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Waaa ¿qué es esto? ¿Otro capítulo? ¿Un milagro?
Esto lo escribí de una sentada, así que disfruten!
Sakura admite con creces que un mini supermercado es mejor opción. Por lo menos aquí nadie la mirará feo ni despreciará. Dicho y hecho, al entrar los empleados la saludaron con una sonrisa y ella se las devolvió con un gesto amigable. Perfecto. Nadie vio mal su bufanda con dibujos de gatos blancos.
Esa interacción renovó sus ánimos y se adentró a saltitos agarrando la canasta y lanzándose a los pasillos. Sasuke la siguió con calma, exudando la misma confianza en la que siempre andaba, envuelto en una gabardina café y debajo portando ese traje oscuro.
Ella fue directamente al café, eligiendo una caja con capsulas. Una sensación de familiaridad le recorrió al ver sus gloriosos café instantáneo sabor avellana. Lanzó una botella a la canasta y avanzó a la siguiente sección.
—¿Qué más necesitas llevar? —inquirió Sasuke acercándose a su lado cuando ella se detuvo frente a los tés de sobres.
Le entregó distraídamente su celular con la lista abierta en la conversación del chat, más centrada en inspeccionar la caja verde con bolsitas de tés instantáneos.
—A Itachi-san no le molestará que esto sea sustituto de sus hojas té ¿verdad? —estimó inspeccionando una caja con ojo crítico. El joven chef no parecía una persona clasista como la señora grosera. Ah, debería dejar de pensar en ello—. ¿Sasuke-san?
Al virar el rostro, notó que Sasuke no había despegado la mirada del celular, mmm, de su celular de hecho. No es que le importase, pero hubo algo confianzudo que lo diera así sin más. Pero no explica la expresión desconcertada y algo impactante que le dedicaba el azabache a la pantalla.
Se acercó a su lado, poniéndose de puntillas para ver mejor, solamente el mensaje en lista.
—¿Hay algún problema?
—El nombre... —soltó él con voz casi estrangulada.
Sakura enarcó una ceja y miró el nombre con mucha atención.
—¿Es alguna maldición o por el estilo? ¡No me digas que es un insulto! —exclamó alejándose, frunciendo el ceño—. Itachi-san lo puso, y no sé qué significa.
—¿Mi hermano lo colocó? —hubo un extraño cambio de expresión, casi asesina y fulminante a la pantalla mientras apretaba el celular.
—Sí, dime ¿es una broma?
—No.
Él no dio más explicaciones, pero parecía decepcionado de alguna manera. A Sakura le preocupó mucho, así que le quitó el celular y entró directamente a cambiar el nombre de contacto por "Uchiha Itachi" y se lo mostró.
—Listo, nombre cambiado —alegó con una sonrisa esperando haberlo tranquilizado, lo consiguió, los hombros de Sasuke se relajaron un poco—. Ahora apresurémonos o esos dangos se enfriarán.
Al final tardaron, pero se debió a todo el recorrido y la selección de productos. Había algo carismático y divertido al mismo tiempo en ver a Sasuke inspeccionar dos productos de diferente marca y compararlos, leyendo la información nutrimental y escogiendo el que mejor le parezca.
Le pareció un poco inusual ese hábito, ella normalmente checa fecha de caducidad y listo, al carrito. Cuando se lo comentó, Sasuke se encogió un poco de hombros y dijo:
—Leer la información nutrimental es interesante.
Lo mencionó tajante y un poco rápido, cambiando de inmediato de tema. Sakura no se perdió el trasfondo del significado de esas palabras. Persistía aún la plática que tuvo con Itachi, y si no hubiese sabido, lo estimaría como un chequeo normal. No como parte de un tratamiento del nutriólogo al que seguramente lo obligaron a someterse.
Aparentó no percatarse y tras otros elementos agregados (dígase un par de dulces que ella no soportó no comprar y unos premios para su gato) se enfilaron a la caja. Afortunadamente no había nadie en fila y Sakura colocó la canasta en la cinta automática, misma canasta que Sasuke insistió en llevar al principio, pero ella se negó alegando que es su deber como ama de llaves hacer las comprar. El joven había bufado por debajo y no insistió más.
