O1


Inicio de clases, comienzo de año, algunos contentos por ver a sus amigos y otros, cabe decir la mayoría, deprimidos porque se acabaron las vacaciones. Sí le preguntabas a ella, sí, también los odiaba, todo era un caos, los horarios, los salones confusos...

Caminaba sola rumbo a su escuela, con el uniforme perfectamente acomodado y su cabello rubio con mechones rosados ondeando con la brisa. Sus pasos eran lentos, casi distraídos, mientras observaba el cielo teñido de los tonos más hermosos de la madrugada.

Era temprano, demasiado temprano. Apenas había alguien más por las calles.

Estaba cursando su segundo año de preparatoria, tal vez se sentía nerviosa por los nuevos cambios, nuevos salones, nuevas amistades, ella nunca había sido muy buena en relacionarse con nuevas personas, por eso supone que no tiene tantas amistades. Gruñó bajo.

— No entiendo por qué llegué tan temprano... Maldito Haruki, todo por querer ver a tus amigos...— Murmuró con enojo al pensar que por culpa de su hermano ahora estaba rumbo a su escuela súper temprano, tendría que esperar más de media hora para encontrarse con sus amigas.

Mitsuri y Shinobu. Las conoció en su último año de secundaria y desde ahí fueron inseparables, ¿Quién lo diría, no?  Mitsuri con su personalidad tan alborotada, tan dulce y amable, por otro lado estaba Shinobu, siempre parecía algo seria, un poco enojona, pero siempre era muy amable con todos y sobre todo con ellas.

Por último estaba ella, Aiko, que no sabría exactamente como describirse, ella prefería no llamar tanto la atención.

Mitsuri y Shinobu eran muy populares, pues eran muy bellas. Ella gracias al cielo pasaba algo desapercibida pues le agobiaria ser el centro de atención de muchas personas.

Observaba el cielo el cuál estaba en su punto más hermoso, podía sentir el aire puro y fresco, eso la calmó.

Al estar tan centrada en sus pensamientos ni siquiera se dio cuenta que prácticamente ya estaba en su escuela, y para su sorpresa ya habían alguna que otra persona.

— Bueno... Hoy será un nuevo día, supongo. — Murmuró bajito con una sonrisa pero antes de que pudiera seguir con su camino una voz gruesa pero llena de calidez la interrumpió.

— Iwasaki. — Pronunció con ánimo, la jovencita volteó, chocando miradas con un joven más alto que ella, tenía un cabello rubio con mechones rojos, casi parecidos a las llamas del fuego y unos ojos rojos, inexplicablemente hermosos y atractivos.

Sintió como todo lo demás que le rodeaba se apagó por un instante.

— ¿Eh? — Sus miradas chocaron, esa mirada bastó para hacerlos sentir completos, como si se hubieran estado buscando toda la vida.

- Aiko Iwasaki ¿No? — Repitió él, con una sonrisa tan dulce, Aiko juraba que jamás había visto una sonrisa tan resplandeciente como la de ese chico.

— ¿Cómo sabes...?

— ¡Te veo siempre con Mitsuri y Shinobu! — Confesó avergonzado, rascándose la nuca con cierta timidez. No era la primera vez que veía a Aiko, pero ahora había algo especial, siempre había estado atraído o mejor dicho curioso por ella pero nunca pudo acercarse.

No sabía el porqué con la jovencita se comportaba así, tal vez era la manera en que sonreía, pues para él su sonrisa era muy linda.

Esa sola expresión calmaba todo el remolino de emociones del que él estaba hecho. Y era difícil de comprender o explicar.

— ¡Soy Rengoku Kyojuro, espero tengas un buen día hoy, Aiko! — Añadió con entusiasmo, ampliando su sonrisa, a tal punto de desarmar por completo a la chica.

— Un gusto... — Soltó levemente la muchacha, Rengoku sonrió aún más de lo que ya lo estaba haciendo ¿Eso sí quiera era posible?

— ¡Cuídate, vi que Shinobu estaba cerca, seguro ya está por llegar, hasta pronto!

Y en un abrir y cerrar de ojos, Rengoku ya se había alejado, dejándola aturdida y con una sensación que nunca antes había experimentado. Su corazón saltaba, cómo si sintiera que ya conocía a ese chico de toda la vida.

— ¿Se puede saber que le pasa a Aiko? — Murmuró fastidiada una mujer de hebras azabache a su amiga de ojos verdes, quien también estaba algo confundida. El trío de amigas estaban sentadas en un banco, algo ansiosas pues dentro de poco tendrían que ir a ver la lista de salones.

