CAP 00: "Princesa"

LLOROSA

Por Matialvy Dos Santos

Sinopsis:

Por amor no escucharon razones, por amor entregaron su lealtad a traición de su vida, Francis, un simple sirviente, se encadenó a la sonrisa de su princesa, sin pedir nada a cambio, sin desear más que verla y protegerla. Carlo, una simple sombra, se encadenó a un destino sin posibilidad de cambiarlo. Ambos jóvenes se enfrentarán a duras decisiones. El joven sirviente se convierte en el eslabón de una relación insólita, desarrollada entre una guerra donde dos razas buscan su destrucción. La muerte, el dolor y el amor van en un ciclo sin fin. Un destino desentendido de un viaje a causa de una promesa, Francis se ha encadenado a ésta, Francis es el títere de deseos y causas que van más allá de su frágil existencia humana y Carlo unido a ella, tendrá que enfrentar el pasado.

Capítulo 00:

Azul, es tan azul el cielo, tan denso, tan infinito, tan imponente. Las nubes parecen bailar en una gran pista, desfilar lento, en una melodía romántica y apacible, se unen unas con otras lentamente, se desvanecen a lo lejos y jamás vuelven. No las mismas, y si lo son, llegan diferente. ¿Pero qué seguridad tengo de que sean las mismas que vi partir? Ninguna.

Tampoco estoy seguro de quién fui ayer y quién soy ahora, mirándome en el espejo puedo asegurar que soy yo, pero ¿Siempre fui así? Crecí, cambié físicamente eso es una verdad. O tal vez no, no completa. Porque lo único que me demuestra que he cambiado es el cómo me ven los demás y el mismo espejo, mis propios sentidos, sin ellos, no tendría idea de que cambié.

Mi primer recuerdo, fue el cielo azul, nebuloso en ese entonces, pero tan azul como ahora. Un ave blanca flotando sobre mí, de plumaje largo y pico azulado. Hermosa, efímera como el fuego que despedía, y tan melancólica como esas lágrimas que resbalaban de mis ojos. ¿por qué lloraba? ¿qué sentido tenían mis lágrimas? No lo recuerdo, mi mano derecha quería alcanzarle, tocarle y sentir algo más allá de ese dolor físico y emocional, algo estaba quebrado dentro mío y que hoy a la fecha sigo sin recordar qué.

¿Un sueño? Siempre me lo he preguntado, tal vez jamás sucedió. Nadie puede corroborarlo, nadie puede decirme que aquello existió.

—¿Francis?

Mi mejor amigo, que entrando a nuestra habitación y a mis pensamientos me recuerda la realidad presente. Le volteo a ver y me responde con una cálida sonrisa, aunque a veces, siento que esa sonrisa es tibia, como si parte fuese alegría y parte tristeza.

—Carlo— Le respondo tratando de incorporarme en el presente—, ¿Qué pasa?

—El chef jefe nos está buscando.

—Ha, ya voy— Sacudo mis ropajes desgastados por el trabajo y me vuelvo hacia el espejo, dedicándome una sonrisa a mí mismo—, ¿Carlo, cuántos años dices que tenemos?

Carlo se inmuta, sorprendido me mira a través del espejo, mirando mis ojos que le miran desde el reflejo.


—15, 15 años tenemos.

—¿Cuántos años tenemos en este reino?

—10 años.

—Eso significa…

—Significa que tú y yo hemos tenido suerte de que seamos de los pocos humanos que gozamos de una mediana libertad en este reino, la mayoría de humanos somos esclavos de Buzáles, tú y yo llegamos al castillo huérfanos de padres, sin recuerdos exactos de nuestro pasado gracias a la guerra. Aunque sean enemigos de nuestra raza, estamos mejor aquí que afuera.

—¿Lo crees? — Carlo bajó la mirada, estaba conteniendo sus emociones al igual que yo, ambos sabíamos que esa estabilidad podía cambiar en cualquier momento—, sabes, soy feliz aquí, muy feliz.

El rostro de Carlo se eleva estupefacto.

—Creo que podríamos lograr muchas cosas aquí, no se nos trata tan mal y además está ella. La princesa Cleonice.

La razón de mi existir. La luz de mi cada día, la luz de este reino extraño. Ella es el ser más puro que he visto, el más brillante y el más amable. Inalcanzable, pero adorable, aunque no sea de mi raza, aunque se convierta en la futura soberana de un reino que oprime a los humanos, sé que ella es capaz de cambiarlo todo. Tengo fe en ella.

—Pff, tú y tu Cleonice ya me voy a trabajar. ¡Adiós!

