𝗲𝗹𝗲𝘃𝗲𝗻. the gift
011. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗘𝗟𝗘𝗩𝗘𝗡 | 🐝•˖*
❛ 𝗍𝗁𝖾 𝗀𝗂𝖿𝗍 ❜
(La relación de Navier y Draco es muy graciosa, se dicen de todo y dicen odiarse pero si alguien se mete con alguno de ellos, el otro irá a defenderlo)
Navier estaba pensando si de alguna manera podía contactar a su tío, es decir, otra forma que no sea aquel diario que él le dio el día de su cumpleaños, porque ahí no obtenía respuesta, y en realidad quería ayuda. No para ella (incluso cuando la necesitaba), pero en este momento quería ayuda para Hagrid con relación a Buckbeak; el animal no merecía ser asesinado porque Draco Malfoy fue un idiota.
─ Podemos apelar. ─comenta Navier, mientras escribe una vez en su diario, aquel conectado con su tío Calix, aunque si eso no funcionaba, recurriría a la peor de sus opciones: hablar con sus abuelos. Incluso si eso significaba sacrificar algunas cosas como su elección de una pareja, aunque sobre eso no tenía poder, así que no importaba.
─ ¡Ella tiene razón, trabajaremos en ello! ─dijo con Ron entusiasmo ─. ¡No tires la toalla!
Los chicos volvieron al castillo con el resto de la clase. Adelante de ellos podían ver a Malfoy, que iba con Crabbe y Goyle, mirando atrás de vez en cuando.
─ No servirá de mucho, Ron ─les dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo ─. Lucius Malfoy tiene a la comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo.
Hagrid se dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con un pañuelo.
─ ¡Mirenlo como llora!
Malfoy y sus amigos habían estado escuchando todo desde la puerta.
─ ¿Alguna vez habían visto algo tan patético? ─dijo Draco.
─ Si, a ti y tus amigos. Especialmente a ti. ─contraatacó Navier.
Antes que alguno de sus amigos pueda reaccionar, ambos primos se acercaron entre sí, así que todos pensaron que seguirían peleándose como siempre lo suelen hacer, pero esta vez fue diferente. Navier se adelantó hacia Draco y le dio un fuerte puñetazo en la cara. Malfoy se tambaleó y Crabbe y Goyle se quedaron atónicos en el momento en que Navier volvió a levantar la mano.
Hermione, Ron y Harry se quedaron congelados en su sitio por un segundo, porque jamás habían visto a Navier golpear a Draco, a su primo. Es decir, los chicos siempre tenían diferencias, se peleaban, pero todo era de la boca para afuera. Todo el mundo sabía que Draco defendía a su prima, y Navier por su parte también lo hacía. Siempre se llevaron bien en su extraña forma, pero esta vez fue diferente.
─ ¡Navier! ─llamó Harry, intentando sujetar la mano de su amiga; sin embargo, esta parecía estar hecha de mantequilla, porque no podía sujetarla. Un detallito que Navier había hecho con sus habilidades para que no la detengan.
─ ¡Te castigarán!
─ Conozco a mi cobarde primo ─soltó ella, antes de dirigirse solamente a Draco ─. Vuelves a hablar así de Hagrid y te asesino.
─ De tal padre tal hija, ¿no? ─se burló.
─ Oh, tú no quieres que yo siga hablando.
─ Estamos hechos de lo mismo, primita.
Navier levantó su varita, y en ese preciso momento Malfoy supo que no podía contra ella, así que salió corriendo junto con sus amigos, desapareciendo por el pasadizo que conducía a las mazmorras. Pero la colera de la chica no acabó ahí, porque se giró hacia Harry y lo señaló con el dedo.
─ ¡Si no ganas la final de quidditch, moriré!
─ Si tú juegas ganaremos. Oliver te...─paró de hablar cuando vio el rostro de Navier, y como la chica no estaba de humor, así que en su lugar agregó ─. Mejor vamos a encantamientos...
Ella estaba pensando si ir a aquella clase o no, y al final, dejó que Harry prácticamente la arrastrara hasta el salón, porque aunque no quería ir, no quería hacer sentir mal a Hermione, con quien comenzó esta aventura, cortesía de la profesora Mcgonagall, llamada: hay que volvernos locas en el proceso.
De todas formas, cuando llegó al aula, se dio cuenta que su amiga no estaba, lo cual era extraño. Un tiempo después vio que se quedó dormida; no quiso despertarla, así que ella siguió con lo suyo, lo cual fue sentarse junto a Theodore Nott porque no había más bancas libres, y Harry y Ron se habían sentado juntos.
Los dos chicos apenas se hablaron; apenas se hablaban desde que los padres de Nott y los abuelos de Navier se dieron cuenta de la mentira del noviazgo.
En fin, casi toda la clase se la pasó en otro lugar, o al menos su mente lo estaba. Así que no presto atención; incluso solo obtuvo una buena nota porque Theodore le pasó de contrabando las respuestas de la práctica escrita sobre encantamientos regocijantes.
─ ¿Y Hermione? Ustedes andan de arriba para abajo. ─le preguntó Ron a Navier cuando las clases terminaron.
