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Alela es tipo después de un año:

NOTAS IMPORTANTES AL FINAL

—Jaque Mate.

—¡Oh, por el amor de Dios!

Ino se desparramó dramáticamente sobre su asiento, soltando lágrimas totalmente falsas de berrinche. Incluso en esa posición, Sakura pensó objetivamente que esa imagen lamentable y a la vez tierna, fue la que provocó un "Pobre Ino, la vencieron otra vez" de varios de su salón alrededor suyo.

Los ignoró. Concentrándose en reírse a costa de su mejor amiga.

—Sakura, ¡quiero la revancha! —Ino estampó la palma abierta sobre la mesa con tal fuerza que los pocos peones sobre el tablero de ajedrez rodaron sin rumbo fijo. Sakura lo agarró con una sola mano.

—Ya perdiste tres veces, ten dignidad.

—¡Por eso necesito recuperarla ahora!

—Ni la recuperarás en otras cinco partidas —opinó desde atrás una de sus compañeras, Temari, encarándose desde su silla mientras sorbía de la pajilla del jugo que sostenía. Una bufanda azul oscuro adornaba su cuello—. Resígnate, estás jugando contra la segunda del club de ajedrez.

—Cierto —respondió altanera Sakura mientras levantaba las piezas.

Ino se quejó otros minutos, lamentándose audiblemente ser mejor amiga de Sakura quién era un cerebrito cuando se trataba de las notas, el ajedrez y la jardinería. La aludida no encontró quejas al respecto, ciertamente le apasionaba todo lo mencionado y son pocas las personas que encuentra para desafiarla en un juego de ajedrez. Sabe que hay mejores estrategas que ella, por eso le emociona continuar aprendiendo.

Como ahora.

—Sí ya no seguirás pateando el trasero de Ino, ¿qué dices si intentas patear el mío? —insinuó socarrona Temari arrastrando su silla hasta quedar al costado de la mesa que las otras dos chicas compartían.

Un fuego ardiente se encendió en los ojos verdes de Sakura.

—¿Es un reto?

—Dije que puedes intentarlo —respondió divertida Temari.

Alguien cerca escuchó esta conversación, y pronto se levantó exclamando que Temari y Sakura se enfrentaran a una partida de ajedrez, como si fuese el evento más importante y relevante del día, lo cual muchos señalaban sin duda que lo era.

Después de todo, ¡ambas estaban en el club de ajedrez y tenían el mismo puesto! La riña amigable entre ellas se dio a conocer desde el momento en que ingresaron al club, y, año tras año se desafiaban para llevar la delantera.

En sí, una partida de ajedrez sería de lo más tedioso y aburrido por el silencio que se requería, sin embargo, ambas chicas conseguían crear un ambiente tenso y a la vez, carismático entre sus comentarios burlones y ociosos intencionados a desconcentrar. Los espectadores disfrutaban y hacían sonidos de "uuuh" y "aaaah" que acompañaban cada frase. La singularidad de este evento residía a que ocurrió ya dos veces en el último año sin ninguna ganadora clara; o quedaban en rey ahogado o excedente de los 50 movimientos.

Como siempre dicen, la tercera es la vencida. Todos están ansiosos, intercambiando apuestas sobre las manos de Ino, la crupier asignada desde la primera partida. Un ovación y cuchicheos andrajosos se extendían en el salón, ansiosos y deseoso por presenciar lo que vendría a continuación.

En esta partida se decidirá quién ocupará permanentemente el segundo lugar.

Las miradas de Temari y Sakura eran abiertamente desafiantes y sonrisas bailando en sus labios que anticipaba una larga entretención en la hora libre sobrante.

—Que gane la mejor.

—Sin resentimientos —aceptó Sakura e hizo una invitación a la otra chica, después de todo las piezas blancas relucían de ese costado.

Ensanchando su sonrisa, Temari estiró la mano empujando el primer peón.

Tarareando, Sakura cerró el horno y configuró la temperatura, luego se viró la encimera colocando una alarma de quince minutos disponiéndose a esperar que las galletas estuvieran listas. Tenía ciertas dudas al respecto, cuales segundos después las aplastó bajo la suela de su zapato.

Puede ser que desde pequeña se haya incursionado por cocinar y experimentar con diversos platillos, pero nunca le atrajo particularmente los postres. Contrario a esto, le fascinaban las galletas o pasteles, apuntaría sin reparos sobre la habilidad sobrenatural de su abuela en preparar delicias.

Una vez intentó por su propia cuenta hacer galletas... no alcanzan las palabras para describir el desastroso resultado. Hasta el día de hoy, Naruto tiene traumas sobre ello.

Resignadamente dejó de intentarlo atribuyendo que había un toque en especial en las manos de su abuela, termina cocinando un manjar exquisito digno de un pastelero profesional.

Sabiendo esto ¿por qué está aquí experimentando en la cocina de Sasuke?

Bien, todo se debía a dicho hombre en específico.

