Capítulo 30: El comienzo del caos.
Todos están reunidos al frente de la plaza central de la aldea en plena noche, se ha dado una convocatoria de emergencia a todos los soldados y aprendices que hay en la aldea. El rey se prepara para revelar el nombre del traidor.
Los presentes se encuentran consternados por el repentino aviso de urgencia y no tienen idea de nada de lo que pasa. Algunos bostezan de cansancio, ya que fueron despertados por las alarmas de la aldea Claro Este.
—No hay tiempo de hablar, ni de consternarse, les digo que deben prepararse intensivamente porque vienen tiempos difíciles para El Claro Este y el mundo entero. Debo dar la noticia de que el traidor siempre estuvo en nuestras filas, desde hace tiempo y ha estado usando nuestra información para tramar un caos en nuestros hogares. Desde ahora el comandante de los magos... Tairon Ibars, tiene orden de captura y todo aquel implicado en esta vil traición. ¡¡No toleraré ninguna falta de respeto hacia lo que nos ha costado tanto!! —vocifera con estruendo de trueno.
—¿El comandante? -dicen, algunos aldeanos.
—¿Ibars? Ese mal nacido... —habla, Vargaz con furia.
—¿¡Qué!? No, no... —Tyreesa siente impotencia y tristeza, comienza a actuar renuente y por su cabeza pasa cosas como que está siendo inculpado injustamente, cerrándose a la realidad-. Mi padre no puede ser traidor, si bien es cierto que no es el mejor, pero me reúso a creer tal blasfemia.
—El rey no mentiría sobre tal asunto —dice, Lizäri—. Sé que es difícil porque es tu padre, aunque no sé qué sea tener uno —murmura esto último para ella—, pero el rey fue como un padre para mí cuando era pequeña.
—¡Lizäri, es mi padre!, ¿qué puedo hacer? ¿Debo luchar en contra de él? ¡¡No lo haré!! —responde, Tairesa con rabia, impotencia y llanto, levantándose y corriendo hacia el barrio rural.
Lizäri intenta seguirla, pero su amiga elfa la detiene.
—Déjala sola por un momento, no es fácil para ella.
—No quiero dejarla sola.
—Iremos en un momento, esperemos un rato a que se calme, además el rey aún no termina de hablar —insiste Jena a su amiga.
—Bueno, está bien —dice, mirando con preocupación el trayecto por el cual la joven Tairesa se fue corriendo.
Los aldeanos y presentes se encuentran alarmados por el repentino anuncio del traidor, algunos renuentes, otros muy anonadados por el comportamiento del Instructor Tairon Ibars.
—¡Cálmense! —vocifera Cristán—. El rey sigue hablando.
—Asimismo, todo aquel que sepa o vea al traidor, debe avisar a los guardias reales. Todo aquel sospechoso será castigado severamente, serán culpables de ser cómplices de traición. Se doblará la seguridad de la aldea, he hablado.
»Soldados, cuento con ustedes, son capaces de servir a su pueblo, a su aldea. Debemos proteger y conservar nuestra paz, ¡nadie osará contra ella! -exclama y se retira a su castillo, seguido de los instructores y generales de las clases, así como también de los altos mandos de razas.
—¿Cómo ha podido ese canalla hacer eso? Traicionar a su gente —habla con furia el joven enano de cabello rojizo.
—Es increíble como hay criaturas tan locas y ansiosas de poder, a tal grado de hacer lo que sea —menciona Daener, uno de los jóvenes aprendices.
Lizäri siente como la presión aumenta en su interior, como podrá hacerse más fuerte y peor aún, como podrá contener el poder del péndulo en tan poco tiempo. Denathal que está a pocos centímetros de ella, la observa y analiza cómo empezar el entrenamiento.
Es cuestión de solo un momento para que todo se vuelva un caos.
—Sería mejor que vayan a descansar un poco y luego entrenar... —dice la voz de la generala Sonia, quien llega al lugar.
—General, ¿qué debemos hacer? —pregunta uno de los soldados aprendices.
—Tengan confianza en ustedes, la luz siempre nos protegerá. Solo vayan a descansar y luego nos vemos en el campo de entrenamiento.
Los chicos empiezan a dispersarse, Denathal sigue un poco a Lizäri, pero es detenido por la comandante de los cazadores.
—Sería bueno que la dejes descansar, mañana podrán entrenar. Lleva a la niña al palacio —dice, señalando a la hermanita del vampiro.
—Comandante... Claro.
