Capítulo 8
Dylan, la simple mención de su nombre me hacía sonreír. Desde que hablamos por primera vez afuera del despacho del director, él ha sido el único— Aparte de Allison, pero de ella voy hablar luego— que ha logrado hacerme sentir cómoda y aceptada. Pasaba conmigo los recreos –Desafortunadamente en estos también aparecía Ethan– y me llamaba por el megáfono cada vez que me tocaba Matemáticas.
Dylan me había contado que el profesor era un ogro verde disfrazado de licenciado con sueños frustrados de ser político. Me lo había vuelto a topar cuando estaba afuera del despacho del director esperando a Ethan. Ciertamente la única razón que no me había ido y dejando solo al Mono Subdesarrollado era porque no conocía el lugar, no tengo tan buena memoria para recordar el minitour que Dylan amablemente me había dado, y pedirle a Dylan me llevara por la escuela de nuevo se me hacía vergonzoso.
Dylan noto mi cara horror y miedo, algo que le causo risa, lo miré feo y esperé que me respondiera con una mirada similar —como lo haría Ethan—, pero no. Él me sonrió, colocó su brazo sobre mi hombro de una manera amistosa y con una voz tranquilizadora me dijo:
"No te preocupes, yo te salvo"
Al principio no entendí a que se refería con "Yo te salvo", pero no me molesté en preguntar. Solo asentí y sonreí, como siempre hacía cuando estaba con él. Por alguna razón, su presencia me ponía nerviosa, cerraba mi garganta, limitándome a decir monosílabos o simplemente hacer ademánes. Él, por otro lado, no parecía mucho molestarme mi mudez. Aunque nunca perdía la oportunidad de hacerme sonreír o tratar que dijese mas que los simples monosílabos SI/NO.
Ethan salió segundos después de que Dylan y yo habíamos empezado nuestra pequeña conversación que más se basaba en recuerdos suyos del año pasado y yo asintiendo con la cabeza eufórica por saber más. No fue hasta que Ethan hizo un sonido con su garganta que nos dimos cuenta de que él estaba presente. Él miraba algo por encima de mi hombro con recelo. Ligera y disimuladamente giré mi cabeza para tener visión a lo que el veía. El brazo de Dylan aún seguía en mi hombros, rápida y torpemente me separé de él, mientras mis mejillas se tornaban un poco rosadas.
Ambos se saludaron con un movimiento de cabeza, acción que le dio paso a un silencio incómodo. Podría decir que pasaron minutos, pero yo tiendo a exagerar a veces las cosas así que no se cuanto tiempo habrán pasado ellos mirándose los unos a los otros. Demostrando su desagrado mutuo.
— Bueno... — dijo Dylan, cortando el silencio — Mejor me voy, Beth— me dio un beso en la mejilla y se fue antes de que yo pudiese reclamarle por el uso de apodos. Solté un suspiro, ya no valía la pena decirle algo sobre el apodo que me había puesto. Ya me había llamado así dos veces, no podía simplemente detenerlo. Aunque en realidad, no me molestaba el apodo. Nunca antes me habían llamado así, no traía a mi mente recuerdos que no quisiese recordar. No como "Lizzie" lo hacía.
Beth...
Bueno creo que puedo acostumbrarme a ese apodo.
— No me agrada— me dijo mientras empezábamos a caminar. No sabía para donde. Solo caminábamos sin rumbo alguno, como si fueramos los mejores amigos de toda la vida. Cosa que por obvia razones no éramos.
— Si, lose. Lo haces muy notorio cada vez que ves a Dylan— el bufó, como si la simple mención de su nombre le molestara— ¿Porque no te agrada?
Ethan me dio ese tipo de miradas que dice "Estas de joda, ¿Verdad?. Hay miles de razones por las cuales odiarlo"
—No me mires así. No veo porque le tienes tanto desagrado. Digo, él es buena persona, se nota que no es egocéntrico y hasta lo que lleva del día es el único en todo este establecimiento que se a dignado en preguntar como iba mi día. Sin-
—¡¿Como puedes saber eso?!— Me interrumpió prácticamente gritándome — ¡Él puede ser de esos locos que al principio son amables y todo! Pero...— Hizo una pausa dramática, para darle mas ridiculismo a su teoría— cuando menos te lo esperas, sacan un cuchillo, te cortan las entrañas y las venden por eBay— Terminó de decir mientras su brazos aun se seguían agitando como locos.
Si, claro. Estoy empezando a creer que él es el loco descerebrado aquí.
Giré los ojos.
—¡No me gires los ojos, Monstruo rosado hija de Satán! Soy mayor que tu, me debes respeto— Dijo mientras inflaba su pecho, como si ser un año mayor que yo fuese la gran cosa.
—¡Calla, un Mono Subdesarrollado con el cerebro tan pequeño como el tuyo, no merece nada parecido al respeto— y le saqué la lengua. Algo infantil de mi parte, pero no sabía que más hacer para callarlo.