La noche anterior, sentados uno frente al otro mientras cenaba la famosa "Capota de Sakura" Sasuke comentó casualmente:

—Hoy Naruto compró galletas con chispas de chocolate y fueron las más asquerosas que jamás haya probado, definitivamente no es mi postre favorito —expresó lánguidamente como si no estuviera insultando a una cadena prestigiosa de pastelerías posicionadas.

Sakura lo miró como si la hubiese ofendido personalmente.

—¡Las galletas con chispas son lo mejor!

—Lamento discrepar, la inmundicia que comí no parecía ni asomo a una galleta decente.

—Es lo mejor que hay en el mundo —continuó alegando Sakura con ojos entrecerrados mientras picaba con fuerza el tenedor—. No puedes odiar un postre porque no te gustó una vez.

—Mírame hacerlo —desafió él petulante.

—No permitiré este suceso atroz —sentenció finalmente cruzándose de brazos mientras inflaba el pecho—. Te preparé yo misma unas galletas que no podrás rechazar.

—Mhm —tarareó Sasuke ofreciendo esa maldita sonrisa atractiva que le provocaba escalofríos—, no me molestaría comprobarlos uno de esos días.

Y sí, aquello fue una invitación abierta en cenar juntos, de nuevo.

Al pensar en ello, Sakura se sonrojo un poco mientras lavaba los utensilios sucios.

La rutina cambió bruscamente en las últimas semanas, o específicamente, desde el concierto de libros dónde —Dios mío, ¡conoció a Tsunade!— su cercanía fue inevitable.

En los días que no se encargaba de limpiar, venía directo aquí desde la escuela. Preparaba un delicioso platillo y lo guardaba en el refrigerador, listo para ser calentado en el microondas cuando Sasuke estuviese de regreso por la noche.

Cuando se encargaba de limpiar, secretamente los disfrutaba ya que vería a Sasuke llegar al anochecer y cenaban juntos. Él alababa genuinamente sus platillos dejándola avergonzada y satisfecha, luego la llevaba a casa sin falta. En ese preciso orden.

Una rutina que se rompió hoy. Era uno de sus días libres, pero aquí estaba ella, usurpando descaradamente la cocina de Sasuke. Y entre más lo pensaba, más se cohibía. Al principio tuvo el coraje de entrar a sus anchas, después de todo, Sasuke le había concedido el permiso de pasar libremente, pero se negó resueltamente a invadir su privacidad de esa manera.

Y ahora...

Se concentró en dejar hasta el último traste limpio y se secó las manos con el trapo. Al dar un vistazo por la ventana, se maravilló un momento por los copos de nieve que caían lentamente desde el cielo, siguiendo su curso anunciando el invierno en todo su esplendor. Le tranquilizó un poco la vista, con sus pensamientos yendo de un hilo a otro.

Pronto será navidad. Una de tantas festividades acobijándose bajo el ala de su abuela, recibiría una llamada de su hermano mayor, con la promesa de verse en año nuevo, e Ino cantaría a través del articular lo maravillosa y adictiva que era el pastel de su tía Kushina.

Sonrió para sí. Pronto tendrá que visitar el centro comercial en busca de regalos para todos ellos. Al repasar cuántos comparar, se coló uno. No fue inesperado, lo pensó tan natural que solamente después de percatarse, se quedó completamente quieta.

Pensó en la posibilidad de que Sasuke aceptara un regalo suyo, en agradecimiento como su... ¿empleada? ¿amiga? ¿conocida?

Sí, claro, resonó en su cabeza una voz sospechosamente familiar a Ino, y no porqué te gusta.

La sacudió con fuerza dejando el trapo sobre la mesa, entonces el pitido inconfundible de la puerta abriéndose y cerrándose la distrajo. Renovó la sonrisa alegre en su rostro y prácticamente corrió a la entrada, esperando recibirlo y darle una sorpresa grata.

Al llegar a la sala un par de ojo negros la miraron, ensanchándose y a la vez, confundido. Sakura no estaba lejos de sentirse igual. Su cuerpo se entumeció de alerta y tensión.

Después de todo en el recibidor hay un hombre que se parece terriblemente a Sasuke.

Se miraron en silencio ensombrecido por un par de segundos, las cuales, Sakura estuvo estática y analizaba rápidamente al individuo por la impresión que la embargaba. Si no fuera por el cabello largo azabache que caía en una trenza por el hombros, rasgos más toscos y maduros, con ojeras nada desagradables, hubiera jurado presenciar a Sasuke en persona.

—Eh... yo... ¿Hola? —decidió tantear Sakura.

Su voz pareció sacar al hombre de un trance. Inmediatamente una sonrisa gentil y alegre se extendió por su rostro. Le vista resultó un poco discordante para ella. Sasuke sí sonreía con ella, pero cada una tenía un matiz diferente, ya sea sereno, dulce o travieso. Una vez lo escuchó reírse y fue el sonido más maravilloso del mundo.