— ¡No lo sé, ya te dije, yo también me pregunto lo mismo, Shinobu! — Chilló la muchacha en respuesta. — ¡Aiko, reacciona! — Balanceaba a la muchacha haciendo reaccionar.

— ¡Mitsuri, basta! — Respondió con una leve risa. — Ya les dije que estoy bien chicas, solo estoy algo nerviosa, me da miedo que no nos toque en el mismo salón.

— Sabes que eso jamás impedirá que dejemos de ser mejores amigas, Aiko. — Aseguró Mitsuri, una bella muchacha de hebras rosadas combinadas a un bello color verde.

— Iríamos a verte todos los días, no te librarás de nosotras nunca. — Agregó la azabache, sonriendo.

— ¡Exacto, Shinobu! Entonces que les parece si vamos a ver, seguro ya está la lista, varios están dirigiéndose allá. — Señalaba y las demás asistieron.

Aiko prefirió obviar el pequeño encuentro que tuvo con Kyojuro.

Aquel chico también era muy popular en su escuela, siempre recibía confesiones de chicas, tenía muchísimos amigos y sobretodo era muy amable y servicial.

Aiko suspiró, ahora era momento de centrarse en los salones, no en alguna tontería como esa, ella apostaba que nunca más volvería a hablar con él y por alguna razón al pensar eso se sintió decepcionada.

—  ¡Aiko, Shinobu, de nuevo nos tocó el mismo salón! — Gritó Eufórica la oji verde, haciendo sonreír a las nombradas. — ¡Y también está Iguro! — Exclamó de manera baja y sonrojada.

Las contrarias la miraron enternecida.

— Hay varios conocidos en esta aula. — Murmuró la azabache. — Está el idiota de Tomioka, Sanemi...

— ¡También está Rengoku! — Comentó emocionada nuevamente la ojiverde, interrumpiendo a Shinobu.

Aiko al escuchar "ese" nombre se le erizó la piel y de inmediato fue a revisar con cuido la lista pegada del salón "2-A" donde claramente salía “Kyojuro Rengoku” No pudo evitar que sus mejillas se tornen de un color carmesí. Iban a estar en el mismo salón.

En el mismo salón que el chico con el que hablo en la mañana.

¡En el mismo salón! ¡Con Kyojuro Rengoku!

Lo que estaba pasando parecía tan poco creíble que pensaba que estaba soñando, si eso era un sueño necesitaba que alguien la despierte.

— ¡Vaya, nos tocó el mismo salón! — Pronunció una voz detrás suyo, aquella voz que no podría olvidar jamás. Aiko volteó con sorpresa, y era aquel muchacho que la había dejado completamente fuera de si misma.

Ambos conectaron miradas, uno frente al otro, de nuevo olvidando la existencia de los demás. Haciendo que las amigas de Aiko miren con curiosidad la escena.

— Oigan par de tortolitos, no sabía que se conocían. — Soltó Shinobu, burlonamente pero con su típica sonrisa tranquila.

— ¡¿De qué hablas, Shinobu?! — Se exaltó la rubia en respuesta, completamente roja viendo de reojo a Kyojuro.

El muchacho solo atinó a reírse.

— Eres graciosa, Kocho, nos vemos en el salón chicas. — Sonrió con energía, dándole la espalda por completa al trío de amigas.

— Así que... ¿Rengoku, no?

— ¡Basta, Shinobu! — Murmuraba completamente sonrojada la muchacha.

— Que tierna es Aiko enamorada.

— ¿Tú también, Mitsu? — Chilló la rubia.

Las dos jóvenes se rieron, en cambio Aiko solo las miraba avergonzada.

El salón estaba lleno de murmullos. Kyojuro charlaba animadamente con algunos compañeros.  Su risa cálida sobresalía entre todo el bullicio.

Aiko, Mitsuri y Shinobu entraron juntas, buscando sus lugares. Aiko y Shinobu sonreían suavemente mientras escuchaba a Mitsuri hablar, disfrutando de la calidez del momento.

— ¡Este año va a ser el mejor, tengo ese presentimiento! — exclamó Mitsuri con entusiasmo, irradiando energía positiva.

— Eso también lo dijiste el año pasado. — Soltó Shinobu, con su típico tono cargado de sarcasmo amable.

— Y también el ante año pasado.— Agregó Aiko, socarrona.