Quién atendía era una chica con ojos marrones de sonrisa simpática. Preguntó sobre su noche (sí, oscureció en algún momento) y Sakura sonrió a respuesta.
—Mucho mejor ahora.
—Oh, eso suena a que hubo problemas antes —tarareó la chica sin comprometerse mucho a una conversación.
—Personas prepotentes, sólo eso —mencionó de pasada, buscando en el interior de la chamarra su cartera.
—Que terrible.
Sakura abrió la boca para responder, pero sintió un aliento pegado a su oreja descubierta. Se estremeció de pies a cabeza y se llevó una mano ahí, virando el rostro hasta encontrarse con los ojos negros del azabache, muy cerca de ella que percibía parte de su aliento.
—¿Supongo que mejoré tu mal día?
¡Ah, tremendo hombre! Se sonrojó furiosamente y dio un paso al costado sin responder, el corazón se aceleró dentro de su pecho al escuchar la risa baja de Sasuke. Él sabía lo que provoca en ella y lo hacía adrede. Reaccionó rápido apartando los productos de la banda que eran suyos.
La cajera inclinó la cabeza, contemplativa. Sakura esbozó media sonrisa temblorosa, tratando de dispersar su sonrojo.
—E-Estos serán aparte.
—No, cóbralo todo junto —alegó Sasuke ya con tarjeta en mano metiéndolo en la terminal. Sakura boqueó ¡¿cuánto sacó su propia tarjeta!?—. Lo pagaré.
—Pero esto es mío.
—¿Y?
—... No puedes pagarlo todo.
—Recuerdo que una vez dije que yo decido cómo y con quién gastar mi dinero.
Verde y negro se miraron, en una lucha de miradas que no llevaría a ningún lado. Sakura frunció las cejas, persistente y Sasuke enarcó las suyas, entrecerrando los ojos mientras una sonrisa perezosa se deslizaba por sus labios, como si supiera que ese gesto la haría ceder.
Demonios.
Su nerviosismo la hizo ceder. Apartó la vista con un dolido suspiro sabiendo que él jugaría sucio si insistía. Permitió que la cajera terminara de pasar el producto y el pitido de cobro se efectúo. Sin embargo, sucedió que la cajera de pronto esbozó una sonrisa de oreja a oreja y aplaudió una vez.
—¡Son nuestra pareja número cien del día! ¡Felicitaciones, se ganaron un boleto para nuestro sorteo!
Ocurrió tan repentinamente que Sasuke y Sakura, en proceso de recoger las bolsas, giraron el unísono con expresión desconcertada a la cajera que ya había sacado de quién-sabe-dónde una caja adornada con letras grandes de "SORTEO DE NAVIDAD, QUE VIVA EL AMOR DE LOS TORTOLITOS" y lo extendía a ellos.
Pronto Sakura boqueó, emocionada.
—¡Oh, oh! ¡Me encantan los sorteos! —exclamó entusiasmada. Ella hacía lo mismo en la tienda de conveniencia en la que trabajaba hace poco más de un mes.
Junto a ella, Sasuke miró la caja con intriga, especialmente la leyenda como si estuviese complacido.
—¿Qué clase de sorteo es?
—Es sencillo. Hay tres premios: si sacar la esfera azul, puedes elegir llevarte un par de panecillos recién hechos de la vitrina. La esfera verde son cupones por dos tazones de ramen en Ichiraku Ramen del restaurante de enfrente, y la roja es nuestro premio mayor. ¡Un viaje a las aguas termales en inicio de año!
Sakura jadeó, más extasiada.
Sasuke le dedicó media mirada, pero ella no se percató, más centrada en rezar por su suerte, repetir su número del año y mover las muñecas como si estuviese entrenando para salir a la batalla.
—Cada premio, además, viene con un par de fotos instantáneas. Sin embargo, si sacas la esfera negra no tienen derecho a reclamar el premio. Esto se basa en suerte ¿se animan?
—La pregunta ofende. —Se rio Haruno acercándose más a la caja.