—Buenas noches, señorita. —El hombre habló con una voz suave y varonil, casi cantado y con un peculiar acento—. Lamento interrumpir su agradable noche. No esperaba encontrar a alguien aquí.

Dicha elección de palabras la desconcertó un poco. A lo lejos, el reloj sonó anunciando que las galletas estaban listas a retirar, pero apenas prestó atención porqué justo cuando pretendía si quiera presentarse o cuestionar la presencia del extraño, la puerta medio cerrada se abrió revelando —ahora sí— al dueño del departamento.

Sasuke tenía una expresión mortalmente seria y un atisbo de furia opacaba sus ojos negros. Solamente al darle una mirada al hombre, todas esas emociones retrocedieron abruptamente, dando paso al desconcierto derivado tras el reconocimiento.

—¿Hermano?

Por supuesto, ¿por qué no lo pensé antes?, pensó sarcástica Sakura.

—¡Sasuke! Llegaste antes de lo esperado. —El enorme hombre prácticamente se lanzó sobre Sasuke, abrazándolo. Tenían la misma estatura, por tanto, no fue difícil para Sasuke corresponderle a tientas el gesto, parecía entumido por la muestra de afecto.

—Eso debería ser mi línea.

Entonces le lanzó una mirada indescifrable a Sakura sobre el hombro de su hermano, como si estuviese interrogándola mudamente. Ella cayó en cuenta que se supone que no debería estar aquí. Por supuesto Sasuke buscaría una explicación razonable a excusarse, trató de ofrecerla, su lengua se trabo.

Todavía confundida por este singular acontecimiento, alcanzó a saludarlo con un ademán de mano. Justo cuando el hombre mayor estuvo satisfecho por el abrazo, se separó por completo. Dando media vuelta, pero sin dejar de mirar a su hermano menor.

—Pretendía darte una sorpresa, pero fui el sorprendido aquí —insinuó lanzando una mirada rápida a Sakura, quién interpretaba una estatua torpe sin saber qué hacer consigo misma.

Sasuke pareció captar algo en esa mirada que Sakura no, por lo qué entornó los ojos y lo apartó para finalmente cerrar la puerta.

—Esto ocurre por no avisar de antemano tu llegada.

—Sasuke, ¿no entiendes el significado de "quiero darte una sorpresa"?

El aludido le dedicó media mirada de paciencia combinada con algo más que un gesto de hastío. Resueltamente avanzó a Sakura prestándole más atención y dio otro gesto a sus espaldas.

—Hermano, ella es Haruno Sakura, una amiga mía —la presentó sutilmente, a Sakura no le pasó desapercibido la etiqueta de su relación. Un poco sonrojada volvió a saludar al otro hombre—. Sakura, él es mi hermano mayor, Uchiha Itachi.

De acuerdo, ahora el hermano mayor tenía nombre. Itachi. Apropiado.

—Un gusto conocerlo, Itachi-san.

—Los mismo digo, pequeña chica. —Itachi avanzó dos grandes pasos y estrechó su mano en un saludo firme. Siendo sincera le intimidó su estatura, y estar rodeada por dos hombres objetivamente guapos y altos no parecía nada bueno—. Jamás había conocido alguna amiga de mi hermano.

Aquella insinuación sólo provocó que Sasuke le lanza una mirada de advertencia, y Sakura se sonrojara al apartar la mano, pasando un mechón suelto de su cabello por la oreja.

—En realidad, soy la sustituta de su ama de llaves...

Una mirada preocupada cruzó por el rostro de Itachi mientras veía a Sasuke acusador.

—¿Despediste a Chiyo-san?

—¿Por quién me tomas? Se lastimó la espalda y está en casa descansando, Sakura es su nieta —agregó lo último si eso explicara todo.

Sakura notó que Itachi parecía conocer a su abuela, y le tenía cierta estima. Esto contando que sus ojos antes parecían dagas cuando se enfocaron en Sasuke, ahora retomaron ese peculiar humor del inicio.

Fue tan discordante.

—Huele rico —dijo de pronto Sasuke alzando la barbilla, como si así pudiera apreciar mejor el aroma—. ¿Cocinaste algo?

Sakura dio un respingo.

—¡Las galletas!

Corrió torpemente a la cocina agradecida de la excusa perfecta para desguindarse de ambos hermanos. Había algo tenso y cargado debajo de la fachada amena que portaban. Dejaría arreglaran sus asuntos primero, es una intrusa aquí y no debería interponerse.

Colocó a la bandeja en la mesa. Sacándose los guantes, inspeccionó con ojo crítico su creación. Parecía tener buen aspecto pase a que estuvieron en el horno diez minutos más de lo indicado. Perdió parte de su confianza al pensar que seguramente estarían duras e incomestibles, no soportaría que Sasuke las comiera perdiendo así el objetivo de atraerlo con deliciosas galletas.

Y peor aún, Itachi probándolas.