─ No sé donde está. ─mintió ella, porque ya sabía donde estaba.
Efectivamente, cuando llegaron a la sala común, usando el tiempo de descanso que tenían entre clases, se dieron cuenta de que Hermione estaba ahí. Se quedó dormida encima de los libros de Aritmancia. La chica Granger al instante en que Navier le dijo que la dejó dormir la regaño y se fue corriendo a justificarse con el profesor Flitwick.
Navier, por su parte, se la pasó comiendo las galletas que Cedric le había entregado cuando la vio en el camino. Luego de veinte minutos, ella y sus amigos se reunieron para Adivinación, sentándose los cuatro en una mesita del rincón. La chica Black sabía que hoy tocaba interpretaciones con la bola de cristal, pero no le prestó mucha atención a las indicaciones de la profesora. Sin embargo, tuvo que ponerse a hacer la actividad cuando vio que se acercaban para supervisarla.
─ Vaya, vaya, no había visto uno así en años ─mencionó, acercándose a Navier, comenzando a mirarla de pies a cabeza, no solo a la bola de cristal que tenía la joven en manos ─. Tienes el don.
─ ¿Qué don? ─inquirió ella, mirando por todas partes su bola de cristal, la cual solo tenía pequeñas nubes en forma de palitos, rodeando lo que parecía ser una persona.
─ Ya sabes cómo es la profesora. ─le susurró Hermione en su oído.
─ ¡No interrumpas su don! ─regaño Trelawney, mientras seguía observando a Navier.
─ Creo que tengo que irme.
─ ¡Ve con tu don!
¿Qué rayos era el don?, se preguntó Navier.
─ Yo tengo el don, ¿tú qué tienes? ─soltó Navier, quien seguía con mal humor desde lo que pasó con Draco aquella mañana.
─ Yo tengo una pulga enojada aquí, ¿tú qué tienes? ─le preguntó Caelum a Cedric.
─ Yo tengo una chica que se copio toda mi tarea de Aritmancia; ¿tú qué tienes? ─continuo Diggory, mirando a Jodie.
─ Yo tengo hambre.
Navier soltó un gran suspiro, mientras seguía caminando entre sus amigos. Ella tenía muchas cosas en mente, empezando por Buckbeak y terminando por el don que dijo la profesora Trelawney. Aunque por medio tenía más cosas en mente, como porque su tío no le daba respuestas, siempre le respondía. Tal vez tardaba uno o dos días, pero ahora ya son tres semanas en las que no sabe nada, lo cual era extraño.
─ ¿Qué es eso del don? ─preguntó Cedric, mientras revisaba si tenía algún trabajo que hacer para esta tarde.
─ La profesora Trelawney dice que tengo el don y que no había visto uno así en años.
─ El don para manipular a chicos más grandes ─soltó Caelum ─. Me sigo preguntando porque pasamos tiempo con esta pulga.
Jodie le tiró un lapo detrás de la nuca a su amigo, mientras se posicionaba junto a Navier, pasando uno de sus brazos por los hombros de la rubia.
─ La profesora siempre dice cosas así, que tienes el don, que no lo tienes, que una temible maldición caerá sobre ti, blah, blah, blah. Nadie le hace caso.
─ Esperen...─Navier paro de hablar ─. ¿Tienes tiempo para estar conmigo incluso cuando sus TIMOS están cerca?
─ Somos inteligentes ─señaló Cedric, y luego vio a Jodie ─. Bueno, ella es inteligente, nosotros somos capaces de no desaprobar...
─ Habla por ti, yo estudio todo el día.
─ Juegas todo el día.
Navier en un momento dejó de escuchar la pelea de sus amigos; se sentía muy rara; en realidad, el collar que tenía en el cuello se sentía extraño, como si tuviera alergia. Le comenzó a dar comezón en toda esa zona. Así que tocó de inmediato su joya, y casi al instante sacó sus manos de ahí; era como si estuviera tocando fuego, así que comenzó a quitarse el collar.
─ ¿Estas bien?
─ Sí, tengo que irme. ─fue lo único que respondió Navier, sujetando su collar desde la cadena, donde no estaba ardiendo.
Comenzó a caminar por los pasillos; no sabía a donde iba. Es como si estuviera caminando sin rumbo, pero al final tenía un rumbo... extraño.
Después de casi diez minutos, se encontraba en los vestidores de quidditch de Gryffindor, donde se paró enfrente de un casillero específico: Harry Potter.
─ ¿Qué haces aquí? ─la voz de Oliver la hizo volver en sí ─ ¿Te arrepentiste y me darás tu escoba para jugar el próximo partido?
─ No, yo... vine por nada. Tengo que irme ─ella inconscientemente se volvió a colocar el collar, y cuando estaba a punto de salvar su cuello, se dio cuenta de que este ya no ardía ─. Adiós, Oliver.
─ ¡Navier!
Llamó el chico Wood, pero era inútil; Navier ya había desaparecido de su vista.
