XIX

Desperté con dolor de cabeza para iniciar bien la semana. Me vestí con un simple chándal gris ya que no estaba de ánimo para buscar nada espectacular y desayune un simple café frio que tenia en una pequeña nevera en la habitación. Tampoco estaba de animo para entrar a el comedor lleno de adolescentes gritones que me aumentaran mi dolor de cabeza. Luego me tome un ibuprofeno y me llene el termo con otro café. 

Habían pasado varios días pero seguía doliendo como el infierno.

Una mano golpeo la puerta con suavidad. Fruncí el ceño. Lucas no era porque seguro que no se había terminado el enorme plato de huevos y bacón que desayunaba cada mañana, y Anna... Bueno nunca venia ella a recogerme porque siempre se levantaba tarde. A parte de que estábamos algo distanciadas. Recordé entonces que le debía una explicación a mi reservada personalidad. 

Al otro lado de la puerta una Anna con calentadores y un vestido con estampado de leopardo me miraba ligeramente enfurruñada. A pesar de ello también parecia triste.

-Vaya- murmure abriendo del todo la puerta sorprendida antes de volver a mi cama y tumbarme-Has madrugado tanto que no se si eres tu o tienes una hermana gemela que madruga.

Mi sarcasmo le hizo sonreír débilmente antes de cerrar la puerta y caminar a mi silla dubitativa. Ante su indecisión asentí para que se sentara allí. Estaba muy extraña.

-Esto...- carraspeo mientras miraba sus manos-Solo venia a pedirte perdón por haber estado tan distante últimamente. 

-Oh- aquello me sorprendió motoramente-No hacia falta Anna, yo también debería pedirte disculpas por ser tan malditamente cerrada. Es solo que es una forma inconsciente de defensa...

Me mordí el moflete interno con nerviosismo y sus ojos centellearon.

-No me las des, en serio, he sido una infantil de mierda, siempre tiendo a pensar que la gente esta conmigo solo por estar y que no quiere crear vínculos de verdad. No se si me explico. Da igual... perdona, de verdad.

Sonreía feliz por haberla conocido. Anna se había enfadado conmigo porque quería que confiara en ella tanto como ella confiaba en mi. Di varios golpes en mi cama para que se sentara en ella y cuando lo hizo le abrace con cariño. No tendía a las muestras de afecto físicas. No me gustaban mucho, pero aquella vez me apeteció. 

-Confió en ti, de verdad, y tengo una historia triste que contarte- suspire separándome de ella para pellizcar uno de sus mofletes- Pero eso mas tarde, ahora tenemos clase de economía. 

Anna me dedico una sonrisa inmensa antes de lanzarse a darme otro abrazo demasiado efusivo. Tanto que me hundió entre las sabanas y no pude respirar durante varios segundo.

-¡No te aproveches que no te perdono!

Pero como respuesta solo tuve sus risas. 

*

La clase de economía estaba siendo interminablemente aburrida. Oía como parloteaba sobre microempresas y las sociedades pero apenas podía prestar atención. Por mucho que aquello me parecia mínimamente interesante daba las clases de una manera tan poco didáctica que solo te entraban ganas de estrangularle o dormir. Así que como una de las opciones no era del todo viable me encontraba dormitando sobre la mesa. Privilegios de estar en la esquina de la ultima fila. 

-¿Esta aquí Erin Wood?- una voz femenina me saco de mis ensoñaciones y levante el rostro somnoliento hacia la puerta.- El director requiere su presencia.

-Señorita Wood, puede irse- el profesor movió la mano varias veces hacia la puerta con gesto malhumorado por haber interrumpido su lectura y dirigió la vista al enorme libro antes de comenzar de nuevo. 

Sonreí aliviada por tener algo que hacer mientras Lucas me miraba con envidia. Le saque la lengua antes de desaparecer por la puerta.

Recorrí el pasillos hasta el despacho del director. Unos metros antes se encontraba la biblioteca sur. Hacia un tiempo que quería coger un libro para leer a las noches, el que me había traído ya lo había terminado y necesitaba con urgencia uno nuevo. Apenas tardaría nada en elegir uno. Sabia el tema que quería. 

La biblioteca olía a libro antiguo y a calor. Era un olor terriblemente acogedor. En un principio pensé que estaba vacía, sin contar a la bibliotecaria, la señorita Margot, que tarareaba una canción mientras revisaba unas hojas. Le salude con la mano y ella me sonrió.

-¿Buscas algo cariño?-pregunto mientras dejaba de lado las hojas en la mesa de caoba y me miraba atenta. Llevaba el pelo recogido en un moño bajo y un jersey de lana de muchos colores que parecia tener varios años. Me recordaba en cierta forma a mi abuela por el pelo caoba y la mirada curiosa que tenia. Aunque ella debía tener varios años menos.

-Pues si, quería un libro sobre mitología griega- le comente mientras apoyaba mi mano en la mesa.

-Con qué mitología, interesante- contestó ella riendo mientras se ajustaba las gafas que colgaban en su cuello.- Los libros de mitología están en la fila seis, pasillo derecho.

Miro al frente antes de sonreír y acercarse más a mi con un aire misterioso.