Estuvo ideando la mejor manera de fingir que se cayeron todas al suelo mientras consideraba preparar café para ambos hombres en la sala. Nerviosamente abrió los gabinetes suspendidos y se estiró tratando de alcanzar las tazas. Maldita sea su estatura baja, ¡a este paso se romperá los dedos si continúa apoyándose de puntitas!

Antes que decidiera hacerse de una silla, sintió un torso pegarse a su espalda y una mano emergió detrás suyo. El aroma inconfundible del perfume varonil de Sasuke la inundó, provocándole más nerviosismo y un sonrojo involuntario en las mejillas.

—Aquí tienes —susurró él contra su oreja provocando que casi se ahogara con su respiración.

—Gracias. —Apenas tuvo su voz firme y sin tartamudear, pero sí notó sus manos temblar ligeramente mientras se deslizaba al costado en busca de la cafetera.

Hubo una constantemente presencia detrás suyo junto a unos ojos pesados e intensos en sobre su espalda. Una vez colocado la capsula de café y el agua recorriendo, Sakura se permitió girar la cabeza hacia él, encontrándolo allí, recargando la cadera en el borde de la encimera y de brazos cruzados. Se había arremangado la camisa blanca hasta los codos dejando a la vista sus ejercitados antebrazos. El reloj de su muñeca destelló contra la luz de la cocina.

Una imagen así es difícil de resistir. Todavía es un secreto para sí misma como lo soporta día con día.

Decidió iniciar una conversación antes que esa mirada destrozara por completo sus nervios.

—No sabía que tenías un hermano. —Inicio tratando de sonar casual.

No funcionó.

Sasuke atrapó sus intenciones, sin embargo, eligió ser un caballero y no mencionar sobre su nerviosismo evidente. Decidió seguirle el juego.

—Se suponía que llegaría hasta navidad, no esperaba encontrarlo aquí —dijo inclinando la cabeza a un costado, dándole otra mirada indescifrable—. Tampoco esperaba verte hoy.

Sakura desvió rápidamente la mirada fingiendo centrarse en el proceso de preparar café, a pesar de que la cafetera hacía, literalmente, todo el trabajo. Un nuevo vaso se llenaba con aquella cafeína adictiva para muchos, inundando la cocina con el exquisito aroma, combinándose con el de las galletas sobre la mesa.

—Me negué a permitir que pasaras dos días pensando que las galletas con chocolate son la peor aberración de la tierra —se defendió como pudo, tratando de sonar segura.

—Debería pedir que nos traigan esas miserables galletas y así compararlas con las que hiciste —ofreció Sasuke finalmente separándose de la encimera para hacerse de las dos tazas llenas junto a Sakura—. Palidecerán al lado de las tuyas.

Tales elogios siempre provocaban vergüenza y un sonrojo por partes iguales. Sakura no resistió en hacer un mohín representando su inconformidad ante tales halagos dulces.

—Que insincero eres, todavía no las has probado.

Sasuke le dio una sonrisa suave, sus ojos gentiles no se apartaron de ella.

—Créeme, jamás encontrarás a alguien más sincero que yo en este mundo.

La intensidad que los envolvía se volvió sofocante. Intercambiando miradas entre sí, tratando de descifrar las emociones del otro. Por su parte, Sakura intentó por todos los medios discernir si era otro de los comentarios traviesos y juguetones que ocasionalmente era receptora. Fue sumamente difícil, en verdad la expresión del hombre frente a ella gritaba honestidad en cada rasgo.

—Si van a coquetear, puedo esperar en la sala.

La voz divertida de Itachi emergió desde el umbral sobresaltando a ambos. Sakura casi deja caer la taza que sostenía, caliente contra las palmas de sus manos al igual que sus mejillas. Sasuke, por otro lado, pareció de los más calmo al entornar los ojos en advertencia a dirección de su hermano.

—Escucho una queja de Sakura que insinúe su incomodidad y te echo a patadas.

—¡Era broma! —dijo de inmediato Itachi riéndose divertido, para nada arrepentido. Pero Sakura notó lo rápido que respondió, al parecer creía firmemente que Sasuke cumpliría su amenaza.

A todo esto, Sakura perdió la oportunidad de fingir demencia con las galletas y pretender que se cayeron o destrozaron por alguna inexplicable razón. Resignadamente las colocó en un plato extendido al centro, luego ocupó un asiento alrededor de la mesa.

Resueltamente Sasuke arrastró su silla junto a ella, separados por lejos de medio metro y sin intenciones de moverse en absoluto, nada intimidado por la penetrante mirada de Itachi sobre él.

Sakura se removió nerviosa y empujó el azúcar hacia el mayor, con intenciones claras de distracción. Lo consiguió. Inmediatamente Itachi le sonrió y comenzó a divagar mientras vertía cuchara tras cuchara. Descubrió que vivía en Milán, era chef profesional y administrativa su propio restaurante.

Fue, por no decir menos, impresionante.

Y, a la vez vergonzoso que fuera a probar sus galletas.

