientras acercaba mi cuerpo al suyo, la isla nos separaba pero aun así apenas estábamos escasos centímetros.

Virginia se rio dulcemente antes de rellenar una copa sin separarse apenas y alzarla sobre mi rostro.









Siento tardar tanto. Soy un desastre :(

Espero que os guste, en el próximo capítulo van a pasar cosas interesantes. 

Por cierto, sigue habiendo muchos lectores fantasma. Mira ya lo dije una vez, si no te gusta no lees y ya, que no pasa nada, pero si lees das una estrellita porque de eso va la aplicación. Si te gusta algo le das estrellita, si no no lo lees.  Igual soy una pesada con esto, pero me enerva mucho porque (ya no hablo por mi) hay muchos buenos escritores en esta app a los que se le reconoce muy poco.  Y yo entiendo que empieces a leer algo y  que no te acabe de gustar, entonces dejas de leer, no continuas hasta el capitulo 23. 

Bueno, después de la chapa quiero agradecer a la gente que comenta y deja una estrellita, nunca habia durado tanto tiempo sin borrar una de mis historias, y todo es por ese apoyo (que tan vez no es mucho pero para mi si). Muchisimas gracias por leer, amo ver vuestros comentarios. Pronto el siguiente.

-ara



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