XV
Virginia pago, dijo que se hacía cargo el Internado, que había un fondo para incidentes como estos. Yo asentí no muy convencida y ella me dijo que iríamos a dar una vuelta sin preguntarme si estaba de acuerdo.
Comenzamos a caminar por un camino de piedras pulidas que había en camino a la orilla del rio. Al parecer estaba equivocada, el local no se encontraba en medio de la nada sino en un pequeño poblado. Era tan pequeño que aquel era el único bar. Me volví a poner el jersey mientras Virginia sacaba un cigarro para fumar. Era un día frio pero soleado, de esos en los que el aire es gélido pero el sol calienta. Le mire. Con las gafas no podía distinguir su mirada, pero parecia mirar hacia el rio. Su boca estaba ligeramente curvada hacia arriba, estaba de buen humor.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?- me metí las manos a los bolsillos. Virginia dirigió su rostro hacia mi. A pesar de llevar tacones teníamos la misma altura.
-Aun no hemos empezado con la tregua, ¿recuerdas?- murmuro con una sonrisa en los labios que pronto se envolvió con humo. Moví la mano apartando este de mi rostro mientras fruncía el ceño. Odiaba el olor a tabaco. Ella se rio.
-Lo sé. Es solo una pregunta sin importancia.
-Eso lo tendré que decidir yo. Suéltala.
-¿Recuerdas la foto por la que te pregunte en tu casa?- Virginia sonrió nada más escucharlo. Tenia la mirada al frente pero eso me basto para cerciorarme que sabia sobre lo que le iba a preguntar.- Nos conocíamos de entonces y no me dijiste nada.
-Eso no es una pregunta, es un reproche.- contesto burlona antes de apagar el cigarro contra el suelo de piedra. Volvió a incorporarse con el y lo tiro a una basura cercana.- Pero de todas formas no tenia ninguna necesidad, y mucho menos el deber, de comentarte nada.
Puse los ojos en blanco. Evasivas.
-Bueno, pero si no me hablas sobre ello ahora te lo preguntare en la tregua.
-¿De verdad desperdiciarías tu oportunidad en un tema tan insignificante?- exclamo con sorpresa mientras se abrazaba a si misma. El aire frio había vuelto. Aparte mi vista junto a las ganas de abrazarla.
-No. Pero tenia que intentarlo, realmente me da curiosidad.- me reí nerviosa.
-Eras una cría encantadora, ¿lo sabias?- se quito las gafas de sol y me miro antes negar con la cabeza.- Una pena que hayas crecido.
-Venga ya.- me reí dándole un pequeño golpe en el costado. Virginia sonrió satisfecha, se le marcaron los hoyuelos y me pareció mas real que nunca antes.- Sigo siendo encantadora.
-A veces...- no se aparto a pesar de que andábamos bastante pegadas- Pero recuerdo perfectamente como te acercaste a mi y me tendiste una flor del jardín, te dije que era muy bonita y me contestaste que en realidad no lo era tanto, que tu tenias más bonitas en tu casa.
Recordé entonces esa etapa de mi vida. Aunque no el momento que estaba narrando Virginia. Habia habido un lapsus en las idas y venidas de mis padres, en el que habían alquilado una bonita casa cerca del internado, en un pueblo algo más grande que Villa Marlo que se encontraba a media hora del lugar. Posiblemente fue el momento en el que más feliz fui, y también el que marco una diferencia en la relación con mis padres. Estuvimos seis meses allí, en el colegio hice amigos como nunca antes y decore mi cuarto con la esperanza de que fuera el ultimo que decoraría. Se sentía por primera vez como estar en casa. Ellos me lo habían prometido. Pero al final nos tuvimos que marchar. Yo con el corazón roto y un odio creciente hacia ellos. Y ellos con la promesa de que algún día volveríamos.
*
Cuando volvimos a entrar al bar eran ya las cuatro, y como la zona del jardín cerraba tras las comidas decidimos entrar dentro del local. Estaba tan oscuro que había tardado varios segundos en acostumbrarme a la luz tenue y cálida de los focos. Virginia sin embargo parecia tan familiar en ese sitio que me pregunte cuantas veces había estado allí. Hasta el camarero, un señor algo gordo con bigote bien recortado y un pañuelo en el pelo, le saludo sonriente mientras secaba una copa.
Observe mejor como era por dentro mientras Virginia pedía dos copas. Habia varias mesas de madera que estabas bien separadas unas de otras. Los bancos de madera eran tan altos que creaban las sensación de estar recogido. Y en una esquina despejada había un billar en el que, lo que parecia un grupo de motoristas, echaba una partida entre risas. La mirada gélida de una chica se fijo en mi, comenzó a caminar hacia la barra.
Iba vestida con un pantalón de cuero negro, una camiseta negra básica apretada por un corsé negro, una chupa y botas de vaquero, nos miró a ambas deteniéndose más en Virginia. Su pelo era de un rubio ceniza muy bonito, y aunque tenia el rostro envejecido conservaba una belleza afable.
-Virginia.- exclamó apoyándose de costado con una sonrisa divertida. Note su mirada, claramente interesada en lo que ocurría.- Que agradable e inesperada sorpresa verte aquí. Pensaba que no lo considerabas lugar para la mujer en la que te has convertido.
-Helena.- saludó Virginia sin que el comentario insípido de la otra mujer le robara la sonrisa. Repaso a la tal Helena con la mirada, y no pude evitar sentirme mal al notar la manera tan cercana en la que se trataban.- Uno vuelve siempre a los lugares donde amó la vida.
La rubia se rio. Me dieron ganas de vomitar.
- Deberíamos quedar para charlar, como en los viejos tiempos.- comento antes de dedicarme una mirada rápida.
- Tal vez.- respondió ella. Cogió su copa ya servida y dio un trago antes de mirarme. Se acerco tanto que nuestras narices casi se rozaron.- Ve a coger mesa, ahora iré yo.
Virginia volvió a girar la cabeza para encarar a la rubia, que a mi parecer no estaba tan contenta como antes. Tome mi copa y me fui alejando a paso lento mientras mi pecho trataba de recuperar su ritmo normal.
-Pensaba que habías dejado este mundo por ella...- la voz de Virginia murió acallada por los gritos del grupo. Rechine los dientes.
Me senté en la mesa más alejada que encontré del grupo de motoristas y de la rubia aquella. Sonreí pensando que podría preguntarle quien era aquella mujer y como es que conocía ese antro tan bien. Pero no quería desperdiciar así la oportunidad. Tenia otra pregunta en mente.
Lleve la copa a mi boca saboreando el sabor del Martini blanco. Virginia había sido reticente al principio de que yo bebiera, al final tenia diecisiete años a pesar de cumplir la mayoría de edad en apenas tres meses. Pero supongo que la curiosidad le había ganado. De todas formas no pensaba beber mucho, solo esperaba que ella si lo hiciera.
Ese era el plan, ella se emborrachaba, yo bebía un poco, ella me contaba todo, yo también, pero ella no recordaba y yo si lo hacia.
Cuando levante el rostro para observar la barra Virginia se dirigía a donde estaba.
Allá vamos.
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