VI

Mantuve mi respiración todo lo que pude pero al final cedí pues mis piernas comenzaron a fallar. No sabia que hacer, si moverme o quedarme quieta. Virginia se bajo del caballo y miro a su alrededor sosteniendo la correa del caballo con el brazo derecho. Su rostro estaba bañado por la luz de la luna y me pareció que incluso parecía tener algo de miedo. Una sonrisa se extendió en mi rostro cuando pensé que la dura Virginia Green también se asustaba, hasta que su mirada me atravesó como una flecha. 

Esta vez tampoco me moví, de todas formas ya era tarde. Dudaba que me hubiera reconocido, al fin y al cabo el bosque estaba bastante oscuro.

- ¿Erin? ¿Qué haces aquí?- su pregunta sonó muy clara a través del bosque. Le vi titubear antes de comenzar a caminar hacia donde estaba yo. 

Di un paso hacia atrás y al instante una punzada de dolor me atravesó el pie. Ahogue como pude un grito mientras mis pierna se doblaba y caía al suelo. Sentía como si algo me estuviese atravesando todo el pie. No pude evitar que las lagrimas comenzaran a acumularse en mis ojos. Era un dolor punzante e intenso. 

La vista se me nublo, mis sentidos parecieron debilitarse y un cálido silencio me acogió.

                                    *


Olía a limones. Era un olor fresco que despertaba los sentidos. Mi vista se fue haciendo a la cálida luz que entraba por la ventana y termine refregando mis ojos con las manos. No fue hasta segundos después que me di cuenta que no estaba en mi habitación y que la pierna me dolía horrores.

– Joder...

Me mordí el labio y terminé de despertarme. Al levantarme con rapidez mi cabeza dio vueltas y tuve que cerrar los ojos unos segundos.

Cuando abrí los ojos me cerciore de que no era mi habitación. A diferencia de la mía está era mucho más grande. Las paredes eran de un tono blanco cálido, que combinaba a la perfección con el estilo industrial de la habitación. Los muebles eran negros, la mayoría de metal y las sábanas eran blancas. Por lo demás estaba bastante vacía, prácticamente parecía  una habitación de invitados.

Me quité las sábanas y entonces revise mi pie, que estaba cubierto hasta el tobillo con una venda. Entonces todos los recuerdos comenzaron a llegarme con fuerza. El lago, el paseo... y Virginia.

Maldecí por lo bajo e intente levantarme, pero al apoyar el pie malo un grito salió inevitablemente de mi boca. Dolía horrores. Opte por ir dando saltos para ver dónde estaba, pero aunque era obvio necesitaba verlo con mis propios ojos. ¿Por qué siempre acababa metiéndome en problemas?

–¿Erin?– La voz de Virginia sonó al otro lado de la puerta. No pude evitar notar un matiz de preocupación en ella que me hizo sonreír.
–Ehh, si, soy yo.– dije mientras me apartaba de la puerta al intuir sus intenciones– A no ser que tengas de costumbre traer a tus alumnos a  casa no veo la razón de la pregunta.

Una Virginia con ropa casual, un aire despreocupado y una sonrisa de lado abrió la puerta. Si por un instante había pensado que no me podía sorprender más, me había equivocado.

–Muy graciosa Wood. Me temo que me arrepiento de haberle salvado la vida.– se burlo con una sonrisa sarcástica en el rostro.

Rodé los ojos mientras me apoyaba en la mano que me había tendido. Me arrepentí al instante.

– Nota mental: Virginia Green es una dramática.– dije divertida mientras intentaba no quejarme por el dolor, aunque ella lo percibió.

–¿Te duele?– preguntó con el ceño fruncido, su rostro se veía tierno.

–Un poco si, la verdad.- comente mientras comenzábamos a avanzar por un pasillo lleno de cuadros con diferentes fotografías. Me fije particularmente en uno. En la foto un gran grupo de personas estaban reunidas en la puerta del Internado. Recordaba perfectamente esa foto, la misma que me enseño Roger Patterson.- ¿Por qué tienes esa foto?

Me di cuenta de lo mal que había formulado la pregunta nada más salió de mis labios, pero ya era tarde. 

- Quiero decir.- me reí para relajar la mirada interrogativa de Virginia, que se había parado en la puerta en seco.- No aparentas tener la edad como para llevar siendo profesora desde entonces.

La foto era bastante vieja, y observando el rostro jovial de Roger se podía intuir perfectamente que habían pasado mínimo diez años desde aquello.  

