Capítulo 1
La mayoría de historias comienzan con un diálogo, o describiendo una situación. Describiendo con detalle cada cosa que hay alrededor de los personajes.
Pero yo no recuerdo nada de eso, ni siquiera recuerdo que fue lo primero que le dije -solo estoy seguro que fue algo muy sarcástico, ¿o fue algo zarpado?- ni tampoco recuerdo con exactitud la ropa que ella o yo llevamos ese día.
Ni siquiera recuerdo que día fue.
Solo recuerdo lo básico.
Ella, su libro y mi dolor de cabeza. Desde el primer momento en el que nos conocimos, ella tuvo la manía de pegarme con un libro cada vez que hacía o decía– en algunos casos ambas acciones– algo que a ella le disgustase.
Sinceramente no recuerdo mucho sobre el día que nos conocimos.
Si me pongo a pensar en ese día, lo primero que se me viene a la cabeza es mi yo de aquel tiempo –uno muy atractivo y arrogante, cabe decir– tenía ganas de ir a molestar a la casa de Ryan, mi mejor amigo. Pero este ya me había advertido de que su nueva "hermana" llegaba a la familia.
La familia de Ryan, se cagaba en dinero. Tomaban un avión las mismas cantidades de veces que yo tomaba el bus para ir al colegio, tenían cenas elegantes y todo eso del mundo de los ricachones.
Lo único que marchitaba la felicidad del señor y señora Miller, era que no podían tener hijos.
Al principio sufrieron mucho. Lo se porque mi madre me contó que ella se quedaba hasta muy tarde en la noche consolado a la mamá de Ryan. Mi mamá en vista de la desesperación que sentía la Señora Miller por tener un hijo, le sugirió la idea de adoptar. Solo diré que hoy tienen cinco hijas y tres hijos.
Cada uno de nacionalidades diferentes. Tengo esa pequeña teoría de que quieren tener un niño por cada cultura en el mundo.
Aquel invierno –¿o era otoño?– Lana, la hermana mayor de Ryan, se había casado con un Alemán –cuyo nombre es imposible para un norteamericano normal pronunciar– y se iba a vivir con él en Alemania.
Sandy, la mamá de Ry, tomó la decisión de llenar el vacío de la casa con una nueva hermanita.
Esta vez, de orígenes latinos.
Siendo honestos, nunca me había interesado mucho en las hermanas de Ry, el las sobre-protegía mucho –tanto que cuando se anunció que Lana se iba a casar, a Ry le dio un patatús que lo mando directo al hospital– por eso siempre me mantuve lo más lejos posible de ellas, aparte de que todas eran mayores y estaba seguro que ninguna de ellas me haría caso.
Entonces, dejando de lado el tema de la extraña y multicultural familia de Ryan y volviendo al tema del día en el conocí a Lizzie.
Aquella tarde, sin hacer caso a la advertencia de que no me querían en su casa ese día, me presenté en la puerta.
Ryan me abrió la puerta y frunció el ceño.
—¿No te había dicho que hoy no vinieras?
Me preguntó él, yo me encogí de hombros y lo empujé para poder entrar.
La casa –mejor dicho mansión– de los Miller, estaba perfectamente arreglada. Incluso la fuente de ángeles, que se encontraba en el centro de la mesa de la sala de estar, estaba funcionando. Lo cual era un milagro ya que solo la prendían en ocasiones especiales.
Y la llegada de un nuevo miembro a la familia, para los Miller, era mucho más importante que Navidad o Año Nuevo.
En mesa de comedor se podía apreciar el cerdo con la típica manzana en la boca. Escuché a mi estómago gruñir.
—Ethan, querido. No te estábamos esperando— dijo Sandy con una sonrisa amigable.
Sandy por alguna razón me tomaba como uno más de la familia, y no es que me quejase, gracias a ellos conozco la mitad de Europa. Y más de la mitad de la población femenina en París, solo diré que son unas fieras por allá.
Lástima que los Millers no tengan una hija francesa.
La mamá de Ry, me invito a esperar con ellos la llegada de la nueva y luego a cenar con ellos.
Mi estómago volvió a rugir y la señora Miller lo tomó como una respuesta positiva.
Llevábamos esperando un hora, habíamos comido helado de fresa –mi favorito, ¿quizás es por eso que recuerdo ese detalle?– y las hermanas de Ry se estaban peleando entre sí ver Bajo la misma estrella o Votos de amor. Mientras que Ryan, sus hermanos y yo rezábamos porque la nueva y el señor Miller –quien la estaba esperando en el aeropuerto– llegarán antes de que las chicas alcanzarán a tomar alguna decisión sobre qué película ver.
Después de unos diez minutos la población femenina de la casa se había decidió por ver una de las dos películas, recuerdo que los chicos y yo mirábamos constantemente la puerta esperando que esta se abriese, ya que la mamá de Ryan no nos había dejado subir al salón de juegos ya que era tradición esperar a que llegase el nuevo todos juntos.
Sky, una de las mellizas asiáticas que en realidad tenía un nombre en coreano que significaba cielo. Solo que para todos nosotros era muy complicado de recordar y la habíamos bautizado con un nombre más sencillo para nosotros, estaba a punto de poner el disco en el DVD, cuando la puerta se abrió.
Recuerdo claramente como los tres hermanos y yo, saltamos de alegría y nos empezamos a abrazarnos entre nosotros.
Logan, el papá de Ryan, nos miró a todos con un ceja alzada.
El sostenía con alguna de sus manos la maleta de joven de pequeña estatura que se encontraba a su lado.
Si era latina, no lo sabía.
¿No se supone que las latinas son castañas y con curvas que matan?
La chica esta frente a nosotros era peli-rosada, tenía ojos azules y si tenía curvas no se le notaban por el suéter gigante que llevaba puesto.
En sus labios había una pequeña sonrisa tímida.
Sandy corrió a abrazarla, y la petisa se sorprendió, pero al segundo le correspondió el abrazo.
—Yo soy Sandy, y él es mi esposo Logan— supongo que dijo Sandy, la verdad yo estaba muy concentrado en el puerco que yacía sobre la mesa de comedor.
— ¿Y tú eres?
Mi mirada seguía posada en puerco, podía imaginarlo como me llamaba. Su hocico formulando mi nombre en un llamado para que me lo devorara.
—El amor de tu vida— respondí por pura inercia.
No diré que era un chico que buscaba una relación seria, porque no lo fui y no soy. Siempre fui y seré un jugador.
¿Qué puedo decir?
Amo el juego.
Ella me pegó con libro de pasta gruesa en la cabeza. Inmediatamente me sobé la zona afectada y me la quedé viendo.
Sus mejillas estaban levemente sonrojadas aunque de lejos, podría jurar que no se notaba, ya que sus lentes de marco grueso tapada justo la parte donde el color rojo carmesí se concentraba más.
—¿Qué te pasa?
Le dije molesto. Ella solo dio media vuelta y caminó hasta la silla del comedor que Logan le estaba ofreciendo.
Ella le sonrió y asintió sentándose en el asiento, dejando su libro sobre su regazo.
—Ethan, cariño. ¿No vienes a comer?- preguntó Sandy sonriente.
Yo asentí y tomé asiento entre Ry y la nueva.
Ryan me regaló una de sus miradas de reprobación y la testaruda pelirosa se limitó a ignorarme.
Quizás, después de todo, si recuerdo un poco más de lo que pensaba de ese día.
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