Único
Hansi caminaba lentamente por las calles de Barcelona, acompañado únicamente por sus recuerdos.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo en esta ciudad, y aunque el paisaje seguía siendo tan hermoso como lo recordaba, para él, las calles aún llevaban el ese dolor de aquel último invierno.
Casi veinte años habían pasado desde aquel funeral, aquel día de invierno, la risa de su mejor amigo, había quedado atrapada en su memoria como un recordatorio cruel de que la vida era como una vela, hoy esta encendida y mañana... Quién sabe.
Hansi había perdido mucho ese invierno, perdió a su confidente, su hermano de otra sangre.
Recuerda lo destrozada que se oía la voz de Magdalena esa tarde de diciembre, la joven casi no podía pronunciar palabras.
Pero basto una única frase para que Hansi supiera que una parte de su alma había dejado el mundo.
—Se fue...
Se fue el chico de sonrisa luminate, el loco con espíritu de niño inquieto, el de los planes locos, el chico que había salido corriendo por todo su barrio gritando de alegría que sería padre.
Se fue ese chico que lloro como niño cuando escuchó por primera vez los latidos de su hijo.
Se fue sin tan siquiera conocer a ese hijo que se había robado su corazón.
Pablo estaba cubierto de polvo y con las manos llenas de cajas viejas, había subido al ático con la intención de buscar unas cosas que su madre necesitaba, pero en el proceso, algo llamó su atención.
"De Papá para Pablito". Decía la caja.
Con el corazón latiendo más rápido, Gavi movió las cajas hasta poder tomar la que quería.
Habia muchas cosas, muchos libros de cuentos, pero en uno de ellos había una foto vieja entre las páginas.
La tomó con cuidado y observó a los dos hombres sonrientes en la imagen, reconoció a uno de inmediato.
—Papá...
El otro hombre era desconocido para él, pero parecía cercano a su papá, en la parte trasera de la foto, había algo escrito con una letra pulcra.
"Si alguna vez necesitas algo y no estoy, llamalo a él, soy yo solo que en otro cuerpo, un poco más gruñón y panzoncito, pero con el mismo corazón.
PD: Papá te ama desde siempre y para siempre, este dónde esté.
PD de la PD: Se llama Hansi :)
Gavi tragó saliva mientras leía esas palabras, era extraño cómo un pedazo de papel podía pesar tanto, bajó corriendo del ático, olvidándose por completo de las cajas, y buscó a su madre.
—Mamá, ¿Conoces a alguien llamado Hansi?
Su madre, se veía sorprendida por la pregunta, dejó de doblar la ropa y levantó la mirada hacia su hijo.
—Claro que sí, amor, Hansi era el mejor amigo de tu padre, ¿Por qué preguntas?
—Encontré esta foto en el ático.—Dijo Gavi, mostrándosela.
—Papá escribió que lo llamara si alguna vez lo necesitaba.
Su madre sonrió con nostalgia.
—Hansi fue como un hermano para tu padre, iempre estuvo ahí para él, no sé si aún vive en Alemania, pero tengo su número guardado.
Gavi tomó el número con cuidado, como si fuera un tesoro, y se encerró en su habitación.
Era raro pensar que estaba a punto de llamar a alguien que, en teoría, debería haber sido como un tío para él, pero que no conocía en absoluto.
Marcó los números con los dedos temblorosos.
—¿Sí? —Respondió una voz grave al otro lado de la línea.
—Hola, ¿Es usted Hansi?—Preguntó Gavi, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía.
—Sí, ¿Quién habla?
—Soy Pablo Martín Neuer Gavira...
Hubo un largo silencio, Hansi sintió como si el tiempo se detuviera, ese nombre... Ese nombre que había escuchado por última vez en los labios de Manuel.
—¿Pablo? —Su voz se quebró un poco.
—¿El hijo de Manuel?
—Sí... Encontré una foto de mi papá, dijo que lo llamara si alguna vez lo necesitaba.
Hansi necesitó un momento para recuperar el aliento antes de responder.
—¿Dónde estás?
—En Barcelona.
—Yo también estoy aquí, dime dónde y voy a verte.
Hansi llegó al pequeño café donde Gavi había sugerido reunirse, lo vio antes de que él lo viera; un joven de cabello castaño, con una mirada intensa y un aire que le recordaba tanto a Manuel que le dolía.
—¿Señor Hansi? —Preguntó Gavi, alzando la vista.
—Sí.—Respondió el hombre mayor, sonriendo suavemente.
Gavi extendió la mano, pero Hansi lo abrazó en lugar de eso.
—Es como si estuviera viendo a tu padre otra vez.—Dijo Hansi, con lágrimas en los ojos.
Pasaron horas hablando, Gavi le contó sobre su vida, sus logros y sus sueños, mientras que Hansi le compartió historias sobre Manuel que Gavi nunca había oído antes.
¿Quién diría que su papá perseguía a las gallinas de sus vecinas?
—Hay algo más... —Dijo Gavi, de repente nervioso.
—Nunca aprendí a andar en bicicleta, mi mamá me dijo que mi papá siempre quiso enseñarme, que desde que se enteró de que venía en camino, incluso me había comprado una bicicleta antes de nacer, pero... Nunca pudo tan siquiera verme.
Hansi sonrió, conmovido.
—Entonces, déjame hacerlo yo.
Al día siguiente, Hansi llevó una bicicleta al parque donde había estado el día anterior, Gavi, estaba algo avergonzado, pero se subió mientras Hansi sostenía el asiento.
—No te preocupes, Pablo, si te caes, estaré aquí para levantarte, siempre.
Gavi giró la cabeza y lo miró, sus ojos llenos tenían ese mismo brillo que Hansi pensó que nunca volvería a ver.
—Gracias, Hansi.
—No me agradezcas niño, es algo debí hacer hace mucho... Tu papá me hubiera jalado los pies si me hacia más viejo y más panzon sin enseñarte.
Gavi rió, y mientras daba sus primeras vueltas tambaleantes, Hansi lo observó con orgullo, sintiendo que, de alguna manera, Manuel también estaba ahí, riendo y alentando a su hijo desde algún lugar.
—Es como la primera vez que te subiste a una bicicleta Manu... Incluso fue aquí.—Dijo Hansi con una pequeña y traicionera lágrima.
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