—¿ Y encima de que me insultas de la manera más infantil que una adolescente pudo haberlo hecho, me sacas la lengua?— Él colocó su mano por encima de su pecho, en señal de falsa indignación.
— Yo...— No sabía como Ketchup responder a eso. Apreté mis puños y sentí el grueso libro entre mis manos. Sonreí maliciosa. Él puso cara de incomprensión, la cual no se fue hasta que mi hermoso libro le regaló un gustoso dolor de cabeza.
—¡Lizzie!— me regañó. Yo fruncí el ceño molesta.
—¡No me llames así!— le grité dandole un golpe en la cabeza por cada palabra que la oración contenía.
—¡Entonces, no me pegues en la cabeza!— me respondió sobándose la cabeza. Esta vez le había pegado mucho más duro que las anteriores veces. Por un momento me sentí mal, ya que era más que obvio que aquello iba a dejar chibolos. Luego recordé su estúpida teoría y la ridícula manía de llamarme por diversos apodos.
Cansada de nuestra discusión, di media vuelta y empecé a caminar a quien sabe donde. Solo quería estar lejos de el, simplemente ya no me importaba perderme en tremendo establecimiento. Si tenía suerte, me encontraba con Dylan y le pedía que me llevara a mi clase, que ahora que lo recuerdo era la principal razón por la cual me había quedado junto al Mono. Mi clase quedaba de camino.
Ethan me insistió dos veces por saber a donde iba, pero al notar que no iba a contestar, se encogió de hombros y caminó en dirección contraria a donde yo había salido caminando enojada.
Los pasillos estaban desolados, como era de esperarse. Todo el mundo estaba en clases, o bueno, al menos es donde deberían estar. Seguí caminando por un buen rato, buscando el Aula 15, pero parecía que esa aula no estaba por ninguna parte. Bufé rendida, mientras entraba al baño de mujeres.
Mi cabello seguía perfectamente peinado en una cola de caballo. Estaba entretenida mirando lo largo que estaba mi cabello, cuando un pequeño sollozo se escucho detrás mio. Giré mi cabeza en busca de su procedencia, pero no encontré nada que no sea puertas cerradas, me incliné un poco para ver si alguno de ellos estaba ocupado mientras que otro sollozo se adueñaba de el silencio que antes reinaba. Unos pequeños zapatos negros, igual a los míos, sobre salían de la segunda puerta. Temblaban y se movían, dándome señal de algo que ya sabia. Quien sea que estubiese adentro, estaba llorando.
Mentalmente discutí entre tocarle la puerta o salir dejarla llorando allí. Consulté los pro y los contra y mientras analizaba los sollozos aumentaban. Lentamente me acerque a la puerta y toque con los nudillos.
—¿Todo bien?— no hubo respuesta —Soy Elisabeth— No sabia que decir. No conocía a quien estaba adentro y peor la razón de llanto desconsolado.
—Vete, Elisabeth— se escuchó una voz entre cortada y triste. Muy triste. Necesitada de un abrazo.
—¿Necesitas un abrazo?— de nuevo no hubo respuesta. No por un buen tiempo. El silencio se hacía presente, ni siquiera sus sollozos lo opacaban. Por alguna razón había dejado de llorar.
—Si— soltó en un pequeño murmuro que a penas lo pude escuchar.
—Entonces sal— le respondí. El silencio reino de nuevo. Los segundos pasaban. El único sonido que se emitió fue el del cerrojo abriéndose y ella saltando a mis abrazos.
Lloraba desconsoladamente encima mío. La apreté contra mi, acariciando su cabello negro le decía que "Todo iba a estar bien". No sabia que pasaba con ella, pero fuera, lo que fuera. Ella necesitaba apoyo y alguien que le dijera que todo iba a salir bien. Y eso era exactamente lo que yo estaba haciendo. Lo que cualquier persona necesita cuando todo parece mierda.
Ella negaba con la cabeza y entre murmullos me decía lo jodida — sus palabras no las mías— que estaba su vida.
Después de un buen rato llorando sobre mi. Se despegó de mis brazo y susurró un pequeño pero sincero "Gracias", yo solo le sonreí como respuesta.
—Soy Allison, por cierto— dijo limpiándose un lágrima con la manga del suéter y luego me extendió lo mano.
—Elizabeth— tomé su mano y sonreímos. Sonreímos como ambos personajes de una película cuando saben que van a tener una larga amistad. Porque por alguna razón me sentí así. Nunca sabré si Allison también. Pero en lo que soy yo, yo si lo sentí. Sentí lo que al fin era tener una amiga.
—Wow, tu cabello— dijo empezando a hablar de una manera emocionada, como si mi cabello fuera impresionante.
Pasamos el resto del día, conversando en el baño. Niñas entraban y nos miraban como raras, pero honestamente no nos importaba, nuestra conversación era mucho más importante que sus estupidos comentarios sobre las mil y un enfermedades que nos podía caer por sentarnos en el piso del baño.
No pregunté la razón de su llanto, sabia que ella me lo diría cuando ella estuviese lista. Y yo respeté eso. Yo no pregunté y ella no mencionó.
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