Metió la mano removiendo el sin fin de esferas, estimando si debiera o no demorarse. Sea cual sea el premio se sentirá satisfecha, la comida siempre es deliciosa, y gratis mucho mejor. No es que sea aprovechada, pero es una chica de último año de preparatoria que corre tras las ofertas, se administra en llegar al fin de mes y llora de alegría cuando ve promociones. Así que sí, esto sería como un regalo de navidad para ella.
Que no sea negro, que no sea negro...
Sacó la mano revelando una esfera verde.
—¡Sí, comida! —gritó dando saltitos.
—Felicidades ¡te llevas los cupones por dos tazones de Ramen Especial! —la cajera aplaudió junto con otro chico bajito que apareció de pronto, su compañero quizá. Tenía en la mano la cámara instantánea.
—Gracias, gracias.
Ante los aplausos que parecían más una exageración, Sasuke se rio en secreto con una expresión enternecida, viendo a Sakura emocionarse al recibir los cupones. Ella era ajena a lo que provocaba en él. Nunca apartó los ojos de su rostro resplandeciente.
—Ahora la foto.
Sakura se cohibió un poco retrocediendo instantáneamente.
—Estoy bien así, no soy muy fotogénica...
—¿De verdad? ¡No pierdas la oportunidad de tomarte una foto con tu novio! —dijo la cajera guiñando el ojo de modo cómplice, Sakura se sonrojó de nuevo casi de inmediato.
¿Por qué todo el mundo parecía llegar a la conclusión que Sasuke y ella son pareja? Escuchó los susurros de las personas en el anterior establecimiento mientras se marchaban. Los "qué bueno que su novio intervino, esa mujer si estaba loca" y "¡no imagine que tuviera un novio joven, y rico por lo que entendí!".
No no no.
Eso le da esperanzas. Mismas que no ha querido afianzar.
No puede ignorar su enamoramiento por Sasuke, uno que crece día con día. Con cada gesto. Con cada mirada. No se trata solamente de la atención, sino de todo él. Su voz. Sus ojos obsidiana. Su risa que parece un tono gentil y agradable con ella. Cada vez que su nombre sale de su boca. Cada descubriendo de sus hábitos. Todo afianza sus sentimientos.
Del amor.
De la posible desilusión.
Ella no es ajena al desamor. Todavía teme que la traicionen de nuevo. Hay algo peligroso con enamorarse porqué es dar tu corazón en las manos extendidas, ansiosa por compartirlo. Porqué el amar, es dar armas a la otra persona para destruirte.
Ya no quiere tener el corazón roto.
No es del todo ajena a la manera en que Sasuke la trata. Hay un tipo de atracción mutua en ambos, una química natural que comparten al mirarse a los ojos, pero no es lo mismo esa atracción física que los sentimientos involucrados. Las personas pueden tener una relación basada en atracción sin emociones profundas.
Así son las cosas.
—É-l n-no es mi... —murmuró sin aliento.
—Ciertamente es una gran oportunidad —alegó Sasuke interrumpiéndola, pero no molestándose en corregir la afirmación de la cajera.
Sakura lo miró escandalizada cuando la cajera dijo un "acérquense", estuvo a punto de correr importándole poco si se avergüenza ella misma, pero no sabía si podría soportar tenerlo tan cerca por tercera vez en el día.
Casi le da un infarto al sentir una mano deslizándose por su cintura, en el mismo lugar que tocó en antes y no solo esto, esta vez otro brazo se unió abrazándola por detrás y fue empujada a un pecho ancho y firme, con aroma a menta y madera que le mareó. Atinó a poner las manos en los antebrazos que la sostenía, mirando la unión, podía sentir como rostro ardía. Tanto que lo creía lo físicamente imposible.
Su cerebro hizo cortocircuito al sentir los mismos labios que quiso besar antes pegados a su oreja, hablando con voz ronca.
—Sonríe para mí, cariño.
Al decir eso, los pensamientos de Sakura explotaron con anhelo, de un querer profundo. Persistiendo con la mirada baja y el flash la trajo de regreso, una y dos veces y alzó la vista. No tuvo tiempo de sonreír, de cambiar su expresión y ni se diga de intentar controlar el sonrojo de su rostro.
