Llévame a un mundo extraño

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En víspera de Navidad, Grettel le enseñaba a su hija, Gerda (más conocida como "Caperucita Roja"), la receta familiar para hacer pan dulce.

Iban a preparar un pan dulce para regalarle a la abuela, que estaba muy enferma y no podía salir de casa.

Cuando terminaron, Grettel metió el pan en el horno y Gerda corrió a buscar una canasta. En la canasta, Grettel guardó una botella de sidra, unas 10 galletas de canela, tres pasteles de carne y, cuando el pan dulce estuvo ya listo, lo añadió también.

Después de llenar la canasta, la madre se la entregó a su hija.

― Gerda, llévale esta canasta a tu abuela. Por favor cuídate, ni se te ocurra tomar atajos extraños o hablar con desconocidos, y no te comas nada de lo que hay en la canasta ¿de acuerdo? ― dijo Grettel mientras acompañaba a Caperucita hasta la puerta ― Bueno, eso es todo, no te demores demasiado, trata de llegar antes del almuerzo ¿ok?

― Sí, mamá, tranquila. ― contestó la niña. A continuación, se puso su abrigada caperuza roja y se fue.

Su madre se quedó un momento mirando desde la entrada y, cuando Gerda desapareció de su vista, cerró la puerta y se sentó frente a la estufa. Hacía mucho frío.

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Mientras tanto, Gerda saltaba por el bosque alegremente. Estaba todo cubierto de nieve y eso a Gerda le encantaba, a diferencia de otros niños del lugar. Fue canturreando este villancico hasta que estuvo cerca de la casa de la abuela:

O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Wie treu sind deine Blätter
Du grünst nicht nur zur Sommerzeit,
Nein auch im Winter wenn es schneit.
O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Wie treu sind deine Blätter!

O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Du kannst mir sehr gefallen!
Wie oft hat schon zur Winterszeit
Ein Baum von dir mich hoch erfreut!
O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Du kannst mir sehr gefallen!

O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Dein Kleid will mich was lehren:
Die Hoffnung und Beständigkeit
Gibt Mut und Kraft zu jeder Zeit!
O Tannenbaum, O Tannenbaum,
Dein Kleid will mich was lehren.

(Oh abeto, oh abeto

¡Cuán son fieles tus hojas!
No sólo verdeas en verano
Sino también en invierno cuando nieva.
Oh abeto, oh abeto
¡Cuán son fieles tus hojas!

Oh abeto, oh abeto
¡Sabes placerme tanto!
Cuántas veces, en el invierno,
Un árbol como tú tanto me regocijó.
Oh abeto, oh abeto
¡Sabes placerme tanto!

Oh abeto, oh abeto
Tu vestido me enseña algo,
Esperanza y estabilidad,
Siempre da coraje y fuerza.
Oh abeto, oh abeto
Tu vestido me enseña algo.) (1)

Cuando estuvo cerca de la entrada de la casa de la abuela, apareció de repente un lobo y le dijo:

― Caperucita, ¿no te gustaría llevarle un ramo de flores a tu abuela?

Gerda se asustó y solo dijo una palabra:

― Después.

A continuación, disimulando su temor y temblor, fue saltando y cantando hasta el interior de la casa de la abuela.

Cuando entró, dejó la canasta en las rodillas de la abuela y se sentó en un taburete a charlar.

La abuela estaba muy feliz de ver a su nieta, no paraba de darle las gracias por eso y la canasta.

Se quedaron un buen rato conversando animadamente, pero, se hizo la hora del almuerzo, así que Gerda se despidió y salió lo más rápido que pudo.

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Cuando Caperucita avanzó un poco en el camino de regreso a su casa, apareció el lobo y le hizo la misma propuesta que le había hecho anteriormente.

― ¿Cómo encontraremos flores en esta época del año? ― contestó Gerda.

― ¡Se puede! ¿Quieres ver?

― ¿Cómo lo harás?

― Haremos un gran viaje.

― ¡No puedo!

― Sí puedes, ya verás.

Gerda lo pensó un momento y luego asintió. Sus ojos brillaron. Tal vez llegaría tarde, pero lo compensaría con un bello ramo de lindas flores ¡en invierno!

Inmediatamente después, el lobo le hizo un gesto a Caperucita para que lo siga. Ella obedeció.