La joven se encontraba muy confundida con lo que acababa de pasar; era la primera vez que sucedía, así que estuvo preocupada por un largo tiempo... al menos hasta que recordó que su primo era bueno en encantamientos, y tal vez quería vengarse de ella.
Navier estaba despierta. Le había dicho a Hermione que había visto a un perro negro gigante y luego una especie de sombra en forma de humano (aunque de esto último no estaba muy segura). Así que como su mejor amiga no le creyó, y si le contaba a las demás chicas, se pondrían a gritar, soltando un suspiro, Navier decidió que no podía quedarse en la cama esperando a que el miedo se desvaneciera solo. Se puso una sudadera, asegurándose de que la capucha cubriera su cabello y luego bajó a la sala común en silencio. Se acomodó en el suelo, justo al lado de la chimenea, sintiendo cómo el calor se filtraba a través de su ropa, y apretó su collar contra su pecho, como si ese simple gesto le trajera un poco de consuelo a estas horas de la noche.
─ Kinnie. ─llamó Navier en un susurro, cerrando los ojos para concentrarse en invocar la presencia del elfo.
Apareció de inmediato, con su pequeña figura temblando levemente por haber sido despertado, pero con los ojos llenos de lealtad.
─ Kinnie está aquí, señorita Black. A su disposición. La señorita Black nunca había llamado a Kinnie en Hogwarts.
Navier no pudo evitar una sonrisa al verlo. Había algo reconfortante en la familiaridad de su elfo doméstico, alguien que la conocía desde que era una niña.
─ Perdón por despertarte, Kinnie.
─ La señorita Black puede despertar a Kinnie cuando quiera. ─respondió él con devoción, inclinando la cabeza.
Navier acarició el borde de su collar, un gesto casi inconsciente, mientras pensaba en lo que quería preguntar. Había una curiosidad que siempre había reprimido, algo que no se atrevía a explorar, pero que ahora, con todo lo que había sucedido, no podía ignorar.
─ ¿Sabes de este collar?
Nunca antes había preguntado sobre el collar o lo que había pasado aquella noche. Sus abuelos le habían dado versiones contradictorias de la historia, como si ellos mismos no quisieran recordar los detalles. Pero Kinnie, su fiel Kinnie, no tenía razón para mentirle. Él era leal solo a ella.
─ Mejor aún, ¿sabes cómo llegué a la casa de mis abuelos?
El elfo permaneció en silencio durante unos minutos, como si estuviera debatiendo consigo mismo si debía revelar algo tan delicado. Luego, como si hubiera llegado a una decisión, se sentó frente a Navier, cruzando las piernas en un gesto de confianza.
─ La señorita Navier apareció en la puerta de sus abuelos, tenía las mejillas rojas y su cabello negro era tan oscuro como la noche. ─su voz era suave, como si temiera despertar viejos fantasmas.
Navier frunció el ceño, no era la primera vez que escuchaba esa parte, pero siempre le había parecido que algo faltaba, algo importante que nadie quería contarle.
─ ¿Nada más? ─preguntó, esperando que Kinnie le diera más detalles, algo que pudiera llenar los vacíos en su memoria.
─ Un perro negro la trajo. ─dijo el elfo finalmente, como si las palabras le pesaran en la lengua.─ Cargaba en su hocico una canasta donde estaba la señorita Navier.
El corazón de Navier se detuvo por un segundo, y luego comenzó a latir con fuerza. Miró hacia la habitación de las chicas, donde Hermione dormía tranquilamente, ajena a todo. Quizá no estaba loca después de todo.
─ ¿Y mi collar? ¿Sabes si alguna vez hizo algo extraño? ─preguntó, su voz apenas un susurro.
Kinnie bajó la mirada, incapaz de responder. ─ Kinnie no sabe nada de su collar, no. Kinnie no sabe.
Navier sonrió, tratando de tranquilizar al elfo, que parecía cada vez más angustiado. No quería que él se sintiera mal por no poder ayudarla.
─ Está bien, Kinnie. ─dijo con suavidad.─ ¿Cómo van las cosas por casa?
El elfo pareció aliviado por el cambio de tema. ─ Los señores Von Stein despidieron a cuatro empleadas diferentes esta semana.
Ellos continuaron hablando durante un buen rato, Navier necesitaba ese tipo de conversación ligera, algo que la alejara de sus pensamientos oscuros. Kinnie era la amiga perfecta para eso, alguien que conocía hasta sus más profundos secretos. Casi una hora pasó sin que se dieran cuenta, riendo y compartiendo historias, hasta que de repente escucharon pasos acercándose. Kinnie chasqueó los dedos y desapareció en el acto, dejando a Navier sola una vez más.
─ ¿Navie?
La voz de Harry la sacó de sus pensamientos. Se giró para ver al chico parado en la entrada, con el rostro serio.
─ La misma. ─respondió con una sonrisa que no llegó a sus ojos.─ ¿No puedes dormir?
Harry dudó un segundo antes de hablar. ─ Vi un perro negro. ─soltó, su voz firme, como si no temiera lo que pudiera significar.
Navier lo miró fijamente. ─ Vimos, Harry, vimos.
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