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"CHIN-GU SEOK"

A la mañana siguiente, Harper se despertó aún adormilada. Caminó hacia la cocina siguiendo el aroma delicioso que llenaba el lugar, rascándose ligeramente la cabeza mientras intentaba enfocar la vista. Al llegar, vio a Min Ho, ya vestido y con un delantal, moviéndose con destreza entre sartenes y ollas.

En una esquina de la encimera, había una canasta llamativa, llena de alimentos tradicionales cuidadosamente empacados. Intrigada, Harper se acercó para inspeccionarla, pero antes de que pudiera tocar algo, Min Ho extendió la mano y la detuvo suavemente.

-No tan rápido -dijo con una ligera sonrisa-. Eso es sagrado.

Harper frunció el ceño, todavía medio dormida.

-¿Sagrado? ¿Qué, me vas a decir que la canasta está bendecida?

Min Ho rodó los ojos mientras volvía a sus ollas.

-Es de mi mamá. Me la envió desde Los Ángeles. No te atrevas a arruinar su esfuerzo por consentirme.

Harper apoyó el codo en la encimera y lo miró con curiosidad.

-¿Así que ella pasará Chuseok sola?

Min Ho agitó una mano en el aire, restándole importancia al tema.

-Estoy seguro de que John Cho está con ella. Probablemente organizó una fiesta en casa para medio Hollywood, como siempre.

Harper levantó una ceja, divertida.

-Oh, claro. Debe ser agotador tener una madre tan famosa.

Él sonrió con suficiencia mientras mezclaba algo en una sartén.

-No es tan malo.

Pronto su expresión se volvió pensativa. Min Ho lo notó y, mientras seguía cocinando, preguntó con un tono curioso:

-Oye, hablando de eso... ¿Por qué viniste con Kitty? Cruzaste medio mundo para que ella pudiera reunirse con su precioso amor. ¿Qué ganas tú con todo esto?

Harper suspiró, jugando con el borde de la canasta.

-Kitty es mi mejor amiga. No hay nada que no haría por ella. Pero, siendo sincera... también pensé que este viaje sería una buena oportunidad para encontrarme a mí misma.

Min Ho dejó de cocinar un momento, apoyándose contra el mostrador.

-¿"Encontrarte a ti misma"? ¿Qué significa eso?

Ella miró a otro lado, un poco insegura, pero finalmente decidió hablar.

-De donde vengo, la gente no me ve por quién soy. Me ven por mi hermano mayor. No importa lo que haga o lo lejos que vaya, siempre soy eso para todos. Quería alejarme y ver quién puedo ser sin ese apellido encima.

Min Ho la observó en silencio, como si realmente estuviera entendiendo lo que decía. Hubo una pausa, un instante en que ambos se quedaron mirándose fijamente. Sus ojos parecían compartir un momento de vulnerabilidad, algo que ninguno de los dos esperaba. Pero entonces, como si se dieran cuenta de que habían cruzado una línea invisible, desviaron la mirada al mismo tiempo.

Min Ho carraspeó y volvió a enfocarse en la sartén, mientras Harper se cruzaba de brazos, fingiendo interés por las especias alineadas en el estante.

-Bueno... -dijo él al cabo de un momento, recuperando su tono habitual-. Ya que eres tan independiente, al menos espero que sepas lavar los platos después de que termine de cocinar.

Harper sonrió a pesar de sí misma y negó con la cabeza.

-Ah, claro. Qué amable de tu parte dejarme unirme a tu sesión matutina de servidumbre.

Ambos se mantuvieron en su dinámica usual, pero el ambiente entre ellos era diferente, como si aquella conversación hubiera dejado algo implícito que ninguno estaba listo para mencionar.

Harper había tomado la iniciativa de buscar algo en los estantes mientras conversaban. Finalmente, encontró algunos ingredientes con los que estaba familiarizada gracias a las lecciones de cocina improvisadas de su hermano Peter. Mientras Min Ho seguía concentrado en lo suyo, Harper comenzó a preparar un acompañamiento sencillo pero especial.

Después de unos minutos, se acercó con un pequeño tazón y una cuchara, extendiéndoselo a Min Ho con una sonrisa satisfecha.

-¿Vas a juzgar mi cocina? -preguntó, alzando una ceja desafiante.

Min Ho dejó a un lado lo que estaba haciendo y tomó la cuchara, observando el platillo con ojos críticos. Probó un bocado, guardando silencio un momento como si estuviera evaluándolo en serio. Luego asintió con aprobación.

