Cargo en hombros el parasol de la miseria

Como ciego volando con alas negras del desagravio

Palmeando el calor de sus manos brillosas

Intento corregir las mías

Las seco, las quemo, y siempre quedan blancas

Necesito sus letras, las flores del mal, girasoles noctámbulos

Luciérnagas crepusculares de ojos muertos

Porque mi boca es una puerta que abre el diablo

Y tiembla la angustia al nombrarme suyo

Cuál extraño entierro de margaritas

Ataúd con tapas de carne y hueso

Yace lejos de mi horizonte la aurora grisácea de tus labios

La tierra desaparece entre mi vida

Hay una huella irónica al mirarme entre gusanos

¿Será esclavo el espejo de mis sueños?

¿Servirá el cristal al mostrarme lo que no entiendo?

Susurra la corrupción de mis poemas

Cómo disculpándose a sí misma

Después de todo

Mi boca es sólo otra puerta que abre el diablo

Aún quedan besos airosos meciendo la hierba de mi cráneo

Entre sus palacios apáticos de invierno

Caen como tempestad de primavera las podridas risas del ayer

Decepcionan los demás vestigios de la sincerada humanidad

Sorbiendo odio por las moscas atrapadas en mi garganta

Alma equilibrada como sombras

Medio aquí, nada allá, sólo vacío

Como un recuerdo

Y mi boca será la última puerta que abra el diablo

Adiós a Dios, vino la discordia

Como manzana fugaz entre mis oídos

Tantas otras que nada dicen

Y tengo yo que entenderlo todo

Al menos el diablo existe dentro