— ¡Por qué son así! — Refunfuñando se quejaba la dulce ojiverde, quien acostó su cabeza y brazos en su asiento.

Aiko rió entre dientes, llevándose la mano a la boca para disimular, pero no pudo evitar que su sonrisa se expandiera.

De pronto, la puerta del aula se abrió de golpe, haciendo aparición un hombre de cabellos blancos y bastante corpulento, lucia muy hostil,  a su lado otro joven que no se quedaba atrás con una mirada bastante intimidante junto a unos cabellos azabache.

Eran Sanemi e Iguro, ambos tenían una presencia imponente y eran conocidos como un dúo muy problemático, siempre involucrados en peleas o conflictos, pero aún así siempre estaban juntos.

Sanemi recorrió el salón con una mirada que podía intimidar a cualquiera. Su semblante tosco era casi una advertencia silenciosa para que nadie intentara cruzarse con él.

Mientras Iguro mantenía su expresión seria pero más contenida.

— ¡Iguro, Sanemi! — Exclamó Mitsuri, sonriendo con su habitual alegría mientras agitaba una mano para saludarlos.

Sanemi la miró de reojo y atinó a rodar los ojos.

— ¿Acaso nunca te cansas de ser una molestia, Kanroji? —  Respondió hostil.

— ¡Solo te saludé!— Se quejó Mitsuri, inflando las mejillas con evidente frustración.

Shinobu no dejó pasar el momento.

— Siempre tan encantador, ¿verdad, Shinazugawa? — Sonrió. — Y tú deja de saludar siempre a ese imbécil, Kanroji.— Regañó haciendo que Mitsuri solo asintiera rápidamente.

Sanemi solo resopló y apartó la mirada, mientras Iguro avanzaba junto a él, miró a Mitsuri y al verla, su expresión se suavizó por completo.

— Kanroji, buenos días. — Saludó Iguro con una voz tranquila y un tono amable que no usaba con nadie más. —. No le hagas caso a ese idiota. — Habló levemente con una expresión bastante serena y amable.

Mitsuri sonrió de manera radiante al escucharlo.

— ¡Buenos días, Iguro! — Contestó con entusiasmo, sus ojos brillando un poco más de lo habitual. — ¡No te preocupes!

Aiko observó el intercambio de saludos con curiosidad, preguntándose si los dos se daban cuenta de lo evidentes que eran.

En ese momento, su mirada se cruzó brevemente con la de Kyojuro, que estaba más adelante que ella, casi al lado del pizarrón junto a varios amigos. Algo en esos ojos dorados hizo que su corazón diera un pequeño salto. Confundida por la sensación, apartó la mirada rápidamente y trató de concentrarse en su conversación con Mitsuri y Shinobu.

Al poco tiempo empezaban a llegar más alumnos algunos eran nuevos estudiantes, así que Kyojuro no perdía el tiempo e iba junto a ellos para presentarse.

Era bastante amable y dulce al hacer eso, pensó Aiko.

Luego de unos minutos más llegó un muchacho de hebras azabaches y orbes azules, luciendo serio, algo típico en él. Saludando con un breve movimiento de cabeza antes de ir a su asiento. Como siempre con una presencia tranquila pero algo distante.

— ¡Giyuu! — Exclamó Kyojuro, desde el otro lado del salón, levantándose para acercarse a su mejor amigo.

— No empieces tan temprano... — Refunfuñó Tomioka, frunciendo levemente el ceño mientras Kyojuro le daba un golpe amistoso en el hombro.

El murmullo en el aula creció cuando otro estudiante entró. Era un chico de cabello rojo desordenado y ojos amarillos brillantes, que inmediatamente captaron la atención de todos. Había algo en su porte que lo hacía destacar, el chico se detuvo un momento en la puerta y miró alrededor. Al ver a Aiko, se dirigió hacia ella.

— Disculpa, ¿esta es la clase 2-A? — Preguntó, con un tono cortés pero distante.

— Sí, este es el salón. — Murmuró Aiko, sorprendida porque el muchacho le habló.

Y al instante y sin darse cuenta Kyojuro ya estaba ahí, interviniendo con su característico entusiasmo.

— ¡Buenos días! — Saludó con una sonrisa amplia y una actitud educada. — ¿Eres nuevo aquí? ¡Creo que no te vi el año pasado!

Sengoku lo miró solo por un segundo, la expresión en su rostro no cambió, pero respondió de manera educada, sin mucho interés en continuar la charla.

— Sí, soy nuevo. Mi nombre es Sengoku. — Se presentó, sin mucha importancia.