-Está bueno. Casi me sorprende, pero parece que la chica Kavinsky hizo un buen trabajo después de todo.

Harper puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar reírse ligeramente.

-Gracias... creo.

Él le devolvió el tazón y continuaron hablando mientras ambos trabajaban en la cocina. Entre los olores deliciosos y los sonidos suaves de la preparación, la conversación se tornó más relajada.

-No te conozco desde hace mucho -dijo Min Ho de repente, con un tono menos sarcástico de lo habitual-, pero tengo que decirte algo.

Harper lo miró con curiosidad mientras dejaba a un lado un cuchillo.

-¿Algo bueno o algo para molestarme?

Él sonrió levemente, aunque había honestidad en sus ojos.

-Algo bueno, creo. Eres más que solo "la hermana de alguien". Mucho más.

Las palabras cayeron con peso en el aire. Harper lo observó, sorprendida por el tono sincero y despreocupado con el que lo dijo. Una sonrisa pequeña, genuina, se dibujó en su rostro mientras sentía que algo cálido y ligero se extendía en su pecho.

-Gracias, Min Ho. Eso... significa mucho para mí -dijo en voz baja, casi como si no quisiera romper el momento.

Él se encogió de hombros, tomando otra olla como si no fuera gran cosa. Pero sus palabras habían calado más profundo de lo que ambos querían admitir.

En esa cocina, entre bromas, comida y confesiones veladas, algo empezaba a cambiar. Ninguno de los dos estaba dispuesto a admitirlo aún, pero lo que compartían era más que una rivalidad, más que simples interacciones casuales. Y, sin quererlo, ambos lo sabían.

El sol ya había comenzado a descender mientras Harper y Min Ho se ocupaban de acomodar las últimas decoraciones y platos sobre la mesa. Las velas iluminaban suavemente el espacio, y el ambiente se llenaba del murmullo de las conversaciones mientras los invitados comenzaban a llegar. Maddison, quien nunca pasaba desapercibida, se acercó con su típica sonrisa radiante e intentó entablar una conversación con Min Ho.

Min Ho, notando el movimiento de Maddison hacia el asiento vacío a su lado, reaccionó con rapidez. Disimuladamente, tomó la mano de Harper y la guio hacia el lugar junto a él antes de que Maddison pudiera sentarse.

-Ah, justo aquí, Harper -dijo con una sonrisa despreocupada mientras Maddison fruncía ligeramente el ceño, forzada a buscar otro lugar.

Harper lo miró con una mezcla de desconcierto y diversión, pero no dijo nada, prefiriendo evitar el espectáculo frente a los demás.

Pronto, todos tomaron asiento, y Kitty se levantó. Con una sonrisa amplia y un brillo de emoción en los ojos, comenzó su brindis.

-Sé que es mi primer Chuseok -dijo Kitty con un tono animado-, pero por lo que me han dicho, la regla número uno es que no debemos estar solos.

Un murmullo de asentimiento se extendió por la mesa. Kitty continuó con una chispa traviesa en su voz.

-Tal vez tu familia esté a miles de kilómetros, tal vez no tengas familia... o tal vez simplemente te gusta demasiado la escuela.

Todos estallaron en risas ante su ocurrencia. Harper incluso pudo notar una pequeña sonrisa en los labios de Min Ho, quien por lo general era más difícil de impresionar.

-Cualquiera que sea la razón por la que estás aquí -continuó Kitty, ahora con una nota más sentimental en su tono-, quiero agradecerte por estar presente para honrar a nuestros antepasados. Y para mí, eso significa más de lo que puedo expresar.

Los invitados levantaron sus vasos en silencio, atentos al gesto profundo detrás de las palabras de Kitty.

-Este es mi brindis. A todos aquellos que nos precedieron: gracias, mamá. Sin ti, literalmente no estaría aquí, en esta tierra ni aquí en Kiss. Y no hay otro lugar donde preferiría estar en este momento.

Kitty levantó su vaso con un gesto final y sonrió ampliamente.

-¡Salud!

Un unísono de voces y el sonido de los vasos chocando llenó la habitación mientras todos brindaban. El momento era cálido, lleno de gratitud y una sensación de unión que trascendía los orígenes de cada persona en la mesa.

Min Ho, con su mirada fija en el vaso, levantó ligeramente la vista para mirar a Harper, quien estaba sonriendo por las palabras de Kitty. Por un instante, sintió que quizá, solo quizá, este Chuseok no era tan malo después de todo.

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