XIII
Seokjin se bajó del bus que lo llevaría donde sus abuelos. Pasó por un poco de pan y otras cosas para poder comer con Rachel. Pasó a la misma florería de siempre y compro dos margaritas.
Llegó hasta la casa y usó su llave para entrar.
Dentro de la casa no había nadie, sabía que como era día de semana Rachel estaría en el colegio y sus abuelos en el mercado. Miró la hora en su teléfono y salió corriendo, si corría rápido alcanzaría a llegar a buscar a su pequeña y así darle una sorpresa.
Llegó hasta las puertas del colegio agitado pero con una enorme sonrisa en su rostro, miró alrededor, ya habían varios padres esperando a sus hijos.
Seokjin se peinó un poco para verse presentable. Sacó su celular del bolsillo y le avisó a su abuela que él retiraría a la pequeña.
Se movió inquieto ¿cómo le diría a Rachel que se iría por todo el fin de semana?
¿Cuándo era su presentación de baile?, se preguntó.
Se sentía el peor padre del mundo por no saber cosas tan fundamentales como esa.
De pronto los niños comenzaron a salir y su corazón golpeaba fuertemente en su pecho. Estaba contento, pasar tiempo con Rachel lo hacía sentir normal.
-¡Papi!
Seokjin abrió sus brazos mientras su pequeña llegaba donde ella corriendo. La abrazó y besó un momento antes de tomar su mano y caminar hacía la calle.
-¿Cómo te fue hoy?
-Bien. Hoy pintamos y me fue muy bien ¿quieres ver mi dibujo papá?
-Por supuesto amor, pero lleguemos primero a casa ¿si?
-Bueno.
Seokjin sonrió y besó el dorso de su mano.
Llegaron a la casa, sus abuelos aún no llegaban por lo que prepararon todo para tomar un café caliente y chocolate para Rachel. Seokjin puso todo en la mesa y le dió la margarita a su pequeña quien dió saltitos alegre y se la llevó para ponerla en agua.
El pelinegro se sentó en el sofá y encendió el televisor. Rachel se acomodó a su lado con el dibujo en las manos.
-Eres tú papi.
Tomó el dibujo y se observó en él. Rachel era bastante buena dibujando, el título del dibujo era La persona que admiro.
Seokjin sintió un nudo en su garganta, él no era nadie para admirar, un hombre que folla a otros por dinero jamás podría ser digno de admiración. Nunca.
-¿No te gustó? -Rachel tomó el dibujo -te hice la cabeza muy pequeña parece -arrugó su ceño. Seokjin negó.
-Está muy bien logrado bebé. Me gustó mucho. Tienes mucho talento.
-La señorita Kim dijo lo mismo.
-Es muy inteligente entonces.
Rachel se rió -Ella es bonita papi y cuando sonríe sus ojos se hacen así de pequeños -juntó su índice y dedo pulgar.
Seokjin asintió riendo -¿Cuándo es tu presentación de baile bebé?
-El sábado en la tarde.
-¿Este sábado?
-Si -agachó su mirada -Si no puede ir no importa.
-Si puedo -lo sentía por Namjoon y por su billetera pero su hija era primero.
-¿Puedes? -sus ojos se iluminaron.
-Claro, vendré el mismo sábado y me quedaré contigo hasta el lunes.
Rachel saltó del sillón y comenzó a dar saltos de alegría.
Seokjin se rió y la abrazó. Besó su cabello justo en el momento que entraba su abuela a la casa.
-Hola hijo.
-Hola mamá -se levantó del sofá para ayudarla con unas bolsas que traía.
-Por dios Seokjin, cada día te pones más guapo ¿Qué vamos a hacer contigo?
Rachel se rió tapando su boca con sus pequeñas manos.
-Ya mamá -se rió avergonzado.
-Tengo hambre Jinnie, vamos a comer algo. Tu abuelo llegará tarde.
-¿Y eso? -preguntó Seokjin.
-Va a jugar con el señor Kim y el abuelito Park a las cartas -contestó Rachel.
-¿Todavía juega?
-Si, pero no como antes, no te preocupes Jinnie, solo apuestan chocolates los viejos tontos -la abuela Kim alzó los ojos.
Rachel se rió y Seokjin la acompañó.
-Bien -dijo Seokjin.
