Relato 11 - Seguir con vida


Ella corría, sin mirar atrás. Corría sin importarle su ropa rasgada y repleta de sangre, sin importarle las heridas abiertas y hematomas. Corría a pesar de la noche, a pesar de la incipiente lluvia. Corría lejos de su mayor pesadilla. Corría hacia su libertad.

Su verdugo la perseguía, sus ojos negros la atormentaban, oía sus gritos y amenazas, pero nada podría decir él que la convenciera de volver. Esos brazos que un día la cobijaron y prometieron protección, hoy habían intentado robarle su último suspiro de oxígeno. Ella no merecía aquello, ella no lo había elegido.

En medio de la desesperación vio un callejón, aquel donde había una entrada al viejo hotel abandonado, igual al que solía ir con aquel muchacho del instituto, aquel muchacho de ojos azules y verdes. Tomó fuerzas que no creía tener y corrió hacia allí. En cuanto cerró la puerta, vio a su pesadilla correr, pero él a ella no. No la encontraría.

Sus pulmones quemaban por la falta de oxígeno y sus piernas fallaron haciéndola caer. La adrenalina abandonaba poco a poco su cuerpo, haciendo insoportable el dolor. 

Pero aquello significaba que seguía viva.

Al otro lado del país, él decía que no, sabiendo lo que vendría. Tirado en el suelo se dobló, abrazando su abdomen. Soportaba los insultos, las patadas y todo lo que esparcían por su cuerpo. No le importaba estar cubierto de drogas y empapado en alcohol.

No podía quitar su mirada de aquellos ojos amarillos burlones, crueles, cargados de odio. Ojos que jamás olvidaría. Aquel hombre tomó un encendedor y lo acercó a él, quien intentó alejarse, no quería morir. Pero todos en esa habitación lo empujaban, acercándolo a la pequeña llama.

En ese instante, pensó en ella, y tomo fuerzas que no creía tener. Gritó, hasta que su garganta ardió, y alejó a todos. Se acercó a la puerta y salió a la calle, corriendo. Oía como lo perseguían, haciendo que corra más rápido. Cuando sintió un golpe en su espalda y el calor lo abrazó.

Las llamas no lo soltaban, se expandían más y más. El color amarillo de los ojos de aquel monstruo, lo cubrían por completo. Cayó al suelo y comenzó a rodar mientras los demás huían. Volvió a pensar en ella, en sus ojos grises como el cielo durante una tormenta. Y comenzó a llover. El fuego poco a poco se apagaba y su espalda quedaba a carne viva.

En otra ocasión odiaría el dolor, pero aquello significaba que seguía vivo.



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Nota:

¡Hola, hola! 

Han pasado 84 años... Hace muuucho que no escribía un relato, y este particularmente creo que lo escribí hace un mes en un muy pequeño momento de inspiración. 

La verdad es que me gusta mucho, y se me ocurren muchas ideas para ellos...

Gracias por leerme♥


Isla Green

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