-Te puedes llevar más de uno, será nuestro secreto. 

-Me lo llevare a la tumba- le giñe el ojo con una sonrisa amplia antes de girar. O al menos antes de casi chocarme con la peor de mis pesadillas.

Virginia estaba más pálida que nunca. O igual es que contrataba mucho con el atuendo totalmente oscuro que llevaba. Blazer negra, chinos negros y tacones negros. 

-Perdona- murmure mientras me giraba para la derecha algo abrumada. Ella alargo la mano cogiéndome de la muñeca y haciendo que parara en seco.

-Busca la Ilíada- me dijo casi en un susurro. Note sus ojos ligeramente ojerosos y sin brillo.- Es un clásico, pero una obra de arte.

-"Odio a ese hombre que esconde una cosa en su corazón y habla otra"- recito la frase de manera mordaz, sabiendo las posibles connotaciones que tiene, queriendo que ella sepa que le se leer como un libro abierto- Ya me lo he leído, profesora, pero gracias por su recomendación. 

Le miro con fuerza antes de quitar su mano de mi brazo con una ligera sacudida. Mis pasos suenan por el suelo de la biblioteca entre el silencio insoportable que se ha formado. Noto una mirada sobre mi y tengo miedo de que me fallen los pies y me caiga al suelo antes de atravesar la puerta a mi salvación. Sin embargo llego a esta con dignidad y sin preocuparme por coger el libro avanzo con rapidez al despacho del director. Ya iré mas tarde.

"Odio a ese hombre que esconde una cosa en su corazón y habla otra". Me había ventilado aquel libro en apenas días. La mitología me parecia sumamente interesante y había algo en su protagonista que me hacia identificarme. Y esa frase... Esa frase me había recordado tanto a Virginia que rondaba por mi cabeza haciéndome daño. Habérsela dicho me había dejado satisfecha.

Cuando llegue entre directamente al descansillo puesto que la puerta estaba abierta y Matilda Pratt no estaba en su escritorio. Me fije esta ves en una foto de su mesilla en la que dos galgos preciosos parecían correr en un campo. Sonreí, amaba los animales. El director Rogers abrió la puerta como si hubiese adivinado su presencia.

-Oh, Erin- me sonrió y levanto la mano haciendo un gesto para que pasara.- Entra, venga. 

Me di la vuelta ligeramente antes de avanzar y entonces la mirada de Virginia me atravesó como una flecha. Carraspee intentando disimular mi sorpresa y continué andando hacia una de las sillas frente a su escritorio de caoba. 

El director dejó la puerta entrecerrada y comenzó a hablar con Virginia en voz baja. Gire la silla de forma que pudiera ver algo a través del pequeño hueco y vi a Virginia asentir con una sonrisa amable. 

Me puse bien al oír la voz del director despidiéndose y fingí que me entretenía mirando las uñas, que como siempre estaban feas porque cuando estaba nerviosa me las mordía.

-¿Que tal estas, Erin?- pregunto con una sonrisa antes de sentarse. Aquel día llevaba una camisa blanca con corbata azul eléctrico y nos pantalones de un azul mas discreto. Roger Patterson tenia una sonrisa amable que parecia solucionar cualquier problema del mundo. Era terriblemente contagiosa.

-Bien - mi corta respuesta le hizo encorvar sus blanquecinas cejas, no quería ser borde pero si quería saber ya porque me había llamado. No me gustaba la incertidumbre.

-Me alegro mucho, sabía que encajarías aquí- contesto el mientras cruzaba sus brazos sobre la mesa- supongo que te estarás preguntando para que te he llamado.

Yo asentí.

-Bien, pues tranquila, no es por nada malo, todo lo contrario. Los profesores están muy contentos con tu rendimiento escolar, todos, menos el de matemáticas que dice que tienes ciertas carencias, pero bueno... por lo demás perfecto. 

-Genial, ¿entonces...?

-Verás, el colegio fue fundado hace sesenta años, justamente hoy- dijo con una sonrisa orgullosa- Fue mi bisabuelo que el lo construyó  y desde entonces hemos celebrado cada año una fiesta con los principales accionistas del Internado. Y ya que tus padres son unos de ellos, tu estas invitada.

-¿Y cuando será eso?- pregunte algo incómoda ante la idea de volver a ver a mis padres.

-Al inicio de las vacaciones de navidad, el dieciocho de diciembre- contestó quitándose las gafas- tus padres irán, y me han dicho que esperan lo mismo de ti.

-Que sutiles- conteste sarcástica- si no hubiera habido intermediario me habrían obligado. 

-No digas eso Erin, conozco a tus padres y ellos te quieren aunque sean duros contigo.

Suspire con resignación, sabía de sobra que mi padre me quería a pesar de sus normas estrictas y miradas duras, pero mi madre era otro caso. Mi madre me odiaba. Tanto como yo a ella.

-Bueno, ya te puedes marchar- volvió a decir mientras se levantaba, yo hice lo mismo- intenta no meterte en líos, que vas muy bien.

El director me sonrió con gracia.

-Lo intentare director, pero no prometo nada- contesté con la misma sonrisa antes de desaparecer por la puerta. 
















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