— ¡Bienvenido entonces, Sengoku! — Respondió Kyojuro con un tono amigable. — Si necesitas ayuda con algo, no dudes en preguntar. Y por cierto me llamo Kyojuro Rengoku, que curioso ¿No? — Se rió el muchacho.

Sengoku asintió y, tras agradecer brevemente, caminó hacia uno de los asientos vacíos al lado de Aiko.

Aiko lo miró por un instante, pero rápidamente desvió la mirada, sintiéndose un poco inquieta, pues no pudo evitar notar algo familiar en la forma en que se movía y esa extraña energía que parecía compartir con Kyojuro.

Quizá era solo su imaginación, pero el chico le recordaba a el de alguna manera.

Mientras tanto, Rengoku volvía a su lugar, sin darle demasiada importancia al intercambio de palabras, pero por algún extraño motivo el joven entusiasmado se sintió inquieto. Pues la presencia de Sengoku parecía tener una energía distinta, que no podía describir del todo y eso lo hacía sentir extraño.

Se obligó reír y dejar de pensar en esas cosas. Sin embargo, un pequeño peso seguía en su pecho, como una ligera incomodidad, que no lograba identificar por completo.

Aiko, por su parte, también había notado esa vibra extraña. Mientras observaba el aula la cual estaba llena de caras conocidas y nuevas, y aunque apenas comenzaba el día, podía sentir que este año sería diferente. Quizá no para mejor, quizá no para peor, pero definitivamente distinto...

El día había transcurrido con rapidez, pero para Aiko, las horas parecían haberse alargado interminablemente con la llegada del nuevo año escolar. Sus amigas ya se habían ido; Mitsuri tenía un compromiso importante con su familia y Shinobu necesitaba ir a ver a su hermana pequeña. Por eso, Aiko se encontraba sola, encargada de ordenar unos papeles en el salón.

Como aún no había un representante de clase, le habían encomendado la tarea de llevar los papeles a la sala de profesores y ordenarlos. Mientras guardaba sus cosas en la mochila, la joven suspiró agotada. Había sido un día largo y cansado, con más responsabilidades de las que estaba acostumbrada. Debía empezar a aprender a decir que no cuando simplemente no quería.

Estaba a punto de salir del salón, cuando de repente, la puerta se abrió de golpe, con un estruendo que la hizo sobresaltarse. Miró rápidamente hacia la entrada y vio a Kyojuro Rengoku, quien estaba corriendo con el rostro ligeramente enrojecido, y la respiración entrecortada como si hubiera corrido hasta allí sin parar.

— ¡Aiko! — Exclamó con un brillo en los ojos, aliviado de verla allí aún, pero al mismo tiempo visiblemente cansado.

Aiko lo observó sorprendida, sin poder evitar que una pequeña sonrisa se asomara en su rostro. Sin embargo, al mirarlo más de cerca, notó que algo no estaba bien. A pesar de su energía y su personalidad tan carismática, algo en él era diferente.

Parecía cansado, y la preocupación en su mirada era evidente.

¿Por qué Rengoku la miraba así?

— Rengoku, ¿todo bien? — Preguntó, con un tono cargado de suavidad, casi protectora. Su instinto le decía que algo más estaba pasando.

Rengoku trató de sonreírle, pero la expresión de su rostro estaba llena de fatiga y un leve rastro de frustración. Se pasó una mano por la nuca, un gesto nervioso.

— Es solo que… — Empezó, con la voz algo rasposa por la carrera. — Tenía que ayudar a una compañera con un trabajo, y me retrasé mucho. No quería dejarte sola con todo esto, Aiko. Me siento horrible por no haber estado aquí para ayudarte. ¡Cuando el profesor y los demás te encargaron quise decir que quería ayudarte pero justo tocó el timbre y mi compañera ya estaba fuera del salón

Aiko lo miró en silencio, comprendiendo poco a poco lo que él estaba tratando de decir. Siempre lo había conocido o al menos había escuchado que él era un chico lleno de energía y dispuesto a ayudar a todos sin pensarlo, pero ahora veía en él un lado diferente: uno que no podía dejar de sentirse culpable por no haber podido estar allí para ayudarla, y era extraño apenas hoy se habían conocido y el ya quería ayudarla.

— No te preocupes, Kyojuro, no debes sentirte obligado ni nada por el estilo ayudarme, estoy bien. Habías prometido ayudar a una compañera tuya, no hay problema pero ¿Quién es? — Comentó con curiosidad.