Cerró los ojos, cohibida y sumamente nerviosa. A la altura del pecho de Sasuke sentía los latidos de su corazón, sus manos envolviéndola en el contradictorio conseguir de sus acciones. Dedos largos sobre su cintura que se deslizaban sin prisas.
Cariño.
Él la llamó cariño.
Hiperventiló un poco, tratando de tragar el nudo de su garganta cuando Sasuke se separó y alcanzó ambas instantáneas.
—Que encantador sorteo, debería venir a comprar más menudo.
La cajera parecía que hubiera visto una escena romántica de una de sus series favoritas. Incluso el chico de atrás estaba rojo, apartando la vista como si hubiese visto algo muy íntimo y fingiendo acomodar productos debajo del mostrador.
—¡Siempre tenemos cupones, torneos y canjes!
Sakura respiró hondo, moviéndose en automático para agarrar una bolsa y salir a paso rápido. De fondo un "¡gracias por participar, vuelvan pronto!" y unos pasos detrás familiares siguiéndola.
Trató de controlar su desbocado corazón de regreso. No habló en el trayecto, centrándose en mirarse las manos y tratar de regular sus pensamientos. Por gracia o consideración, Sasuke guardó silencio y no preguntó qué le ocurría, quizás con sólo una mirada pudo entender algo y su expresión se transformó a una desprovista de emoción.
En el estacionamiento ninguno de los dos se bajó rápido en cuanto aparcaron. El automóvil seguía encendido y la calefacción sofocándola un poco. El silencio se extendió hasta que Sasuke fue quién suspiró y se pasó una mano por su cabello. Mechones oscuros se alborotaron ante su acción.
—Sakura, lo siento si te hice sentir incómoda.
La repentina disculpa sobresaltó a la aludida, finalmente lo miró. Se veía tormentoso con el ceño fruncido, la mandíbula apretada y los ojos entrecerrados. Sus ojos negros veían al frente y una de las manos apretaba con fuerza el volante.
—Entiendo si... no quieres mirarme después de que me sobrepasé.
Ella volvió a parpadear, estabilizándose un poco y no respondiendo.
—Déjame llevarte a casa. O si lo deseas, puedo llamarte un taxi.
—...
—Aunque mis intenciones nunca fueron ofenderte.
—Nunca me ofendiste, Sasuke-san —cortó ella no soportando ver esa expresión agravada, como si estuviera reclamándose a sí mismo. Respiró hondo al tener sus ojos puestos en ella, dándole toda la atención por fin—. Fue... repentino tu cercanía. Y...
Dijiste que éramos amigos. Me llamaste cariño. Quiero besarte, pero tengo miedo de que me lastimen de nuevo.
No habló por quizás unos minutos largos, en los que Sasuke estaba apretando y relajando el puño, esperando paciente.
Sakura fue un poco letal al susurrar: —Y fue incómodo.
Sasuke aspiró profundamente: —Lo-
—Pero no fue un incómodo malo —aclaró ella con valor, mirándolo fijamente a los ojos. Notó que la mirada contraria se tornó contrariada—. Yo solo...
Ah ¿por qué le costaba mucho expresarse adecuadamente con sus emociones?
Bajó los ojos, llegando al punto de retroceder. Al final, siempre protegerá su corazón. ¿Qué dirá Sasuke si dice que le incómodo por qué una parte de ella se emociona por ver cierta correspondencia, y la otra grita que quizás, muy remotamente, esté bromeando con ella?
No lo soportaría.
—... Necesito pensar. —Fue lo único que dijo, mirándolo con súplica, inclinándose un poco a él—. ¿Podemos hablarlo después? ¿Por favor?
Él la miró profundamente y respondiendo de inmediato: —Cuando estés lista.
Una promesa.
Sakura no escatimó pensamientos mientras subían por el elevador, soportando más silencio con cierta tensión. Contrario al de antes, esta es envolvente, anticipatoria y conocida. Una que provocaba que los ojos verdes de Sakura buscaran la mirada de él a través del espejo del ascensor, encontrándolo que Sasuke nunca apartó los ojos de su reflejo, contemplándola en silencio.