—Eh... quizás no estén todo deliciosas, estuvieron un poco más de tiempo en el horno —se excusó rascándose la mejilla con un dedo y encogiéndose de hombros—. Además... es la segunda vez que preparo galletas.

Itachi desestimó sus intentos con un ademán de manos.

—La práctica hace al maestro, ¡te lo dice alguien que inició con muchas trabas!

Sakura lo dudaba, pero decidió darle el beneficio de la duda, imaginando los uno y mil escenarios en que ambos hermanos perdieran los dientes debido a sus mortales galletas. Decididamente se dijo que buscaría el número telefónico de su dentista de confianza. Ella probó a tientas una galleta y bueno...

Estaba tan distraída. Reaccionó sólo cuando Itachi se dirigió a ella, tenía una galleta en la mano. No borró su sonrisa educada.

—Entonces, pequeña chica ¿sustituyes a tu abuela como ama de llaves de mi hermano?

—Por un tiempo, hasta que ella se recupere por completo de la cadera.

—Me alegra saber que tiene a una nieta que la cuide. Se ve que eres bastante joven, dime ¿estudias?

Ajeno a ellos, Sasuke agarró entusiasta una galleta, mordiéndola o, mejor dicho, intentándolo. Después tuvo que pasarla a sus muelas posteriores. Hubo un sonoro crujido.

—Ah... sí, la preparatoria. El siguiente año iré a la universidad —respondió Sakura un poco vaga tratando de descifrar que buscaba descubrir Itachi con sus preguntas cordiales, nada intrusivas o groseras.

Sasuke sumergió la galleta en su café por unos largos momentos. Crujió un poco menos cuando volvió a morderlo. Jamás perdió su estoica y serena expresión, al contrario, parecía deleitarse con cada bocado.

Itachi le dio una mirada complicada a la galleta en mano, y, tras encogerse de hombros, la sumergió en su café.

Sakura tenía el rostro cálido, un poco abochornada pero complacida. Parecían disfrutarlo verdaderamente.

—¡La universidad! Recuerdo toda ese frenesí previo a los exámenes de admisión —divagó Itachi metiéndose parte de la galleta a la boca, crujió un poco—. ¿En qué universidad entrarás?

Las indagaciones inocentes estaban bien, hasta que llegó la tan predecible pregunta. Debió suponerlo.

Tocar este tema en particular no era muy agradable para ella, removiéndose incómoda en su silla, pensó mucho en qué responder sin sonar particularmente grosera. Se suponía que a estas fechas debía tener establecido, predicho y planificado su futuro. Como la lista del supermercado que hacía para no olvidar nada, tachando cada ingrediente conforme los metía al carrito.

En el aspecto llamado vida, quizás menos de la mitad de los elementos de esa lista estaban tachadas.

—La verdad es...

Tal parece que sus pensamientos fueron muy sonoros y largos. Sasuke atacó por su tercera galleta mientras le dedicaba una mirada amonestadora a Itachi.

—Te lo advertí.

—Sakura, discúlpame por incomodarte —recitó obedientemente Itachi.

Librada de toda tensión, le sonrió con sinceridad. Itachi no tenía la culpa. Eran preguntas cordiales y, siendo sincera, es lo menos que se merecía al haberse estropeado la sorpresa de Itachi.

Dejaron caer el tema. Itachi pronto se encontró preguntando sobre la receta de estas galletas... singulares. Exigía volver a probarlas antes de marcharse a Milán, imposible no ceder a los ojos de cordero degollado del hombre, Sakura accedió entre risas recibiendo una mirada traicionada de Sasuke mientras la galleta crujía entre su boca.

—Sasuke-san, son solamente unas galletas.

—Son mis galletas.

Nuestras galletas, querrás decir.

—...

—...

—Ni Judas fue tan traicionero.

Una risa amenazó los labios rosados de Sakura y luchó mucho en tratar de contenerla, mordiéndole el labio inferior y virando a la ventanilla del automóvil buscando esconderla. Sasuke parecía de mejor humor en que se encontraban solos, y sacó a relucir "casual" la promesa que le hizo a su hermano en cocinarla galletas. Por no decir menos, inmediatamente compuso una expresión sombría y se apresuró a monopolizar las galletas restantes a expensas de las quejas sonoras de Itachi.

Dejando de lado la incomodidad, fue una velada agradable. Itachi parecía un hermano mayor divertido, carismático con una vena engreída. Se confundía terriblemente al tener una expresión serena al principio cual se rompía apenas entraba en confianza.

En todo este mes de conocerse, Sakura dictaminó que Sasuke tenía ese rasgo en particular. ¿Quién iba a imaginar que dicho hombre sería particularmente travieso, coqueto y parcial cuando se lo proponía?

Ni ella misma lo supo al principio. Se dejó engañar por su fachada serena y estoica, con un deje de gruñidos sueltos —cuales permanecen más que antes—. Y peligrosamente le encantaba.