Se desviaron del sendero hasta llegar a un lugar muy extraño, todo verde. Parecía ser primavera.

Todo estaba decorado de forma navideña: habían figuritas de angelitos colgadas de los árboles, pequeñas casitas hechas de galletas y también otros adornos de madera. Ese lugar era hermoso, pero no había flores, así que el lobo siguió caminando indiferente hacia la belleza del lugar.

Gerda lo siguió, a pesar de que quería quedarse en ese bello oasis.

Con cada paso que daban, todo se volvía un poco más luminoso y con más nieve, pero no con nieve fría, nieve tibia...

Caperucita miraba perpleja a todos lados: habían mariposas blancas de gran tamaño volando por aquí y por allá, pequeños conejos saltarines también blancos, y lo más extraño: del cielo caían hojas blancas como si fuera nieve y, cuando tocaban el suelo, se desvanecían.

Gerda tomó una de las hojas y la guardó en un bolsillo de su vestido.

Al ver que el lobo ya había avanzado mucho, corrió hacia él y continuó siguiéndolo.

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Poco a poco, el paisaje cambió y, esta vez ya no era totalmente blanco, ahora era rosa.

Habían enormes conejos saltando por ahí, tan grandes que superaban la fuerza y tamaño del lobo.

Esta vez no habían mariposas, habían flamencos en miniatura y, del cielo no caían hojas, caían pétalos de rosas, pero no habían flores completas.

― Lobo, ¿no podemos devolvernos al bosque?

― No, todavía no.

El lobo aumentó la velocidad de sus pasos. Gerda observó con atención el suelo: estaba cubierto de una extraña arena rosada.

Aquí no hacía calor, hacía frío.

Cuando volvió a mirar al frente, vio que el lobo ya había avanzado varios metros. Corrió bastante pero no logró alcanzarlo. Jadeando, se sentó encima de una piedra color rosa.

Trató de ver qué había a lo lejos y vio que solo habían enormes dunas de arena rosadas.

En unos instantes, recuperó la energía y alcanzó al lobo, no sin antes tomar un puñado de aquella extraña arena para llevársela.

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Avanzaron un buen trecho y llegaron hasta un bosque en el que todo era negro y/o marrón. Era muy oscuro, pero entre la oscuridad se podían ver algunos ojos. Según Caperucita, seguro eran trolls.

Habían también enormes setas y luces marrón dorado claro cayendo del cielo, que, por cierto, no podía verse, porque las ramas de los árboles lo tapaban. Allí no hacía ni frío ni calor, era difícil definir la temperatura, era algo muy extraño, una temperatura jamás sentida.

Cuando caían al suelo, las luces se convertían en pequeños hombrecitos color café con la piel como corteza de árbol y ojos brillantes, muy brillantes, pero normalmente cerrados.

Tal vez en realidad los ojos eran de los pequeños hombrecitos, ¿quién sabe?

Gerda intentó varias veces atrapar alguna luz, hasta que por fin lo logró, y atrapó dos o tres y se los guardó en el bolsillo para llevárselos. También tomó una pequeña seta que, según el lobo, era comestible y difícil de encontrar.

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Avanzaron y ya no había nada, ahora era todo color bordó, tan bordó que no se podía percibir distancia, espacio o tamaño. Parecía infinito, y no parecía haber un techo, un piso o paredes.

Poco a poco, mientras más caminaban, más se llenaba el suelo de flores, hasta que llegaron a un lugar parecido al oasis en el que estuvieron al principio, solo que lleno de flores.

De flores, había de todo tipo: rosas, margaritas, manzanillas, girasoles, campanillas, amapolas, jazmines, jacintos, narcisos, violetas, dientes de león, rayos de sol, hortensias, lirios, azaleas, dalias, hibiscos, gerberas, orquídeas, peonías, gardenias, pensamientos, petunias, lavandas, crisantemos, prímulas, gladiolos, begonias, caléndulas, camelias, geranios, tulipanes, claveles, entre otras muchas flores más.

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𝐸𝓈𝓉𝒶𝓈 𝓈𝑜𝓃 𝓁𝒶𝓈 𝒻𝓁𝑜𝓇𝑒𝓈 𝓆𝓊𝑒 𝒢𝑒𝓇𝒹𝒶 𝑒𝓃𝒸𝑜𝓃𝓉𝓇𝑜

Era increíble. Los ojos relucientes de Gerda brillaron aún más y se agachó para ver más de cerca las flores a su alrededor.