La intensidad en que le devolvía la mirada era tan aplastante, sofocante, pero al mismo tiempo electrizante estar entre cuatro paredes. Ella tragó grueso y respiró hondo, ofreciéndole una pequeña sonrisa tentativa, temblorosa y un tanto apenada.
Él le devolvió automáticamente el gesto reflejando incertidumbre, culpa y recriminación en su mirada.
A partir del incidente algo cambió.
Teniendo días libres de la escuela, Sakura arribó al departamento por las mañanas en los días designados, marchándose antes de que Sasuke llegara. Es más que consciente de su propio movimiento cobarde, pero no sabe cómo poner cierta distancia para pensar.
A decir verdad, Sasuke contribuyó mucho a no verse las caras. Cuando Sakura se encontraba con Itachi este se quejaba de la ausencia de su hermano y que llegará demasiado tarde del trabajo como para divertirse. Lo suficiente cansado como para dormirse sentado en el sillón cuando pretendían conversar.
Independientemente de lo que sucedió (o no sucedió) Sakura no podía evitar preocuparse por la excesiva carga laboral de Sasuke.
Lo peor es que cada vez que abre su conversación en el celular, dispuesta a enviarle un mensaje, le embarga cierto miedo y lo deja estar. Con el paso de los días se dio cuenta de dos realidades que la dejaron helada, encajándose en sus pulmones.
Uno, está enamorada de Sasuke.
Y dos, tiene miedo.
Pero no es un miedo infundido.
En su corta vida e (in)experiencia conoce lo que es tener un corazón roto. De confiar en alguien plenamente y esa persona destroce tus ilusiones, aplastando tu corazón y traicionando tu confianza.
Hasta el día de hoy por eso no confía en muchas personas. Sonríe y trata con entusiasmo y alegría, pero es selectiva sobre quienes entrega esa confianza.
Porqué ya aprendió y de mala forma.
Su abuela le ha dicho que no debería encerrarse en su propia miseria y continuar. No todas las personas son terribles y Sakura lo sabe. Por Dios, está consciente que no todos los hombres son patanes, idiotas, malnacidos o mentirosos.
Lamentablemente no ha tenido los mejores ejemplos, su padre y su exnovio solamente lo confirmaron.
La única persona que se salva es su hermano, y bueno... Sasuke, porqué hasta ahora no ha hecho nada para herirla. Y espera que nunca lo haga.
Estaba tan sumergida en esto que agradeció enormemente cuando Ino la arrastró al centro comercial con la excusa de comprar regalos de navidad. Cayó presa de las compras habituales y sobrepobladas de la sociedad. Ino se quejaba al salir de cada tienda que los regalos que quería comprar se agotaban rápido, Sakura se reía de ella por debajo, alegando sobre su falta de anticipación al adquirir los regalos.
—Las compras anticipadas son para gente que no le gusta vivir la adrenalina de pelearse con una señora al azar por el último par de calcetines de Capitán América —alegó Ino cruzada de brazos. Sostenía una bolsa decorativa contra su pecho, como si fuese lo más apreciado del mundo.
—Como tú hace rato ¿no?
—¡Es que no entiendes la emoción!
Sakura se rio.
—La comprendo, pero sabes que no me gusta engentarme demasiado —se excusó esquivando a un par de personas—. Navidad siempre es una temporada loca y el centro comercial se abarrota más de lo normal.
—¡Aaaaah! Debí venir contigo cuando viniste antes a hacer tus compras. —Ino se quejó todo el camino a la siguiente tienda.
Ciertamente Sakura anticipó sus compras: un nuevo juego de estambres para su abuela Chiyo, un libro edición especial que su hermano apreciaría mucho; un brazalete a juego para Ino y...
Una bufanda para Sasuke.
Suspiró internamente. Al final, todos sus pensamientos se remontan a él.
—¡Ahí está la blusa! —gritó Ino jalándola hasta casi quitarle un brazo. Sakura jadeó y la siguió casi corriendo.