Rememoró la cercanía engañosa en el concierto de libro, el momento en que Sasuke delineó deliberadamente el contorno de sus labios, y, por un instante, Sakura pensó que se inclinaría y la besaría.

No ocurrió, por supuesto. Secretamente se alivió. No sabría que hacer después con una incomodidad inmensa.

—A Judas le pagaron, pero yo no recibo ninguna compensación. —Sakura hizo un sobresfuerzo en seguirle el juego de sus quejas.

Sasuke detuvo el auto en un semáforo en rojo, aprovechó el lapso para girarse a ella. Permanecía con el ceño fruncido fingiendo estar molesto e inmediatamente una sonrisa de lado se formó en sus labios mientras entrecerraba los ojos. Cambiando súbitamente de expresión. No presagió nada bueno.

Bajó la voz, suave y atractivamente ronca.

—¿Qué clase de compensación quieres? Puedo darte lo que quieras.

Debería ser un pecado utilizar esa voz. Sakura se irritó sabiendo que la provocaba a propósito como venganza. Él muy descarado y cínico. ¡Y presumía ser sincero!

Por impulso, le dio un codazo que asentó en su bien y tonificado abdomen —y no, no es que lo haya imaginado, así se sentía la textura—. Sasuke soltó una risa ronca, despiadada, a respuesta.

—¡Sasuke-san!

—Tú lo mencionaste primero —se defendió él haciendo avanzar el automóvil.

Sakura se refunfuñó en su propia miseria, cruzada de brazos y mirando obstinadamente por la ventana. Sasuke la dejó tranquila por aproximadamente quince minutos, contados y cronometrados, antes de preguntar —más suave, gentil— qué tal estuvo su día.

A todo esto, no han tenido su conversación habitual. Sakura no supo que lo extrañó esta comodidad hasta que Sasuke enfocó su atención en ella a pesar de conducir y mirar a la calle. Siempre la escuchaba, lo que sea que dijera, la viera o no, parecía tener un oído sobre ella. Lo mismo sucedió la segunda vez que se encontraron, Sakura apenas murmuró sobre su tarjeta de cliente consentido y Sasuke se agarró de ello.

Ahora, envuelta calurosamente en un suéter y bufanda, sintió la misma sensación. No lo perdonó de inmediato, pero comenzó relatando la parte más emocionante de su día. Con la visita de Itachi olvidó por completo el frenesí que la envío toda la tarde, explayándose con cierta emoción, como si quisiera sacarlo de su organismo lo más pronto posible.

Sasuke intervino tarareando, dándole a entender que siempre escuchaba. Haciendo preguntas cuando debía y opinando en un aspecto en particular. Cuando se enteró que era buena en ajedrez, enarcó una ceja y sonrió de lado, ese mismo gesto que no presagiaba nada bueno para ella.

—¿Y quién ganó la partida?

—... Nadie. Lamentablemente los maestros hicieron un alboroto porqué había tantos alumnos abarrotados en el pasillo y nos confiscaron el tablero.

—Una lástima. Seguramente habrías ganado.

—Eres un gran adulador, Sasuke-san.

—Sólo contigo —respondió él fácilmente.

A este punto Sakura ya no podía estar enojada.

Incluso cuando bajó del automóvil y se despidió de él con un gesto, se encontró deseando inclinarse y dejarle un beso en la mejilla. Se resistió todo lo que pudo, ¡basta de esos pensamientos! Sasuke dejó muy claro cuál era su relación, amistad. AMISTAD.

Pero, entre más tiempo pasaba en compañía de Sasuke dudaba mucho que sus sentimientos no se expandieran a terrenos peligrosos y cuestionables. Miró el automóvil alejarse por la ventana, allí se recargó mientras veía los copos de nieve descender, adhiriéndose al marco y el asfalto.

Se preguntó, no por primera vez, si Sasuke la notaba como ella a él. Y siendo sincera, la respuesta le asustó. Insegura y nerviosa, recordó la promesa inicial de Sasuke desde que se conocieron. No tiene que responder ahora, hay un ritmo y tiempo para todo.

Lo tomaría con calma.

Sasuke va a volverse loco a este ritmo.

Juraba que sí.

Dio cabezazos el volante una vez que estacionó dentro del estacionamiento interior de su departamento. Una y otra vez, repitiéndose en voz alta:

—Sasuke, contrólate. Debes serenarte. Eres el mayor aquí, recita las malditas leyes.

Todo el camino por el ascensor murmuró para sí. Su cabeza era un caos inminente, en cualquier momento se descontrolaría si no practicaba con excelencia su autocontrol. Si bien hasta ahora lo hizo moderadamente, había grietas, feroces y largas que se abrían entre el caparazón. Cada una impulsada por el anhelo de su corazón.

Los primeros días y semanas estuvo reacio, conteniéndose absurdamente en ventilarlo al mundo. Sin embargo, en el concierto de libros mientras observaba fascinado el pequeño rostro cuyas expresiones lindas y tiernas hacían palpitar su corazón, tuvo una fuerte epifanía.