De golpe a la puerta se desvaneció su persona, siempre así, a Carlo le fastidia que idolatre tanto a la princesa de este reino, pero, después de todo, es el pilar que sostiene mi cordura.

El reino de Buzáles es un reino mágico, hogar de una raza muy poderosa militar y económicamente. Los Buzarianos son seres que comparten la misma estructura física que los humanos, excepto por su poder mágico y sagrado. Desde que tengo memoria, los Buzarianos han estado en guerra contra los humanos de Soric, el último reino en pie de la humanidad, fuertes han soportado, pero ¿Por cuánto tiempo? Cada vez más humanos somos esclavos y cada vez menos se cuentan libres.

Entre mis pensamientos se interpone el ceño fruncido de Carlo quien me jala del cuello del delantal a tal punto de ahorcarme. Entre jalones me lleva hasta el pasillo; a los demás sirvientes presentes, les da risa mi postura de trasero al aire contra la pared, Carlo puede ser muy agresivo.

—¡Francis es para hoy!

—Si mamá… ya voy.

Los sirvientes, también humanos se divierten entre carcajadas, es un buen lugar, a pesar de todo, se nos trata aquí bien.

Una vez incorporado como debe ser, me dirijo junto con Carlo a la zona de trabajo, la cocina, allí somos simples lavatrastes y mandaderos, Carlo se especializa en salir del castillo y buscar todo lo que le piden, sabe cómo es el mundo exterior, yo, muy poco, pero no importa, tengo mis secretos bien guardados.

—Tienes que concentrarte en el trabajo Francis— Me reprocha sin mirarme un Carlo algo serio, hoy anda de mal humor—, el chef jefe ya me dio la queja que sólo haces el trabajo a medias y te vas a sentar en un banco a la ventana a mirar sabe qué cosa. Aunque sé perfectamente qué. — Esto último me lo dice entre dientes.

Carlo, a decir verdad, es como mi hermano mayor, no estamos seguros si realmente somos de la misma edad o quién va primero, solemos festejar nuestro cumpleaños el mismo día, justo el día que recordamos que nos conocimos, un 27 de diciembre. Carlo siempre ha demostrado valentía, determinación y liderazgo, de niños recuerdo como siempre estaba frente mío protegiéndome y decidiendo por mí. Si estoy vivo, creo es por él, su fuerza de voluntad es impresionante, jamás lo he visto llorar ni mucho menos mostrar debilidad.

Carlo notó entonces como mi mirada estaba puesta sobre él, por un momento parpadeo confuso, pero sin prestar más atención siguió de largo frente mío. Carlo tiene unos ojos muy llamativos, a veces me da la impresión de que sus ojos tienen dentro suyo un cielo mezclado con un rio cristalino que bajo sus aguas se disuelve un fuego verde y profundo.

—Francis— me llama el chef jefe, sin darme cuenta ya estoy dentro de la cocina real del castillo—, ayer te fuiste a parar como mosca al vidrio de la ventana ¡Ya no sé qué hacer contigo! Le puse vidrio para que dejases de asomar esa peluca rubia tuya y aun así sigues pegado allí. ¿acaso deseas que elimine la ventana?

El chef jefe es un Buzariano de 30 años de edad, pronto se casará según mis fuentes, y espera reunir el suficiente dinero para independizarse y abrir su propio restaurante en las colonias nobles. Es un buen sujeto, nunca nos ha tratado mal a pesar de nuestra raza y me tiene mucha paciencia. Carlo es su favorito, siempre le da las mejores tareas a él como…

—Carlo tú irás al mercado a conseguir estos ingredientes— Le muestra un libro de cocina, el cual Carlo mira por un momento y asiente, el chef retira de su vista el libro para darle entonces dinero, nuestro dinero, son hermosas lágrimas de cristal que dentro suyo guardan su valor. —, si no encuentras los ingredientes en el mercado de la plaza noble ve al del pueblo ¡Quiero que me vuelvas con los ingredientes exactos y no me regreses si no están completos! ¿entendido?

—Entendido maestro.
Carlo me sonríe, suele hacer eso antes de que nos separemos.

—¡Tú, ve a lavar esos trastes de ayer que no terminaste!

El buzariano ordenó y yo obedezco, aunque odio lavar los trastes, bah.

Tal vez no es tan malo, lavar los trastes ayuda a perder un rato la cabeza, no pensar en dudas existenciales, sonrío al darme cuenta que he mojado todas mis mangas y al exprimirlas sale espuma, mucha espuma.

—¡Francis! — Me grita el Chef jefe que entra con sus demás empleados con utensilios de limpieza—, ¿Aún no llega ese compañero tuyo?¡Ya se tardó!

—Tal vez no encuentra los ingredientes que usted le mandó a comprar. Recuerde que le amenazó que no se atreviese a volver si no hallaba los ingredientes.