En el pasado el abuelo de Seokjin había estado tanto tiempo apostando hasta perder casi todo, familia, casa, trabajos, pero un día Seokjin se hizo cargo de la situación que atormentaba a su abuela y lo envió a rehabilitación. Tenía una adicción al juego, con el tiempo las cosas se calmaron y si bien su abuelo no había dejado por completo el juego, por lo menos no apostaba dinero o el título de propiedad de la casa. Seokjin podía decir que lo estaba haciendo bien.
Se sentaron a tomar té y luego de dos horas ya era tiempo de volver al Paradise.
-Vendré el sábado temprano.
Su abuela dejó un beso en su frente mientras se despedían en la puerta.
-Su presentación es a las cinco.
-Si, me lo dijo. Ese fin de semana me quedaré a dormir.
-¿Le contaste?, va a estar feliz.
-Si, ya le dije.
La abuela Kim arregló la bufanda que le había comprado a su único nieto. La enrolló en su cuello y la metió dentro de su chaqueta.
-Debes abrigarte hijo, hace frío en las noches.
-Gracias mamá.
Se despidió de beso y cuando puso un pie fuera de la propiedad su abuelo hizo aparición.
-¡Seokjinnie!, ven a darle un abrazo a tu abuelo.
Se acercó a él y lo abrazó fuerte y dejó un beso en el dorso de su mano.
-¿Como te fue hoy?
-Mal, el viejo Kim me robó dos chocolates -bufó molesto haciendo reír a su nieto.
-Me alegro que hayas pasado un buen momento.
-Eso si.
-Me tengo que ir, el último bus pasa en media hora.
-Si, anda hijo ¿vienes el fin de semana?
-Si. El sábado, nos vemos abuelo.
Lo abrazó por última vez y corrió hasta la parada de buses. Agradeció la bufanda negra que su abuela le había regalado, hacía mucho frío esa noche.
Cuando el bus llegó se subió inmediatamente, se acomodó en su asiento y esperó que la hora de viaje pasara rápido.
Tuvo terribles ganas de ver a Jimin, miró la hora, eran cerca de las diez de la noche. Sacó su celular y sin pensarlo dos veces lo llamó.
-Hola bebé.
Seokjin sonrió por el estúpido apodo, su corazón latiendo en su pecho como nunca antes.
-Hola señor policía.
-Me gusta como se escucha eso, sobre todo viniendo de ti.
Se rió -¿Estás ocupado?
-Voy llegando a mi departamento ¿Porqué?
-Um... Por nada.
-¿Quieres venir a verme?
Seokjin se mordió el labio inferior y no contestó.
-Puedes decirlo sabes... Yo también quiero verte, podríamos cenar juntos.
-Si quiero... Iré a verte.
-Bien, te espero entonces.
-Nos vemos.
-Cuídate bebé, nos vemos.
Seokjin guardó su celular y podría jurar que tenía la sonrisa más tonta en los labios.
Suspiró cuando al pasar los minutos llegó a su destino, la parada de buses quedaba muy cerca del departamento del policía por lo que cuando Seokjin bajó del transporte caminó sólo unas cuantas calles hasta llegar donde el lugar más seguro que conocía.
Tocó el timbre y como si Jimin lo hubiese estado esperando al lado de la puerta abrió enseguida.
Lo miró con la sonrisa más hermosa y sincera que Seokjin había visto alguna vez. Definitivamente Jimin lo traía loco, él hace años que no se estaba dejando llevar por sus emociones.
En el club Seokjin últimamente también estaba un poco descontrolado pero todo quedaba en el olvido cuando veía al rubio policía.
-Hola bebé -Jimin acarició su mejilla helada y le dió un beso, un seductor beso para ser de bienvenida.
-Hola -Seokjin entró al departamento y lo tomó de la cintura para acercarlo y besarlo nuevamente.
Chocaron con el sofá de cuero negro y Jimin jadeó cuando Seokjin tomó sus glúteos con ambas manos. Echó su cabeza para atrás para dejar que el pelinegro besara su cuello.
-Parece que me extrañaste...
-No tienes idea cuanto.
Jimin cerró los ojos y lo abrazó por el cuello. Suspiró y se concentró en el hombre que lo estaba besando con ansías. Quería olvidar que debía compartirlo con otros, que donde el tocara otros hombres también lo hacían, tenía la esperanza de que los besos de Seokjin eran solo suyos.