Lo que Ino buscaba era una blusa en específico para Kushina. El maniquí a unos metros lo exhibía en todo su esplendor, el problema era que la tienda estaba tan abarrotada que Sakura sudó frío. El pensar en meterse a toda esa multitud de mujeres luchando por las últimas ofertas le pareció cansado. No dudaría ni un segundo si se tratase de algún tipo de oferta de comida o descuento, pero...
Detuvo su andar e Ino casi se cae al frente.
—Te esperaré aquí ¿sí? —instigó señalando el par de bancos alejados de la multitud—. No creo quepamos la dos allí.
Una excusa barata e Ino lo sabía, sin embargo, no objetó ante las prisas. Prometió volver muy rápido y salió corriendo con un grito de guerra. Sakura la observó irse conteniendo una risa, veía desde esa distancia como Ino se sumergió a una pelea con otra chica al querer la misma blusa. Esperaba no terminara mal o tendría que intervenir... como suele hacer.
No es que Ino sea problemática, pero su lengua descarada y sin filtro en ocasiones las metían en problemas. Había pasado muchas veces y no le alcanzan los dedos para contar las ocasiones que tuvo que esconderse en pasillos de establecimientos casi gritándole a Ino por su imprudencia. Al final se reían, pero en el momento no era muy gracioso.
El celular vibró y lo sacó a la velocidad de la luz. Se sintió mal ante la decepción que experimento al ver que era un mensaje de su hermano. No es que lo evitase, pero esperaba ver el nombre de Sasuke en la pantalla.
Sakura contempló el mensaje. Su hermano estaba a punto de abordar el vuelo y llegaría al día siguiente durante la mañana. Le alegró en medio de su tormentoso caos interno. Después de medio año por fin lo vería frente a frente, necesitaba con urgencia uno de sus abrazos aplastantes y llenos de afecto, protección y cariño. El único amor fraternal que ha conocido, lo más parecido al amor de padre que tuvo, porque el propio se lo negó desde su nacimiento.
Haciendo cálculos mentales sobre el horario aproximado en que llegaría, no percibió que alguien la mirada persistente desde la distancia.
Y tampoco que esa misma persona se acercó.
—¿Sakura?
Fue hasta que escuchó su nombre en labios ajenos que se quedó completamente estática, con el celular en la mano y los ojos ensanchándose de par en par.
Imposible.
No puede ser.
De entre todos los lugares ¿encontrar a su exnovio aquí?
Sintió un frío extremó mientras alzaba lentamente la vista y se topaba con unos ojos negros, mismos que parecían impresionados al verla. Ella no estaba lejos del sentimiento, pero también había cierto pánico.
—Kiba —murmuró apenas audible.
Cuando pensó que su día podía mejorar, estuvo muy equivocada.
Siendo sincera, Sakura siempre estuvo consciente de la probabilidad de toparse con Kiba en el futuro. No es como si se hubiese mudado a otra cuidad o país, pero esperaba que la inmensidad de la ciudad fuera suficiente para no toparse nunca más. Ni verlo de lejos como ocurrió días atrás en la estación de metro de camino al pent-house, o tenerlo frente a frente en medio del centro comercial.
Con los labios sellados y apretando el celular apenas le dio un vistazo. Desde la última vez que lo vio, a eso de un año, no había cambiado, a excepción que traía el cabello un poco más largo con su habitual desorden salvaje y unos rasgos más pronunciados. Por lo otro, Sakura no quiso indagar más.
Simplemente quería desaparecer. Ocultarse, que Kiba la dejase de mirarla tan impresionado.
—Por un segundo pensé que no eras tú —alegó él con un extraño tono de voz, acercándose. Sakura se levantó de sopetón con la intención de alejarse, pero su cuerpo no respondió. Permaneció de pie, viéndolo detenerse a una distancia tan corta y estirar la mano, atrapando un mechón suelto—. Siempre solías tener el cabello corto, ahora es... largo y de otro color.
Lo es. A Sakura le encanta mucho su cabello, es la parte que se permite ser vanidosa. Lo que cuida con esmero y dedicación como sus plantas. Desde la última vez que se lo cortó nunca dejó que ninguna tijera pasara por algún mechón, y ahora que tiene a Kiba frente a ella, recuerda por qué se tiñó de rosa su cabello.
