𝗳𝗼𝘂𝗿𝘁𝗲𝗲𝗻. hello, brother

014. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗨𝗥𝗧𝗘𝗘𝗡 | 🐝•˖*

❛ 𝗁𝖾𝗅𝗅𝗈, 𝖻𝗋𝗈𝗍𝗁𝖾𝗋 ❜

(si comentan mucho este cap no moriran sus personajes favoritos.)

Navier estaba confundida, más que todo molesta. Nada de lo que salía de la boca de Sirius parecía ser cierto, ella no tenía ningún hermano o hermana. Es hija única, sus abuelos nunca comentaron nada, su tío nunca le dijo nada. No tenía sentido, así que Sirius Black estaba mintiendo, solo eso era, un mentiroso que había vuelto a destruir su vida.

─ ¡Sirius, NO! ─gritó Lupin ─ . ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender!¡Tenemos que explicárselo! ¡Tu hija tiene que entender!

La niña no quería ser emparentada con aquel hombre, así que el comentario de Remus la molesto mucho. Levanto su varita y apunto a Sirius, acercándose a él de tal manera que todos los presentes pensaron que lo asesinaría. 

─ Este hombre no es mi padre. Tú no eres mi padre ─le espetó en la cara, mirándolo fijamente ─. Yo te odio, Sirius Black. Te odio porque arruinaste mi vida, te odio porque mataste a mi madre. ¡te odio porque me dejaste sola en esa casa! 

Comenzó a subir el tono de su voz, así que Lupin avanzo hacia ella, tomándola del brazo.

─ Usted no se atreva a tocarme ─soltó ─. Me traiciono, aun sabiendo que odio mucho que me mientas, aun sabiendo todo lo que le conté, lo hizo, no le importe. Así que ─paso rápidamente sus manos por su rostro, secando algunas lágrimas ─...no tengo porque escuchar sus excusas. 

Paso junto a sus amigos antes de retirarse, aunque específicamente se detuvo frente a Harry.

─ No le diré nada a nadie, haz lo que tengas que hacer.

─ Navier...─Harry temía que Navier se enojara con él.

─ No importa lo que decidas, no te voy a odiar ─sonrió apenas, para despues girar a ver a Sirius ─. Debo ir con una persona que si aprecio.

Finalmente, ella se fue de ahí. 





















Navier llegó al lago, sintiendo en su pecho el peso de todo lo que había pasado hoy. Sabía que ya era la hora, o al menos eso parecía. Estaba exhausta tras el encuentro con Sirius Black, todo lo que deseaba era sumergirse en un profundo y largo sueño, pero tenía que cumplir una promesa.

─ Caelum, hola. ─saludó al ver al chico apoyado contra un árbol, con la mirada perdida en el lago mientras jugaba con los anillos en sus dedos.

Caelum levantó la vista y le dedicó una sonrisa nerviosa.

─ Creí que no vendrías. ─murmuró.

Siempre había tenido a alguien ahí consigo, y si hoy Navier no venía...sería muy duro para él.

─ Tuve una noche caótica, pero aquí estoy. No te iba a fallar.

Caelum asintió, sin saber cómo empezar. Sentía el nudo de las palabras atorado en la garganta, palabras que habían estado ensayando en su mente durante varias horas. Necesitaba decirle la verdad, contarle aquello que había guardado en la sombra por tanto tiempo, y la urgencia de la luna apareciendo en el cielo lo presionaba más. Además, su piel comenzaba a arder, una advertencia de lo inevitable.

─ Desde primer año siempre hago esto con Cedric ─dijo, casi susurrando ─. Siempre venimos al lago... cuando sucede esto, y él me hace compañía.

Navier arqueó una ceja, reprimiendo una broma que flotaba en su mente. Pero no la dijo por dos razones: No se encontraba con ánimos de bromear, y su amigo estaba muy nervioso como para recibir una broma en estos momentos.

─ ¿A qué te refieres con "esto"? ─dijo en su lugar.

Caelum bajó la mirada, sus dedos se enredaban entre sí.