-¿Tienes hambre? -Seokjin se alejó un poco.
-Bastante, hoy tuve operativo y no almorcé.
-Cocinaré para ti.
-¿Necesitas ayuda?
Caminaron hasta la cocina y Seokjin se puso uno de los delantales que estaban colgados al lado del refrigerador.
-Puedo con esto, si quieres te sientas ahí y me dices dónde están las cosas
-Bien, puedo hacer eso -Jimin arregló su cabello rubio y se sentó en la isla de la cocina. Desde ahí podía ver sin problema todo lo que hacía Seokjin.
-¿Tienes arroz?
-Si, está abajo -Jimin se apoyó en la encimera y le indicó donde estaban el resto de ingredientes.
Seokjin se movió rápido por la cocina, era algo tarde. Jimin tenía cara de cansado.
-¿Cómo va el trabajo?
-Bien. No estoy en ningún caso importante pero me alivia un poco, siento que me involucro demasiado cuando me toca investigar ciertos casos.
-Debe ser difícil no hacerlo.
Asintió, no le gustaba aburrir a las personas, todo tema relacionado a su trabajo trataba de dejarlo fuera de discusión -Voy a poner la mesa ¿o comemos aquí?
-Aquí está bien.
Seokjin puso los vasos y los platos mientras Jimin descorchaba una botella de vino tinto.
Sirvió dos copas y cuando ambos estuvieron sentados, uno al lado del otro las hicieron chocar. Mientras comían conversaron de otras cosas, por obvias razones no hablaban del Paradise, ni de nada que tuviera que ver con Seokjin y otros hombres.
-¿Te vas a quedar a dormir?
-No debería.
-Entonces -Jimin acarició con su nariz la mejilla del pelinegro.
Seokjin cerró los ojos mientras se acercaba más a ese tierno toque.
-Me quedaré.
-Entonces lavaré la loza que ocupamos -Jimin se levantó pero Seokjin lo detuvo.
Se paró al lado del él y lo besó, sus lenguas sabían a vino. Jimin lo apretó contra la encimera mientras Seokjin le quitaba el cinturón.
-Quiero que me lo hagas aquí Jimin.
El rubio gimió y se mordió el labio. Amaba saber que Seokjin lo buscaba para lo que sea sea que hubiese llegado a su puerta, comida, sexo, lo que sea mientras lo tuviera en sus brazos seguro, Jimin era feliz aunque cada vez todo se volvía más confuso entre ellos.
Seokjin lo abrazó por la cintura y chupó su cuello muchas veces, mordió su lóbulo. Sentía el cuerpo de Jimin duro bajo sus manos. Le quitó la camiseta negra ajustada a su torso.
El pelinegro humedeció sus labios, el cuerpo de Jimin era maravilloso, marcado y suave. Seokjin sentía que jamás tenía demasiado de él. Se agachó y besó su abdomen plano, terminó por bajarle el pantalón y el boxer y en un solo movimiento se llevó todo el miembro a la boca.
El policía se agarró del borde de la encimera, sus nudillos volviéndose blancos con cada chupada que le daba el hombre de ojos verdes. Gritó y tomó un puñado de cabellos y movió sus caderas para que Seokjin lo tomara completamente. Gruñó porqué el pelinegro se adaptaba tan bien a su pene.
Pero como no, si Seokjin era un experto en todo lo sexual, de hecho Jimin se asombraba de saber que Seokjin no dejara que lo follaran. O por lo menos no ahora.
Quería estar con Seokjin, quería llenarlo con su esencia, pero el peso de lo que nunca podría lograr con el anfitrión cayó como un crudo recordatorio de lo que jamás tendría.
Él estaba enamorado, malditamente enamorado del hombre hermoso que estaba con él esa noche.
Solo esa noche ¿y después qué?
Se alejó respirando rápido, su pecho doliendo al ver los ojos confundidos del hombre arrodillado en su frío piso.
-¿Jimin?
El policía levantó su ropa y se tambaleó hasta su dormitorio, cerró la puerta de golpe, cerró con llave y se sentó en su cama. Escondió su rostro entre sus manos y lágrimas comenzaron a caer, se las limpió como pudo, se levantó y agarró la lámpara que estaba sobre su velador y la tiró contra la pared.
