Capítulo 14: Nueva vida
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El joven investigador salió a toda velocidad, esperando ver el cielo cubierto de nubes oscuras y ceniza por montones, pero no había nada. El movimiento había tardado un poco más, comparándolo con los anteriores. Todo estaba tranquilo, a excepción de parvadas de aves huyendo por el susto. El cielo se veía tan azul como de que de costumbre. A lo lejos, el monte Brauquiana, lucía apacible.
Delia y Lina, estaban de pie, justo afuera de la casa, mirando en dirección a la montaña. Aún se sentía una ligera vibración en el suelo que iba bajando progresivamente, sin embargo, otra debía ser su fuente. Los tres se miraron sin saber qué hacer. Luego de unos instantes, Jack, movió la cabeza señalando la casa.
Entraron. Las cosas de los estantes, vitrinas y otros soportes, estaban desperdigadas por el suelo. El móvil de Jack comenzó a sonar. ¿El Dr. Rogers? Respondió sin hacerlo esperar.
—¡Relem! ¡¿Has sentido eso?! ¡JA! ¡Lo sabía! Estaban conectados —dijo la voz emocionada del Dr. Rogers.
—¿De qué está hablando, doctor? ¡¿Es el volcán?! —preguntó Jack, asustado.
—¡Algo así, muchacho! El origen vino de Valtag, pero eso no es lo más impresionante. ¡Acabo de confirmar que estos temblores son provocados por algo que se mueve debajo de la tierra! —dijo el vulcanólogo, sin perder la alegría.
—¿Algo... bajo la tierra? —respondió Jack, sin dar crédito a lo que escuchaba.
—¡Se ha movido, desde Valtag, hasta el Brauquiana, colega! Ese movimiento, esa extraña fluctuación, es lo que provocó el último terremoto. ¡Ya te digo! ¡Yo sabía que algo raro pasaba aquí! —decía el hombre, entusiasmado—. ¡Esto es lo que necesitaba, el Consejo me ha dado el permiso al instante! ¡Haremos una excavación en la mina para encontrar el origen!
—Así que estamos buscando lo mismo, ¿eh? Lo que sea que esté bajo la mina también me concierne, doctor Rogers. Tiene que ver con mis reptiles —dijo Jack, uniendo una nueva pieza a su rompecabezas mental—. Espero que no le moleste que tome algunas muestras.
—¡Por supuesto que no! ¡Vamos por ello amigo! ¡Lo descubriremos y mataremos dos pájaros de un tiro! —dijo finalmente el Dr. Rogers.
Jack se animó un poco con el último informe. Lina y Delia lo observaban, confusas, todavía un poco asustadas. Jack les dirigió una sonrisa, restándole importancia, como diciendo cosas del trabajo. Acto seguido, encendió la televisión.
Las noticias de último minuto ya se hacían presentes en todos los canales locales. Imágenes de personas abandonando edificios y casas inundaban los reportajes.
«... este 22 de septiembre hemos tenido uno de los mayores terremotos en Nivek. Ha durado un par de minutos, pero no debéis alarmaros. El volcán Brauquiana no ha sido el origen, el reporte de último minuto, proveniente de la Universidad de Nivek, indica que su epicentro ha sido distinto.
No se ha logrado verificar el origen del movimiento telúrico, pero os mantendremos informados. Os invitamos a volver a vuestros hogares, podéis estar tranquilos».
—No se ha logrado verificar el origen... ¿sin réplicas? —dijo Jack, en voz baja, recordando lo que le acababa de decir el Dr. Rogers, hace unos momentos. Se llevó una mano a la barbilla y pensó—: «No quieren alertar a la población».
—¿Qué has dicho, cielo? —preguntó Lina, que apenas había alcanzado a escuchar a Jack.
—Nada cariño, no te preocupes —respondió él—. Tengo que ir al laboratorio un momento, revisaré que los animales no se hayan dañado por el pánico. Delia, ¿podrías encargarte de los que están en el cobertizo?
—Sí, no hay problema —respondió la mujer.
—Ve con cuidado —dijo Lina.
Se despidieron. Jack salió de prisa, subió a su auto y puso rumbo a la Universidad. Aún había gente en las calles, el terremoto era la causa. Por fortuna el tráfico era fluido. Conducía con una mano, mientras con la otra, tomaba su teléfono y presionaba la pantalla para llamar a Niel, quien respondió casi al instante.