─ El año pasado... ─hizo una pausa y miró hacia el cielo, respirando profundo─ Cedric aprendió a convertirse en animago para acompañarme.

Navier frunció el ceño. ─¿Cedric aprendió a ser animago por...? Espera, tienes que explicarme todo.

Caelum la miró directamente, su voz un susurro casi apagado: ─ Soy licántropo, Navier.

Las palabras flotaron en el aire, estrellándose contra ella, como si se hubiera chocado con una dura pared de concreto. Sintió cómo su corazón daba un vuelco, el eco de sus recientes palabras crueles hacia Remus retumbando en su mente. Había herido a alguien como Caelum, alguien que también llevaba la maldición del lobo. Sintió una punzada de remordimiento.

Caelum la miró con preocupación. ─ Si tienes miedo, puedo entenderlo. No te pediré que te quedes...

Navier sonrió con ternura y negó con la cabeza. ─ Caelum, tú no eres el único con secretos. ─Cerró los ojos, y en un instante, su figura se desvaneció, dando paso a la forma de un coyote. El animal que se presentó frente a Caelum no era un coyote ordinario; sus ojos brillaban en un azul claro, profundo e hipnótico.

─¿E-eres un animago? ─preguntó Caelum, asombrado.

Navier volvió a su forma humana y rió suavemente. ─ No exactamente. Soy metamorfomaga. A veces me convierto en un pequeño hurón para molestar a mi primo o robar comida de las cocinas ─le guiñó un ojo ─. Esta noche te acompañaré el tiempo que necesites... aunque, espera, ¿has tomado la poción?

Caelum asintió, aliviado por su respuesta.

─ Puedes llamarme siempre que lo necesites ─continuó Navier ─. Cedric puede ser un poco aburrido toda la noche. Yo puedo ser mucho más... interesante.

Ambos se sentaron, la tensión disipándose mientras hablaban en voz baja, intentando ignorar el brillo amenazante de la luna que ascendía lentamente. La plática se tornó ligera, pero el tiempo no tardó en agotarse. Pronto, Navier vio la expresión de Caelum transformarse, un temblor incontrolable sacudía su cuerpo. La luna llena alcanzó su punto más alto y, sin previo aviso, Caelum dejó escapar un gruñido desgarrador. Su cuerpo comenzó a estirarse y retorcerse, sus manos convirtiéndose en garras, sus facciones diluyéndose en las de una bestia.

Navier, en su forma de coyote, se sentó cerca, observando. El licántropo finalmente se acurrucó en el suelo, controlado y sereno, gracias a la poción. Los minutos pasaron en un silencio cargado, ambos conscientes de lo que ahora compartían.

Ahora Navier entendía por qué algunas noches Cedric desaparecía; comprendía su lealtad hacia Caelum.

De repente, un ruido perturbó la calma. Un aullido desgarrador se elevó desde el bosque, un sonido de dolor, como de un perro herido. Además, un claro aullido de lobo, que incluso inquieto a Caelum. Al instante, la mente de Navier evocó a Remus Lupin; un escalofrío la recorrió. Algo estaba mal.

Mientras su corazón se debatía entre quedarse o investigar, una segunda oleada de aullidos resonó en la oscuridad.

Ella respiró hondo y se deshizo de su forma animal. Se acercó a Caelum en su forma de lobo y colocó una mano en su pelaje.

─ No tengo miedo, pero creo que alguien necesita ayuda ─murmuró con la vista clavada en el  bosque─. Esta noche está fuera de control... difícil de explicar.

Caelum, en su forma de lobo, la empujó suavemente con el hocico, como dándole su consentimiento. Navier le sonrió, transformándose nuevamente en coyote, y, con una última mirada, se adentró en la oscuridad.

Corrió a toda velocidad hacia el bosque, guiada por los sonidos. Cerca de un arroyo, vio a Harry luchando desesperadamente mientras decía una y otra vez: expecto patronum. Al otro lado del riachuelo, Sirius Black yacía en el suelo, gravemente herido, rodeado de dementores que parecían arrancarle la esencia misma de su vida.

