-IV-
Adrien Agreste
No podía concentrarme; por mucho que me obligaba a mirar aquel programa de televisión que ni recordaba de qué hablaba (bueno, no hice demasiado bien mi trabajo en intentar fijarme en algo) era imposible pasar el pequeño detalle de que tenía a mi vecina allí, en mi ducha.
Ya no la vería igual; ni a la ducha ni a ella.
Cuando se fue la luz ya tenía en mente que nada podía ir a peor. En aquel momento comprendí la situación fuera de ese apartamento, estábamos en plena tormenta y era la razón básica por la que no teníamos luz. Tragué saliva, no me gustaban para nada las tormentas. En lo poco que llevaba viviendo solo en aquel lugar había tenido la suerte de no haber presenciado una tormenta. Aquello que me recordaba perfectamente a mi infancia y como mi difunta madre se quedaba dormida a mi lado.
También recordé que no estaba preparado para ese momento y no tenía ni una triste vela en mi apartamento.
Justamente cuando creí que abría la puerta la escuché dudar. — Se me ha olvidado traer una muda limpia, así que... No me queda otra que salir con la toalla.
Esto ya era el colmo. Rápidamente, incluso sin pensarlo, me quité la camiseta que llevaba en ese momento y abrí la puerta, únicamente dejé pasar mi mano con la prenda, ya que seguramente si entraba lo único que me estaría esperando era una cachetada.
—¿Q-Qué haces? — Incluso aunque le había dejado utilizar mi ducha sin pedirle nada a cambio se mantuvo a la defensiva. Esta chica es lo que no hay. Suspiré.
— Ahí fuera hay una tormenta, aunque sea para cubrirte algo más... — Pensé seriamente en mis palabras y me vi obligado a añadir algo más. — ¡Pero no te quites la toalla!
Noté como había cogido la camiseta y con rapidez empezó a ponérsela. Salió del lavabo y se situó cerca de mí pero lo suficientemente lejos para que respetáramos el espacio del otro. — Gracias. — A pesar de que su tono era débil lo había escuchado de todas formas, sonreí para mis adentros. — En cuanto vaya a mi apartamento te la devuelvo.
— ¿Te vas a ir?
Aunque estaba muy oscuro podía notar como me juzgaba con la mirada. — No, si quieres me quedo a hacerte compañía, ¿te parece? — Sin duda, yo no le caía para nada bien a esta muchacha de ojos cielo. Empezaba a sentirme mínimamente ofendido. Ella carraspeó y empezó a andar por la estancia a oscuras. Sabía que eso iba a terminar bastante mal. — ¿No tienes ninguna vela?
— No. Me acabo de dar cuenta que no estaba para nada preparado para este tipo de situaciones. — Sentía que una parte de mí no estaba hablando únicamente del apagón. Mis hormonas no dejaban de recordarme que tenía a una chica de mi edad frente a mí en toalla y, detalle crucial, con mi camiseta puesta. De repente noté como empezaba a dudar. Llevaba sus cosas encima y las mecía mientras decidía que hacer. Se giró y me miró. Aunque estuviera a oscuras, la podía ver mínimamente.
— ¿Quieres ir a mi apartamento? — La miré y antes de que pudiera reaccionar me interrumpió. — No pienses nada raro. Ya que no estás preparado para este tipo de situaciones, y así ya te devuelvo la camiseta...
La miré y sonreí. Podría ser que fuera muy borde, que siempre estuviera a la defensiva y que no fuera para nada adorable. Pero en estos momentos, donde tartamudeaba, donde se ponía nerviosa, no podía evitar pensar que era terriblemente linda.
Al final le seguí hasta su casa y entramos dentro. Aunque era la misma distribución que el mío parecía totalmente diferente. Se notaba que se acaba de mudar. O quizás es que era del estilo minimalista. No se sabe, lo único que sé de mi querida vecina es que es un amor de persona, súper altruista y con una amabilidad que tira para atrás. Y bueno, que en ese momento estaba vestida únicamente de mi camiseta y una toalla. Aunque prefiero no pensar en eso último. No queremos despertar a Adrien Junior. Lo que me faltaba a mí ahora.
Al principio nos hacíamos camino gracias a la linterna de mi móvil. Y aunque le corría tiempo vestirse sabía que le era más a cuenta buscar velas ya que mi móvil estaba en las últimas. Estaba mirando los cajones mientras yo intentaba alumbrar lo máximo que podía. Se notaba que era una chica apañada. Aunque llevara poco tiempo aquí ya estaba preparada para estas situaciones. Yo hacía ya unos meses que estaba aquí y ni se me pasó por la cabeza. Empezaba a desear que encontrara las cosas porque empezaba a tener frío, recordemos que estoy sin camiseta, y no quiero que Marinette sea presente de mis pezones de piedra capaz de rallar cristales.