—Niel, tengo una teoría —dijo Jack, la cabeza estaba doliéndole—. Este terremoto podría tener algo que ver con la mina. ¿Podrías ir a revisar los huevos de nuestro proyecto? Yo me dirijo al laboratorio para dar calmantes a los animales.
—Sí doctor, de hecho, ya estoy en camino —respondió Niel a través del teléfono—. ¿Escuchó las noticias? A mí también me pareció un movimiento de origen extraño. Estaba pensando lo mismo.
—No te equivocas —afirmó Jack—, el doctor Rogers me lo confirmó. Niel, hay algo dentro de esa mina, algo que está causando todo esto.
—Eso es... una buena noticia, ¿no?
Jack consideró con seriedad la aseveración de Niel. ¿Una buena noticia? Era una buena noticia... para su investigación, pero, ¿qué hay sobre la seguridad de su esposa?, la seguridad de Nivek. Jack pasó saliva y demoró un poco en dar su respuesta.
—Creo... creo que sí, Niel. Por lo menos pronto podremos saber que causa las mutaciones —dijo Jack, finalmente.
—Entendido. Tenga cuidado doctor —respondió Niel—. Nos veremos más tarde.
—También tú, Niel. Si ves que es peligroso, aléjate de ahí. Hasta pronto.
Y finalizaron la llamada sin más dilación. ¿Qué habría en esa mina? Algo que podía reactivar un volcán, producir terremotos, se movía bajo la tierra y, además... provocaba mutaciones en huevos de reptiles. Definitivamente, no sonaba a algo bueno.
Al llegar a la universidad, se encontró con los alumnos en el exterior. Era jueves por la tarde, pero aun así estaba bastante concurrida. Haciendo caso omiso de esto, subió hasta el cuarto piso de la torre de ciencias y entró en su laboratorio. El lugar apestaba a formol y había gran cantidad de frascos rotos, regados por el suelo. Las ratas, ratones y otros roedores, se azotaban contra las jaulas; las serpientes, se enroscaban; las lagartijas y otros reptiles, corrían de un lado a otro en sus contenedores.
Jack se apresuró a tomar los calmantes, cuando vio una larga cabellera negra, perteneciente a una joven delgaducha, saliendo de su despacho a toda prisa con una botellita de líquido tranquilizante en sus manos.
—¡Gianna! ¿Qué haces aquí? —dijo Jack—. Deberías estar fuera, con todos.
La joven se detuvo, asustada por la repentina aparición de Jack. Era de suponerse que tampoco esperaba a nadie ahí.
—No podía dejar a estos animales matándose entre ellos —respondió—, me separé de todos y vine corriendo.
Jack suspiró ante su respuesta. Negó con la cabeza en señal de desaprobación, pero, aun así, le dirigió una sonrisa a su alumna.
—Está bien, te lo agradezco. Ahora déjame ayudarte —dijo Jack, mirando con apreció a la chica.
Gianna entregó el tranquilizante a Jack, ella tomó otro, y comenzaron a rociarlo sobre los animales. Estaban bastante alterados, pero poco a poco fueron cayendo rendidos ante los químicos, dejando de agitarse y golpearse. Una vez solucionado el problema, tenían que recoger todo el desastre del suelo. Fueron recolectando los especímenes que se habían esparcido por el suelo, colocándolos en nuevos frascos con formol. Los vidrios rotos debían manejarse con cuidado. Jack haciendo eso, cuando recibió otra llamada.
—¡Doctor Relem! ¡Le tengo malas noticias! —era Niel, llamando desde la mina de Valtag—. Tenía razón, algo ocurrió aquí, en la mina. Se encuentra colapsada. Y los huevos... las incubadoras... todo se ha perdido.
Se quedó boquiabierto, pero tras un segundo recuperó el habla.
—¡Maldición! ¡Lo sabía! —Golpeó la pared con un puño, asustando a Gianna—. Algo está ocurriendo en esa mina, Niel. Aléjate de ese lugar, no intentes buscar nada. Olvídate de las incubadoras, ya nos encargaremos cuando el doctor Rogers haga un agujero en ese lugar. Espera... tengo otra llamada —dijo Jack, al recibir la notificación en su teléfono.
—Está bien, doctor. Me voy de aquí. Ya hablaremos —se despidió Niel.
Jack recibió la segunda llamada sin darse cuenta de que Gianna lo miraba con preocupación. Era una mujer bastante agitada. Delia.