Harry intentaba defenderlos, pero la magia de su patronus no parecía suficiente. La energía lo abandonaba mientras las criaturas se cernían sobre él como sombras siniestras.

En ese momento, un destello de luz cegadora emergió del otro lado del riachuelo. Navier no supo quién lo conjuraba, pero reconoció la salvación que traía consigo. Sin detenerse a contemplar, entendió que esta batalla era más grande que ella. Sin perder un segundo, giró sobre sus patas y corrió de vuelta hacia el castillo. Solo pensando en pedir ayuda.


















La tensión en el aire era casi palpable. Harry estaba mirando a Navier con una mezcla de frustración y a la vez compasión. Entendía lo que ella estaba enfrentando, de cierta manera habían pasado lo mismo, pero aunque se pusiera en su lugar, no podía permitir que el resentimiento de Navier hacia Sirius lo detuviera. La vida de su padrino pendía de un hilo, aunque su amiga se negara, el haría cualquier cosa para salvarlo.

Navier estaba en silencio, observando el giratiempo en su mano, pensando en como esto podría ser la solución a todos los problemas. Su mirada estaba fija, pero su mente se encontraba en mil lugares a la vez. Recordaba las palabras de sus abuelos, quienes le habían contado muchas historias de horror con Sirius Black de protagonista, un hombre que ahora Harry y Hermione defendían. Su "padre" no era más que alguien que ella no conocía ni podía querer. Un hombre que a pesar de no estar ahí, había dejado cicatrices invisibles en su alma.

─ No sabes nada, Harry ─soltó en voz baja, sin mirarlo ─. Toda esta historia... Es como si ustedes estuvieran defendiendo a un fantasma, un ser que no existe.

Harry apretó los labios. Sabía que si hablaba, terminarían peleando, y no había tiempo para eso (tampoco quería pelear con su amiga). Sin embargo, no podía ignorar la ironía: él mismo había odiado a Sirius con toda su alma hasta descubrir la verdad. 

Por su lado, Navier, en un impulso, levantó el giratiempo y lo hizo oscilar frente a sus ojos. La idea de lanzarlo al suelo y dejar que todo siguiera su curso le era tentador. Pero las palabras de Dumbledore le retumbaban en la mente: "si todo sale bien, podrían salvar más de una vida inocente". ¿Quien era la otra vida? Eso le intrigaba.

─ No puedo vivir con esto ─dijo finalmente, casi en un susurro. Sintió que las lágrimas querían brotar, pero las reprimió con rabia. Su madre estaba muerta, y nada, ni siquiera la posible inocencia de Sirius, podría cambiar eso.

Hermione observaba la escena, sintiendo la incomodidad de estar atrapada entre dos sentimientos tan opuestos. Sabía que era una decisión complicada para Navier, pero el reloj corría en su contra.

─ Navier, él es tu papá ─murmuró Hermione, buscando en sus ojos alguna chispa de empatía ─. Tal vez no puedas perdonarlo hoy, pero tal vez algún día...

Navier respiró hondo, el dolor punzante en su pecho parecía estrangularla. ¿Perdonarlo? Esa palabra le parecía tan lejana como las estrellas. Sin embargo, una pequeña parte de ella no podía ignorar el hecho de que Sirius estaba a punto de morir, y que ella podía impedirlo.

─ Lo haré ─dijo, con un tono cortante ─. Pero no por él, y que eso te quede claro, Harry. Lo haré por mí. Porque quiero seguir viviendo en paz en el infierno.

Harry ni Hermione entendieron aquella expresión, pero se pusieron felices al ver que Navier había aceptado. 

La chica no espero respuestas, deslizó la cadena del giratiempo sobre el cuello de Harry y comenzó a dar las vueltas necesarias. La sala oscura se desvaneció, y Harry sintió la misma extraña sensación de volar hacia atrás, como si el tiempo mismo se estuviera desmoronando a su alrededor.

Cuando volvieron a estar de pie en el vestíbulo vacío, Navier cerró los ojos un segundo, como si intentara anclar sus emociones. Su madre ya no estaba, su vida había sido marcada por una soledad devastadora. Y, sin embargo, en este instante, tenía la oportunidad de elegir si quería seguir odiando o intentar sanar. Pero eso era algo que aún no estaba lista para decidir.

