15: All We Could've Been.
Mientras Sana conducía por la carretera en su motocicleta, con una bolsa de ropa atada a la parte trasera y el collar de diamantes guardado de forma segura en su bolsillo, no pudo evitar pensar en lo bien que se había sentido al conducirla con los brazos de JiHyo alrededor de su cintura. Destellos de los grandes ojos marrones suplicantes de JiHyo llenaron su mente y la culpa llenó su corazón. Si pudiera volver atrás en el tiempo, le hubiera gustado decir que no habría aceptado el trabajo, solo para ahorrarle a su corazón el dolor de tener que dejar a la chica. Pero esa no era la verdad, sabía que hubiera tomado la misma decisión una y otra vez, aunque solo fuera para tener la oportunidad de conocer a Park JiHyo.
Sin embargo, deseaba poder decir a la mierda y volver a la casa de JiHyo, conquistar a la chica y besarla como si no hubiera un mañana. Sana no estaba segura de haber sabido antes que estaba enamorada de JiHyo cuando ya se había marchado de casa, pero ahora que lo sabía, maldecía la vida que había elegido y todas las mentiras que había contado.
Le hubiera encantado volver a esa noche cuando tuvo a JiHyo en su casa, le hubiera encantado vivir ese momento para siempre, permitirse ahogarse en la sensación de la piel de JiHyo sobre la suya, poder mantener a la chica en sus brazos hasta que estuviera completamente sobria y finalmente hacerle el amor como se merecía. Pero no podía hacer eso, porque nada de eso era real.
Su casa no era suya, ella no era quien decía ser y JiHyo tampoco.
Todo era una actuación.
Una actuación tan convincente que ambas cayeron tontamente en ella.
¿Podría a JiHyo siquiera gustarle quién era Sana en realidad?
En cierto modo tenía que hacerlo, ¿verdad?
¿Si lo hubiera sabido desde el principio?
Sana sabía que era una ilusión, pero la pequeña pizca de esperanza hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en la comisura de sus labios. Aun así, no era como si pudiera hacer algo al respecto de cualquier manera. JiHyo no podía convertirse en la Bonnie de su Clyde, iba en contra de todo lo que le habían enseñado a Sana. Wendy siempre les había advertido que no se involucraran emocionalmente con sus objetivos, era parte de la razón por la que siempre había dudado en darle a alguien un objetivo que fuera de su tipo. Involucrarse emocionalmente era peligroso, especialmente después de vivir en una comunidad bajo una identidad falsa durante mucho tiempo. Ponía en riesgo toda la operación, y Sana nunca querría hacer nada que dañara a Wendy o a las otras chicas.
Así que encerraría a Minat Sana y los sueños de una vida con JiHyo en un cajón en el fondo de su mente y tiraría la llave. Llevaría el diamante a Wendy y seguiría adelante mientras su tiempo con la familia Park se desvanecía lentamente de su cabeza, con la esperanza de poder borrar eventualmente todos los recuerdos dolorosos que hacían que su corazón se sintiera pesado.
—Sana, hace mucho tiempo que no nos vemos —dijo MiYeon cuando llegó a la casa de Wendy—. ¿Cómo te fue?
—Bien —respondió Sana mientras se quitaba el casco, intentando no dejar escapar las lágrimas mientras caminaba hacia la puerta donde estaba MiYeon.
—Oye, ¿qué pasa? Te ves molesta.
—No es nada —dijo rápidamente.
—Shiba...
—¡Dije que no es nada! —espetó Sana.
—Está bien, está bien, relájate... Jesús... —dijo MiYeon, retrocediendo un poco y dejando que Sana pasara.
Sana caminó por los familiares pasillos de color púrpura oscuro hacia la oficina de Wendy, ignorando a cualquiera que intentara hablar con ella. En ese momento quiso desaparecer, simplemente hundirse en la tierra para evitar cualquier pregunta. Odiaba sentir el peso de la culpa colgando sobre sus hombros, odiaba sentir la forma de ese diamante maldito presionando contra su estómago. Deseaba que la muerte viniera a buscarla, deseaba que JiHyo le hubiera disparado en ese pasillo porque cualquier cosa sería mejor que seguir cargando con su corazón dolorido.
—Sana, estás aquí—, dijo Wendy en un tono alegre mientras abría la puerta. —Dios, te ves como la mierda.
—Estoy bien—, dijo Sana serenamente antes de colocar el diamante sobre la mesa. —Aquí está tu diamante. Terminé.
—¿Qué quieres decir con que terminaste? —, preguntó Wendy.
—Quiero decir que terminé con esto, con todo. Dijiste que podía mudarme del país si quería después de este trabajo, ¿verdad? Bueno, lo hago. Así que dame mi parte y me iré.
—¿Segura? Aquí está tu parte—, dijo Wendy, entregándole un fajo de billetes y un cheque por el resto. —Pero Sana, ¿estás segura de que estás bien? ¿Qué pasó en ese trabajo?
—¡Estoy bien! ¿Pueden dejarme en paz? — Sana gritó con la voz quebrada.
—Oh, Sana... Ven aquí—, dijo Wendy, abrazándola y haciendo que estallara en lágrimas al instante. —No estás bien, y eso está bien... Tienes derecho a no estar bien.
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