Gritó, amaba a un hombre que jamás sería parte de su vida, o por lo menos no como él anhelaba, tembló cuando escuchó a Seokjin del otro lado de su puerta gritar su nombre asustado.
Él también lo estaba. Asustado de todo lo que sentía y que sabía no era suficiente para que Seokjin lo eligiera a él y solo él.
Cayó al piso de rodillas aún llorando.
Seokjin trató de abrir la puerta, gritó el nombre de Jimin tantas veces que pensó que se quedaría sin voz. Se arrodilló delante de la puerta, no entendía que pasaba aunque tenía una leve sospecha y su pecho se oprimió.
-Jimin abre la puerta ¿sí?, por favor.
Silencio.
-Jimin hablemos por favor.
Nuevamente silencio.
-Jimin por favor -su voz se quebró y aunque no quería las lágrimas se escaparon de sus ojos sin que él pudiera controlarlas.
-Es mejor que te vayas Seokjin.
La voz de Jimin se escuchaba tan triste, tan resignado que Seokjin sollozó más fuertes. Y parece que eso hizo algún tipo de efecto en el policía.
La puerta se abrió.
Jimin lo miró, sus ojos llenos de lágrimas, la tristeza se podía sentir en cada rincón del departamento.
Seokjin se levantó enseguida y tiró sus brazos en su cuello haciéndolo tropezar pero si llegar a caerse.
Jimin no lo tocó, y no se movió ni un centímetro -Hablemos Jimin, dime por favor.
-Seokjin.
El pelinegro lo miró a los ojos, esos ojos honestos que siempre le hacían sentir seguro. A pesar de las mentiras y de toda la basura que le rodeaba Seokjin quería creer en Jimin, quería aferrarse a él.
-Yo te amo Seokjin. Te amo por la persona que eres, por todo lo que me haces sentir -hizo una pausa para limpiarse el rostro y librarse de las lágrimas que no querían dejar de caer -te amo tanto pero me duele amarte. Duele y no te imaginas todo lo que lucho para no sentir la miseria en mi corazón cada vez que te vas de mi lado y vuelves a tu trabajo.
Suspiró y se alejó del anfitrión, no podía pensar bien si tenía tan cerca a Seokjin.
-Lucho todos los días porque te amo y te tengo que compartir, sé que no eres mío, sé qué jamás voy a poder a optar a ocupar un lugar en tu vida... Pero aún así te amo... Necesito conocerte, necesito respuestas... Pero sé que no me las dirás porqué nosotros no somos nada, al final de la noche solo somos dos hombres usando el cuerpo del otro.
-No es así -negó en repetidas veces como un niño asustado -Jimin tú eres especial, sé que mi oficio es una verdadera mierda pero tienes que creerme cuando te digo que todo lo que ha pasado contigo desde que te conocí ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Tú eres mi lugar seguro Jimin.
-Te he pedido dos veces que vengas a mi lado, que te quedes conmigo... Un nuevo comienzo juntos, pero tú ni siquiera lo has pensado y realmente me confundes porque luego llegas aquí y me cocinas como si fuéramos malditos novios. Me haces daño Seokjin... La verdad es que me estás matando con esto -volvió a limpiar sus lágrimas y se sentó en la cama completamente abatido.
Luego de varios minutos Seokjin rompió el silencio abrumador de la habitación.
-Rachel.
-¿Qué?
Respiró profundamente -Tengo una hija Jimin, se llama Rachel tiene cinco años.
La mandíbula del policía cayó ¿cómo era posible?, él había revisado los antecedentes de Seokjin dos veces y jamás encontró nada que indicara que el fuera padre de una niña.
-¿Cómo...?
El pelinegro se sentó a su lado y pasó su mano por su cabello. Por primera vez le hablaría a alguien fuera de su familia más cercana, de Rachel y de como la niña había llegado a su vida.
Abriría su corazón para que Jimin pudiera obtener las respuestas que necesitaba.
Seokjin le estaba entregando todo el poder al policía para decidir qué pasaría con ellos en el futuro. Tenía miedo, estaba tan asustado que las ganas de salir corriendo del lugar era demasiado atrayente.
Se arriesgaría.
Quizá después de todo si podía elegir, quizá Jimin lo amaría tanto que aceptaría tener una vida con él y su pequeña
Quizá...
☆★
Solo decir que Kim Seokjin es arte puro.
Nos leemos por ahí 😘
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