El lobo le tocó el hombro para que se diera la vuelta. La chica giró con una radiante sonrisa, sin imaginarse lo extraño que podía ser lo que le iba a decir el lobo.

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― Gerda, antes de tomar una sola flor debes hacer algo.

― ¿Qué cosa?

― Hablar con el dueño de este jardín.

― ¿El jardín tiene dueño? ¿Por qué no me dijiste antes?

― Me había olvidado. Adelante, ve, por allá está el camino. No puedes tomar las flores sin permiso.

― Creo que preferiría regresar a casa.

― Termina lo empezado. Difícil será que sobrevivas en el camino de regreso sin la ayuda del dueño del jardín.

― ¿No puedes ayudarme tú?

― Si quieres sentirte segura, deberás irte por otro camino muy distinto al que usamos en el camino de ida.

― ¿Por qué?

― Si pasas dos veces por un mismo camino, el camino lo notará y hará todo lo posible para que no pases.

― ¡Esto no tiene sentido!

― Tampoco es muy lógico que digamos que yo sepa hablar ¿no te parece?

― Es cierto. ― Gerda se llevó la mano a la frente y gruñó.

― Bueno, adelante, si quieres las flores, debes ir pronto.

― ¡No quiero! ¡Ya no quiero las flores! ¡Quiero volver a casa!

Se hizo una grieta en el suelo. Caperucita se agachó para ver que podría haber dentro de la grieta. Se veía un bordó intenso.

Volvió a gritar y un árbol cayó.

El lobo se asustó y dijo:

― Perdóname, te estaba mintiendo. El dueño de este jardín me pidió que le traiga niños para tenerlos de sirvientes, y a cambio me ofreció una recompensa tan grande que no pude resistirme. Perdóname.

― Así que me mentiste ¿eh?

El lobo asintió con miedo.

― Bueno, ahora debes decirme la verdad.

― Podría llevarte a casa de nuevo, pero el dueño del jardín no debe enterarse.

― ¿Por qué?

― ¡No preguntes y sígueme!

Con esto último, el lobo levantó la voz, así que Caperucita se sobresaltó y obedeció.

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El lobo guió a Gerda hasta una zona llena de arbustos. Caminaron a cuatro patas hasta llegar a un pequeño túnel subterráneo. Allí, el lobo dejó que Caperucita se vaya sola, porque él tenía que estar atento a que el dueño del jardín no los vea.

El túnel no era muy largo, así que Caperucita lo atravesó velozmente.

Finalmente, cuando terminó de atravesarlo, se encontraba de nuevo en ese extraño lugar color bordó.

Se escuchaba a lo lejos esta canción:

Vargen ylar i nattens skog,han vill men kan inte sova...Hungern river hans vargabuk,o det är kallt i hans stova...

Du varg. Du varg, kom inte hit,ungen min får du aldrig...

Vargen ylar i nattens skog,ylar av hunger och klagan...Men jag ska ge'n en grisasvans...sånt passar i vargamagar

Du varg. Du varg, kom inte hit,ungen min får du aldrig...

Sov mitt barn i bädden hos mor,låt vargen yla i natten...Men jag ska ge'n en hönsaskank,om ingen annan har tatt 'en...
du varg, du varg kom inte hit,ungen min får du aldrig.ungen min får du aldrig...

(El lobo aulla de noche en el bosque, él quiere pero no puede dormir, el hambre desgarra su vientre lobuno y su choza esta fría.

Hey, lobo, hey, lobo... no vengas aquí, nunca tendrás a mi hijo.

El lobo aúlla de noche en el bosque, aullidos de hambre y lamento, pero le daré la cola de un cerdo, cosas que satisfarán su estómago.

Hey lobo, hey lobo... no vengas aquí, nunca tendrás a mi hijo.

Duerme mi niño, en la cama con mamá, deja que el lobo aúlle por la noche, pero yo le daré un hueso de pollo, a menos que alguien ya lo haya tomado.

Hey, lobo, hey, lobo...no vengas aquí, nunca tendrás a mi hijo, nunca tendrás a mi hijo.) (2)

Gerda tenía curiosidad, así que fue a ver de dónde venía esa canción y quién la estaba cantando.

Caminó y caminó, pero no encontró nada.

