Capítulo 6
¿Qué está pasando? ¿Por qué Kel actúa así? ¿Qué demonios está pasando? ¿La maté? ¿Maté a madre? ¿Por qué me dijo eso? ¿Por qué...? Legolas corría sin ver a dónde iba, con los ojos llenos de lágrimas no derramadas.
El príncipe fue al primer sitio que se le ocurrió, a las caballerizas. De repente necesitaba salir a pasear con su caballo. Abrió la puerta del primer compartimento apresuradamente, pero mientras estaba sacando al caballo gris, Legolas oyó voces que venían del último compartimento del establo. Curioso, se acercó, dejando a su caballo un poco apartado.
Tres mozos de cuadra atendían a una yegua embarazada que estaba de parto.
"¿Ha llegado el momento?" –preguntó.
Los otros elfos se sobresaltaron al verlo.
"Sí, su alteza. En realidad se ha pasado de la fecha que le correspondía" –respondió uno de ellos.
"¿Y eso? ¿Tiene algún problema?" –Legolas se preocupó de inmediato.
Dejó a su caballo al cuidado de otro elfo, se acercó y se arrodilló al lado de la cabeza de la yegua. Podía ver el sufrimiento en sus ojos. Algo iba muy mal.
"El potro viene mal, su alteza. No se ha girado como debe."
Legolas sufrió un escalofrío. ¡Eso es terrible! ¡Ahora entiendo por qué sufre tanto!
"¿Cuánto lleva así?"
"Varias horas."
"¿Y por qué no habéis hecho nada?" –estalló Legolas. Odiaba ver a los animales sufrir así.
"Perdónanos, mi señor. Graden, el veterinario, está lejos y nosotros no sabemos cómo manejar un parto complicado."
El príncipe se obligó a calmarse y recordó todo lo que sabía de curación. Se arremangó y ordenó:
"Calentad agua y traed sábanas. Ayudaré al potro."
"Aquí está todo, su alteza" –el elfo señaló las cosas que estaban en una esquina.
Legolas se acercó al agua y se lavó las manos.
"Bien. Ahora quiero que os sentéis al lado de su cabeza. Calmadla."
Legolas ya se estaba moviendo hacia la parte inferior de la yegua, y una vez allí, observó el canal de parto, haciéndose una idea de la situación. Le acarició con cuidado el vientre y localizó la cabeza y las patas del potro, y entonces se puso en acción.
Con cuidado, introdujo una mano en el canal de parto, pues era la única forma de colocar correctamente al potro. La yegua se quejó de dolor.
"Aguanta un poco, bonita. Solo un poco más –Legolas no dejaba de hablarle para animarla-. Tu bebé va a estar bien. Y tú también lo estarás. Solo aguanta un poco."
Legolas hizo una mueca de dolor cuando la yegua sufrió una contracción. Su interior le apretó el brazo, sin dejarle moverse. Sudando, esperó pacientemente a que se detuviera y luego volvió a intentar alcanzar al potro. Era un proceso agotador. El príncipe movía las manos con cuidado, girando lentamente al potro, mientras que la yegua sufría contracciones de vez en cuando. Y entonces se dio cuenta de que ésta se debilitaba cada vez más.
"¡No! ¡No te rindas, bonita! ¡Vamos! ¡Ya falta poco!"
Finalmente, y tras un intenso momento, el potro nació, cubierto de sangre... pero no se movía.
Legolas estaba frenético, temeroso de que se hubiera asfixiado. Rompió la membrana que lo rodeaba y le buscó el pulso. Ahí está, ¿pero por qué no respira? Legolas se inclinó y le insufló algo de aire, intentando reanimarlo. Estaba tan concentrado en lo que hacía que no se dio cuenta de la persona que acababa de entrar en el establo.
Keldarion observaba la dramática escena en silencio. Legolas no se rendía y en ese momento deseó tener la piedra manyan. De repente el potro empezó a respirar por sí mismo y se movió, buscando a su madre. Legolas se rio suavemente.
"¿Lo ves, bonita? Te dije que... ¿él o ella? ¡Oh, es un él! Te dije que iba a estar bien... ¿bonita...?"
Legolas palideció al notar que la yegua estaba inmóvil y tenía los ojos desenfocados. Miró a los otros elfos y ellos negaron con la cabeza, entristecidos.
"Ha muerto... m... mi señor –dijo uno de los elfos, con los ojos húmedos-. Perdió demasiada sangre."
Legolas se maldijo mientras se le llenaban los ojos de lágrimas. Se había centrado tanto en el bebé que se había olvidado de la madre. Todavía incrédulo, le buscó el pulso. Nada. No sentía nada. Ningún latido. La yegua ya estaba muerta.
El príncipe levantó una mano para apartarse un mechón de pelo de los ojos... y vio la enorme cantidad de sangre que le cubría el brazo hasta el codo. Tenía ambos brazos llenos de sangre. La sangre de la yegua.
La sangre de mi madre.
Se miró los brazos, horrorizado. "¡... tendría su amor si no la hubieras matado!" Las terribles palabras de su hermano lo llevaron cerca de la histeria. Legolas se levantó y salió corriendo de las caballerizas, sin ver nada de lo que lo rodeaba...
No supo cómo llegó hasta allí, pero de repente estaba arrodillado en la parte menos profunda del arroyo que pasaba por detrás del jardín real, con el agua hasta la cintura. Intentaba lavarse la sangre, frotándose los brazos con los ojos llenos de lágrimas. ¡La sangre no se va! ¡¡¿Por qué es tan difícil de quitar?!!
Consternado, se dio cuenta de que acababa de empezar a emitir sollozos desgarradores. Su cuerpo temblaba por la fuerza de los mismos. Entonces sintió que alguien se le acercaba desde atrás, pero no miró hacia allí.
Con un nudo en la garganta, Keldarion miró a su hermano. Legolas no dejaba de llorar, pero su hermano se sentó a su lado y lo ayudó a lavarse la sangre.
"Parece que he vuelto a hacerte daño... y más del que podría haber imaginado. Lo comprenderé si no me perdonas, Legolas. Fui demasiado cruel. Pero aun así, lo siento mucho. No quise decir eso."
Legolas no respondió. Tenía la garganta seca y todo parecía una pesadilla.
"¿Recuerdas cuando Aragorn se sentía culpable después de que nos quedáramos atrapados en la ciénaga? ¿Recuerdas lo que le dijiste? El potro no tiene la culpa de la muerte de su madre durante el nacimiento. Tenías razón... y aún la tienes."
"No puede salvarla... la maté..."
"No, Legolas –dijo Keldarion, no muy seguro de a quién se refería su hermano exactamente-. Nada de esto es tu culpa."
"Lo siento..."
"¡No! ¡Yo soy el que lo siente! Por favor, Legolas, para de culparte. Ya me siento fatal, no debería haber dicho aquello. Si golpearme te hace sentir mejor entonces hazlo. Me lo merezco."
Legolas lo miró, con sus ojos plateados llenos de agonía.
"¿Qué está pasando, Kel? Ya casi no te reconozco."
Keldarion suspiró y abrazó su cuerpo tembloroso.
"No lo sé, hermano. No lo sé. Pero creo que tenías razón –tras suspirar otra vez, continuó-: Iré a hablar con padre."
Pues ya solo queda un capítulo. Vayan abasteciéndose de pañuelos, porque yo ya me he deshidratado varias veces traduciendo el último T_T
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