—¡Pues ve a buscarlo! — Abre la puerta de par en par, salgo corriendo de allí— ¡Qué rápido!

—Recuerde maestro que ése es como los perros, ábrale la puerta y va que corre.

—¡No soy un perro, pero sí!

Grité, había esperado en todo el día esta oportunidad, según mis cálculos el sol está encima de nosotros así que la princesa Cleonice está saliendo del salón real para ser adorada por súbditos nobles.

Efectivamente, la princesa va dentro de su palanquín real, escoltada por monjes y guardias que la llevan entre sedas finas que apenas y dejan ver su delicada silueta. Me arrodillo a metros de ella, como todos los demás; adoran su persona no sólo porque es nuestra princesa, si no, porque es la heredera al espíritu protector de este reino, al espíritu del agua, Suu.

—Mi señora, este día los súbditos de la familia noble Vitare han venido a rendirle sus respetos.
La princesa inclinó su cabeza, parece sonreír bajo aquellas telas y develando solo el dorso de su mano permitió que fuese besada por turnos. Ahh, como desearía poder besar su mano y a lo mejor algo más, ji,ji,ji. Pero soy un pobre lavatrastes y además humano, no podré jamás tocar ni un cabello suyo que haya caído al suelo.

—Mis queridos guardias— Habló nuestra princesa—, llévenme por favor a la plaza principal de la ciudad noble, deseo ver los mercados.

—Mi señora…

—¡No soy una señora! Ni siquiera aún cumplo los 15 años…

La voz de la princesa es dulce, como la de una niña, imagino su puchero bajo aquellas telas, ella es tan tierna, tan pura, tan infantil a veces, pero así es hermosa.

—Dis-disculpe princesa, haremos llegar a usted toda la fina mercancía de los mercaderes de la plaza hasta sus aposentos.

—¡No!

La princesa de un saltó baja de su palanquín exaltando a todos los presentes, los guardias ordenan que los súbditos tomen distancia, todos se alejan, yo sigo en mi sitio, detrás de unos pedestales donde no se me ve.

—¡Mi señora! — Imploran los monjes que se inclinan poniendo a los pies de la princesa sus cuerpos para que nuevamente suba al palanquín.

—No pienso subir si no se cumple mi mandato. Deseo ir con mi propia persona al mercado de la plaza principal. En esa cosa se me entumecerán los pies.

—¡Pe-pero!

La princesa los miró molesta, sí, tenía ese lado, cuando algo no le gustaba no dudaba en mostrar su disgusto, pero aun así es ¡hermosa!

Terminó convenciéndolos, la princesa siempre se salía con la suya, tiene ese poder, el poder de hacer que cualquiera haga lo que ella pide. Bueno, es la futura reina y la futura divinidad de este reino ¿Cómo no va a obtener lo que quiere?

Seguí a su majestad hasta la plaza principal, ¿Qué y Carlo? ¿Lo que me encargaron? Ha pues, ¡No estoy haciendo nada malo! Escolto a la princesa como fiel súbdito suyo a lo lejecitos por supuesto, esperando que llegue con bien a su destino y dicho sea de paso cumplo con mi tarea impuesta, buscar a Carlo, seguro que por allí anda, ¡qué se va a andar perdiendo!

La princesa es bien recibida, todos aman a la princesa, ella es amada por su pueblo, yo, la amo también, su cabello en un profundo negro, eso sí, corto a su cuello dejan ver esos hermosos hombros que tan delicados, sostienen ropajes tan finos y ligeros como su divina sonrisa. Enjoyada con oro y zafiros, camina con delicadeza con sus propios pies hasta una fuente donde sumerge sus dedos descalzos que los monjes han despojado de sus sandalias doradas. La princesa se deja empapar por el agua de la fuente, mientras con sus dedos juega a controlarla, gotas cristalinas la rodean en un vaivén casi místico, los presentes anonadados por su presencia se inclinan ante ella demostrando su respeto, excepto un hombre, un humano, un esclavo como yo que muestra una apariencia mendiga y lamentable en su carne, con heridas profundas que aún no sanan y expone con gangrena, ese hombre…

—Princesa de este reino de demonios, ven y lava mis heridas, así como lavas tus pies perfectos.
El hombre miró con ira a nuestra princesa, ella dejó de controlar el agua en un torpe movimiento que denotó sorpresa y miedo, los monjes crearon una barrera alrededor de ella y los guardias apuntaron sus afiladas armas en contra del mendigo.