Antes de que mis pezones salieran a la luz Marinette encontró un paquete de velas. Gracias a un encendedor de cocina empezó a encender unas cuantas velas. De repente se giró para mirarme y se quedó quieta. Yo miré esa vela fijamente. Parecía de estas velas aromáticas y aunque me sonaba mucho el olor no conseguía encontrarle cual era el aroma. Antes de que me diera cuenta escuché un quejido de Marinette para, acto seguido, rematarlo con una maldición. Resultado final: mi camiseta manchada de cera. Hoy. No. Es. Mi. Día.
Marinette Dupain-Cheng
Esa visión de Adrien desnudo de torso, con la luz de una vela, fue demasiado para mi pobre ser. Tanto que me hizo perder la fuerza de mi agarre de la vela. Podía haber terminado mucho peor. Bueno, sí que había terminado mal, al menos para la camiseta de mi vecino, pero yo ya me estaba viendo pasando una bonita noche en urgencias.
Intenté recordar si tenía alguna cosa para darle para que se pudiera tapar (no le iba a dar la camiseta después de ese terrible manchurrón. Al final a paso rápido le alcancé una manta de topitos para que al menos pudiera taparse. — Lo siento... Es que no tenía nada más. Y no voy a darte la camiseta que tú me has dado porque te la pienso lavar. —Seguramente estaría molesto con toda esta situación. Recordé que había algo al fondo de mi armario, unas cuantas camisetas que sabía que seguramente le vendrían... pero sabía que no iba a poder hacerlo. No tenía ni el atrevimiento de ponérmela yo misma iba a dejar que mi vecino se pusiera una de ellas. Espero que me lo perdones, Adrien, pero ten en cuenta que al menos mi manta es lo más adorable y suave del mundo.
Él se tapó entero con la manta y me miró expectante, como esperando una respuesta por mi parte. Lo miré y sentí como la incomodidad empezaba a invadirme de nuevo.
— ¿Quieres irte mejor a tu apartamento? — Su mirada se perdió por un momento pero se encontró rápidamente con mis ojos. — Me sabe mal tenerte aquí si no vas a estar cómodo y... — notaba como la lengua ya empezaba a hacer lo que quería sin mi consentimiento. — Es que tú y yo no tenemos nada de confianza y no sé qué decir en esta clase de situaciones. ¡Aunque me aterra la maldita tormenta que hay fuera y, joder, no hay luz! Pero que si tú quieres irte... yo te puedo dejar un par de velas y aquí paz y después gloria. — Sentía como si mis palabras y mi ser eran totalmente distintos, y la situación iba cada vez más a pique notando la pobre cara de incomprensión de nuestro querido vecino y amigo Adrien.
— Marinette. — Me interrumpió y me lo quedé mirando fijamente. Mi cerebro sufrió como una desconexión de golpe. Como si estuvieses cargando el móvil y de repente cuando te queda nada y menos para llegar al cien por cien llegué cualquier gilipollas y quita el cable. Lo miré buscando una respuesta. La reacción de él, al quedarse igual, me hizo tener que decirlo en alto.
— ¿Cómo sabes que me llamo Marinette? —Él me miró algo perplejo. Empezó a pensar su respuesta. Y al poner una sonrisa bastante maliciosa dejó salir su contestación.
— Igual que tú te quejabas del volumen de mi tele, podría haberme quejado de la cantidad de gritos que escuché por parte de tu padre y de ti durante tu mudanza. — Mierda. Pues al final iba a tener razón mi madre cuando nos decía que gritábamos mucho. — Así que era obvio que me lo iba a saber.
En aquel momento me sentí más avergonzada conmigo misma. De verdad, el encuentro con este ser era cada vez más inverosímil, más surrealista.
— Adrien, así me llamo. — Lo miré mientras me cavaba yo misma, mentalmente claro, mi propia fosa de la vergüenza. Todos invitados... menos mi vecino Adrien, que ahora con más razón lo menciono porque fue el momento justo en el que supe que la raíz de todo se llamaba así (si he mencionado su nombre anteriormente... la magia de la narración en primera persona, muchachos). — No te preocupes, creo que va a ser mejor que nos quedemos en tu apartamento. No veo que sea muy buena idea eso de salir y estar solos viendo como esta todo. — Lo miré y me sorprendí de su reflexión. Parecía ser mucho más maduro de lo que había sido hasta ahora. Por un momento me sentí culpable de todo hasta ahora. Menos mal que Adrien seguía siendo Adrien y duró menos de un segundo mi remordimiento. — Eso sí, si me quedo ponte pantalones.
* * *
— Así que vives solo, ¿no? — Estábamos sentados en mi sofá, velas en la mesita, mirando a la nada mientras yo desesperadamente intentaba sacar un tema a flote. Pero parecía que él las esquivaba todas, se notaba que no le gustaba hablar de su vida. Era aburrido de narices, en mitad de una tormenta, de un apagón, y tener que romper un hielo de acero inoxidable por lo menos. — Yo también... lástima que si lo llego a saber quizás no. Esto no es tan fácil como pensaba... — Suspiré, y volteé para verlo. Miraba fijamente algún rincón del salón, con la mirada muerta. Espero que fuera solo su mirada... ¿Quizás sufría de narcolepsia? — ¿Hay alguna razón por la que vivas solo?