─ No me hagas preguntas, Harry ─dijo, sin mirarlo ─. Vamos a salvarlo, eso es todo lo que necesitas saber.

Se adentraron en el bosque, ocultos en la penumbra, mientras observaban a sus "yo" del pasado, sin ser vistos. Harry intentaba concentrarse en el plan, pero la extraña frialdad en Navier lo perturbaba. Sabía que detrás de su ira había algo más, algo que ella no estaba dispuesta a mostrar, y eso le dolía.

¿Acaso no confiaba en él?

─ ¿Es por eso que no crees en Sirius? ─preguntó en un murmullo, sin realmente esperar respuesta ─. Porque sientes que te dejó sola...

Ellos ya habían salvado una vida al rescatar a Buckbeak, y aunque habían tenido que esconderse y planear cada movimiento cuidadosamente, lo lograron. Ahora, se encontraban en una posición estratégica desde la que podían ver de lejos lo que pasaba en la entrada del Sauce Boxeador.

─ Sientes que te abandonó.

─ No siento, eso hizo ─soltó Navier, su voz a punto de quebrarse ─. Y si lo que dice es cierto, tengo un hermano o hermana al que no conozco, alguien con el que pude sentirme menos sola... no hablemos de esto, no quiero hablar de eso.

Harry comprendió y decidió cambiar de tema.

─ Antes, cuando estaba en el lago con Sirius... vi a alguien. Ese alguien hizo que los dementores se fueran... pero no estaba solo. Creo que un perro de ojos azules...

Navier reprimió una sonrisa. Sabía que había sido ella en su forma de coyote, pero decidió no decirle eso a Harry.

─ Creo que vi a mi papá...

─ ¿Qué?

─ Mi papá conjuró el patronus.

─ Pero tu papá está...

─ Muerto, lo sé. Pensé que tú me creerías.

Ella sintió una punzada de vergüenza y miró al suelo, pero no tuvo tiempo de sentirse mal, porque en ese momento el grupo empezó a salir del Sauce Boxeador. Navier se sorprendió al ver al profesor Snape, junto a un hombre rechoncho y bajo...

─ ¿Ese es...?

─ Pettigrew. Sí.

Navier tragó saliva. Sirius era inocente, no había asesinado a Pettigrew. Pero, entonces, ¿dónde estaba su madre? ¿Qué había pasado con ella?

─ ¿Ves a Sirius hablando conmigo? ─señaló Harry con una sonrisa.

─ Sí.

─ Me dijo que quería que tú vivieras con él, que encontraría a tu hermano ─empezó a contarle ─. También me preguntó si quería ir con él, salir de la casa de mis tíos.

Navier parpadeó varias veces. Lo que más le importaba no era la idea de vivir con Sirius, sino la de su hermano. Tenía un hermano. Pero no pudo pensar más en esa fantasía, porque el caos comenzó de nuevo.

Corrieron por el bosque, siguiendo al Harry del pasado, quien estaba luchando contra el profesor Lupin en su forma de licántropo. El Harry del pasado estaba a punto de ser atacado, pero Navier colocó sus manos alrededor de la boca y emitió un aullido.

─ ¿Qué haces? ─gritó Harry.

─ ¡Salvo nuestras vidas!

─ ¡Y ahora yo salvo las nuestras!

Harry le cogió la mano y comenzaron a correr por el bosque cuando el lobo se dirigió hacia ellos. Corrieron por un buen rato, pero su suerte no los acompañó. El lobo terminó alcanzándolos y se plantó frente a ellos. En un acto de valentía, Harry la abrazó, cubriéndola con su cuerpo para protegerla del ataque inminente.

Navier estaba a punto de transformarse en coyote para luchar, pero la intervención de Buckbeak la detuvo. Vio cómo el hipogrifo ahuyentaba al lobo.

─ Tenemos que ir al lago a salvar a Sirius. ─murmuró Harry.