- Que halago por su parte.- una sonrisa surgió en sus labios.- Estudie aquí bachillerato, y esa foto fue de un evento escolar con inversores y familiares. 

Volví a observar la foto y me acorde de la chica de espaldas. Dirigí mi mano allí. 

- Has cambiado bastante.- murmure más para mi que para ella.

-¿Eso también debería tomármelo como un halago?

-Como usted prefiera, profesora.- le giñe el ojo antes de apoyar la mano en la pared rechazando su ayuda. Prefería evitar su contacto. 

- ¿Qué paso? Recuerdo que sentí como si algo atravesara mi pie...- cambie de tema mientras ambas atravesábamos la puerta del pasillo que daba a un amplio salón. A la derecha estaba la cocina integrada en el espacio. 

-Literalmente te paso eso, se clavo un clavo- -dijo ella mientras arrugaba la frente y hacía una mueca de dolor.- Tuvo que dolerle mucho porque se desmayo.

-Lo primero: ¿podrías no hablarme de usted? Al menos hoy, que no estamos ni en el instituto...Y lo segundo: ¿Un clavo?, ¿Desde cuando hay clavos en el bosque?

Virginia rodeo la isla de encimera blanca y se apoyo en ella con los codos. Parecia hasta divertida con la situación.

-Esta bien, solo por hoy Erin.- sonreí satisfecha y me subí entre malabares a un taburete.- Y lo del clavo, lo único que me imagino es que durante la reforma de hipódromo del año pasado se dejaron algunas cosas...

El ruido de la tostadora interrumpió su discurso. Virginia saco un vaso de un armario y después coloco dos tostadas en un plato. 

-¿Café?

-Solo y con sacarina.

Cogió la cafetera y un minuto después estaba sentada a mi lado con dos cafés humeante sobre la encimera. 

-Con que eso es lo que desayuna la profesora Green...- murmure con una sonrisa en el rostro. Habia sacado también mantequilla. Por lo que había observado era lo único que había en su frigorífico, así que no le pedí nada más. 

Virginia me miró antes de negar con la cabeza aparentemente divertida.- Yo no desayuno, eso lo he preparado para ti.

-¡¿Cómo que no desayunas?! ¿Qué clase de ser humano eres?- exclamé con fingido dramatismo mientras comenzaba a untar mantequilla sobre ambas tostadas. 

Su dulce risa resonó por la sala haciéndola más acogedora y di un trago al café agradeciendo al instante pasar algo por mi seca garganta. Cogí la tostada untada en mantequilla y le di el primer mordisco. El recuerdo del día anterior me vino a la mente, hoy era martes. Mierda. 

Me gire y descubrí que ella se encontraba revisando el teléfono móvil con el ceño fruncido. Su aspecto desaliñado se me hacia muy extraño a pesar de que la conocía de poco tiempo. Me había acostumbrado a sus tacones y sus blusas, y sobre todo me había acostumbrado a su voz autoritaria.

Su vista se fijó en mí como si hubiera intuido que mi miraba estaba posada en ella y me sonrió como si supiera algo que yo no.

- Te he limpiado la herida como he podido, aunque nunca he sido muy buena enfermera, pero desde luego eso te lo tiene que ver un medico.- dijo tras unos segundos manteniéndonos la mirada.

Asentí aun con comida en la boca y ella me sonrió de lado antes de recoger mi plato ya vacío. 

-Te dejo cambiarte, aunque mucha ropa no traías así que si quieres te dejo algo.

- ¿Tiene algún problema con la ropa que uso, profesora?- volví al usted con una sonrisa burlona mientras dirigía la vista hacia mi cuerpo, que estaba cubierto con una camiseta grande. Mis mejillas se ruborizaron cuando me cerciore que aún iba sin nada debajo.

- Yo te aseguro que no, pero me da que al médico no le hará mucha gracia...- contesto ella con una mirada desafiante.

-Le daría una alegría, tenlo claro. - le giñe el ojo y me reí mientras intentaba levantarme de la banqueta fallidamente.

Virginia suspiro y de su boca se escapó una sonrisa. Me desestabilice adrede y al instante ella volvió a mi lado para servirme de apoyo. Me reproche, pero en el instante en el que una de sus manos se apoyo en mi cintura quise que no se fuera nunca de allí. 

Olía a limones. Yo siempre había odiado los limones. Pero no aquella vez.













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