Llegó brutal y condensada, persiguiéndolo a todas horas, a cada minuto, a cada segundo de día.

Se enamoró de Sakura a primera vista.

En ese instante se rio internamente. Quiso hacerlo, de verdad, inclinarse y dejar que la risa irónica inundara sus labios. Una y otra vez. Vaya broma. El destino, universo o Dios mismo se encargaba de ponerlo a prueba.

El concepto del amor, para él, era abstracto y doloroso al mismo tiempo. No tuvo el mejor ejemplo de matrimonio ni amor en su hogar. Con unos padres divorciados, discutiendo todos los días, separándose al final después de jurarse ante un altar amarse, difícilmente anhelaría enamorarse y terminar así.

Aún cargando esto, fue y se enamoró de una chica singular, hermosa, atenta, divertida y dulce. Se derretía en cada momento que pasaban juntos.

Y para el colmo, menor que él.

Recordaba su propia promesa, no sería un imbécil y la rompería solamente por su impaciencia. Bien dicen que la paciencia es una virtud. Hará gala de ello mientras espera que Sakura se sienta completamente cómoda con él a su alrededor.

Tras cerrar la puerta, se encontró con Itachi desparramado en el sillón de cuero, escribiendo ociosamente en su celular con una expresión completamente embelesada y un poco idiota, si le permiten opinar. Seguramente hablaba con Izumi.

Hasta la fecha le sigue siendo un misterio como una mujer bastante elegante y refinada se fijó en el energúmeno de su hermano mayor.

—Bienvenido de regreso —saludó Itachi alzando la vista de la pantalla, ofreciéndole una sonrisa divertida—. Tardaste. Mientras esperaba calenté la cena que dejó la pequeña chica.

Sasuke apenas contrajo una ceja ante el apelativo concedido de Itachi. Sólo por eso no necesitaba decirle que su demora se debió principalmente a que estuvo dándose topes contra el volante del automóvil a casual de esa chica.

Al estar uno frente al otro de regreso en el comedor, Itachi llenó el silencio con una charla trivial. Nada enfocado realmente. Comentarios dispersos y ociosos. Sasuke sabía lo que realmente quería preguntar, así que esperó expectante mientras se deleitaba con el espagueti. Delicioso. Lo único que agradece a Naruto de todo esto es la idea sugerida a que Sakura cocinara para él.

No es estúpido. Incluso él sabe que su desorden de comidas era atroz y mortal. Una ida al hospital quedándose por una semana fue más que suficiente.

De pronto, Itachi dejó caer dramáticamente la mano sobre la mesa y lo miró fijamente.

—Lo preguntaré sin rodeos: ¿te gusta Sakura?

Sí, su hermano es muy directo.

Sasuke masticó deliberadamente lento bajo la atenta mirada del otro. Luego, tragó y bebió del vaso. Al terminar, reunió todo su valor, coraje y solamente le devolvió la vista en silencio.

No necesitaban palabras. A pesar de los años separados, las distancia y circunstancias, Itachi interpretaba sus expresiones.

Decírselo mentalmente es una cosa, externarlo a otra persona es otra.

Itachi lo entendió perfectamente.

—Lo sabía. Jamás te he visto pasar voluntariamente tiempo con una mujer desde la universidad ni mencionaste a nadie en todos estos años.

Sasuke niveló su expresión, se sintió suave.

—No hubo nadie como ella.

Era la verdad. Sasuke confiesa que fue un libertino en los primeros años de la universidad, teniendo en cuenta se divertía como cualquier joven entre fiestas y alcohol. Todo acabó abruptamente dos años después, en que Fugaku intentó controlar a su hermano, este se hartó de tantas restricciones y falsedades, fue desheredado y se marchó a otro país.

Desde entonces a Sasuke se le fue puesto un peso enorme en sus hombros, amargado y cansado, perdió todo interés en si quiera voltear a mirar a nadie, con el miedo incierto que Fugaku intentaría controlarlo. Después de todo, recibió su advertencia fría como el río invernal.

—Ten aventuras, amantes o lo que quieras, pero sé discreto, tú serás la imagen de la empresa a futuro. No quiero lidiar con tus impertinencias y travesuras debido a tu ineficiencia.

Por sí solo, le cortó las alas de inmediato. Entendió el significado detrás: cualquier relación que tengas no avanzará si no tienes mi aprobación. Y la aprobación de Fugaku venía con un apellido respetable y conocido en la alta alcurnia.

Sasuke soportó en silencio hasta hace más de un año. Un día, en este mismo departamento alguien tocó su timbre. El hecho en sí era extraño, pocas veces recibía visitas, ya sea de Fugaku exigiéndole más y más de él; o Naruto cuando estaba lo bastante borracho para volver a casa y quería continuar bebiendo.

Al abrir la puerta, se encontró con el bálsamo que no sabía que necesitaba hasta que la vio.