Denathal da media vuelta y toma de la mano a Vidia, seguido de Won.
«Es momento de entrenar» piensa, mientras camina en dirección al castillo del rey Peters.
Rumbo a las cabañas, van Lizäri y Jena en total silencio.
—Es increíble como todo cambia drásticamente, ¿cómo estará Tairesa?
—Lizäri, descansa. Mañana buscaremos a Tairesa y la ayudaremos.
Lizäri solo observa a su amiga y asiente mientras se aproxima a la puerta de su casa.
-Descansa, amiga.
Jena asiente acercándose a Lizäri, se despide de ella y se retira dirigiéndose a su cabaña. En el camino, observa al enano Raimon con una actitud muy rara y alarmante. Sigue su camino y entra a la cabaña sintiendo una presencia conocida para ella.
—Jena...
—Chaís, ¿qué haces aquí? —responde.
—Es momento de que hagas el ritual del dios Shunol'ah y la diosa Kandra'ah, ¿cuánto más lo alargarás?
La joven Jena se queda en silencio, puesto que sabe que debe hacerlo, pero aun no quiere, ya que es por un tiempo que debe salir de Claro Este, y se preocupa de dejar sola a su amiga.
—Debes hacerlo pronto, llegó la hora de transformar tu esencia. Serás la próxima Guardabosque y Noble Elfa; la próxima vez que venga, vendrás conmigo. —Se desvanece antes de que Jena pueda responder o negarse.
.
Mientras tanto, el Rey está reunido con los instructores, generales y altos mandos.
—¿Cómo puede ser posible? ¿Tairon de verdad es el traidor? —entona el guerrero Vargaz.
—Es impensable, bastante... Aunque últimamente había estado ausente y las veces que estaba, actuaba muy egocéntrico —agrega la sacerdotisa Gretta.
—Yo no me fio de ese vampiro, con todo respeto mi señor. Puede ser muy hijo de Delmas, ¿y si está calumniando al instructor? —cuestiona uno de los generales presente.
—General Terás, no fue él quien lo dijo, fue Vidia que lo señaló con miedo. Es la hija de Delmas, vino ayer del Oeste casi escapando de las garras del idiota de Helthas. Además, no acepto calumnias hacia Denathal, ni hacia Won. —Le advierte el Rey y prosigue—. Debemos estar preparados, mandaré guardias alrededor de la barrera, no se permitirá que los aldeanos rodeen los lugares cercanos a la frontera y debemos intensificar la práctica de nuestros Soldados Arcanos, sobre todo, debemos proteger algo que posiblemente quiera el canalla ese.
Sonia y Albany se miran, entendiendo de que, o más bien de quien se está refiriendo el rey.
—¿Qué es eso que quiere Helthas, mi rey? —pregunta otro de los generales.
—Recordemos que nuestra querida Flora contuvo con su cuerpo y sangre, aquel poder que nos causó tanto dolor y terror... Solo eso puedo decir.
—¿Cómo? ¿Ese poder no había sido destruido? —recrimina el mismo general de antes.
—No se puede destruir un poder como ese, es imposible. —Le responde Albany a aquel general molesto—. No se preocupe mi rey, lo protegeré con mi vida si es necesario.
—Gracias, Albany. Pueden retirarse. Terás y Bianka, ustedes se quedarán acá.
Todos los presentes se retiran del recinto, balbuceando y aterrorizados por todo, como si pudieran predecir que pronto todo lo que conocen y la paz que tanto han disfrutado y protegido, se extinguirá y comenzará el caos de la destrucción.
MIENTRAS TANTO EN EL OESTE SOMBRÍO
Raimon se aproxima a la taberna en donde se encuentra Tairon, preparando todo para quitar la barrera. Estos brindando por el futuro logro, para obtener aquel poder que fue robado por el rey.
—Vamos Raimon, aproxímate y bebe de este elixir de uvas y naranja fermentada. Pronto... pasaremos a la acción.
—Mi señor, ya todo Claro Este conoce de sus planes, así que no puede pisar por allá —comunica el enano—. Sería la muerte, mi señor. El rey está furioso.
—Ah, qué mal —dice de forma sarcástica—. Ja ja ja ja ja, así que el mocoso vampiro ya me delató. Pero debo buscar algo, nos será muy útil —suelta una risa macabra mientras da un trago a su bebida.
—Mi señor, ¿qué debo hacer? —pregunta Raimon el enano negro.
—Solo usa tu esencia negra y ella hará el resto, además es muy crédula de mí, será... Pan comido.
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