XII
Mis manos viajaron a mis ojos cuando oí a lo lejos risas y gritos. Suspire con pesadez y entonces recordé donde estaba. Al instante me sobresalté y abrí los ojos.
Virginia me observaba con una sonrisa. Se había quitado la manta y leía un libro bastante pequeño.
-Tranquila.- dijo antes de reírse.- Faltan diez minutos para llegar.
Asentí avergonzada y me senté bien en el asiento. El ruido había vuelto a el autobus, los demás se habían levantado como yo y gritaban eufóricos por que ya estábamos cerca.Villa Marlo estaba a media hora, pero el albergue se encontraba en lo alto de una montaña de difícil acceso, por lo que habíamos tardado una hora y media en llegar, y si antes estaba oscuro ahora no se distinguía nada fuera del autobús.
-Bien, ¡chicos, hacedme caso!- el director se había puesto de pie y había cogido el micrófono para hablar. Me entró la risa floja al recordar cómo le había visto antes.- Vamos a llegar enseguida y quiero dejar todo ya apañado. Contamos con unas diez habitaciones, y como somos cuarenta, iremos cuatro en cada habitación. Virginia, Daniel y yo dormiremos en las habitaciones del fondo, si ocurre algún incidente nos vemos a avisar.
Mientras el director seguía hablando de cosas que di por supuestas, Virginia dejo su libro en el gran bolso negro que llevaba y se puso unas gafas con moldura redondeada que le quedaban muy bien.
-¿Llevas gafas?- le pregunte curiosa.
-Sí, aunque de día suelo llevar lentillas.- aclaró antes de ajustarse las gafas con una sonrisa de lado.
-Te quedan bien, deberias ponertelas más.- le conteste provocándole una sonrisa.
Abrió la boca ligeramente para contestar pero entonces la bocina del coche sonó avisando de que ya habíamos llegado. Cogí la bandolera y salí intentando esquivar a los adolescentes que se me echaban encima. Sentía las legislas calientes.
*
El albergue era bonito. Tenía un rollo rural, debido a sus paredes de madera, el olor a leña quemada y a el recepcionista, que se llamaba Billy, y que llevaba una camisa a cuadros y un sombrero de pana. La habitación, que compartía con Anna, Margo y una tal Becca, amiga de la anterior, era bonita y acogedora, aunque me hubiera gustado que las malditas normas del instituto no nos separaran de Lucas.
-Me voy a dar una vuelta.- les dije a las demás chicas que están demasiado entretenidas pintándose las uñas y contando cotilleos como para hacerme caso.
Anna asintió distraída mientras chillaba cuando se enteró que un tal Ethan estaba enamorado del profesor de química, el señor Byron. Margo asintió repetidas veces mientras se ajustaba la camiseta de tirantes rosa con cuidado de no estropear sus uñas. Por otro lado Becca se había tumbado en la cama y su cabeza colgaba como un peso muerto.
No sabia en que momento Anna se había integrado tan bien con ellas. Me había ido al baños a asearme y parecía otra persona.
Aproveche el momento para coger la ropa de Virginia, la que me había dejado la noche del accidente, y meterla en una bolsa de tela. Tal vez no era el momento ideal para dársela, pero si una buena excusa para verla. Mire el reloj, era tarde, las once y media en concreto. Tome una sudadera gris con capucha y sin despedirme cerré la puerta. Dudaba que notaran siquiera que me había ido.
Salí al pasillo e hice memoria de donde debía estar la habitación de Virginia. Segun había dicho el director, al que no había hecho tanto caso como debería, las habitaciones de los profesores se encontraban en la planta de arriba.
Camine sin rumbo fijo por los pasillos casi desérticos. Se oían risas y susurros de las habitaciones, porque aunque eran las doce de la noche y se suponía que la gente debería estar dormida esas noches se aprovechaban para hacer de todo menos eso como cabía esperar.
El chirrido me hizo pararme, así como una débil risa seguida por un susurro que no llegue a oir. Una Virginia con una camisa medio abierta y una falda mal colocada salió por la puerta de espaldas mientras la cerraba con poco cuidado. Se giro, y como estaba todo a oscuras no me vio, aunque tampoco parecía muy serena. Le vi tropezar al comenzar a caminar. Para mi sorpresa la puerta de al lado se abrió y el Director salió con lo que previa un pijama de lino.
Casi tengo un infarto.
-Virginia... joder.- el director cogió a Virginia del rostro y le miró a los ojos fijamente.- Se que son fechas duras pero aquí no.
Ella no dijo nada. Tenía la vista brillante, estaba a punto de llorar.
-Lo siento.- su voz ahogada me rompió el corazón. Roger Patterson la abrazó con fuerza mientras ella hundía la cabeza en su pecho. Sin tacones Virginia no era muy alta, parecía una cría siendo consolada por su padre. Pensé que ellos tenían mucha confianza.
-Venga, vamos a tu habitación. Debes descansar.- Roger le agarro de los brazos y le guió hasta la habitación.
Me pegue mas al hueco que había entre las escaleras y el marco de la puerta. Oí algún susurro más y luego el sonido de una puerta cerrándose y otra abriéndose. Entonces me desplace hasta la puerta frente a su cuarto, el baño de la planta de arriba. Espere. Oí sus llantos. Solo cuando pasaron unos segundos en silencio me permití respirar con tranquilidad.
Al menos hasta que unos pasos me advirtieron de que Virginia se acercaba a la puerta.
-¿Erin?- pregunto ella confusa mientras yo salía de un cubículo en un intento de que no pareciera lo que era obvio.
-Yo... he subido porque los de abajo estaban llenos y tenía prisa..- las palabras se me trabaron en la boca.
Virginia miro entonces la bolsa y se rio por lo bajo.
-¿Y pensabas encontrarme en él baño para darme eso?- no lo dijo enfadada, parecía que le hacía gracia. Pero sabía que era por el alcohol.
Se acercó tanto a mi que pude distinguir el olor a alcohol que emanaba su aliento mezclado con su habitual olor a limones que tanto me gustaba. Era una mezcla que resultaba agradable ya que el dulzor del alcohol equilibraba la acidez del limón. Era una mezcla perfecta. Como ella.
-Deberías ir a dormir.- Me apoye sobre la puerta y ella se aparto para abrir el grifo. Inclino su cabeza mientras se mojaba el rostro con los ojos cerrados.
Virginia canturreaba una canción que no había escuchado en mi vida cuando entramos a su habitación minutos después, pero que sonaba bonita en sus labios. Le había dejado en la cama bocarriba y ella había rodado quedando bocabajo.
Diriji mi vista hacia su cuerpo que parecía inerte y entonces me di cuenta que la falda se le había movido ligeramente dejando a la vista una parte de sus muslos. Tersos y pálidos.
Mi rostro ardía. Me reproche por pensar de ella en esa manera pero me era inevitable no mirar. Aparte la vista.
-Eres como mi ángel de la guarda...- dijo en un susurro casi inaudible mientras se colocaba de lado y me miraba con los ojos entrecerrados.
-Yo no soy un ángel soy más bien un demonio.- le dije con una sonrisa de lado mientras me apoyaba en el escritorio de madera y cruzaba mis brazos.
Virginia volvió a cerrar los ojos.
-Los demonios no son tan bonitos.
Aquellas palabras murieron nada más nacer, pues ella pareció perderse en el mundo de los sueños dispuesta a no despertar.
Y me dejo a mi allí descolocada mientras analizaba cada una de sus palabras, cada una de sus miradas.
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