—¡Jack, tienes que venir pronto al hospital, es Lina! ¡El bebé!
Jack se quedó paralizado durante un segundo. Luego, reaccionó.
—¡¿Q-Qué dices?! ¡¿Justo ahora?! —Se llevó una mano a la cabeza, tirando de su propio cabello—. ¡Voy en seguida!
—¿Doctor? ¿Está todo bien? —preguntó Gianna, mirando a Jack con preocupación.
—Eh... sí, sí Gianna, todo está bien. Disculpa, me tengo que ir.
A Jack le tomó sólo un segundo el decidir la siguiente acción. Guardó el teléfono en el bolsillo, se disculpó con la joven por dejarle el trabajo, y abandonó rápidamente el edificio. Subió a su auto y aceleró para dirigirse al hospital, mientras el sol ya se ocultaba.
Llegó al hospital de la ciudad de Nivek en pocos minutos, por fortuna estaba cerca de la universidad. Al llegar, vio el auto de Delia estacionado en el área de urgencias. Bajó del suyo y corrió hacia el interior. Una vez dentro, sacó su teléfono del bolsillo de su chaqueta y llamó a Delia.
—¿En dónde estáis? —preguntó Jack, exaltado.
—¡En la sala de espera! ¡No nos atienden! La organización es un desastre por culpa del terremoto, están reingresando a los enfermos evacuados. ¡¿Qué hacemos?! —preguntaba la chica, en medio de un ataque de nervios.
—¿Cómo esta Lina? ¿Se encuentra bien?
—¡Se ve muy mal, creo que las contracciones comienzan!
—¡Voy por vosotras! Vayamos a otro lado.
Jack colgó el teléfono y se dirigió velozmente a la sala de espera. Encontró a Delia y a Lina entre una multitud de personas que buscaban a sus familiares. El terremoto había generado una evacuación masiva en el hospital, dificultando la circulación y reingreso.
Cuando Jack llegó hasta donde estaba su esposa, la tomó de la mano y corrieron a la salida. Alcanzaron el auto lo más rápido que pudieron, Delia y Lina subieron a la parte trasera, él tomó el volante. Había un hospital privado en las afueras de la ciudad. Estaba más lejos, pero lo que importaba era que los atenderían con mayor agilidad... o eso esperaba.
—Vamos, ¡de prisa! —decía Delia mientras sostenía la mano de Lina. La muchacha cerraba los ojos con fuerza, soportando las contracciones sin emitir queja alguna.
Condujo lo más rápido que pudo. Las palabras de Delia, tratando de tranquilizar a su amiga, no hacían más que acelerar su corazón. Al cabo de unos minutos, ya se apreciaba el edificio color mostaza en donde su esposa podría dar a luz.
No tuvieron ningún problema en entrar al edificio. Al contrario del Hospital General de Nivek, la gente no se arremolinaba en el vestíbulo de éste. Era un alivio. Los tres llegaron corriendo a la recepción, en donde pidieron ayuda urgente. Al verlos, la recepcionista llamó de prisa a una enfermera. Pasaron unos pocos minutos, hasta que apareció, vistiendo bata blanca y con una silla de ruedas para Lina, quien le dio uso instantáneo.
Con la empleada del hospital llevándola, se encaminaron a través de los pasillos del hospital hasta llegar a una habitación. Ahí, la enfermera ayudó a Lina a recostarse en la cama y dijo que esperara un momento. Jack y Delia, permanecían a su lado. La futura madre quería tener cerca algunas manos para destruir cuando el bebé naciera, y ambos lo sabían.
Jack, que seguía mareado desde aquel terremoto, se acercó a la ventana un momento. Había sido un día muy ajetreado. Todo fue muy repentino. El temblor, la mina, y ahora, estaba a punto de ser padre.
Una gran cantidad de sensaciones se mezclaban dentro de él. De pronto, todo se puso oscuro. Jack miró a su alrededor. No estaba Lina, ni Delia, o los doctores y enfermeras. Se encontraba de pie, solo, rodeado de oscuridad absoluta.
«Puedo sentir tus vibraciones. Pronto nos conoceremos, Rahkan Vuhl».
Parpadeó asustado y agitó su cabeza. Miró a su alrededor con el corazón palpitando al cien. Seguía en el hospital, estaban a punto de atender a Lina. Qué... ¿Qué había sido eso?
Ya puedes leer la Entrada 12 de la Bitácora de Finn.
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