Finalmente se sentó, acomodó su rubio cabello del norte y sintió que el canto estaba más cerca.

Miró atrás y vio a una chica de su edad, con un vestido algo anticuado, el pelo blanco hasta los tobillos y un rostro encantador, como también lo era su voz.

Al ver a Gerda, la chica detuvo su canto.

― ¿Qué haces aquí? ― dijo.

― Vengo de haber estado en un jardín extraño y quiero regresar a casa.

― Hmmm... No sé si es muy probable que logres regresar.

― ¿Por qué? ― Caperucita se atemorizó.

― Yo estoy hace años aquí, he hecho lo mismo que tú y la verdad que ahora no sé como regresar.

― ¿¿¿EN SERIO???

― Sí, ¿por casualidad tú sabes la forma de regresar?

― ¿Dónde vives?

― En el bosque Hygge (3), en Dinamarca.

― Mi nombre es Gerda ¿y el tuyo?

― Me llamo Ingrid.

― ¡Oh! ¡Sé quién eres! Me contaron sobre ti. Tus familiares te esperan ¡vamos!

― ¿Qué? ¿Mis familiares me esperan? Pensé que ya me consideraban muerta.

― De hecho, no es así. ¡Vamos!

― Ok...

A continuación, Gerda la tomó de la mano y caminaron. La caminata se hacía infinita, era por el efecto de ese fuerte color bordó.

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Pasaron una hora caminando y Gerda murmuró para sí misma:

― Definitivamente, ya pasó el almuerzo.

No era muy importante entre tantas aventuras extrañas, pero bueno, así están las cosas.

― Gerda ¿tú crees que lo lograremos? ― dijo Ingrid.

― Por supuesto, ¡mira! Por allá hay una puerta. Tal vez esa sea la salida.

― Bueno, no perdemos nada con intentar, o eso espero.

Caperucita arrastró a Ingrid hasta allá, pero vio que estaban tardando más de lo que creían que iban a tardar.

Pasó media hora y por fin llegaron.

Gerda se acercó a la puerta y la abrió. Allí se podía ver el bosque negro en el que habían estado antes de llegar al extraño lugar bordó. Ingrid se despidió y salió corriendo. Caperucita la siguió.

― Por aquí es el camino. ― indicó Ingrid con alegría.

― ¿Cómo lo sabes?

― ¡Es lógico! Si vamos para atrás regresaremos a nuestro hogar.

― Pero... Ingrid... Estamos yendo hacia adelante ¿no recuerdas el orden de los lugares por donde pasábamos?

― ¡Era así! ¡Estoy segura de que es así!

― Tal vez fuimos por caminos distintos...

― Puede ser.

― Oh... Es el camino equivocado.

A continuación, chocaron con un enorme muro de piedra, cubierto de enredaderas y setas.

Caperucita se golpeó la frente con la mano.

― Te lo dije.

― Bueno, al menos podemos volver atrás... Ay ¡qué digo! Estos caminos no tienen sentido ¿cómo sé que no estoy en un camino distinto al anterior?

― Creo que todavía hay esperanzas.

Gerda se dio vuelta y vio que la puerta seguía ahí para que regresaran.

Tomó de la mano a Ingrid y corrió alegremente hasta la puerta.

Sin embargo, fue un engaño. La puerta conducía al desierto rosado. ¡Increíble! Esto es un laberinto, un rompecabezas, literalmente.

Caperucita se estresó tanto que se sentó y respiró profundo. Iba a ordenar sus pensamientos y tratar de calmarse. Estaba agotada, asustada, estresada y había mucho ruido en su cabeza.

Se sentó, ordenó sus pensamientos y trató de recuperar energía.

Ingrid sentía lo mismo, así que hizo lo mismo.

Después de un buen rato recostadas en el césped tratando de relajarse, se desahogaron un poco y luego se levantaron radiantes, listas para continuar con el viaje ¡hay que llegar a casa!

― Ingrid, ¿qué te parece si entramos en esa puerta y buscamos la salida?

― Es una buena idea, pero ¿qué tal si nos llevamos otra desilusión?

― Podremos encontrar una solución.

― Hmm, bueno, probemos. La verdad que no tengo muchas esperanzas, pero bueno, no tenemos opción.

A continuación, caminaron hasta la puerta que las desilusionó y la atravesaron. Allí regresaron al extraño desierto rosado.

