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"THE NEWS"

A la mañana siguiente, el ambiente en la escuela parecía más brillante, al menos para Harper. Caminaba al lado de Min ho, quien entrelazaba sus dedos con los de ella como si fuera lo más natural del mundo. Ambos estaban radiantes, compartiendo miradas y pequeñas risas mientras atravesaban el patio.

—¿No crees que están mirando mucho? —preguntó Harper en voz baja, sintiéndose un poco cohibida por las miradas que les lanzaban los demás estudiantes.

—Déjalos mirar. —Min ho sonrió con esa seguridad que parecía inherente a él—. Seguro están preguntándose cómo es posible que la increíble Harper Kavinsky haya caído por alguien como yo.

Harper rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

—O se están preguntando cuánto tiempo tardaremos en pelearnos otra vez —bromeó.

—¿Pelearnos? Jamás. Soy el novio perfecto, ¿recuerdas?

Ambos rieron, y Harper negó con la cabeza. Estaba por responderle cuando un profesor apareció frente a ellos, cortándoles el camino.

—Señorita Kavinsky. —El profesor la miró con seriedad—. La necesitan en la dirección.

—¿En la dirección? —Harper frunció el ceño, sorprendida.

—¿Por qué? —intervino Min ho, de inmediato protector.

El profesor dirigió su mirada hacia Min ho, ignorando su tono preocupado.

—Es un asunto privado.

Harper miró a Min ho y le apretó la mano suavemente.

—Está bien, iré. No te preocupes.

Min ho dudó, claramente incómodo con la idea de dejarla ir sola, pero finalmente asintió, aunque su mano se aferró a la de Harper un par de segundos más antes de dejarla ir.

—Nos vemos después. —Harper le sonrió para tranquilizarlo, aunque también estaba nerviosa.

Él asintió y la vio alejarse, cruzando el campus con el profesor. Algo en su expresión indicaba que no le gustaba lo que estaba pasando, pero no podía hacer nada más que esperar.

En la dirección, Harper y Kitty estaban sentadas frente a un escritorio, con la Señora Han y dos miembros del personal administrativo hablando en coreano. Las expresiones de los adultos mostraban severidad, pero Harper y Kitty no lograban entender nada de lo que decían.

Kitty miró a Harper, murmurando:
—¿Entiendes algo?

Harper negó con la cabeza, inquieta. Finalmente, Kitty levantó una mano, interrumpiendo la conversación.
—Disculpen, no sabemos de qué están hablando. Si es por el dormitorio de los chicos, lo admito. Dormimos ahí.

La declaración hizo que Harper la mirara con los ojos muy abiertos, pero antes de que pudiera decir algo, Kitty continuó:
—Pero, ¿quieren saber por qué lo hice? Nuestra compañera de cuarto tenía una cámara web encendida en todo momento, como si estuviera espiándo. ¿Y sus pañuelos usados? Una vez los encontré en mi almohada. Mis estándares tienen un límite, y fue asqueroso.

Los dos hombres junto a la Señora Han hicieron caras de evidente repulsión. Kitty, aprovechando su reacción, añadió con un tono sarcástico:
—Gracias. Así que, si vamos a meternos en problemas, al menos sepan toda la historia.

La Señora Han levantó una mano, su rostro tan impasible como siempre.
—No se trata de si se meterán en problemas, señorita Song. Se trata de que ambas serán expulsadas.

La sala quedó en silencio. Harper y Kitty se levantaron casi al unísono, sorprendidas.
—¿Qué? —preguntó Harper, incrédula—. ¡Eso no tiene sentido! Hemos aprobado todas las materias.

—Eso lo sabemos —admitió la Señora Han, su tono moderado pero firme—. Pero las reglas en KISS son muy claras. Los dormitorios están separados por algo, y ustedes rompieron esa regla al dormir con los chicos. Lo siento mucho, pero ya no podrán volver a KISS.

Harper y Kitty se miraron, ambas tratando de procesar lo que acababan de escuchar. Sus expresiones mezclaban incredulidad y frustración.

La tensión en el aire era palpable mientras las palabras de la Señora Han se repetían en sus cabezas. La gravedad de la situación finalmente comenzó a asentarse, pero ninguna de las dos sabía cómo reaccionar.

La escena termina con esa devastadora revelación flotando en el aire, dejando un silencio lleno de incertidumbre.

Harper salió de la oficina con Kitty, ambas en silencio mientras el peso de la noticia se asentaba. Cuando llegaron al pasillo principal, Min Ho estaba esperándola con una expresión despreocupada, como siempre. Pero al ver su cara, su sonrisa se desvaneció.

—¿Qué pasó? —preguntó, preocupado.

Harper tragó saliva y evitó mirarlo directamente.
—Min Ho... me expulsaron.

Él frunció el ceño, incrédulo.
—¿Qué? Eso es ridículo. ¿Por qué?

—Por dormir en tu dormitorio —respondió rápidamente Kitty antes de que Harper pudiera contestar, con los brazos cruzados.

Min Ho cerró los ojos un momento, claramente enfadado, pero cuando volvió a abrirlos, estaba completamente centrado en Harper.
—Entonces... ¿qué vas a hacer?

Harper suspiró, abrazándose a sí misma.
—Regresaré a casa. Mi madre y mis hermanos me esperan. Y... bueno, quería decírtelo porque sé que una relación a larga distancia puede ser muy difícil. Así que... —Hizo una pausa, tragando nervios. Luego alzó la mirada hacia él, con una pequeña sonrisa triste—. Entenderé si no quieres seguir conmigo.

Por un segundo, Min Ho solo la miró, sorprendido, y luego soltó una risa corta e incrédula. Se acercó a ella y tomó sus manos con suavidad, mirándola directamente a los ojos.
—¿De verdad crees que me voy a deshacer de ti después de todo lo que hice para conquistarte?

Harper lo miró, perpleja, mientras él le sonreía con esa confianza característica.
—Escucha, Kavinsky. Me costó meses hacer caso a lo que sentía. Literalmente, me incendiaste emocionalmente y, bueno, físicamente también, con lo del vestuario —bromeó, intentando aligerar el momento—. Así que, ¿de verdad piensas que dejaré que algo tan tonto como la distancia me aleje de ti?

Ella parpadeó, sin saber qué decir, mientras su pecho se llenaba de un calor que no sabía que necesitaba.

—Vamos a estar bien —añadió él, acariciando su mejilla con el pulgar—. Encontraremos la forma, porque yo no voy a renunciar a ti.

Harper sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, pero por primera vez en mucho tiempo no intentó esconderlo. En lugar de eso, asintió lentamente, sus labios temblando en una sonrisa.

Min Ho la abrazó, rodeándola con fuerza.
—Esto no es un adiós, Kavinsky.

Ella se aferró a él, sintiéndose extrañamente tranquila por primera vez desde que entró en la oficina. Por mucho que doliera irse, sabía que con Min Ho a su lado, encontrarían la forma de seguir adelante.

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