—¡Esperen no le hagan daño! — Ordenó la princesa asustada, ¿Será su primera vez que ve a un humano de esta forma?
Alrededor nuestro hay más humanos, pero de igual manera inclinados ante su presencia, como esclavos no mostrar respeto ante su realeza es un castigo severo, desde azotes hasta la muerte. El exilio no es una opción.

—Niña, tus demonios armados no pueden hacerme daño, no más del que llevo encima, dentro mío, yo ya estoy muerto, ¡Muerto desde que tú y tu maldita deidad nos han hecho prisioneros!

—¡Esclavo mide tus palabras!

—¡Por favor! — Volvió a interferir la princesa—, ¿Quién es tu dueño? Por favor, permíteme emendar los abusos de mi ciudadano quién ha hecho de ti un vil descuido. Los humanos no deben ser tratados de esa manera.

La princesa caminó decidida a disminuir la distancia entre ella y el mendigo, pero los monjes y guardias se lo impidieron.

—¡Apártense! — Ordenó molesta, más su orden no fue escuchada y los monjes en un conjuro crearon una burbuja de agua alrededor de la princesa para impedirle el avance.

Los guardias se abalanzaron contra el hombre humano y lo sometieron fácilmente, sus heridas nuevamente se abrieron derramando sangre a borbotones. El esclavo fuerza no tenía, no podía hacer nada para evitar ser apresado, más su mirada seguía fija en la princesa que luchaba por salir de su prisión de protección.
¿Qué podría hacer yo? Si no que sólo mirar, esta es la realidad de los esclavos, si la voz de una princesa próxima a reina en estas circunstancias es ignorada ¿Cómo la voz de un simple esclavo podría ser escuchada?

Una pequeña explosión se hace notar entre esta calamidad, los presentes se sobresaltan y llevan su mirada al flujo de agua que se esparce por nuestras manos y pies. La princesa ya se ha liberado del conjuro de sus monjes, éstos mismos intentan detenerla nuevamente sin éxito, ya que ella se mueve rápidamente entre el agua en una danza que la lleva justo enfrente del mendigo.
Todo ha pasado tan rápido que ni los propios guardias pudieron contra su princesa que arremete en un control del agua que los expulsa lejos del humano que yace en suelo sangrando.

Dentro mío una felicidad inmensa nace, mi princesa es fuerte, mi princesa es valiente y mi princesa es capaz de saltar sus propias leyes con sus pies en una danza acuática tan bella. Ella sonríe, para su propia hazaña y para aquel esclavo al cual dedica su atención inclinándose hasta él.

—Ven por favor, curaré tus he…

Todos los presentes rompemos nuestra postura de adoración, yo mismo no pude evitar nombrar a la princesa y mover mi cuerpo hasta ella. El esclavo a traicionado su confianza y se ha atrevido a herirla del brazo, por suerte, ya que su objetivo era la garganta de su alteza, la princesa fue defendida por un guardia quién clava en el hombre traidor su filosa lanza al pecho. La princesa asustada retrocede con el guardia delante suyo, los demás guardias acordonan al esclavo mal herido y mis pies se quedan inmóviles. Me he movido lo suficiente para hacerme notar. Y en medio de toda esta caliente situación soy arrestado por dos guardias que me golpean para rebajarme.

—¡Es otro esclavo!

No puedo pronunciar palabra, mi garganta es oprimida por la fuerza de la lanza que me sujeta, la princesa me mira por un momento, es justo en este instante, donde puedo ver sus hermosos ojos azules y tan claros como el cielo mirarme por primera y tal vez única vez en mi vida. Ella muestra confusión en su rostro, pero aún con el miedo y el dolor que siente en su brazo decide apostar por un esclavo.

—¡Paren!¡Les ordeno que paren y suelten a ese joven!

Sus palabras nuevamente fueron ignoradas, me sujetaron con cadenas de agua caliente que ardían nada más intentase moverme. Grite al quemarme, era un dolor que jamás había experimentado, el esclavo mendigo ya estaba muerto, casi a mis pies.

—¡El también venía a usted a atacarla!

—¡Se equivocan, él quería protegerme!

Los demás humanos se arrodillaron asustados junto con los demás buzarianos, escondían su rostro esperando que su condición humana no fuese detectada.

Las suplicas de la princesa no sirvieron de nada, fui llevado justo a la prisión donde se determinaría mi castigo por traición.

Llorosa
Capítulo 00: Princesa.
Por Matialvy Dos Santos


Bueno, esta historia es más  vieja que la roña, la he editado y trabajado varios años. Hace tiempo me animé  a publicarla aquí sin tener éxito, pasados esos años nuevamente aquí me tienen intentándolo de nuevo.

Con esta historia empecé a usar las apps de dibujo, por eso ese extraño híbrido entre tradicional y digital en las artes.

Gracias por leer.











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