II

La puerta rugió cuando la empuje con mis omoplatos. Pesaba y olía a madera vieja, y cuando pude darme la vuelta me di cuenta que no solo la puerta olía así. Un vestíbulo vacío y luminoso me daba la bienvenida. Al frente había una puerta corredera con grandes ventanales que daba a lo que parecía un jardín interior, a la derecha y a la izquierda pasillos que giraban desapareciendo a mi vista.

Sonreí pensando que se parecía en cierta forma a Hogwarts, aunque era considerablemente más pequeño, menos siniestro y con un toque modernista.

A la mañana había entrado con tanta prisa por no llegar tarde a la primera clase que ni siquiera me había dado cuenta de todos esos detalles.

En el pasillo de la derecha, en una placa de bronce se leía: "Ala Este". Allí quería ir, al despacho del director. Se trataba de Roger Patterson, un hombre en buen estado para sus posiblemente sesenta años, con sonrisa cálida y aires de viejo sabio. Siempre que le veía llevaba un traje negro e iba acompañado de una mujer algo gordita que vestía vestidos florales.

La puerta se encontraba abierta y a través de ella vislumbre a la mujer de los vestidos mirar con los ojos entrecerrados el ordenador.

-Hola- dije asomándome por la puerta y haciendo que ella se sobresaltara- perdona, no quería asustarla... venia a hablar con el Director.

La mujer se había llevado una mano al pecho y me miraba aún ligeramente sobresaltada.

-No pasa nada- al instante se rio mientras hacia un gesto con la mano para quitarle importancia- pasa, pasa, le aviso que esta la señorita..

-Wood, Erin Wood- apunte mientras le sonreía de vuelta.

Cuando Matilda Pratt volvió (descubrí que así se llamaba al observar la placa de su mesa), me señalo la puerta indicándome que podía entrar.

-No tiene mucho tiempo- apunto antes de sentarse.

La habitación olía a una mezcla de mueble viejo, como la mayoría de estancias allí, y a tabaco mal disimulado por un ambientador de cítricos. Era demasiado grande y sobrecargado, aunque no podía negar que tenia su encanto. Roger Patterson se encontraba absorto leyendo con unas gafas cuadradas lo que parecía una carta.

Carraspee para hacer notar mi presencia y el reaccionó mirándome unos segundos antes de continuar con su tarea.

-Buenas tardes señorita Wood, ¿Qué le trae por aquí?

Fruncí el ceño mientras caminaba hacia una de las sillas que había frente a su escritorio y me sentaba sin esperar a ser invitada. El no parecía muy interesado en hacerme caso.

-Usted mismo me dijo que me pasara al finalizar el día para comentar algunos detalles de mi estancia.

Por primera vez el director me miro directamente. Se quito las gafas mientras dejaba el papel medio doblado encima de otras hojas y comenzó a echarse, lo que parecía brandy, en un vaso que había en la mesa.

-Desde luego que le dije eso.- contesto antes de darle un trago- ¿Qué tal la adaptación, Erin?

-De momento bien, es decir, solo llevo un día.- conteste aún confundida, no sabia muy bien sobre que debíamos hablar y el parecía no tener prisa por contarme de que se trataba todo aquello.

-Me alegro mucho, deberías aprovechar que es viernes para salir de aquí. Estar toda la semana encerrada tampoco es bueno.

Le mira sopesando sus palabras, parecia habar totalmente enserio. Tenia una cejas gruesas y ligeramente blanquecinas, a juego con un bigote perfectamente recortado. ¿Acaso era una prueba? Recordaba perfectamente las palabras de mi madre, "Te vas a pegar todo el curso encerrada en el Internado, y no pisaras siquiera el maldito jardín, de eso me he asegurado yo."

-O es usted un capullo arrogante haciendo uso de su superioridad o es gilipollas y confía en la gente demasiado rápido.

Tenia un grave problema con decir lo que pensaba al instante y con las palabrotas, sin embargo eso le saco una risa profunda al director. 

-Ay- tomo el aire - hacia mucho que no me reía así. Mira Erin... antes pensaba que en la vida valía más ser cruel que ser bueno, pero con el tiempo las cosas se ven con otra perspectiva.

-Ni siquiera me conoce.- escupi con una ira injustificada. 

