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Ross y yo nos encontrábamos sentados en una banca. Una súper mega extraña tienda estaba al cruzar la calle. Pero me daba vergüenza entrar a esa tienda.

Hasta miedo da. Hay uñas súper largas colgadas en el umbral de la puerta. Diferentes pieles. Y cucarachas de exhibición en frascos de cristal. Eso era todo lo que podíamos ver desde nuestro punto de vista.

—¡Porfavor!..Habrán cosas peores, si te avergüenza entrar a una tienda, no querrás continuar.

Ross dio un suspiro de cansancio. Todo esto es por Ross. Para volverlo un humano otra vez. Me levante del maldito banco y camine directamente hacia la tienda. Me importaba un tomate lo que estaba a mi alrededor. Entre a la tienda y lo primero que vi fue un anciano.

Un anciano calvo. Tenía dos ebras blancas, largas y gigantescas cayendo por sus hombros que se encontraban a los lados de su calvo cráneo. Vestía ropas viejas y rasgadas de color verde y marrón. Por lo que vi no llevaba zapatos. Y..Oh por Dios, creo que las uñas que vi colgadas son de él.

El me sonrió, y me di cuenta de que solo tenía 2 dientes . Hice mueca de asco, pero la remplace con una sonrisa fingida.

—Estoy buscando la araña Lexosceles, necesito 8 patas—dije leyendo la lista.

—En un momezho jofen—dijo con dificultad, ya que tenía sólo 2 dientes.

El me entrego el frasco con 8 patas de la tal araña. La tome en mis manos.

—De casualidad tiene una lengua de rana morada?—pregunté.

—Noh, soyo laz venden en Mónaco—dijo el con dificultad.

¡ESO ESTÁ LEJISIMOO!

Lo que hago por el..

Pague y salí de la tienda. Ross me esperaba en el banco. Pero no estaba solo había una avalancha de chicas arriba de él. Y el estaba tan asustado y no podía hablar.

—¡Ross cariño!—grite agitando mi mano y corriendo hacia el.

—¿Disculpen? ¿Qué hacen con mi prometido?—pregunté.

Ross parecía aliviado desde que llegue pero abrió sus ojos fantasmales y casi se les salían.

—¿Tú? ¿Su prometida?—preguntó una pelirroja chillona.

—Si, yo soy Laura Marano, la dueña de su corazón—dije dando un paso hacia adelante haciéndolas retroceder.

Ross se levantó de la banca, soltándose de todas las manos que le sostenían. Me tomó de la mano y le alzo una ceja a la chillona pelirroja.

Su mano es tan fría.Quiero sentir como sería en carne humana.

—Adios reina de las putas—dije mientras nos alejábamos de ella y las demás.

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