XXI
El sonido del piano era tan delicado que pensé que Virginia no podía tener nada más para ser perfecta. Mi voz algo grave se mezclaba con fluidez con sus acordes, como si hubiéramos practicado con anterioridad.
Mientras cantaba intentaba no pensar en que todo el mundo me miraba con atención, la música siempre había formado parte de mi vida y por mucho que no alardeaba de ello tenía una voz bonita. Tal vez ligeramente ronca o rota. Pero en todos casos sonaba bien cuando se trataba de una canción tan tiste y sentimental como aquella.
Por ello cuando Virginia comenzó a acariciar el piano con sus delicadas manos y note como entrecerraba los ojos sentí que en mi estomago se comenzaba a crear una bola que no paraba de crecer. Incluso las manos comenzaron a cosquillearme y tuve que apoyar las palmas en la cola del piano.
"You don't own me
I'm not just one of your many toys"
Respire. Deje de divagar en el pasado y le mire tan fijamente que pensé que podía leer en mi mirada todo lo que llevaba callando días. Su rostro no expresaba nada, era tan impenetrable que me turbo un poco. Me habría gustado poder conocer sus pensamientos.
*
Aún resonaba aquella canción en mi mente. Recordaba los aplausos, recordaba como por unos instantes interminables nos habíamos mirado a los ojos como si aún continuáramos dentro de aquel momento mágico que nosotras mismas habíamos creado.
Resople tumbada en la cama boca abajo mientras tomaba una almohada de pelos para abrazarla. No quería pensar en ella, pero al final siempre acudía a mi mente su rostro y pensaba que podía estar haciendo en ese momento. Me pegaba todas sus clases observándola desde mi mesa mientras ella explicaba con ilusión diferentes obras de arte sin saber que ella misma era una. Y eso era lo peor, que algo tan bonito me estuviera haciendo tanto daño. Pero tal vez la culpa era mía, tal vez había malinterpretado las señales. La vergüenza me consumia, pero aun así no podía dejar de mirarle.
Me levante con pesadez para coger la bandolera negra que pesaba más de lo que debería. Me había saltado la clase de economía por haberme quedado dormida, pero ahora tenia clase con Virginia y no pensaba saltármela. No cuando era el único contacto que tenia con ella.
Cuando llegue a la clase Anna se encontraba sentada en la penúltima mesa con la mirada fija en la puerta. Cuando traspase esta ella sonrió contenta, ya le había avisado por mensaje que me había dormido y que iría a la segunda clase.
-Erin, creo que deberías saber algo- dijo Anna nada más me senté en la mesa de al lado, me miraba con seriedad mientras apoyaba su rostro en su palma de la mano.
Virginia llegaba tarde, algo completamente extraño en ella, y los alumnos se habían revolucionado pensando que por primera vez en los diez que llevaba dando clases se había puesto mala. Saque mi agenda, que funcionaba más como cuaderno de garabatos que como agenda, y comenzó a trazar las hojas de una flor. Anna me pincho con un boli en la cadera.
-Auch- me queje sobándome el lugar donde me había clavado la punta, fruncí el ceño- ¿el que?
-¡Mañana es San Valentín!- exclamó alegre mientras su rostro se iluminaba.
Rode los ojos ya que pensaba que diría algo importante y continúe haciendo garabatos sin sentido.
-Venga ya Erin, ¿pero hay alguna fiesta que te guste?- preguntó Anna mientras se levantaba de la silla y apartaba la agenda para sentarse en mi mesa. Le mire indignada, aunque ya estaba acostumbrada a que Anna nunca respetara mi espacio personal.
-Me gustan todas si eso significa que me puedo pegar toda la noche viendo series y la mañana siguiente durmiendo- conteste con una sonrisa mientras colocaba mis manos sobre sus muslos.
Anna se rio al mismo tiempo que las voces cesaron. Virginia aparecio por la puerta con el pelo algo desarreglado, la falda por la rodilla y una camiseta ajustada negra. Se le veía enfadada por lo que supuse que había tenido un mal día, y más cuando se giró hacia nosotras y descubrió a Anna encima de la mesa.
-¿Desde cuando las mesas son lugares para sentarse, señorita Hansen?- Anna puso cara de pánico antes de bajarse con prisa de la mesa y sentarse en la suya.
Antes de aparta la vista de allí su mirada fulminante se dirigió a mi, aparto la vista furiosa. Los tacones de Virginia resonaron hasta que esta se sentó en su silla. Nos miró a todos mientras se cruzaba de brazos.