― Hay tanta arena... No recordaba que este lugar fuera tan grande. ― dijo Ingrid, casi para sí misma.

Gerda trepó un extraño árbol rosado cubierto de arena y vio que el lugar no era tan grande como parecía. Bueno, nada era como lo parecía en ese lugar. Lectores, sean libres de sospechar sobre cualquier objeto, lugar o personaje, porque tal vez en una de esas acierten, incluso si sospechan de Ingrid o de Gerda.

Siguieron caminando, perdidas en el rosado lugar, ¡todo se veía igual! ¿Cómo sabrían dónde estaban?

De repente, sintieron que caían por un pozo. ¡Estaban tan distraídas que no se dieron cuenta de que se acercaban a un pozo!

― Este es nuestro fin... Este es nuestro fin... Este es nuestro fin... Este es nuestro fin... Este es nuestro fin... ― repitió Ingrid con su característica actitud insegura, desconfiada y asustada, tan característica y evidente que puedes verla en tan solo minutos de conocerla, como lo hizo Gerda.

Las chicas tenían ganas de llorar. ¿Se imaginan la desesperación que da estar en esa situación?

Están en un lugar extraño, sin salida, sin manera de pedir ayuda, sin sentido, que da dolor de cabeza y caen a un pozo. Ya es la gota que colma el vaso ¿no les parece?

Siguieron cayendo por un buen rato, muy angustiosamente, pues no podían ir hacia arriba ni caer al suelo.

Era ese punto mediocre en el que no puedes estar bien de ninguna manera.

Finalmente, cayeron al fondo del pozo.

Era un pozo tan profundo que desde abajo no se podía ver la salida.

Sin embargo, no era oscuro. Para nada oscuro.

Gerda miró para todos lados y vio una pequeña puertita.

Caminó hacia ella y se agachó para abrirla.

Sintió que una fuerte brisa fría la invadía.

Se asomó y vio que allí estaba la zona de la casa de su abuela, llena de nieve.

― Ingrid, definitivamente esta es la salida.

Al oír esto, la chica rubia saltó de júbilo y se agachó para asomarse por la puertita.

― Ve tú primero, Ingrid.

Con emoción, Ingrid se agachó y atravesó velozmente la puerta.

Sí... Sí ¡SÍ! Definitivamente eso no podía ser una ilusión.

Seguramente era algo real. Con emoción, Caperucita atravesó la puerta también.

De repente, vio que estaba sentada en el medio de un claro del bosque cubierto nieve, con una canasta vacía, al parecer cantando. Allí estaba Ingrid, sacudiéndola de los hombros.

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― ¡Gerda! Estabas cantando una canción extraña.

― ¿Cuál?

― Una que decía algo así como "happy nation" (4) y no sé qué más. Gerda, ¿de dónde sacaste esa canción?

Confundida, Gerda hizo un repaso rápido de sus recuerdos y descubrió la extraña canción, y veía imágenes borrosas de hombres vestidos de camuflaje, con armas, lugares llenos de basura, entre otras cosas exóticas.

― No lo sé... Estaba ahí.

― Gerda, te estás comportando muy extraño ¿qué te sucede?

― ¿Qué te sucede a ti?

― Nada. Hay algo contigo.

― Yo no estaba aquí...

A continuación, Gerda se levantó y analizó cada detalle del lugar. Definitivamente no había estado ahí recientemente.

― Ingrid, ¿cómo llegué hasta aquí?

― ¡Saliste corriendo y diciendo cosas raras! Traté de detenerte, pero seguías corriendo como una loca ¿qué te pasa?

― No lo sé... Vamos a casa.

― Está bien, seguro estás agotada de correr tanto.

Ingrid tomó a Gerda de la mano para mantenerla cerca. Gerda estaba sumida en sus pensamientos.

¿Qué había sucedido? ¿La extraña aventura fue un sueño? ¿Se encontraba en otra realidad? ¿O Gerda solo experimentó una grave pérdida de memoria?

Tal vez solo el lobo podía responder estas preguntas...

-❀Fin❀-

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-NOTAS AL PIE-

1. Esta canción es el villancico "O Tanenbaum".

2. Canción de cuna nórdica, "El canto del lobo".

3. Es un bosque inventado por mí, no existe en la realidad. Es más, ni el nombre tiene sentido.

4. Es la canción "Happy Nation" de Ace of Base.

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