"¿Quién te querría con una apariencia así de aburrida? Eres tan sosa que el solo mirarte es un calvario".
Sí, le dio justo en su autoestima.
Por eso cambio de apariencia. Por qué no quería que nadie más hablara en contra. Un día caminó frente a una estética y entró sin contemplaciones pidiendo asesoría para un color adecuado. Salió de ahí dejando atrás la chica que le rompieron el corazón y con una nueva apariencia que le encantó.
Aunque al principio lo hizo por despecho, continuó tiñéndolo por gusto.
Al sentir como invadían más su espacio, Sakura reaccionó y retrocedió, llevando el celular a su pecho y tratando de estabilizarse y poner distancia. Mucha distancia.
—No me toques.
Kiba enarcó una ceja, enderezándose. Él era alto, una cabeza más que ella. Pero no la persona más alta que ha conocido, Sasuke es-
Negó con la cabeza ¿por qué siempre pensaba en él?
—Antes te gustaba que te tocara y diera halagos —estimó Kiba en ese tono pensativo, había algo en sus ojos, un centellante de diversión insana—. Por ejemplo, lo hermosos que son tus ojos verdes. Tu cabello antes negro con matices azules, lacio y tan suave...
—Tú nunca dijiste eso —mordió Sakura sintiéndose mareada a cada palabra que él decía. De las que alguna vez quiso escuchar y nunca recibió.
Ahora que lo piensa, al verlo de frente, escuchándolo hablar así ¿cómo pudo siquiera atraerle Kiba?
—Oh, claro que lo hice —sonrió él—. En cada caricia que te brindaba, en cada beso que compartimos. ¿No lo escuchabas?
Sakura tragó grueso, con el mal presentimiento envolviéndola. Le temblaron las rodillas y se heló de pies a cabeza.
—Cierto —tarareó Kiba, como si olvidase un dato muy importante—. No podías. Estabas tan absorta de todo el placer que te brindaba. Que te hacía gritar mi nombre y-
—¡Basta! —gritó ella.
Fue lo suficientemente firme y fuerte para atraer la atención de las personas a su alrededor, algunos dieron miradas y otros siguieron lo suyo con tanta facilidad.
Sakura quería esa fuerza de voluntad. Quería ser la versión de sí misma que gritaría, atravesaría a Kiba con una cachetada y se marcharía sin mirar atrás. Pero hay algo en su cuerpo, en su mente que la tiene paralizada. Recuerdos que se esforzó en enterrar bajo llave salen a la luz, de heridas que cicatrizaron y amenazan con abrirse nuevamente.
Una vergüenza de ser tan débil, como un animal acorralado y teniendo pavor absoluto que el cazador la descuartice por completo, pero sin atreverse a moverse por el pánico.
La sonrisa desprovista de calidez se asomó en los ojos de Kiba, quién se acercaba. Esta vez, Sakura retrocedió, más y más hasta chocar con unas sillas cercanas a un café. A su alrededor un par de chicas la miraron, murmurando entre sí. No les prestó atención.
—Mi querida Sakura ¿acaso te avergüenza escuchar todo el sexo que tuvimos?
—N-No hicimos nada —alegó con un hilo de voz, en parte mentira, en parte verdad.
Jamás culminaron, y vaya que es lo único que Sakura aprueba de sí misma. De ser miedosa en aquel tiempo y no entregarse por completo. Sería peor, aún peor tener recuerdos muy íntimos con él. Kiba siempre fue rencoroso, en el tiempo que estuvieron junto nunca lo mostró con ella. Pero lo que causó su ruptura salió a flote esa personalidad a todas luces.
Siempre vio deslices, pero fue tan ingenua, tonta, confiada al creer que él cambiaría.
Nunca lo hizo. Y le destrozó el corazón por completo.
—Eso dices tú. Pero apuesto que todavía recuerdas mis manos recorriendo tu cuerpo, mis labios sobre los tuyos.
No, no lo hace. Afortunadamente Sakura pasó esa fase hace demasiado tiempo.
Al igual que su separación.
