Capítulo 2
Serio, vio a toda la gente bailar y pasarla bien y prefirió salir un rato a fumarse un cigarrillo.
Ido en sus pensamientos, escuchaba la música de la fiesta y se fumaba tranquilo su cigarrillo, cuando de pronto, Jerry quien lo había estado buscando, lo vio sentado en el patio trasero y corrió a verlo con su chistoso disfraz de oso.
—¡Hey! Te estaba buscando, Layne.
—... – él solo le sonrió y dio otra fumada.
—¿Que pasó, amigo? ¿Por qué de pronto te apartaste de todos de la fiesta?
—Por nada en especial. Solo quería fumar un rato – Jerry lo miró con cierta sospecha.
—¿De acuerdo? ¿Y dónde está mi amiga Margarita?
—Fue a buscar a su novio.
— Oh. Ahora entiendo.
Layne lo miró y Jerry le sonrió divertido.
—No te rías, tonto.
—¡Vamos! Ya verás que llegará otra afortunada a tu corazón – Layne frunció el ceño.
—Al menos, ese sujeto ¿Es un buen novio para ella? Me refiero ¿A que la quiere?
—La verdad, no sabría decírtelo, pero al parecer si, por algo llevan tres años juntos —Layne desvió la mirada, molesto.
—Para serte sincero, a Adrián no lo conozco tanto, pero al menos me quedo tranquilo con que la haga feliz.
—... Si, tienes razón – Jerry le sonrió y le dio una palmada en su espalda.
—¡Vamos adentro! Necesitas distraerte y conocer a otras mujeres. Eso te hace falta.
—...
—Vamos amigo. Entremos y nos tomamos unas cervezas bien heladas.
—Adelántate Jerry, en serio, termino de fumarme este cigarro y voy.
—Ok, pero no te demores más de la cuenta, o si no, volveré y te traeré conmigo – Layne rodó los ojos en blanco.
—Si, mamá – se quejó y Jerry se puso a reír y Layne también.
Buscando a Adrián, no lo encontraba por ninguna parte, y preocupada y nerviosa, no entendía por qué se había alejado de nosotros, así como así, y buscándolo, la casa de Jerry era un caos de gente, por todos lados, lo que me incomodaba y exasperaba un poco.
Subí las escaleras que llevaban al segundo piso y de pronto pensé en Layne y se me aceleró el corazón.
<< ¿Por qué estoy pensando justo en él en este momento? >>
Su tierna sonrisa, su risa y suave voz me sacaron de todos mis pensamientos y sin evitarlo sentí algo fuerte, muy fuerte y bonito, lo que me inquietó y solo deseé encontrar a mi novio y abrí la puerta del dormitorio de Jerry y encontré a mi novio Adrián, con otra mujer teniendo sexo en su cama.
— ¡Adrián!
Grité con desilusión e impresión y Adrián se bajó de aquella mujer desconcertado y me miró anonadado. La mujer nerviosa y perpleja, se cubrió con las cobijas y ambos me vieron turbados. Una enorme tristeza me consumió e invadió a mi corazón.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, y casi sin poder respirar, no tuve valor para seguir viendo aquello y salí de allí.
Adrián se desesperó y se levantó más que rápido de la cama y se vistió en un abrir y cerrar de ojos; la mujer le dio una seria mirada y luego sonrió con sorna hacia la puerta.
— ¡Margarita, espera!
Me gritó desesperado, llamando la atención de todos, y yo llorando, bajé las escaleras. No podía creerlo, Adrián, mi novio, el hombre que yo amaba y que supuestamente me amaba y me respetaba, estaba teniendo sexo con otra mujer. Esa sucia imagen de ambos no podía sacarla de mi cabeza; mis ojos no dejaban de derramar lágrimas y solo deseé irme y tirar todo a la mierda.
Bajé más que exasperada y cegada por las escaleras y Adrián detrás de mí, me tomó con urgencia del brazo. Yo lo vi con odio y quise golpearlo y matarlo con mis propias manos.
—¡Suéltame! ¡Suéltame!
—¡No es lo que tú piensas, mi amor! ¡Déjame explicarte, por favor!
—¡¿Qué quieres explicarme!? ¡Si te vi! ¡Estabas acostándote con otra mujer!