Kyojuro vaciló un momento antes de responder. Su rostro mostraba una ligera incomodidad, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para explicarse sin que sonara como una excusa.

— Izumi, una chica de la clase de al lado. Me pidió ayuda con un trabajo difícil, y bueno...— Hizo una breve pausa con incomodidad pensando bien lo que diría.— A veces me meto en demasiadas cosas. Pero no quería que tú terminaras todo el trabajo sola. Lo que pasó es que… se me fue el tiempo, y ahora me siento como un completo idiota. — Sus palabras eran sinceras, pero su tono parecía arrastrar consigo una mezcla de frustración y arrepentimiento. Se veía también avergonzado.

Aiko lo miró fijamente, sorprendida por su sinceridad. Jamás había pensado que Kyojuro era tan preocupado por algo tan simple como no haberla ayudado cuando ni siquiera tenia la mínima obligación de hacerlo.

— No te preocupes por eso, Kyojuro — Respondió con una calma que buscaba tranquilizarlo, aunque sus palabras también reflejaban comprensión. — Ya terminé con todo, de verdad. No fue tan difícil, y no me molesta en absoluto haberlo hecho sola.

Kyojuro pareció aliviado por un momento, pero aún quedaba algo de duda en su expresión.

— No sé… — Con una risa nerviosa murmuró apenado sin poder ocultar el toque de cansancio en su voz. — Lo que pasa es que siempre trato de ayudar a todo el mundo, pero a veces me complico y termino dejando de lado lo que de verdad debería preocuparme.— Hizo una breve pausa y miró a la chica por unos segundos sonriendo alegremente.— ¡Igual me gusta ayudar, eso es todo!

Aiko lo miró con una ternura que parecía querer calmar esa tormenta de pensamientos que giraban en la mente del muchacho, así que sin pensarlo demasiado, se acercó un paso más hacia él y, con una sonrisa suave, puso su mano sobre su hombro.

— Kyojuro, no tienes que hacer todo a la perfección — Soltó con voz dulce, casi como un susurro. — Yo sé que te importa ayudar a los demás, pero también es importante que te cuides y no te sobrecargues. No todo tiene que salir siempre como planeamos. Está bien no cumplir con todo, y está bien no ser perfecto. Lo importante es que lo intentaste, y eso es lo que realmente cuenta. Así que muchas gracias, Kyojuro. — La mujer sonrió de una manera que el muchacho pensó que podría derretirse con esa sonrisa. — ¡Espero también poder ayudarte en algún momento! 

Kyojuro se quedó en silencio, y por un momento, su mirada se suavizó, como si sus palabras le hubieran tocado el corazón. En su rostro se dibujó una pequeña sonrisa, tímida, pero sincera. El aún no podía comprender cómo es que podía llegar a sentirse así solo con ella.

— Gracias, Aiko — susurró, como si esas palabras le hubieran dado la paz que necesitaba. — De verdad, gracias.

— No tienes que darme las gracias. Sé que aún no nos conocemos mucho pero puedes contar conmigo. Siento mucho que tal vez no sea muy extrovertida pero puedo escucharte si lo necesitas.

Kyojuro asintió, esta vez con más seguridad en sus palabras.

— Sí, Aiko. Gracias por… por ser tan comprensiva.

Aiko lo miró con una sonrisa brillante y, antes de dar un paso hacia la salida, añadió.

— Nos vemos mañana, Y no te olvides de descansar un poco, Kyojuro. — Se rió suavemente y se despidió con un gesto de la mano.

Kyojuro la observó alejarse, su corazón latiendo con una suavidad que rara vez experimentaba. Había algo en Aiko, algo en su forma de ser, que lo hacía sentir como si pudiera ser él mismo sin miedo a equivocarse. Algo tan sencillo, pero tan grande al mismo tiempo.

Sin dejar de sonreír, pues con una sonrisa que, aunque tímida, la miraba alejarse y sin poder evitarlo sintió sus mejillas levemente coloradas.

— Nos vemos, Aiko. — Murmuró en voz baja para si mismo.

Y mientras ella se alejaba, Kyojuro no pudo evitar pensar que, aunque el día no había salido como lo había planeado, había valido la pena. Quizás, solo quizás, esa pequeña conexión era algo que debería empezar a trabajar más. Tenía mucha curiosidad por esa rubiecita tan dulce que calmaba sus pensamientos sin siquiera darse cuenta

¿Siquiera eso era posible?

¡Muchas gracias por leer, espero esté capítulo haya sido de su agrado!

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