Algo frío y feroz se enfrascó en su pecho al ver a Kiba intimidándola con éxito. Rasgó el velo de sus nervios, del miedo, de la parálisis que embargó cada extremidad. Todavía le tiemblan las rodillas, su cuerpo está pesado y la respiración acelerada. Pero se prometió a sí misma que no dejaría que nadie la insulte o intimide.
Y está rompiendo esa promesa.
—Lo único que me generan tus recuerdos es repulsión —dijo ella en un ataque de valentía.
Kiba enarcó ambas cejas, impresionado por sus palabras. Luego se echó a reír, largo y tendido, como si no pudiese creer lo que escuchó. Sakura se quedó muda, tratando de descifrar su comportamiento.
—¡Es impresionante tu actitud! Querida ¿por fin sacaste tus garras? —expresó Kiba en medio de su risa, estirando la mano con intención de tocarla—. Que fascinante te has vuelto. Antes no me alzabas la voz, y ahora-
Sakura le dio un manotazo, impidiendo que la tocase.
—No me toques.
—Sé que lo anhelas.
—Ya quisieras.
Algo desagradable se filtró en la expresión de Kiba, chasqueando la lengua, la ignoró y estiró de nuevo la mano.
Pero, esta vez, no llegó a tocarla. ¡Ino apareció repentinamente por el costado lanzándole un café a la cara!
Kiba se apartó, frotándose el rostro enrojecido mientras gritaba: —¡Ah, maldita sea! ¡¿Qué carajo!? ¿¡Quién fue!?
Lo que no vio, fue cómo Ino prensó la muñeca de una estática Sakura y jaló hasta correr por el centro comercial, dejando atrás a un Kiba desesperado en tratar de ver por dónde huyeron.
—¡No puedo creer el cinismo de ese bastardo! ¿Acosarte en medio de un centro comercial? ¡Es tan asqueroso! ¡Y todavía pretender tocarte! ¡Maldito, hijo de mierda! ¡QUE SE MUERA!
Los gritos de Ino acompañaron los pensamientos caóticos de Sakura caminando por el estacionamiento, dónde cortaban camino para salir a la estación del metro. Sosteniendo el celular en mano, Sakura daba un paso frente al otro por inercia. No había pronunciado palabras e Ino se dedicaba a maldecir a los cuatro vientos a Kiba.
Sakura no está lejos de querer hacerlo.
No es hasta que llegar a la entrada de la estación del metro, con el frío aclarándole la mente, los copos de nueve cayendo y la mente hecha un caos, que capta una de las tantas preguntas de Ino.
—¿Te hizo algo más? ¿Te encuentras bien?
Sakura no tuvo fuerzas para sonreír, simplemente asintió, apretando el agarre de manos en la que Ino la sostuvo. Un bálsamo en medio de la cruda realidad. Una aplastante, de la que se dio cuenta que todavía es una cobarde. Que se queda paralizada del miedo y temor antes el peligro y no puede salvarse a sí misma.
Está cansada de siempre necesitar a alguien.
—Estaré bien —murmuró absorta.
Tiene que estarlo.
Porqué no quiere seguir con ese ciclo. Del dolor, de quedarse estancada en miedos pasado y no poder avanzar.
Quiere enamorarse, pero no así. No con el miedo constante de la traición.
No se merece esto.
Nadie lo merece.
*saca micrófono* les dije que no pude evitar poner un poco de drama. Pero ¿qué es la vida con drama? Prometo que este fic no es mucho dolor como otros, porqué aquí SasuSaku es más miel sobre hojuelas, amor. Sí, habrá uno que otro malentendido, pero ¡nada por lo que les quitará el sueño! ... o eso espero :)
Por otro lado, que tensión con Sasuke y Sakura ¿eh? Qué creen que pase con Sasuke? ¡Lo veremos después!
Y ya vimos que es Kiba el ex-novio malnacido -saca su bate- a Sasuke no le gustará esto...
¡QUIÉN QUIERE UNA PELEA A PUÑOS! -alza su mano-
En fin, gracias por leer y ser pacientes. Prometo que seguiré actualizando, en algún momento...
¡Nos leemos pronto!
Alela-chan fuera.
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