Su querida madre, a la que no había visto por diez años.

Desde ese día pareciera que le infundieron el valor que necesitaba para ir en contra de las pautas de su padre y decidió darse una oportunidad en varios aspectos. No fue un loco desesperado que iba a citas todas las semanas probando suerte, pero sí miró con otra perspectiva, sintiéndose libre. De esa sensación en saber que eres capaz y elegir no hacerlo.

Hasta que apareció Sakura.

Y, demonios, sonará muy cursi incluso para él mismo, pero no ha volteado a ver otra mujer desde ese entonces.

—¿Cuántos años tiene?

—Diecisietes.

—Gracias a Dios —murmuró Itachi suspirado, tocándose el pecho en dramatismo.

Sasuke se ofendió muchísimo.

—¿Por qué pareces tan aliviado?

—Si pasará a la universidad, quiere decir que pronto será mayor de edad. A excepción que sea una de esas personas con el IQ de Albert Einstein y haya adelantado cursos.

—En marzo cumple años —alegó Sasuke bastante molesto por la interpretación—. Además ¿por quién me tomas? No soy un maldito pedófilo depravado. Incluso para la atracción debe haber una edad límite.

—Sé que no eres así. Habría objetado si tuviera quince años. Pero está a nada de ser una adulta joven que se responsabiliza de sus actos —comentó retomando el tenedor en su mano, masticando con deleite la comida—. Si tendrá dieciocho no tengo tema con la diferencia de edad. Simplemente, no quiero que te metas en problemas.

—No lo haré.

—Sasuke...

—Suficiente. —Le cortó Sasuke serio—. Deja de preocuparte. Sé mi lugar y conozco mis límites.

Lo hacía perfectamente. Más que nadie. Más que nunca.

—No la frecuento por algo tan estúpido y frívolo como un polvo rápido.

—Estás siendo muy serio al respecto para ser un interés pasajero. Es casi como si... —Itachi se acortó a sí mismo mientras divagaba entre un ademán de mano, ensanchaba los ojos y los enfocaba al otro, casi sorprendido y estupefacto—. Sasuke, no me digas que tú... ¿estás enamorado de ella?

A veces los silencios resultan ser más ruidosos que los gritos. Que cualquier blasfemia o verdad. Se enrosca alrededor de los presentes, pululando en gracia y burla, en ocasiones traicionero y malvado. Justo ahora, así se sintió la atmosfera que cayó furiosamente sobre ambos hermanos.

Uno tan impactado que incluso entreabrió los labios, impresionado.

Otro mortalmente serio y con ojos ónix como dagas.

—Hermano, ¿cómo puedes-?

Sasuke se levantó de golpe, cortando toda conversación y dejó el plato sobre el fregadero. No se molestó en lavarlo y se apresuró al pasillo.

—La habitación de invitados es la tercera puerta al fondo. Todo lo que necesitas está dentro del baño. Buenas noches.

Debería ser un buen anfitrión incluso si se trata de su hermano, pero ahora Sasuke no tiene el humor para responder más preguntas. Itachi entendió su incomodidad y recelo, no lo presionó y le dio las buenas noches; aunque un brillo persistente y analítico nunca abandonó sus ojos sabios y maduros de treinta y un años.

Sí, un aspecto diferente es cuando te gusta alguien de forma superficial. El aspecto físico, un rasgo de personalidad atrayente, la voz suave y melodiosa. Y otra muy distinta en apreciar los silencios cómodos, las sonrisas sinceras, las charlas triviales y hasta infantiles, siendo honesto sin miedo a ser juzgado.

Tanto así asustaría a cualquiera al principio.

Sasuke jamás admitirá que tenía miedo, más bien, es precaución. Y, hasta cierto punto, expectación.

Lo que sea que les deparara, tiene la sensación que no será nada fácil.

Pero ¿quién dijo que por lo que valía la pena luchar sería sencillo?

Las mejores victorias son las que cuestan.

Y él no se rendirá.

Sasuke todo el capítulo: ¿Merezco una galletita? ¡Merezco una galletita!

BUENOOOO.

Antes que nada, recibiré las quejas y funas que deseen dejarme. Sé que abandoné por mucho, MUCHO tiempo este fic y hasta ahora me digné en actualizar. Y esto, tiene una razón aunque no justificable. Escribí todo el crónograma de este fic, de pricipio y a fin, pero no me convenció al final porqué ya sabía que pasaría exactamente, así qqqq decidí reescribir y estructurar la historia de nuevo.

¡Y por eso salió ese capítulo! 

Espero que hayan disfrutado este pequeño, pero significativo cap.

Comentarios del capítulo? Sasuke está trabajando muchoooo en su autocontrol jajaja, mucho. Él no planea quedarse así, pero le dará su espacio y tiempo a Sakura. Y bueno, ella... ya vimos que está cayendo poco a poco. 

¡Nos leemos pronto!

Alela-chan fuera.


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