─ ¡Vamos por ahí! ─Navier cambió el camino, tomando la mano de su amigo y arrastrándolo con ella.

Sabía que si iban por el otro lado, se encontrarían con su propia forma de coyote corriendo hacia el lago.

Cuando llegaron al lago, ya estaban allí los dementores. Surgían de la oscuridad, llegando desde todas partes, deslizándose por las orillas. Harry no pensaba en otra cosa que en su padre. Si realmente era él, tenía que saberlo, tenía que averiguarlo.

Corrió hacia la orilla, sus propios intentos de conjurar un patronus destellaban a lo lejos en un plateado intermitente. Se agachó detrás de un arbusto y miró entre las hojas. Los destellos de plata se apagaron de repente y la emoción se mezcló con el terror. Era el momento.

─ ¡Vamos! ─murmuró, mirando a su alrededor ─. ¿Dónde estás? Vamos, papá.

Pero nadie acudió. Harry levantó la cabeza y miró el círculo de dementores al otro lado del lago. Uno de ellos se estaba quitando la capucha. Era el momento de que apareciera el salvador... pero no veía a nadie. Entonces, lo comprendió. No era su padre a quien había visto; se había visto a sí mismo.

Harry salió de detrás del arbusto y sacó su varita.

¡EXPECTO PATRONUM! ─exclamó.

De la punta de su varita surgió, no una nube informe, sino un animal plateado, deslumbrante y cegador. Frunció el entrecejo tratando de distinguir lo que era. Parecía un caballo, que galopaba en silencio, alejándose de él sobre la superficie negra del lago. Bajó la cabeza y cargó contra los dementores, ahuyentándolos. Los vio retroceder, dispersarse y desaparecer en la oscuridad.

El patronus giró y volvió hacia Harry, galopando por la superficie tranquila del agua. No era un caballo, ni tampoco un unicornio. Era un ciervo. Brillaba tanto como la luna mientras se detenía en la orilla, sin dejar huellas en la tierra, y lo miraba con sus ojos grandes y plateados. Lentamente, inclinó su cornamenta.

Harry susurró, comprendiendo al fin:

Cornamenta...

El ciervo se desvaneció cuando alargó hacia él sus temblorosos dedos, dejando a Harry solo, pero con una nueva paz en su corazón.

─ Lo hiciste. ─Navier salió desde atrás, había tenido que esconderse porque de otra manera su yo del pasado la hubiera visto.





















Como lo habían planeado, usaron al hipogrifo como medio de transporte para llegar a la torre donde Sirius Black estaba recluido. El aire era frío y cortante, y las sombras del castillo parecían alargarse con cada paso que daban. Todo estaba saliendo bien, pero la tensión entre padre e hija cargaba el ambiente de un peso que Navier apenas podía soportar. La inquietud en sus miradas, los silencios interrumpidos por respiraciones contenidas... parecía que nada más existía entre ellos, salvo ese abismo de años y dolor no dicho.

Harry decidió bajar cerca del puente del castillo, observando cómo el silencio se volvía una tercera presencia entre ellos. Aunque él hubiera deseado desaparecer en ese momento, porque no sabía qué podía hacer Navier con todo lo que estaba sintiendo.

Durante varios minutos, Navier miró a su padre, sus ojos reflejando un torbellino de emociones: resentimiento, dolor, y un rastro apenas perceptible de esperanza. Miles de pensamientos se arremolinaban en su mente, recordando el abandono, los años de incertidumbre. Pero, a diferencia de antes, el perdón empezaba a colarse como una tenue luz. Quizá sería duro, quizá no lo podría decir en voz alta, pero esa posibilidad la asustaba tanto como la aliviaba.

─ Navier... ─la voz de Sirius rompió el silencio, apenas un susurro, como si temiera que una palabra mal dicha pudiera hacerla desaparecer ─. Sé que no me crees y estás en tu derecho. Pero te juro, por el amor que le tenía a Zahar, yo no la asesiné. Ella era... —Sirius tragó, sus palabras llenas de un dolor que había ocultado durante años—, era el amor de mi vida. Yo la ayudé a huir. Le dije que te llevara, que te cuidara, que yo ya no importaba.