Mi esfuerzo por que la función fática fuera presente en esta conversación era desesperada. Pero, eh, funcionó y todo.
— Es por mi trabajo. Es mejor que viva solo y en un lugar tranquilo.
Lo que temía, era algo ilegal seguro.
— ¿Y tú? — Ahí me di cuenta que en esta conversación yo también tendría que confesar, que no solo era él el que me iba a contar sus cosas mientras yo, como buena cotilla, atendía. — Porque si tú me preguntas una razón es porque tú la tienes, ¿verdad?
Mierda, era demasiado listo para ser rubio. — Bueno, se podría decir que sí. — Él me miraba expectante. Ahora tenía que hablar sí o sí. — En un principio tenía pensado que quería vivir lejos de mis padres. Tener un sitio para mí, sentirme más a gusto. Luego... pasó todo lo que pasó... Simplemente quería huir y alejarme de todo. — Notaba como su mirada se clavaba en mí.
— ¿Qué te pasó? — Un escalofrío me recorrió la espalda. — No hace falta que me lo cuentes si no quieres... — No entiendo bien la razón pero opté a decírselo; era algo que realmente me dolía, aún no había superado eso del todo... pero pensé que sería buena idea decirlo. Quizás por la mirada que me había dedicado Adrien. No lo estaba diciendo por decir... realmente estaba interesado en saberlo.
— Rompí con mi pareja... y ya no quería estar por ahí. — Nada más decirlo sabía que había quedado como una rabieta. — Yo tenía planeado mudarme antes de que todo eso pasara, por el bien de mi futuro y de mi misma... pero aquello solo adelantó las cosas.
— Entonces puedo entenderte un poco, yo tampoco podía seguir estando por donde antes ya que tenía que verle la cara a mi amiga de la infancia. — Le miré curiosa y antes de que pudiera decir nada contestó por mí. — Empezamos a salir pero era algo que no tendría que haber hecho en la vida. Realmente solo confirme que Chloé estaba totalmente loca.
Empecé a reír, al menos en estado de locura esa ex me ganaba a mí. No era que quisiese nada con él pero al menos me alegraba que su imagen sobre mí tuviera al menos un caso de comparación que fuera un desastre.
— ¿Y... como llevas todo eso?
Notaba como se había acercado más y sonreí. No sé por qué me había parecido tierno. — Bueno, voy tirando. En mi historia no hay nada de locura, tampoco hay cuernos de por medio. — Reí un poco, pero con algo de amargura ya que, quisiera o no, me afectaba el pensar en él. — Simplemente sabíamos que no estábamos hechos para estar él uno con el otro, no éramos compatibles. Por mucho que nos quisiéramos.
Era bastante doloroso si lo piensas. Yo no tenía la culpa, él tampoco la tenía. Simplemente nos hacía daño estar juntos.
— Es lo que tiene las relaciones... que son complicadas.
Touché. Antes de que pudiera decir nada un ruido muy raro empezó a sonar. Aunque los truenos seguían de fondo la luz volvió a nuestra vida cuando ya ni estábamos esperando por ella. Antes de que pudiera decir nada la vista, ahora en full HD, de Adrien con la manta de mis siestas me estaba matando la mente. ¿Cómo era posible que alguien pudiera ser tan guapo? Entre nervios termine alejando mi mirada.
Adrien Agreste
Nunca pensé que la imagen de Marinette con mi camiseta puesta me haría sentirme tan extraño conmigo mismo. No era idiota, y no hacía falta que Nino viniera a decirme lo obvio, mi vecina me parecía una chica muy, bastante, agraciada y era verdad que me sentía atraído por ella... pero eso era algo que no tenía en mis esquemas. Por inercia aparte mi mirada nervioso.
Entre palabras torpes y nervios por doquier al final conseguí llegar a mi apartamento. Miré la puerta del lavabo y me sentí un imbécil por sentirme de esa manera. No tenía sentido; hace tan solo unos minutos ella me estaba hablando de sus problemas amorosos por una ex pareja que seguramente aún quería. Era estúpido por mi parte siquiera replantearme nada.
Llegué a mi habitación y me desnudé listo para ponerme el pijama. Por mucho que intentara dejar la mente en blanco era imposible conseguirlo. Me estaba odiando a mí mismo tan fuerte que no creo que ni fuera sano.
Cuando al fin me metí en mi cama suspiré intentado borrar todos esos pensamientos que no debería haber tenido. Lástima que no funcionara de nada. Antes de cerrar los ojos y caer en los brazos de Morfeo un pensamiento cruzó ferozmente por mi mente como un meteorito kamikaze: Anda, mira, ya tengo una camiseta favorita.
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Redes sociales donde hacerme bullying para que escriba de una jodida vez:
Twittah: aryclairyx
Insta: ary.clairy
(sobre todo insta, gracias a mis stories sabréis cuando estoy escribiendo xD)
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