-Bien, hoy pensaba que no me daría tiempo a llegar, pero no ha sido así... - muchas sonrisas se extendieron por la clase pensando que tal vez la anularía por falta de preparación- pero tranquilos, no os pongáis tristes que aun así daremos clases...
El sarcasmo que cargaba su voz me recordó al inicio del curso, a cuando me castigaba por cada cosa que decía. Mire sus ojos, pero estos estaban fijos en su maletín del que intentaba buscar algo. Le podía retar, tarde o temprano me castigaría y podría hablar con ella. Tome aire.
-Profesora- dije alzando la voz mientras me despatarraba en la silla con una sonrisa socarrona. Sabia perfectamente lo que se avecinaba.
Virginia levantó su mirada con lentitud y vi en sus ojos la incertidumbre. Que estas haciendo, pensé. Pero no me iba a retractar ahora.
-La normativa del colegio, en la página seis sobre el apartado segundo, expone que si un profesor llega 20 minutos tarde a la clase se puede cancelar- dije con lentitud, y por último le sonreí de manera triunfante.
Los murmullos comenzaron a llenar la clase. Anna me miró con los ojos totalmente abiertos mientras me susurraba si estaba loca. El compañero que tenía detrás me dio una palmada en la espalda mientras se reía y comenzaba a recoger sus cosas. Todo el mundo comenzó a recoger las cosas. Y Virginia solo me miraba. Creo que nunca le había visto tan enfadada. Parecia un maldito dragón, lanzaba fuego por los ojos.
-Cierto- contestó ella entre dientes- pero no me prohíbe castigarte, así que señorita Wood, se va a quedar conmigo hasta el final de la hora.
Nos miramos, ella con fuego en los ojos y yo con ilusión en ellos.
Cuando todos hubieron abandonado la clase, no sin antes sonreírme como si fuera de repente popular y amiga de todos, decidí acercarme a su escritorio. Ella se había colocado unas gafas, que solía utilizar para leer, y observaba unas hojas con el ceño fruncido.
-¿Le he dicho que se acerque? Que yo recuerde no así que...- comenzó a decir sin siquiera mirarme.
-Virginia- se hizo silencio, me acerqué al escritorio del todo y aparte con cuidado la hoja que tenía ligeramente inclinada sobre sus manos. Ella alzo la mirada y se subió las gafas recogiéndose así su rebelde pelo.- Quiero hablar contigo.
-Ya lo estas haciendo- respondió, sin embargo tampoco me dijo que me callara.
-Yo...- de repente todo lo que había planeado decirle se esfumó, tome aire - lo siento por lo ocurrido. No quiero que me dejes de hablar por el incidente, tal vez reaccione mal pero fue porque había bebido, por ello también pasó lo que pasó.
Trague saliva, ella me observaba sin decir nada. Notaba como mi corazón palpitaba con fuerza, seguramente ella llegaría a oírlo si se acercaba más. Odiaba mentir, pero odiaba más no estar cerca de ella.
-Bien.
-¿Bien?- repliqué mientras rompía el contacto visual y apoyaba las manos en la mesa inclinando ligeramente mi cuerpo hacia ella y haciendo que ella pegara su espalda a la silla- ¿eso es todo?
Virginia se levantó de la mesa, y por una vez en tantos días me sonrió, una sonrisa algo diferente a las que había conocido de ella. Estaba curvada hacia arriba, sin embargo sus ojos no brillaban con intensidad. No parecia haber verdad tras ellos.
-Si Erin, yo también te quería pedir disculpas, se me fue de las manos- comenzó a decir mientras caminaba hacia un pequeño armario que había al final del aula y lo abría con unas llaves.
-Bien- conteste de la misma forma, me apoye en la mesa mientras observaba atenta sus movimientos.
Oí su risa, suave, baja. Se giró y me enseñó un libro sin portada alguna. Se notaba ya desde lejos que era viejo, tal vez una primera o segunda edición. Tapa dura de un verde esmeralda. Seguramente paginas amarillentas y olor a polvo.
Se colocó justo frente a mí y cruzó uno de sus brazos mientras el otro lo tendía hacia mí con aquel extraño libro que había sacado del armario. Lo cogí con ambas manos mientras le miraba ilusionada por tener algo en las manos que pertenecía a ella. Como había pensado su tapa era dura y rugosa, y aunque seria muy raro que me hubiera parado a oler sus hojas sabia que tenia razón por las motas oscuras que cubrían el lomo.
-¿Que libro es?- pregunté.
-Eso lo vas a tener que descubrir por ti misma.
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