El Armario.
Perdí la noción de cómo corrí hasta que mis rodillas golpearon el césped del jardín, comencé a cavar la tierra con mis propias manos justo donde meses atrás Deutschland me señaló, allí estaba la mochila una vez más, esta vez forcé el cierre oxidado con mis manos irritadas hasta que se rompió dejando caer las cosas.
Pasaportes, documentos, fotografías carcomidas por la humedad de la tierra, incluso un pequeño estuche con gafas como las que él tenía puestas. Cualquier cosa que pudiera haberlo identificado estaba en esa mochila pero ¿Por qué realmente esto estaba enterrado?, comencé a pensar en todo, mis padres nunca me dejaban estar sola afuera y tampoco me dejaban salir con ellos.
La respiración me falló durante un momento hasta que otra cosa golpeó mi mente, no lo habían visto salir de casa, entonces palidecí y él pareció saber lo que estaba pensando y señaló al cobertizo de herramientas de mi padre.
La pared hueca dentro del armario de mi habitación.
—Ve hermana, tú sabes qué hacer.. –Murmuró, su voz sonaba cada vez más baja y lejana además de empezar a tornarse gris—.
Tomé las cosas regresándolas a la mochila como pude como mis manos temblorosas y corrí al cobertizo a tomar un mazo, el mundo a mi alrededor parecía haberse detenido al igual que todo el ruido del bosque que nos rodeaba hasta que llegué a mi habitación con las piernas temblando. Dejé caer la mochila terrosa sobre mi cama, abrí de golpe las puertas del armario y solo golpeé la pared sin pensar en más, porque si me detenía la paranoia iba a carcomerme completa.
Algo que no te dicen sobre los cadáveres, es que si están atrapados en un espacio hermético, como una pared, no se descomponen realmente.
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