-Te conocí una vez, seguramente ni te acuerdes.-Roger se levanto de la silla y comenzó a rebuscar en la gran estantería tras su escritorio. Estaba repleta de archivadores, cajas llenas de objetos y cuadros varios de gente que no conocía.-Aquí esta, toma, cógela. 

Tome la foto con curiosidad bien disimulada, Roger dejo el álbum de fotos en la mesa bien cerrado y me observo atento. En ella aparecían varias personas en lo que parecia la entrada del Internado. Distinguí al Director junto a una chica de pelo azabache que estaba ligeramente dada la vuelta hablando con un señor parecido a Roger. A su lado una chica pelirroja sonreía con alegría mientras le pasaba el brazo a un chico de mirada triste. Aparte la vista de esa escena para descubrir a mis padres en la esquina derecha, estaban sonrientes y mi padre me sujetaba de los hombros. Me costo reconocerme a mi misma, con el pelo largo y brillante, una frente despejada y una sonrisa sincera. Parecia otra. 

-Les invite a tus padres para que vieran el recinto, estaban interesados en traerte desde entonces, y eso que solo tenias cinco años... Ellos habían invertido al inicio de todo esto, les hice un hueco en la junta y guardaron tu plaza desde entonces. 

Guarde silencio mientras procesaba que mucho antes de todo lo que había pasado estaba destinada a terminar en el Internado. A pesar de aquello el sentimiento de que era un castigo no se fue. 

-Se que han pasado muchas cosas desde entonces, que tu ultimo año no ha sido fácil y que la relación con tus padres no es la mejor... Pero piensa en este lugar como un sitio de transición para labrarte un futuro lejos de quien quieras.- me cogió la foto de las manos y la metió otra vez en el álbum.- Podemos llegar a un acuerdo: yo te dejo salir cuando quieras si tu prometes que no te meterás en ningún lio. Me parece justo, ¿De acuerdo?

-De acuerdo.- le cogí la  mano que tendía y con un apretón leve señale un punto importante.- Pero le aviso desde ya que no suelo hacer ninguna promesa. 

*

Mire el reloj por quinta vez. Estaba deseando que marcaran las doce para ir a la ultima clase antes de mi preferida y poder volver a encerrarme en mi cuarto y no salir. Aunque debería ir a comer.

Habían pasado varios días desde aquella extraña conversación, pero a pesar de ello solo me había atrevido a salir al jardín y un pequeño patio trasero abandonado que había tras el Ala Norte. Habría sido un finde terriblemente aburrido si Anna no me hubiera enseñado todo el internado. Era terriblemente movida y alegre. Levante las piernas de la cama y las coloque en la alfombra, donde estaba tumbada. Adoraba haber podido darle mi estilo a la habitación, al menos empezaba a sentirme mas en casa que en mi propia casa. Me gustaban los horarios de las comidas y las clases, me gustaba la independencia de no responder ante mis padres, y me encantaba aquel lugar con tanto encanto. 

Por otro lado las clases de Historia del Arte se habían convertido en mis favoritas. Virginia llegaba y con ella el silencio. Sus clases eran tranquilas, fáciles e incluso interesantes, y aunque ella había cogido la manía de castigarme por abrir la boca, tenia que admitir que me gustaban sus castigos. Entrar a su pequeño despacho cerca de la biblioteca del Ala Sur era como conocer un poco más de su misteriosa personalidad. Se trataba de un lugar antiguo, con muebles de roble viejo, cantidades de libros en estanterías de cristal, una pequeña estufa que calentaba demasiado y un gran ventanal que daba a el patio trasero del lugar. Habia estado una hora sentada frente a ella mientras la veía corregir trabajos con fluidez. Me gustaba el silencio, la silla acolchada, el calor y el olor a libro viejo. Pero sobre todo observar sus gestos cuando leía alguna barbaridad en un examen, que era muy a menudo para su desgracia.

Estire mi espalda y solté un largo bostezo para luego levantarme. Lo malo de vivir en el mismo sitio en el que estudias es que ir a echarte una pequeña siesta a la cama es demasiado tentador. Y aunque, como siempre, no había conseguido dormirme los últimos veinte minutos me habían servido para hacer lo que mas me gustaba: divagar.