—¡Es que las cosas no son así, cariño! — la rabia y odio me desesperaron al ver lo cínico que estaba siendo conmigo.
—¡Eres un cerdo mentiroso!
Le grité alterada y le di una fuerte cachetada en su mejilla, de la que Adrián no vio venir y me alejé de su lado.
Ido, se había quedado allí a fumarse otro cigarrillo y volvió a pensar en ella, en la tierna joven mujer árabe, cuando de pronto, escuchó unos fuertes gritos de dos personas discutiendo.
Histérica, no quería saber nada de Adrián, y él siguiéndome, yo salí al jardín y Adrián me tomó brusco del brazo, lo que alarmó he hizo enfadar a Layne.
—¡Suéltame, Adrián!
—¡No! ¡No te voy a soltar hasta que me escuches! ¡Margarita, yo te amo! ¡Lo de Cristina es solo una aventura!
—¡Eres un poco hombre! ¡No sé cómo rayos pude haber estado contigo!
—¡¿Me estás terminando, Margarita?! ¡¿En serio piensas dejarme y destruir todo lo que hemos construido por una aventura sin importancia con otra mujer?! — lo miré con odio y decepción.
—No quiero volver a saber de ti, Adrián. Lo nuestro se termina aquí.
—¡No! ¡Tú no me vas a dejar! ¡No te lo voy a permitir! — me gritó y me zamarreó fuerte de los brazos y yo temí de su reacción.
—¡Suéltame! ¡Suéltame!
—¡Suéltala imbécil! — le gritó Layne enfurecido a Adrián y le dio un puñetazo en su rostro.
Adrián cayó desprevenido al suelo, y yo nerviosa y desecha, miré a Layne y él me miró.
—¿Estás bien?
—... Solo quiero irme de aquí.
—Está bien, nos iremos. Yo te llevaré a tu casa.
Me tomó del brazo para protegerme, y en eso, llegó Jerry.
—¿Qué está pasando aquí? — vio a Adrián tirado en el suelo y este con la nariz sangrando, miró con odio a Layne y deseó partirle la cara. Layne lo miró desafiándolo.
—Pasa que este poco hombre ha estado burlándose de Margarita. Tiene a otra mujer — Jerry se enfureció.
—¡Infeliz! ¡Hijo de puta!
Le gritó y lo tomó violento y brusco de los brazos y Adrián se desesperó.
—¡Espera! ¡Por favor, Jerry! ¡Recuerda que somos amigos!
—No imbécil. Margarita es mi amiga, tú solo eras su estúpido noviecito, que prefirió engañarla con otra y no amarla como se lo merece ¡Ahora, largo! ¡Lárgate de mi casa, si no quieres que ahora yo te haga añicos tu jodida cara!
—Con gusto puedo darle otra paliza — agregó Layne y Adrián lo miró aborreciéndolo.
—Hijo de puta. Te vas a arrepentir de haberme golpeado, y tú Margarita, no creas que esto se termina aquí. Me rogarás de rodillas volver. Lo sé, y cuando eso suceda, será tarde ¡¿Me oíste?! ¡Porque no eres más que una virginal sin gracia! — eso me quebrantó por completo.
—¡Desgraciado!
Gritó Layne y le dio otro puñetazo en su rostro.
—¡Saquemos a este imbécil de mi casa! — gritó Jerry molesto y junto con Layne, ambos tomaron a Adrián de los brazos y lo arrastraron hasta la entrada de la casa y lo echaron.
Todos atentos en lo que había pasado, Jerry y Layne regresaron a la fiesta.
—¡Muy bien! ¡Todos vuelvan a lo suyo! ¡La fiesta continua!
Layne me buscó con la mirada y no me vio por ninguna parte, lo que lo alarmó.
—Jerry ¿Dónde está Margarita?
—Es cierto. Debe estar muy triste por lo que ese imbécil le hizo.
—Iré a buscarla.
—Te la encargo, amigo, mira que yo no puedo moverme mucho por lo de la fiesta.
—No te preocupes.
—Cuídala Layne. Margarita es una mujer muy sensible y sé que contigo va a estar en buenas manos. Lo sé — le dijo Jerry y le sonrió y Layne también le sonrió.
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