Las palabras de Sirius hicieron clic en la mente de Navier. Recordó aquel escalofriante momento en el tren, cuando los dementores la habían hecho revivir una frase que no había podido entender: "Llévatela, cuídala, yo ya no importo." Ahora todo parecía encajar, como piezas de un rompecabezas oscuro que por fin revelaba una imagen completa.

No sabía si eso era prueba de algo, ni si debería seguir con ese resentimiento que había llevado consigo durante tanto tiempo. Lo que sí sabía era que tenía muchas preguntas, que quería resolverlas, y sobre todo, quería algo que nunca había tenido: una familia.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia Sirius y saltó a sus brazos. Él la atrapó, envolviéndola con fuerza como si temiera que fuera a desaparecer. Se abrazaron, cada uno aferrándose al otro como si sus vidas dependieran de ello. Y quizá, en ese instante, lo hacían. Navier comenzó a sollozar, los sollozos desgarradores de alguien que lleva años acumulando una tormenta en su interior. Jamás había llorado así; jamás se había permitido mostrarse tan vulnerable.

Harry observaba la escena desde la distancia, asombrado. Jamás había visto a Navier llorar, y mucho menos con esa intensidad. Había muchas cosas que no sabía de su amiga.

─ No importa si no me perdonaste ─murmuró Sirius contra su cabello, su voz quebrada pero firme ─. Esto basta, Navs. Tenerte aquí... eso es suficiente para mí.

Navier levantó el rostro, sus ojos todavía húmedos pero llenos de una determinación que sorprendió a Sirius.

─ ¿Puedo... puedo vivir contigo? ─susurró, con la vulnerabilidad de quien pide un deseo imposible.

Sirius sonrió, una sonrisa llena de ternura y dolor entremezclados.

─ Mi vida será caótica, cariño.

─ ¡Pero eres inocente! ─replicó, las palabras saliendo con fuerza, como si al decirlo, pudiera borrar todas las injusticias. Nunca pensó que aquella frase saldría de sus labios, y él jamás pensó que llegaría a oírla.

─ Y solo me importa que tú lo creas. Viviremos juntos pronto, lo prometo. Tú, Regulus... y Remus, tu padrino.

Navier se quedó en silencio, y sus ojos se abrieron, incrédulos. ¿Había escuchado bien?

─ ¿Mi padrino no es James? El padre de Harry... lo escuché decir en aquel pub... Espera, ¿mi hermano se llama Regulus?

Sirius la miró, con los ojos llenos de una tristeza profunda.

─ No sé dónde está, pero Zahar y yo lo tuvimos siendo muy jóvenes, casi dos años antes que tú. Tu madre decidió llamarlo Regulus, en honor a mi hermano, y como segundo nombre... yo lo bauticé como Caelum.

Navier giró, mirando hacia el bosque oscuro. Era demasiado para procesar. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar en aquello, porque de repente, la voz de Harry la sacó de sus pensamientos.

─Tiene que irse. ─le dijo en voz baja, sus palabras llenas de una urgencia que la regresó a la realidad.

Ambos se despidieron de Sirius, con la promesa de que pronto tendrían noticias. Lo vieron alejarse en el cielo sobre Buckbeak, desapareciendo como una sombra en la noche. Y aunque en ese momento sus caminos se separaban, ambos llevaban consigo algo que no habían tenido en mucho tiempo: esperanza.

Más felices, Navier y Harry se dirigieron a la enfermería. Apenas lograron regresar antes de que se acabara el tiempo que habían retrocedido gracias al giratiempo. Allí, Ron y Hermione los esperaban, y aunque intentaron narrarles lo que había pasado, Navier se sintió atrapada, con demasiadas emociones, demasiadas revelaciones.

Sin decir nada, salió de la enfermería y se dirigió hacia el lago negro. Allí, en la penumbra, divisó una figura en forma de lobo: Caelum. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo, y con una sonrisa temblorosa, se dejó caer en el suelo junto a él.

Lo observo en su forma de lobo por unos segundos.

─ Hola, hermano.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top