-¡Erin!- exclamo Anna cuando entre por la puerta de la clase de matemáticas. Se encontraba en la primera mesa junto a la ventana.-  ¿Dónde cojones estabas?¿Me pensabas abandonar para que me muriera de aburrimiento?

-Hola a ti también guapa,- dije mientras me sentaba en la silla de al lado- estaba cogiendo el libro de mate, se me había olvidado y ya sabes que Vicente me matara si no lo vuelvo a llevar.

Levante el libro de matemáticas que había cogido de la mesa antes de salir y me senté en la mesa libre que había a su lado. El profesor de matemáticas también me había cogido manía, sin embargo eso no me había tanta gracia como con Virginia. 

-Cierto.- Anna se rio- Es que eres un desastre.

La clase paso tras mil ejercicios y reproches del profesor alegando que parecia estar dando clase a niños de doce años por nuestro nivel con el algebra. Mire el reloj, la una. Sonreí. 

Al instante el murmullo ceso acompañado, como siempre, del sonido de sus tacones. Virginia atravesó la clase con la mirada antes de caminar hacia su mesa. A diferencia de otros días llevaba puesto un vestido negro de talle ajustado con la espalada abierta, que lejos de ser vulgar, le hacia parecer injustamente una ejecutiva elegante.

-Buenos días.- dijo ella mientras nos sonreía calidamente- Acabo de terminar de corregir los trabajos que os mande el viernes. Os los voy a entregar y espero que aprendáis de los errores que habéis cometido. He sido más que buena con las calificaciones, pero solo porque es el primer trabajo y porque lo he usado como prueba para ver vuestro potencial. 

Tras eso abrió su maletín y de el extrajo una carpeta. 

- Señorita Anderson repártalos,- dijo extendiendo las hojas hacia la chica que se sentaba frente a su mesa- gracias. Bien, mientras tanto el resto de la clase vais a leer la pagina 66, que pronto comenzaremos con el tema, y aquellos que hayan sacado menos de un 6 en el trabajo lo vais a repetir para este viernes. Cualquier duda estaré en el escritorio. 

Unos murmullos de indignación se extendieron por la clase, aunque pronto se acabaron cuando Virginia levanto la mirada de las hojas que tenia entre sus manos.  Yo seguía esperando a que me repartieran el mío, pero al parecer estaba de los últimos.

-¿Erin Wood?- pregunto la chica de gafas antes de tendérmelo.

-Si, si- respondí rápido mientras buscaba la ultima hoja.

Una sonrisa se expandió por mi rostro. Tenia un nueve. Mire de reojo a la profesora, que se encontraba escribiendo algo en su agenda, parecía concentrada. Al parecer a pesar de los  castigos que me había impuesto había sido justa con la nota. 

- ¡Un nueve, serás zorra!- exclamo Anna asomándose por detrás.- a mi me ha puesto un cinco...

-Bueno, teniendo en cuenta que lo hiciste el ultimo día.- apunte para picarla. 

Ella me saco la lengua  antes sentarse suspirando con pesadez y abrir el libro por la pagina que la profesora Green había ordenado, pero no tardo más de dos minutos en mirarme aburrida. Yo todavía me encontraba leyendo mi trabajo que había hecho de un cuadro que me encantaba: el jardín de las delicias. Virginia apenas me había corregido nada, pero había una nota en la penúltima pagina, justo al lado de una frase mía en la que ponía:

La variedad que encontramos en el cuadro es tan significativa que poca gente es capaz de observarla y encontrarle valor. Hay tantos elementos que parecen perderse si no les prestas atención. Se trata de una obra que define a muchos individuos, en diferentes escenarios y viviendo experiencias diferentes, es una obra que plasma la vida. Una vida de diferentes colores.

Y justo al lado de aquel pequeño párrafo mío, en una letra cursiva ponía:

Erin, ¿acaso eres tu capaz de ver ese valor al cuadro? Tu lo has dicho, la vida tiene diferentes colores, tal vez el valor que tu ves de un blanco cegante otro lo ve de un negro abrasador.

-¿Por que pones esa cara?- pregunto Anna.

Sin saber muy bien porque cerré con fuerza la hoja mientras en mi mente un remolino de pensamientos le daba vueltas a aquellas palabras. ¿A que se refiere?

-Nada, me sorprende la nota.- conteste escuetamente antes de esconder mi cara tras el libro de texto.





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